llegara a saber, seria simplemente uno mas de ellos, y todos estaban juntos en el infierno.

Su ultima cena a bordo del S. S. Trance estaba por concluir.

Lo que George L. Wheeler habia ordenado anticipadamente, desde caviar hasta crepes Suzette, habia constituido una cena pesada, pero Randall habia estado parco en el comer. Su austeridad lo hizo sentirse mejor.

Steven sentia el calor que le llegaba desde atras, donde estaban preparando las crepas, y aunque a Darlene le deleitaria un postre tan elaborado, el simplemente no tenia estomago para tolerarlo. Habia dormitado un rato en su camarote, a pesar del zumbido de la television de circuito cerrado de Darlene, eternamente encendida, y luego habia tomado una ducha. La resaca que sentia era ligera, pero no tenia interes en la comida.

Echo un vistazo alrededor de su pequena mesa, situada al fondo del resplandeciente Comedor Chambord, con el techo tachonado de estrellas anilladas por brillantes luces. A su izquierda, Darlene estaba poniendo a prueba la serenidad de un joven camarero al dirigirse a el en su terrible frances, estudiado en la escuela secundaria. A su derecha, con las manos recatadamente cruzadas sobre su regazo, estaba sentada Naomi Dunn, fria, contenida, hablando solo cuando se le hablaba. Randall trato de recrear su desnudez, su mons veneris, su paroxismo en el orgasmo. Nada de eso pudo revivir; era tan imposible de imaginar como la violacion de una virgen vestal. Frente a el, la silla estaba vacia.

No hacia quince minutos que George L. Wheeler habia sido llamado a traves del sistema de intercomunicacion del barco. Habia una llamada telefonica desde Londres para el.

Empujando su silla hacia atras mientras engullia el ultimo trozo de su Chateaubriand, Wheeler habia refunfunado:

– ?Quien diablos puede estar llamando a esta hora?

Habia caminado rapidamente entre las mesas, saludando a sus nuevos conocidos entre los pasajeros, y luego habia subido dos pisos de escaleras alfombradas hasta la Mesa de Comunicaciones, a un lado de los ascensores centrales en la Cubierta Principal.

Mientras Randall ociosamente miraba al capitan de la mesa servir a Darlene su plato de crepes, escucho la voz de Naomi que se dirigia al capitan.

– Ya vuelve el senor Wheeler; puede servirle tambien a el.

En efecto, el editor venia descendiendo las escaleras rapidamente, siguiendo luego su camino sin girarse ni a la derecha ni a la izquierda. Conforme se acercaba, Randall vio claramente que traia el rostro descompuesto.

Wheeler se dejo caer bruscamente sobre su silla, dando un resoplido de disgusto.

– Maldita mala suerte -musito.

Levanto su servilleta y siguio rumiando.

– ?Que sucede, senor Wheeler? -pregunto al fin Naomi.

Wheeler se percato de la presencia de los otros por primera vez.

– Era el doctor Jeffries llamando desde Londres. Puede ser que tengamos un problema.

El capitan de la mesa se habia acercado a servir personalmente las crepes de Wheeler, pero este lo rechazo bruscamente.

– No estoy de humor para eso ahora. Sirvame un poco de cafe americano.

– ?Que clase de problema? -pregunto Naomi.

Wheeler se dirigio a Randall, sin prestar atencion a Naomi.

– El doctor Jeffries sin duda estaba exaltado. El comprende que le hemos concedido a usted un lapso muy limitado para preparar su campana de publicidad, pero tambien sabe que no tenemos tiempo para demoras ni postergaciones. Si Florian Knight no esta disponible en el momento en que lo necesitemos, estaremos metidos en problemas.

No era tipico de Wheeler el hablar en circunlocuciones, por lo cual Randall estaba perplejo.

– ?Por que no habria de estar el doctor Knight?

– Disculpeme, Steven; debo aclararle esto. El doctor Jeffries fue hoy desde Oxfrod a entrevistarse con Florian Knight en el Museo Britanico. El proposito de Jeffries era informar que Knight habia sido comisionado para ir con usted a Amsterdam y prestar alli su colaboracion, trabajando con usted como uno de los asesores de Resurreccion Dos. De todos los consultores, el hubiera sido el mas valioso. Los conocimientos que el doctor Knight tiene acerca del Nuevo Testamento (no solo por lo que toca a las lenguas, sino tambien a su sapiencia biblica del siglo primero) son muy profundos y completos. Bien, aparentemente ellos discutieron el nuevo nombramiento del doctor Knight, y luego el doctor Jeffries hizo arreglos para que se reunieran temprano esta noche a cenar y pudieran continuar su charla. Hace unas cuantas horas, cuando Jeffries salia del club para concurrir a la cita, recibio un telefonema de la joven prometida de Knight… La conoci una vez; brillante chica esa tal senorita Valerie Hughes. Bien, llamaba de parte de Knight para informar al doctor Jeffries que la cena tendria que cancelarse. Repentinamente, el doctor Knight se habia puesto enfermo… muy enfermo, supuso Jeffries, puesto que no solo estaba cancelando su compromiso de esta noche, sino tambien avisando que no podria ver a Jeffries ni a ninguno de nosotros manana.

– Eso no suena demasiado grave -dijo Randall-. Si manana no pudiera yo ver a Knight, aun podria…

– El problema no es manana -le interrumpio Wheeler-. El punto es que la senorita Hughes le dijo al doctor Jeffries que Knight le habia dado instrucciones en el sentido de que dijera que no estaria sintiendose lo suficientemente bien como para trabajar en nuestro proyecto en Amsterdam en un futuro previsible. Solo eso. Nada mas. Bien, el doctor Jeffries estaba demasiado anonadado para continuar tratando el asunto en ese momento. Pregunto cuando podria llamar a su protegido, pero la senorita Hughes le contesto vagamente, murmurando algo acerca de tener que discutirlo primero con el medico de Knight. Y despues colgo. Es muy extrano y desconcertante. Si el doctor Knight quedara fuera del proyecto, seria una desgracia.

– Si -dijo Randall lentamente-. En verdad suena extrano.

Darlene, que habia estado solo medio atenta, apunto al editor, meneandole el tenedor lleno de crepes.

– Oiga, si no va a haber nadie en Londres, ?por que no seguimos directamente a El Havre?

Wheeler le lanzo una mirada.

– Si va a haber alguien en Londres, y no vamos a ir a El Havre, senorita Nicholson. -Luego se dirigio nuevamente a Randall-. Concerte una entrevista para que nos reunamos con el doctor Jeffries manana a las dos de la tarde en el Museo Britanico. Yo voy a insistir en que el doctor Jeffries ejerza su autoridad y obligue a Knight a regresar al proyecto tan pronto como se recupere. Esto es vital para nuestro futuro inmediato.

Randall se habia quedado pensativo; luego, de una manera casi casual, dijo lo que tenia en mente.

– George -dijo- no nos ha dicho usted que es lo que le ocurre al doctor Florian Knight. ?Cual es su enfermedad?

Wheeler estaba pasmado.

– Por Dios, ?sabe usted que…? El doctor Jeffries nunca me dijo que es lo que ocurre a Knight. Esta sera una buena pregunta para hacersela manana, ?no cree?

Al dia siguiente habian llegado a un Londres nublado y desanimado, lo cual no les habia mejorado el animo conforme se dirigian, en un «Bentley S-3» conducido por un chofer del «Hotel Dorchester», ubicado en Park Lane, hacia el majestuoso Museo Britanico, en Bloomsbury. Ahi estaban los tres en el asiento trasero. Darlene habia tomado una excursion con guia… la Abadia de Westminster, Picadilly Circus, la Torre de Londres, el Palacio de Buckingham.

Cuando llegaron a la serie de enormes columnas que estan frente a la entrada principal del Museo Britanico, sobre la calle de Great Rusell, Randall repentinamente recordo su unica otra visita al museo…; la que habia hecho con Barbara cuando Judy era todavia pequena.

Habia recordado la gran esfera que constituye la sala de lectura; hileras de libros dentro de hileras de libros, formando una espiral, con la mesa de informes en el centro, y tambien los tesoros que habia en las salas adyacentes, lo mismo que en las galerias del piso superior. Habia recordado, ademas, los estimulantes objetos exhibidos: un mapa genuino, grabado en 1590, de la travesia de Sir Francis Drake alrededor del globo; la primera edicion del Folio de los dramas de Shakespeare; los primitivos manuscritos de Beowulf; los Diarios de navegacion de Lord Horacio Nelson; las anotaciones personales del viaje del capitan Scott al Antartico; el azuloso modelo de un caballo de la dinastia T'ang; la Piedra de Rosetta, con sus jeroglificos

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