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En los dias siguientes, cuando Myron recordaba aquel momento, la forma como Aimee sonrio, le saludo y se desvanecio en la oscuridad, se preguntaba que habia sentido. ?Habia tenido una premonicion, una sensacion de inquietud, una punzada en la base del subconsciente, algo que le avisara, algo que no podia quitarse de encima? No lo creia. Pero era dificil acordarse.

Espero diez minutos mas en aquel callejon sin salida. No paso nada.

Asi que Myron elaboro un plan.

Tardo un rato en encontrar el camino de vuelta. Aimee le habia guiado por aquel laberinto suburbano, pero tal vez Myron deberia haber dejado miguitas de pan por el camino. Se abrio camino al estilo rata en un laberinto durante veinte minutos hasta que dio con Paramus Road, que le condujo por fin a una arteria principal, la Garden State Parkway.

Pero para entonces, Myron no tenia pensado volver al piso de Nueva York.

Era sabado a la noche -bueno, domingo por la manana- y si se iba a la casa de Livingston, podria jugar al baloncesto por la manana antes de ir al aeropuerto a coger el avion hacia Miami.

Erik, el padre de Aimee, jugaba todos los domingos sin falta.

Ese era el plan inmediato de Myron, por patetico que fuera.

Asi que, a primera hora de la manana -demasiado temprano, francamente- Myron se levanto, se puso unos pantalones cortos y una camiseta, quito el polvo a las rodilleras, y se fue al gimnasio de la Heritage Middle School. Antes de entrar, Myron llamo al movil de Aimee. Salio inmediatamente su contestador, y su voz era alegre y al mismo tiempo muy adolescente en su «Bueno, deja un mensaje».

Estaba a punto de colgar cuando le sono en la mano. Miro el identificador de llamadas. Nada.

– ?Diga?

– Eres un hijo de puta. -La voz sonaba sofocada y baja. Parecia un joven, pero era dificil saberlo-. ?Me oyes, Myron? Un hijo de puta. Y pagaras por lo que has hecho.

Se corto la llamada. Myron marco sesenta y nueve y espero a oir el numero. Una voz mecanica se lo dio. Prefijo local, eso si, pero por lo demas no le sonaba de nada. Paro el coche y lo apunto. Lo buscaria mas tarde.

Cuando Myron entro en la escuela, tardo un segundo en adaptarse a la luz artificial, pero, en cuanto lo hizo, aparecieron los fantasmas familiares. El gimnasio tenia el olor rancio de todos los institutos. Alguien regateo con la pelota. Algunos chicos rieron. Los sonidos eran siempre los mismos, todos contaminados con el eco.

Myron hacia meses que no jugaba porque no le gustaban aquellos partidos de guante blanco. El baloncesto, el deporte en si, todavia significaba mucho para el. Le encantaba. Le encantaba la sensacion de la pelota en los dedos, la forma como palpaban las estrias al saltar para tirar, el arco de la pelota dirigiendose al aro, el efecto de retroceso, el posicionamiento para el rebote, el pase perfecto. Le encantaba la decision en un instante -pasar, rebotar, tirar- las aberturas repentinas que duraban centesimas de segundo, la forma como el tiempo se detenia para escabullirse por la rendija.

Le encantaba todo eso.

Lo que no le gustaba era el machismo tipico de la mediana edad. El gimnasio estaba lleno de Amos del Universo, de varones alfa en potencia que, a pesar de su gran casa y su cartera repleta y el coche deportivo compensador del pene, seguian necesitando derrotar a alguien en algo. Myron habia sido competitivo de joven. Quiza demasiado. Estaba loco por ganar. Habia aprendido que esa no era siempre una buena cualidad, aunque a menudo separara a los muy buenos de los grandes, a los casi profesionales de los profesionales: el anhelo -no, la necesidad- de ser mejor que otro hombre.

Pero lo habia superado. Algunos de esos hombres -una minoria seguramente, pero suficientes- no lo habian superado.

Cuando los demas vieron a Myron, el antiguo jugador de la NBA (aunque fuera por tan breve tiempo), vieron la posibilidad de demostrar lo hombres que eran. Incluso ahora. Incluso ahora que la mayoria ya pasaba de los cuarenta. Y cuando la destreza es menor pero el corazon todavia anhela la gloria, puede ser fisica y directamente desagradable.

Myron echo un vistazo al gimnasio y encontro su razon de haber ido alli.

Erik se estaba calentando en un rincon. Myron corrio hacia el y le llamo.

– Erik, eh, ?como va?

Erik se volvio y le sonrio.

– Buenos dias, Myron. Me alegro de que hayas venido.

– No soy muy madrugador normalmente -dijo Myron.

Erik le lanzo la pelota. Myron tiro. Cayo fuera del aro.

– ?Trasnochaste? -pregunto Erik.

– Mucho.

– Te he visto mejor.

– Vaya, gracias -dijo Myron-. ?Como va todo?

– Bien, ?y a ti?

– Bien.

Alguien grito y los diez hombres corrieron al centro de la cancha. Asi funcionaba. Si querias jugar en el primer grupo, tenias que ser de los diez primeros en llegar. David Rainiv, que dominaba los numeros y era vicepresidente de una empresa de la lista Fortune 500, siempre hacia los equipos. Tenia mana para equilibrar habilidades y formar equipos competitivos. Nadie cuestionaba sus decisiones. Eran finales y vinculantes.

Asi que Rainiv dividio los equipos. A Myron le toco jugar contra un joven que media metro ochenta. Eso era bueno. La teoria sobre los hombres con complejo de Napoleon puede ser discutible en el mundo real, pero no en deportes de equipo. Los bajitos querian fastidiar a los altos: hacerse ver en un circo normalmente dominado por el tamano.

Pero por desgracia, ese dia la excepcion demostro la regla. El chico era todo codos e ira. Era atletico y fuerte, pero no tenia habilidad para el baloncesto. Myron hizo lo que pudo para mantener la distancia. La verdad es que, a pesar de la rodilla y la edad, Myron podia puntuar a voluntad. Durante un rato eso fue lo que hizo. Le salia de forma natural. Le costaba jugar con mas calma. Pero finalmente se reprimio. Necesitaba perder. Habian llegado mas hombres. Solo jugaban los ganadores. Queria salir de la cancha para hablar con Erik.

Asi que, despues de ganar los tres primeros partidos, Myron tiro una pelota.

Sus companeros no se alegraron mucho cuando tropezo y fallo. Tendrian que sentarse en el banquillo. Se lamentaron un poco, pero se consolaron con el hecho de que llevaban una buena racha. Como si eso importara.

Erik tenia una botella de agua, por supuesto. Sus pantalones cortos hacian juego con la camiseta. Sus zapatillas estaban perfectamente anudadas. Sus calcetines llegaban exactamente al mismo punto en ambos tobillos, y tenian la vuelta de la misma anchura. Myron bebio de la fuente de agua y se sento a su lado.

– ?Como esta Claire? -empezo Myron.

– Bien. Ahora hace una mezcla de Pilates y yoga.

– Ah.

Claire siempre estaba metida en algun ejercicio de moda u otro. Habia pasado por el aerobic de Jane Fonda, las patadas de Tae Bo y el Soloflex.

– Ahora se dedica a eso -dijo Erik.

– ?Esta en clase?

– Si. Durante la semana da una a las seis y media de la manana.

– Demonios, eso es muy temprano.

– Somos madrugadores.

– Ah. -Myron vio la oportunidad y la aprovecho-. ?Y Aimee?

– ?Que?

– ?Ella tambien es madrugadora?

Erik fruncio el ceno.

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