que pueda yo leer y…

Del otro lado de la linea llego una risita divertida y afeminada.

– Y a mi me gustaria tener el diamante Kohinoor, senor Randall.

Irritado, Randall dijo:

– Me han dicho que usted lleva un registro de donde esta cada copia en todo momento.

– A nadie que tenga en su poder una copia se le permitiria dejar que usted la viera. Yo soy el bibliotecario del proyecto y aun no se me ha permitido verla.

– Bueno, a mi se me ha prometido, amigo mio. El senor Wheeler me prometio que yo la veria en cuanto llegara a Amsterdam.

– El senor Wheeler ya se fue. Si usted espera hasta manana…

– Yo quiero una copia esta noche -dijo Randall, exasperado.

La voz de Bogardus se habia vuelto mas seria, mas solicita.

– Esta noche -repitio- En ese caso, unicamente el doctor Deichhardt puede ayudarle. En la boveda de abajo hay una copia en ingles, pero solamente el podra autorizar que se saque de alli. Casualmente, se que el doctor Deichhardt esta todavia en su oficina.

– Gracias -dijo Randall, colgando abruptamente el aparato.

Se levanto de su silla, y a zancadas salio de su oficina. En el privado secretarial, Lori estaba acomodando sus efectos en el escritorio.

Mientras pasaba apresuradamente frente a ella, Randall le dijo:

– Llame por mi al doctor Deichhardt y digale que voy en camino a verlo. Que solo necesitare medio minuto. Digale que es importante.

Se precipito hacia el corredor, listo para la batalla.

Veinte minutos despues, Randall se hallaba acomodado en el asiento trasero de la limusina «Mercedes-Benz», y Theo, el chofer, lo conducia a traves del Dam en la oscuridad de la incipiente noche.

Habia ganado la batalla.

Aunque con gran renuencia, el doctor Deichhardt habia estado de acuerdo en que si el consorcio de editores queria que su Nuevo Testamento Internacional fuera promovido, entonces su director de publicidad deberia tener la oportunidad de leerlo. Pero le habia impuesto ciertas condiciones explicitas respecto del prestamo de la Biblia. A estas alturas, a Randall se le facilitaria la copia solamente durante una noche. Deberia leerla dentro de los confines de su habitacion. No deberia hacer anotaciones. Deberia devolverle la copia al doctor Deichhardt a la manana siguiente. No deberia revelar a nadie -ni siquiera a los miembros de su equipo- lo que habia leido. Deberia limitar el uso del contenido de la obra a esbozar sus ideas publicitarias, y deberia conservar tales ideas en su archivo de seguridad.

Al cabo de dos semanas, Herr Hennig llegaria a Amsterdam procedente de Maguncia llevando ejemplares terminados de la Biblia. Entonces, y solo entonces, Randall y sus colaboradores recibirian las copias que les correspondian. A partir de ese momento, Randall estaria en libertad de discutir las ideas que pudieran haberle surgido de su lectura privada de esa noche, y todo el equipo publicitario podria entonces preparar su campana promocional.

Randall habia aceptado instantaneamente esas condiciones y se habia comprometido a tomar todas las precauciones. Despues de eso, habia aguardado con expectacion hasta que el guardian de la boveda, el senor Groat, hubo aparecido con la edicion norteamericana de las pruebas de galerada.

El senor Groat resulto ser un holandes alegre y de baja estatura que parecia tan irreal como una figura de cera del Museo de Madame Tussaud. Usaba un tupe plano y mal ajustado, lucia un pequeno bigote como de dentista, mostraba modales de burocrata inferior y llevaba una enorme y extrana pistola (Randall averiguo despues que era una F.N. 7.6, de manufactura belga) dentro de una pistolera que llevaba bajo la axila y que se dejaba ver bajo la desabotonada chaqueta negra que evidentemente le iba pequena. Groat le habia facilitado la Biblia a Randall (las pruebas encuadernadas en unas blanquisimas carpetas alargadas y estampadas con una gran cruz azul) de una manera formal, solemne, como si le estuviera confiriendo en propia mano un mensaje del Creador.

Ahora, al lado de su asiento, llevaba el portafolio repleto de documentos que contenian el Nuevo Testamento Internacional, las fotografias del descubrimiento de Ostia Antica y los papeles que le habian entregado sus colaboradores. Randall se relajo para disfrutar de ese tranquilo interludio, mientras iba dejando atras su primer dia entero con Resurreccion Dos.

A traves de la ventana trasera del automovil, Randall pudo ver que estaban saliendo del Dam y entrando a una ancha calzada, delineada por arboles, llamada Rokin. Pronto, Rokin desemboco en la calle Muntplein y luego el auto continuo por Reguliersbreestraat. Theo aminoro la velocidad de la limusina cuando cruzaron una plaza ruidosa. Era Rembrandtsplein, una de las plazas mas populares de la ciudad, que los holandeses llamaban su Broadway. A traves del pequeno parque central, Randall pudo distinguir el «Hotel Schiller», el «Hof van Holland», con su terraza, y una fila de jovencitos frente a la taquilla del Teatro Rembrandtsplein.

Una vez que dejaron atras la plaza, la ciudad se torno repentinamente silenciosa. Excepto por el transito de unos cuantos automoviles, habia muy poco movimiento; la calle sobre la que iban parecia agradable. Randall echo un vistazo en la oscuridad para localizar el nombre de la calle (queria recordarla para dar un paseo por alli un dia), y finalmente supo que se llamaba Utrechtsestraat.

Espontaneamente, Randall sintio un deseo irresistible de caminar; de estirar las piernas y respirar aire fresco. Todavia no tenia apetito y, a pesar de que estaba ansioso por leer el Nuevo Testamento que traia en su portafolio, no le importo dejar de lado ese entusiasmo para un poco mas tarde. La mera idea de salir de un recinto, el «Krasnapolsky», hacia los confines de un segundo recinto, este «Mercedes», para todavia volverse a encerrar en un tercer recinto, su suite en el «Hotel Amstel», le resultaba deprimente. Definitivamente (tomando las precauciones recomendadas por Heldering), Randall se permitiria una caminata y un respiro del limpio y fresco aire holandes.

– ?Que tan lejos estamos del «Hotel Amstel», Theo?

– Wif zinjn niet ver van het hotel. Cerca, no lejos. Seis, siete manzanas tal vez.

– Esta bien. Detengase aqui en la esquina, Theo; la esquina de la interseccion con el canal.

El chofer, asombrado, dio media vuelta sobre su asiento.

– ?Usted quiere que me detenga, senor Randall?

– Solo para bajarme. Quiero caminar lo que falta para llegar al hotel.

– Mis instrucciones, senor Randall, son de no perderlo de vista hasta que lo haya dejado a salvo en el hotel.

– Ya se cuales son sus instrucciones, Theo, y pretendo que las siga. Usted me tendra a la vista; puede ir tras de mi pisandome los talones, seguirme todo el camino hasta el hotel. ?Que le parece eso?

Theo se veia indeciso.

– Pero…

Randall meneo la cabeza. Esos automatas siguiendo sus malditas instrucciones; programados, literales, siempre inflexibles.

– Mire, Theo, nos estamos apegando a las reglas. A mi me interesa que asi se haga, tanto como a usted. Me tendra puesto el ojo todo el camino. Es simplemente que no he salido a la ciudad desde que llegue. Necesito un poco de ejercicio. Asi es que, por favor, dejeme aqui, y usted puede ir quince metros detras de mi.

Emitiendo un audible suspiro, Theo se acerco a un lado de la calle y se detuvo. Salto de su asiento para abrir la portezuela trasera, pero Randall ya habia salido del auto con su portafolio en la mano.

– Nada mas digame donde estoy -dijo el-. Senaleme la direccion correcta.

Theo senalo hacia la izquierda, a lo largo del canal.

– Camine de frente al lado de este canal, el Prinsengracht, hasta el final. Entonces llega al rio Amstel. Siga derecho una, dos, tres calles, hasta Sarphtistraat, y luego a la izquierda cruzando el puente, y la proxima calle pequena es Profesor Tulpplein, donde llegamos al «Hotel Amstel». Tocare la bocina si se equivoca.

– Gracias, Theo.

Randall permanecio en donde estaba parado hasta que Theo se puso tras el volante del inmovil «Mercedes- Benz».

Luego, ofreciendo al chofer una breve senal apreciativa, Randall empezo a caminar. Sintiendose libre por primera vez desde su llegada, Randall inhalo hondamente llenando de aire sus pulmones; luego exhalo, dio un

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