telefonema de la senorita Hughes. Knight no podria asistir a la cena, ni podria hacerse cargo de su nueva tarea. Su medico se oponia a que siquiera lo reconsiderara. Lo que es mas, no podria recibir una sola llamada durante una o dos semanas. -El doctor Jeffries sacudio la cabeza-. Muy mal, muy mal; es desconcertante, pero resultaria inutil tratar de saber algo mas, cuando menos por ahora. Ya no podemos contar con Florian Knight. ?Que haremos? Supongo que solo tenemos una alternativa: encontrar un sustituto -Jeffries se dirigio a Wheeler-. Tengo dos o tres lectores mas que han trabajado para nosotros. Son jovenes estables. Supongo que podriamos mandar a uno de ellos con el senor Randall y esperar que funcione. Desgraciadamente, ninguno de ellos es tan experto como el doctor Knight.

Wheeler se incorporo grunendo, y Naomi tambien se puso de pie.

– Detesto conformarme con quien no es el mejor, profesor -dijo Wheeler-. Supongo que es inevitable, pero es tanto lo que esta en juego que simplemente debemos obtener la mejor informacion posible, y presentar nuestro Nuevo Testamento Internacional de la manera mas estimulante. Bien, apenas tengo tiempo para alcanzar mi avion a Amsterdam. Les dire que; ?por que no discuten Steven y usted acerca de los posibles sustitutos de Knight? Steven puede quedarse… esta alojado en el «Hotel Dorchester». Tal vez pueda entrevistar a los otros candidatos y elegir uno manana mismo.

El doctor Jeffries se levanto para escoltar al editor y a Naomi hasta la puerta.

– Pesima suerte, pero hare lo que pueda para ayudar -prometio el doctor Jeffries-. Que tengan un buen viaje; pronto me reunire con ustedes en Amsterdam.

Wheeler suspiro.

– Si; muy mal eso de Knight. Bueno, hagan lo que puedan… Y, Steven, llameme manana. Aviseme cuando llega. Enviare un auto a recibirlo.

– Gracias, George.

Randall estaba de pie, esperando, cuando el doctor Jeffries regreso a la oficina.

– Hummm… este asunto de un reemplazo… tendre que pensarlo un poco. Sera muy dificil conseguir al hombre adecuado. Permitame reflexionar; tal vez haga yo unas cuantas preguntas por aqui y por alla. Podriamos discutirlo mas objetivamente por la manana y tomar alguna decision. ?Le parece bien?

– Perfectamente -dijo Randall. Estrecho la mano del profesor y, mientras caminaban hacia la puerta, pregunto casualmente-. A proposito, doctor Jeffries, esta novia del doctor Knight (Valerie Hughes se llama, ?verdad?), ?acaso sabe usted donde vive?

– Me temo que no. Sin embargo, ella trabaja en el departamento de libros de Sotheby and Company… Usted sabe, la casa del almoneda que esta en la calle New Bond. A decir verdad, recuerdo que en alguna ocasion Florian me dijo que alli fue donde la conocio. El siempre ha frecuentado ese lugar para ver los nuevos materiales biblicos que ponen a la venta, con la esperanza de encontrar alguna ganga. El es coleccionista de estos materiales, hasta donde sus ingresos se lo permiten. Si, en Sotheby es donde conocio a esa joven. -El doctor Jeffries abrio la puerta de la oficina-. Si esta usted desocupado, senor Randall, y le apetece cenar con alguien, me encantaria que nos reunieramos en mi club.

– Muchisimas gracias, doctor Jeffries. Tal vez en otra ocasion. Hoy estare ocupado… sera mejor que vea yo a algunas gentes esta tarde y por la noche.

A las cuatro y media de la tarde, Steven Randall llego a su destino en la calle New Bond.

Entre una tienda de antiguedades y un expendio de periodicos de W. H. Smith amp; Son estaban las puertas dobles que conducian a la casa de subastas mas antigua del mundo. Arriba de la entrada estaba la cabeza de basalto de una diosa solar egipcia. Randall habia leido que la arcaica pieza habia sido subastada en una ocasion, pero que nunca habia sido recogida por su comprador, asi es que finalmente los propietarios la colocaron sobre su puerta de entrada y la usaron como su emblema. Debajo de la diosa habia un letrero que indicaba que alli era Sotheby amp; Co., y a ambos lados del nombre de la compania estaba el domicilio, con un numero 34 y un numero 35.

Randall entro apresuradamente, cruzo el pasillo con piso de mosaico y el tapete con una leyenda tejida (SOTHEBY 1844), y paso a traves de las puertas interiores. Tomando el pasamanos de madera, empezo a ascender la escalera alfombrada de verde hacia la Nueva Galeria.

Arriba, los salones de exhibicion estaban atestados de gente, y parecian estar poblados unicamente por hombres. Habia un grupo de ellos alrededor de una coleccion de joyas, y muchos otros estaban estudiando con lupas los articulos sueltos. Habia guardias de uniformes azules y galones dorados paseando entre los concurrentes, quienes sostenian abiertos los verdes catalogos mientras observaban las pinturas que pronto serian subastadas. Un caballero anciano estaba examinando varias monedas raras en una vitrina abierta.

Randall busco alguna mujer entre los empleados, pero no vio a ninguna. Comenzaba a preguntarse si el doctor Jeffries no se habria equivocado acerca del empleo de Valerie Hughes, cuando se dio cuenta de que alguien le hablaba.

– ?Puedo ayudarle, senor? -Su interlocutor, de mediana edad, con un ligero acento londinense, era una especie de oficial, enfundado en una larga levita gris-. Soy uno de los conserjes. ?Hay algo en particular que desee usted ver?

– Hay alguien a quien quisiera ver -dijo Randall-. ?Trabaja aqui una tal senorita Valerie Hughes?

La cara del conserje se ilumino.

– Si, si, ciertamente. La senorita Hughes esta en el Departamento de Libros, inmediatamente despues del Salon Principal de Subastas. ?Me permite mostrarle el camino?

Caminaron a traves de un salon adyacente que tenia las paredes tapizadas con fieltro rojo y estaba lleno de visitantes.

– ?Que es lo que hace la senorita Hughes en Sotheby? -pregunto Randall.

– Es una chica muy lista. Durante algun tiempo fue recepcionista en el mostrador del Departamento de Libros. Cuando un particular trae un lote de libros para ponerlos a la venta, lo atiende una recepcionista. Ella, a su vez, convoca a uno de nuestros ocho expertos en libros para que establezca el valor, ya sea de cada uno de los libros o de todos en conjunto. Evidentemente, la senorita Hughes sabia de libros raros tanto como nuestros mas documentados expertos, asi que cuando hubo una plaza disponible, a ella la promovieron al puesto de experta en libros. Este, senor, es el Salon de los Libros.

Era una sala de subastas de tamano regular, con bustos de Dickens, Shakespeare, Voltaire y otros inmortales adornando la parte superior de los estantes. Los propios estantes estaban atiborrados con paquetes de libros que pronto se pondrian a la venta. En el centro de la pieza habia una mesa en forma de U, a la cual se sentaban los principales compradores durante las subastas; en el extremo abierto de la mesa habia una tribuna de madera para el subastador. A un lado de la tribuna se encontraba un escritorio tipo Bob Cratchit, con un banco alto, para uso del dependiente encargado de cobrar el dinero a los mejores postores.

Randall se percato de la presencia de dos hombres de edad avanzada y una mujer joven que estaban clasificando libros; tal vez preparando los nuevos catalogos.

– La llamare -dijo el conserje-. ?Quien le digo que la busca?

– Digale que Steven Randall, de los Estados Unidos. Digale que soy amigo del doctor Knight.

El conserje fue a llamar a Valerie Hughes. Randall lo observo murmurandole al oido y luego vio como ella levantaba confusamente la mirada. Finalmente, la senorita Hughes inclino afirmativamente la cabeza y puso a un lado su libreta de notas. Mientras el conserje desaparecia de la sala, ella se dirigio a Randall, quien camino apresuradamente para encontrarla a la mitad del camino, junto a la mesa en forma de U.

Ella era pequena y regordeta, tenia el cabello corto y aspero, anteojos exageradamente grandes, nariz y boca graciosas y tez aterciopelada.

– ?Senor Randall? -pregunto ella-. No… no recuerdo que el doctor Knight lo haya mencionado jamas.

– El doctor Knight escucho mi nombre por primera vez ayer, de boca del doctor Bernard Jeffries. Acabo de llegar de Nueva York y yo soy quien tenia que reunirse con el doctor Knight y trabajar con el en Amsterdam.

– Oh -dijo ella llevandose la mano a la boca. Parecia asustada-. ?Lo envio el doctor Jeffries?

– No, el no tiene idea de que estoy aqui. Yo averigue donde trabajaba usted y me propuse verla por mi propia cuenta. Me presente como un amigo del doctor Knight porque en verdad deseo ser su amigo. Necesito su ayuda, y la necesito mucho. Yo pense que si me acercaba a usted y le explicaba que es lo que pretendo hacer y cuanto me interesa la colaboracion del doctor Knight…

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