– ?Has hablado con el senor Davis?

– Todavia no.

– ?Y con Randy?

– Estoy en ello. Por eso necesito tu coche. La policia me ha echado del campus del instituto esta manana.

– ?Por que?

No queria hablarle del padre de Randy, de modo que dijo:

– Todavia no estoy seguro. Mira, deja que me ponga en marcha, ?vale?

Claire asintio y cerro los ojos.

– Estara bien -dijo Myron, acercandose a ella.

– Por favor. -Claire levanto una mano-. No pierdas el tiempo consolandome, ?de acuerdo?

Myron asintio y subio al todo terreno. Medito sobre su siguiente destino. Tal vez volver al instituto y hablar con el director, y que llamara a Randy o a Harry Davis a su despacho. Pero despues, ?que?

Sono el movil. De nuevo el identificador de llamadas no le dio informacion. La tecnologia de identificacion de llamadas era inutil. Las personas que deseabas evitar se limitaban a anular el servicio.

– ?Diga?

– Hola, guapo, he recibido tu mensaje.

Era Gail Berruti, su contacto de la compania telefonica. Habia olvidado por completo las llamadas que le llamaban «cabron». Ahora parecian inofensivas, solo una broma de ninos, aunque quiza, solo quiza, guardara una relacion. Segun Claire, Myron llevaba destruccion. Tal vez alguien relacionado con su pasado hubiera decidido vengarse y habia involucrado a Aimee en ello.

Era la peor de las especulaciones.

– Hacia siglos que no sabia nada de ti -dijo Berruti.

– Si, he estado ocupado.

– O desocupado, diria yo. ?Como estas?

– Estoy bien. ?Has podido rastrear los numeros?

– No es un rastreo, Myron. Me decias eso en tu mensaje. «Rastrea el numero.» No es un rastreo. Solo he tenido que buscarlo.

– Como tu quieras.

– No «como tu quieras». Ya lo sabes. Es como en la tele. ?Has visto alguna vez rastrear un numero en la tele? Siempre dicen que mantengas al otro al telefono para poder rastrear la llamada. Eso es una estupidez. Se localiza enseguida. De inmediato. No se tarda nada. ?Por que hacen eso?

– Para mantener el suspense -dijo Myron.

– Es una imbecilidad. En la tele lo hacen todo al reves. El otro dia estaba viendo una serie de polis y tardaban cinco minutos en hacer una prueba de ADN. Mi marido trabaja en el laboratorio forense de John Jay. Tienen suerte si consiguen una confirmacion de ADN en un mes. En cambio lo del telefono, que se puede hacer en minutos mirando un ordenador, para eso tardan anos. Y los malos siempre cuelgan justo antes de que los localicen. ?Has visto alguna vez que funcione el rastreo? Nunca. Me pone enferma.

Myron intento que Berruti volviera al tema.

– ?Me has buscado el numero?

– Lo tengo aqui. Pero es curioso: ?para que lo necesitas?

– ?Desde cuando te preocupa eso?

– Tienes razon. Vale, vamos al grano. Primero, quienquiera que fuera queria permanecer anonimo. La llamada se hizo desde una cabina.

– ?Donde?

– La situacion es cerca del 110 de Linvingston Avenue, en Livingston, Nueva Jersey.

El centro de la ciudad, penso Myron. Cerca de su Starbucks y su tintoreria. Myron no sabia que pensar. ?Un punto muerto? Tal vez. Pero se le ocurrio una idea.

– Necesito que me hagas dos favores mas, Gail -dijo Myron.

– Un favor significa gratis.

– Semantica -dijo Myron-. Sabes que siempre te compenso.

– Si, lo se. ?Que necesitas?

Harry Davis daba una clase sobre A Separate Peace de John Knowles. Intentaba concentrarse, pero las palabras le salian como si las leyera de un apuntador en una lengua que no comprendiera del todo. Los alumnos tomaban notas. Se pregunto si verian que no estaba del todo alli, que solo cubria el expediente. Sospechaba que no se enteraban, eso era lo mas triste.

?Por que querria hablar con el Myron Bolitar?

No le conocia personalmente, pero no te paseabas por los pasillos del instituto durante mas de dos decadas sin saber quien era. Toda una leyenda. Ostentaba todos los records de baloncesto de la escuela.

?Por que queria hablar con el?

Randy Wolf sabia quien era. Su padre le habia advertido que no hablara con el. ?Por que?

– Senor D. Eh, senor D.

La voz atraveso la niebla de su cabeza.

– Si, Sam.

– ?Puedo ir al bano?

– Ve.

Harry Davis se detuvo entonces. Dejo la tiza y miro las caras de los alumnos. No, no sonreian. La mayoria miraba la libreta de apuntes. Vladimir Khomenko, un alumno de intercambio, apoyaba la cabeza en la mesa, probablemente durmiendo. Otros miraban por la ventana. Algunos estaban tan caidos en las sillas, con las columnas como de gelatina, que a Davis le sorprendia que no resbalaran al suelo.

Pero les queria. A unos mas que a otros. Aunque todos le importaban. Eran toda su vida. Y por primera vez, despues de tantos anos, Harry Davis empezaba a sentir que se le escapaba aquello de las manos.

31

A Myron le dolia la cabeza, y enseguida supo por que. Todavia no habia tomado cafe. Asi que se fue al Starbucks con dos ideas: cafeina y telefono publico. De la cafeina se encargo un camarero grunge con perilla y unos pelos tan largos en la frente que parecian pestanas gigantes. El problema del telefono publico le daria mas trabajo.

Myron se sento fuera y miro el cuerpo del delito. Era un telefono terriblemente publico. Se acerco a el. Habia pegatinas que anunciaban numeros 800 para llamar con descuento. El mas prominente ofrecia «llamadas nocturnas gratis» y tenia una foto de una luna menguante por si no se sabia lo que significaba nocturno.

Myron fruncio el ceno. Queria preguntar al telefono quien habia marcado su numero y le habia llamado cabron y le habia dicho que pagaria por lo que habia hecho. Pero el telefono no queria hablar con el. Asi habia sido el dia.

Volvio a sentarse e intento planificar lo que tenia que hacer. Seguia queriendo hablar con Randy Wolf y Harry Davis. Probablemente no le dirian gran cosa -probablemente no querrian hablar con el- pero ya pensaria en la forma de hostigarlos. Tambien queria entrevistarse con Edna Skylar, la doctora que trabajaba en St. Barnabas que decia haber visto a Katie Rochester en Nueva York. Queria mas detalles del encuentro.

Llamo a la centralita del St. Barnabas y tras un par de breves explicaciones, Edna Skylar se puso al telefono. Myron le explico lo que queria.

Ella parecio molesta.

– Les pedi a los investigadores que no mencionaran mi nombre.

– No lo han hecho.

– ?Y usted como se ha enterado?

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