– Steven. ?Como estas, Barbara?

– ?Steven? No te oigo bien. ?Donde estas?

– Te estoy llamando desde Amsterdam.

– ?Amsterdam? Dios mio, ?que estas haciendo…? Ah, ya recuerdo; se lo mencionaste a Judy… una cuenta nueva.

– Si. A proposito, ?como esta Judy?

– No esta aqui ahora, sino te la pasaria para que hablaras con ella. Oh, esta bien, le esta yendo muy bien.

– ?Sigue viendo al psiquiatra?

– Sigue viendo a Arthur, si. Y en su escuela volvieron a admitirla. Creo que va a escribirte acerca de eso.

– ?Que bien!

– Le escribio a tu padre una carta de lo mas dulce. Yo tuve una larga platica con Clare el otro dia. Me parece que esta mejorando poco a poco.

– Aun no me has dicho nada de ti, Barbara. ?Que tal te esta yendo?

– Bueno… bueno, Steven, ?que se supone que debo decir?

– Supongo que soy yo quien debe decir algo. En primer lugar, que lamento muchisimo la forma en que me comporte la ultima vez que estuvimos juntos, alla en tu habitacion del hotel en Oak City.

– Olvidalo. Tu tienes tus…

– Me importa mucho… Mira, Barbara, te dire por que te estoy llamando. He estado pensando acerca de todo el asunto. Quiero decir, de que deseas el divorcio para poder casarte con Arthur Burke, y de que te dije que iba a pleitear; Bueno, queria que supieras que he cambiado de parecer y de sentir. Tu mereces ser libre para casarte de nuevo. Es lo que deseo para ti. Es lo justo y lo correcto. Asi que esto era… Sea como fuere, estas libre; puedes iniciar los tramites de divorcio, que yo no me opondre.

– ?Steven! No se… no se que decir. No puedo creerlo. Estaba rogando que accedieras, por Judy.

– No lo estoy haciendo por Judy. Lo estoy haciendo por ti, Barbara. Tu mereces algo de felicidad.

– Yo… yo… maldita sea, estoy pasmada. Steven, no sabes como me siento. Esto es lo mejor que has hecho en anos. Casi podria decir que… bueno, lo dire… te amo por ello.

– Olvidalo. No hay suficiente amor en todas partes como para andar derramandolo asi. Tu simplemente amas al hombre ese con el que te vas a casar. Y ama a nuestra hija. Y recuerda que la amo yo tambien.

– Steven, querido, recuerda esto. Judy es tu nina tanto como lo es mia. Podras verla siempre que quieras. Eso te lo prometo.

– Gracias. Solo espero que ella quiera verme a mi.

– Claro que si. Ella te quiere.

– Esta bien. De todas formas, le telefoneare a Grawford a Nueva York durante los proximos dias (manana mismo, si puedo) y le dire que hemos llegado a un acuerdo acerca del divorcio. Le pedire que se ponga en contacto contigo y que arreglare la cuestion de los bienes y cualquier otra cosa con tu abogado.

– No habra problemas, Steven… Steven, no me has dicho…, ?como estas tu?

– No estoy seguro aun. Mejor, definitivamente mejor. Estoy poniendo en orden muchas cosas. Puede ser que yo este un poco loco, dejandote ir.

– Ojala nos hubiera funcionado, Steven.

– Me habria gustado tambien a mi. Pero no salio bien. Me complace que ahora estes en el buen camino. De todos modos, te deseo lo mejor; os deseo lo mejor a las dos. Tal vez pase a visitaros uno de estos anos, cuando vaya yo por ese rumbo.

– Siempre seras bienvenido, Steven.

– Bien, no te olvides de darle a Judy todo mi amor… Y por lo que pueda quedar, mi amor tambien para ti.

– Y tu recibe nuestro amor, Steven. Adios.

– Adios… Barbara.

Suavemente, Randall volvio a poner el auricular en el aparato. Se sentia… ?como?… decente. No se habia sentido asi en mucho tiempo. Se sentia triste tambien, lo cual le era mas comun.

Se preguntaba que era lo que le habia inspirado a cortar el vinculo. ?Se habia suavizado por la maldita cosa de Cristo? ?O algun retardado y molesto escrupulo de conciencia lo habia impulsado a rendirse? ?Durante todo el tiempo habia planeado, subconscientemente, ceder? No importaba; ya estaba hecho.

Entonces, Randall se dio cuenta de que no estaba solo.

Levanto la vista y, en la entrada, entre la sala y la alcoba, estaba Darlene.

Se veia atractiva con la blanca blusa transparente que revelaba el sosten calado y la ajustada y corta falda, color azul palido, que acentuaba lo moldeado de sus largas piernas. Estaba sonriendo ampliamente y, de hecho, parecia regocijada.

Le dio una alegre sacudida a su cabellera rubia que le llegaba hasta los hombros y entro a la recamara, dirigiendose hacia el.

– ?Como esta mi cielo? -inquirio melosamente.

La presencia de Darlene le sorprendio.

– Pense que andabas en esa excursion por los canales.

– Ya se acabo, chistoso -Darlene se inclino y lo beso en la nariz, sentandose en la cama y arrimandose a el-. Ya casi es medianoche.

– ?Ya? -Algo cruzo por su mente y observo la jovial cara de la muchacha-. ?A que hora regresaste?

– Hace cinco minutos.

– ?Donde estabas? ?En tu habitacion?

– Estaba aqui, en la sala. Entre, pero tu estabas demasiado pegado al telefono para oirme. -Una amplia sonrisa permanecia en el rostro de Darlene-. No pude evitar oirte.

– No importa. ?Que tal te fue en tu…?

– Pero, Steven, si importa; importa mucho. No puedo decirte cuan feliz me siento.

– ?Acerca de que? -inquirio el con suspicacia.

Ella parecio azorada.

– Es obvio, ?no? Estoy feliz de que por fin tuvieras los rinones para romper con esa vieja. Crei que nunca te la sacudirias. Ahora lo has hecho, gracias a Dios. Ya eres libre, absolutamente libre. Te tomo bastante tiempo -lo beso en la mejilla-. Pero al fin podemos estar juntos.

El la miro y dijo cuidadosamente:

– Estamos juntos, Darlene.

– Bobo, tu sabes a que me refiero.

Randall cambio de postura en la cama, para afrontar a Darlene.

– No, no estoy seguro. ?Que es exactamente lo que estas diciendo, Darlene?

– Que podemos casarnos, y que ya va siendo hora. Mientras tuviste esa esposa atada al cuello, nunca te moleste ni lo traje a colacion, ?verdad? Segui contigo porque me importabas tu. Sabia que si pudieras te casarias conmigo. Eso es lo que toda muchacha desea. Ahora, cielo, ya puedes, y nunca me he sentido mas emocionada. - De un salto se puso de pie y comenzo a desabotonarse la blusa-. ?Uau! Vamonos a la cama… no desperdiciemos mas tiempo. Celebremoslo.

Randall se puso rapidamente de pie y la aferro por las munecas para evitar que continuara desabotonandose la blusa.

– No, Darlene.

La sonrisa de ella desaparecio, mientras le clavaba la vista en las manos.

– ?Que estas tratando de hacer?

El le solto las munecas.

– No vamos a celebrar nuestro matrimonio. Yo no me voy a casar con nadie; al menos no por ahora.

– ?Que no… que? Debes estar bromeando.

– Darlene, el matrimonio nunca fue parte de nuestro arreglo. Recuerdalo. ?Te prometi matrimonio alguna vez? Desde el principio te lo aclare; que si querias simplemente mudarte conmigo y que vivieramos juntos estaba bien, estupendo. Viviriamos juntos. Nos divertiriamos un poco. Yo nunca hable de nada mas.

El suave ceno de Darlene se habia fruncido.

– Pero eso fue antes, hace siglos, porque estabas atado. Quiero decir, como… bueno, asi era, y yo lo entendi. Tu siempre dijiste que me amabas. Y yo me imaginaba que asi era y que si alguna vez obtenias el divorcio querrias

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