– Lo lamento mucho; es inutil -dijo ella tristemente-. El doctor Knight esta demasiado enfermo.

– No obstante, escucheme. Estoy seguro de que el le ha hablado acerca del… del proyecto secreto… Bien, supongo que no hay peligro en mencionarlo por su nombre… Resurreccion Dos… del cual se entero apenas ayer…

– Si, algo me dijo -admitio ella tentativamente.

– Entonces, escucheme… -dijo Randall con apremio.

En voz baja comenzo a hablarle de si mismo y de su profesion. Le explico como fue que Wheeler lo habia involucrado en el proyecto y le hablo acerca de la llamada telefonica que el doctor Jeffries hizo al barco la noche anterior. Asimismo, le informo del asombro del doctor Jeffries durante la junta de esta tarde y de la desilusion sufrida a causa de que Knight no pudiera asumir su nueva tarea. Randall continuo hablandole de la manera mas persuasiva, sincera y amable que le fue posible.

– Senorita Hughes -concluyo Randall-, si Florian Knight esta en realidad tan gravemente enfermo como usted lo asevero ante el doctor Jeffries, entonces, creame, ya no la molestare con este asunto. ?Esta realmente tan enfermo?

Valerie miro fijamente a Randall, y sus ojos se comenzaron a llenar de lagrimas tras aquellos grandes anteojos.

– No, no es eso -dijo ella con voz entrecortada.

– Entonces, ?puede usted decirme que es?

– No puedo; en verdad no puedo, senor Randall. Le he dado mi palabra, y Florian lo es todo para mi.

– ?No cree usted que el se interesaria en Resurreccion Dos?

– Lo que importa no es lo que yo crea, senor Randall. Si de mi dependiera, lo tendria dentro del proyecto en dos minutos, puesto que ese es justamente el tipo de actividad que a el le gusta. Eso es lo que a el le interesa mas que ninguna otra cosa en la vida, y para lo cual es tan eficiente. El ver terminado este trabajo le ayudaria tambien a el, pero yo no puedo decirle que es lo que mas le conviene.

– Puede intentarlo.

Valerie saco un panuelo del bolsillo de su bata y se lo llevo a la nariz.

– Oh, no se; no se si me atrevere.

– Entonces, permitame que yo lo intente.

– ?Usted? -dijo ella asombrada ante tal sugerencia-. Yo… yo dudo que Florian reciba a alguien.

– El no recibiria al doctor Jeffries, para lo cual podria tener sus razones; pero yo soy alguien mas. Yo respeto al doctor Knight y lo necesito.

Valerie le guino un ojo.

– Supongo que no hay nada que perder -dijo ella con titubeos-. Yo desde luego quiero que el este con usted en Amsterdam, por su propio bien -la actitud de decision se reflejo en su rechoncho rostro-. Si -agrego-. Tratare de hacer que lo reciba. ?Tiene usted papel y lapiz?

Randall extrajo de su cartera una tarjeta de visita y se la entrego junto con su pluma de oro.

Valerie garabateo algo al reverso de la tarjeta, regresandola luego a Randall junto con la pluma.

– Ese es el domicilio de Florian en Hampstead… Hampstead Hill Gardens, a un costado de la calle Pond. Probablemente sera una perdida de tiempo pero, de todas formas, venga al apartamento de Florian esta noche a las ocho. Yo estare alli. Si Florian no lo recibe… bueno, usted sabra que lo intente y no tuve suerte.

– Pero tal vez si me reciba.

– Nada me haria mas feliz -dijo Valerie Hughes-. Florian es una persona realmente maravillosa, una vez que uno traspasa la superficie. Bien, mantengamos los dedos cruzados hasta las ocho. -Por primera vez ella le ofrecio una sonrisa triste, enfatizada por los hoyuelos que se le marcaron en las mejillas-. Y que Dios nos bendiga a todos.

Randall habia dejado a Darlene, disgustada, en un cinema cercano a Picadilly, para luego continuar en el taxi sobre un trayecto aparentemente interminable hasta el domicilio senalado en Hampstead Hill Gardens.

Desde la oscura calle, Steven Randall habia inspeccionado la casa victoriana de tres pisos, con su intrincado remate triangular, ladrillos rojos y un dosel de adornos cursis sobre el ornato de la puerta principal. Una vez adentro y conforme ascendia por la escalera, Randall supuso que la casa habia sido dividida en cinco o seis modestos apartamentos.

El que correspondia al doctor Florian Knight estaba ubicado en el primer piso y, al no encontrar un timbre, toco en la puerta sin obtener respuesta, para luego tocar mas vigorosamente por segunda vez. Finalmente la puerta se abrio, apareciendo Valerie Hughes, afligida, vestida con falda, blusa y zapatos de tacon bajo. Ella lo miro furtivamente a traves de sus anteojos de lechuza.

– ?Nos ha bendecido Dios? -pregunto Randall suavemente.

– Florian esta de acuerdo en recibirlo -dijo Valerie susurrando-. Aunque solo por unos minutos. Sigame.

– Gracias -dijo Randall, siguiendola a traves de la anticuada sala (con aquellos muebles viejos y amarillentos, los montones de libros sobre el piso y los expedientes encima de los sillones) y entrado en la atiborrada recamara.

Steven tuvo que adecuar su vista a la tenue luz del dormitorio. Una lampara de mesa que estaba a un lado de la cabecera de la cama de laton, proporcionaba a ese sucio y lugubre cubiculo la unica iluminacion.

– Florian -escucho decir a Valerie Hughes-, este es el senor Steven Randall, de los Estados Unidos.

Inmediatamente, Valerie se arrincono contra la pared detras de Randall, quien apenas pudo distinguir una ?gura sobre la cama, apoyada contra dos almohadas. Florian Knight si se parecia a Aubrey Beardsley, tal como Naomi lo habia descrito, solo que se veia como mas esteta, excentrico, y estaba sorbiendo de una copa de vino lo que Randall supuso que era jerez.

– Hola, Randall -dijo el doctor Knight con un tono de voz seco y algo arrogante-. Tiene usted todo un abogado en Valerie. Consenti en recibirlo solo porque tenia curiosidad por contemplar con mis propios ojos semejante ejemplar de la sinceridad. Me temo que sera inutil, pero ya esta usted aqui.

– Me complace el que me haya permitido venir -dijo Randall con intencionada afabilidad.

El doctor Knight habia puesto a un lado su jerez y con la mano senalo una silla que estaba al pie de la cama.

– Puede usted sentarse, en tanto no lo tome como una invitacion a quedarse para siempre. Creo que en cinco minutos podemos abarcar todo lo que tenemos que decir.

– Gracias, doctor Knight -Randall se dirigio a la silla y se sento. Ahora se daba cuenta de que el joven que estaba en la cama usaba un audifono. No estaba seguro de por donde comenzar, de como penetrar la hostilidad del cientifico. Lo hizo afablemente-. Lamente mucho enterarme de que ha estado usted enfermo. Espero que ya se sienta mejor.

– Nunca estuve enfermo. Fue una mentira; cualquier cosa para librarme de nuestro jactancioso y mentiroso amigo Jeffries. En cuanto a que me sienta mejor… no me siento mejor; me siento peor que nunca.

Randall se dio cuenta que no habria tiempo para afabilidades. Tendria que ser tan franco y directo como le fuera posible.

– Mire, doctor Knight, no tengo la mas vaga idea de por que se siente usted asi. Yo soy un extrano. Simple y llanamente, me he metido en algo acerca de lo cual no se nada. Sea lo que fuere, espero que se pueda resolver, porque yo lo necesito a usted. A mi se me ha concedido muy poco tiempo para preparar la promocion de lo que parece ser una extraordinaria nueva Biblia. A pesar de ser hijo de un clerigo, yo no tengo mas conocimientos acerca del Nuevo Testamento o de teologia que un lego. Necesito ayuda desesperadamente. Desde el principio se me informo que usted era la unica persona que me podia brindar la asistencia que requiero. Con toda seguridad, cualquier cosa que usted tenga en contra del doctor Jeffries, no tiene por que obstaculizar nuestra mutua colaboracion en Amsterdam.

El doctor Knight aplaudio burlonamente con sus delgadas y nerviosas manos.

– Bonito discurso, Randall; pero este usted seguro de que le falto un gran trecho para que fuera suficiente. Puede usted apostar a que no me dejare involucrar en nada en lo cual ese maldito bastardo de Jeffries este mezclado. Por mucho que me fastidien, no voy a cambiar de parecer. Estoy harto de someterme a ese ostentoso hijo de puta.

Randall se percato de que no habia nada mas que perder.

– ?Que tiene usted en contra del doctor Jeffries?

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