reptantes llegaban de abajo como un lamento de muerte.
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Asi es como se derrumbaba un pais. En las conversaciones de la bodega habia oido que, de los paises que nosotros conociamos por los sellos de correos, habian sido destruidos hasta el momento Francia y Polonia. Sin duda, tambien ellos habrian llenado el mundo de harapos y de psomi. (Ilir dijo que no era posible que los franceses y los polacos llamaran al pan psomi, pero yo insisti en que no podian hacerlo de otro modo, desde el momento en que eran paises vencidos, igual que Grecia.)
La nieve lo habia cubierto todo. Hacia frio. Las chimeneas humeaban sin descanso. Bajo los pesados tejados, la vida, estremecida con los ultimos sucesos, discurria de nuevo tranquila. Las vistas del pleito de los Karllashe con los Angoni se reanudaron. Llukan Burgamadhi, con su manta y su hatillo de comida en la mano, despues de atravesar el barrio gritando a derecha e izquierda: «Buena salud, queridas mujeres», emprendio una manana el camino de la carcel. Lame Kareco Spiri se tranquilizo tambien. A dona Pino la llamaron para una boda en Dunavat. Desaparecio la gata de Nazo.
La vida normal parecia reanudarse. Las monjas resultaban aun mas negras sobre la nieve. La luz del proyector tenia otro brillo. Tan solo el campo del aeropuerto permanecia abandonado. No habia nada en el ahora. Ni siquiera vacas. Solo nieve. Me disponia a lanzar alli a los cruzados (confundidos con los refugiados) y tras ellos al hombre cojo. En esos dias, justo cuando parecia que la vida habia vuelto a recuperar sus viejas normas, se reanudaron los bombardeos.
La bodega, temporalmente abandonada, volvio a llenarse. En invierno se estaba caliente alli.
– Otra vez reunidos como los polluelos -decian las mujeres saludandose entre si.
Acomodaban las mantas y los colchones con viveza, casi con alborozo. Estaban todas alli: dona Pino, la mujer de Bido Sherif, la madre de Ilir, la senora Majnur (siempre con la mano en la nariz), Nazo y su preciosa nuera. Solo faltaba Xexo, que habia vuelto a desaparecer. Como siempre, tampoco venia Checho Kaili. De la familia de Aqif Kaxahu solo acudian los hijos (Bido Sherif los miraba con terror), mientras que el mismo Aqif, su madre sorda, la mujer y la hija no aparecian.
Ahora que habia nieve, los motores de los aviones y los estampidos de la bateria se oian mas apagados. El viejo antiaereo continuaba destacandose entre todo lo demas. Pero ya no se esperaba nada de el. Era como ese viejo ciego que, cuando se burlan de el, tira siempre las piedras en direccion equivocada.
Los aviones venian fielmente todos los dias. Lo hacian casi a una hora precisa y daba la impresion de que la gente se hubiera acostumbrado a las bombas como a una mala rutina, «Nos vemos manana en el cafe, despues del bombardeo. Manana me levanto antes de amanecer, espero que me de tiempo a limpiar la casa antes de la hora de las bombas. Levantaos y vamos a la bodega, ya va siendo la hora.»
Nadie sabia que los dias de la bodega estaban contados.
Su juez bajaba las escaleras con un capote negro sobre los hombros.
– ?Quien es ese?
– ?Que quiere ese hombre?
– Abran paso. Es un ingeniero extranjero que va a inspeccionar la bodega.
– ?Ingeniero?
El interprete se abrio camino entre los colchones y las mantas, donde yacian tendidos los enfermos y las mujeres embarazadas. El extranjero del capote negro avanzo tras el. Pidio una silla.
– ?De donde ha salido ese, queridas?
– No lo mireis asi.
– ?Para que lleva ese cuchillo en la mano? Es la hecatombe.
El hombre del capote negro se subio a la silla que le proporcionaron. Saco de la cartera otro cuchillo, mas fino que el que llevaba en la mano, y un precioso martillito. Le entrego la cartera al interprete y levanto la mano derecha, esgrimiendo el martillo para golpear despues con el en distintos puntos durante un rato. A continuacion entrego el martillo al interprete, cogio con la mano derecha uno de los cuchillos y alzando de pronto el brazo con gesto rapido, casi sigiloso, clavo el cuchillo en el estuco de la pared. Todos contuvieron el aliento. El hombre del capote saco el cuchillo con delicadeza. Dos o tres fragmentos de estuco cayeron al suelo produciendo un ruido suave. La punta del cuchillo estaba un poco blanquecina. Bajo de la silla, la corrio un poco mas alla y se dedico de nuevo a la misma tarea. Los dos cuchillos quedaron ahora blanquecinos. El ingeniero bajo de la silla y dijo algo al interprete.
– Esta bodega es inservible como refugio -dijo el segundo en voz alta, completamente indiferente-. ?Quien es el dueno de la casa?
Acudio papa.
– Su bodega no sirve de refugio -le repitio con identica indiferencia, mirando por encima de la cabeza de papa en direccion al muro, como si sus palabras estuvieran escritas en el.
Papa se encogio de hombros.
El extranjero dijo algo mas.
– El senor ingeniero dice que la bodega debe ser desalojada de inmediato, pues resulta peligrosa.
Nadie dijo nada. Los cuchillos del ingeniero, al clavarse en las paredes de la bodega, se habian hundido al mismo tiempo en la carne de todos. Y esto era facil de adivinar por la pesadumbre con que se tensaron y despues se encogieron las arrugas de sus caras.
El hombre del capote negro avanzo a grandes zancadas hacia la salida. Mientras subia las escaleras, el capote se hincho a su espalda y durante un instante tapo toda la debil luz que penetraba desde fuera. Despues la dejo pasar.
– ?Oh, oh! -exclamo un viejo reumatico-. ?Y donde vamos a ir a asfixiarnos ahora?
Algunas mujeres comenzaron a llorar.
– ?Donde nos vamos a meter ahora?
– ?Basta! -dijo Bido Sherif-. Encontraremos un lugar, un lugar donde resguardarnos. Basta de llantos.
– Encontraremos algun lugar. Es imposible que no encontremos otro lugar…
– Dicen que se va a abrir la fortaleza a la gente.
– ?La fortaleza?
– ?Y por que no? Es posible. Vamos, mujer, recojamos las mantas -dijo Bido Sherif dirigiendose a su mujer.
Uno por uno, fueron saliendo todos. La bodega se desalojaba. La puerta rechino quejosamente y nos quedamos solos.
Se hizo un silencio absoluto. Se oia como los gusanos roian la madera. Era un silencio capaz de hacer oir los gusanos. Durante largo rato me quede escuchando un ruido monotono cuyo origen no era capaz de establecer con exactitud. Un silencio capaz de hacer oir los gusanos. Me gusto la expresion y la repeti varias veces.
Baje. En el corredor no habia nadie. La lampara y el candil estaban alli. La negra mecha del segundo habia inclinado tristemente la cabeza. Lo encendi y, sosteniendolo con cuidado en la mano, baje las escaleras de la bodega. Mientras lo hacia senti que el fondo emanaba olor humano. La luz nerviosa del candil se proyectaba sobre los muros blancos. En lo alto se distinguian dos o tres pequenas heridas, dejadas por el asesino del capote negro.
En aquellos dias solo se hablaba del ingeniero negro. Aparecia por todas partes y declaraba las bodegas inadecuadas como refugio. Lo mismo que en nuestra casa, para empezar pedia una silla, despues, con un movimiento veloz, casi sigiloso del brazo, asestaba a la vieja bodega un golpe de muerte. Ciento setenta y tres bodegas, grandes y pequenas, quedaron desiertas en cuatro dias. Al quinto, antes de partir hacia Tirana, de donde procedia, el ingeniero se emborracho de raki y al subir al coche dijo que lamentaba dejar atras una ciudad destinada a desaparecer; pero ?que iba a hacer el?; habia hecho todo lo que estaba en su mano; aquellos dias habian sido tambien para el un verdadero drama; pero, a fin de cuentas, nadie puede oponerse a su destino y, asi, un buen dia llega la hora de desaparecer no solo a las ciudades, sino tambien a los reinos e incluso a los imperios.
Como para corroborar las palabras del ingeniero, los bombardeos de los ingleses se intensificaron. En cuatro dias murieron cuarenta y nueve personas. En el ayuntamiento continuaba la reunion para decidir si se abria o no la fortaleza al pueblo. Al tercer dia, los vecinos del barrio de Dunavat, sin esperar la decision de la corporacion, reventaron el porton occidental y se metieron dentro. El mismo dia fue abierta tambien por la fuerza la puerta