baja.
Myron le dio la vuelta y se paro a mirar.
– Oh, no.
Davis habia sido golpeado. Tenia sangre en la cara. Le habia caido un diente al suelo. Myron se volvio hacia Erik. La actitud de este era diferente. No estaba tan tenso como de costumbre. No parecia nervioso ni alterado. De hecho, Myron no le habia visto nunca tan relajado.
– Necesita un medico -dijo Myron.
– Esta perfectamente.
Myron miro a Erik a los ojos. Eran dos estanques en calma.
– Este no es el camino, Erik.
– Claro que lo es.
– Escuchame…
– No lo creo. Tu eres bueno en esto, Myron, no lo dudo, y sigues las reglas, un cierto codigo. Pero cuando tu hija esta en peligro, esos detalles carecen de importancia.
Myron penso en Dominick Rochester porque habia dicho algo muy parecido en casa de los Seiden. No se podia imaginar dos hombres mas diferentes que Erik Biel y Dominick Rochester. La desesperacion y el miedo los habia vuelto casi identicos.
Harry Davis levanto la cara ensangrentada.
– No se donde esta Aimee, lo juro.
Antes de que Myron pudiera hacer nada, Erik apunto su arma al suelo y disparo. El sonido resono con fuerza en la pequena habitacion.
Harry Davis grito. Un gemido de la senora Davis emergio bajo la mordaza.
Los ojos de Myron se abrieron mas al ver el zapato de Davis. Tenia un agujero cerca de la punta del dedo gordo. Empezo a salir sangre. Myron levanto el arma y apunto a Erik a la cabeza.
– Baja el arma.
– No.
Lo dijo con sencillez. Erik miro a Harry Davis. El hombre sufria, pero tenia la cabeza levantada y los ojos mas enfocados.
– ?Te has acostado con mi hija?
– ?Nunca!
– Dice la verdad, Erik.
Erik se volvio hacia Myron.
– ?Como lo sabes?
– Fue otro profesor, un tipo llamado Drew Van Dyne. Trabaja en la tienda de musica adonde ella va a menudo.
Erik parecio confundido.
– Pero, cuando acompanaste a Aimee, ella se dirigio aqui, ?no?
– Si.
– ?Por que?
Los dos miraron a Harry Davis. Le salia sangre del zapato, manando lentamente. Myron se pregunto si los vecinos habrian oido el tiro y se les habria ocurrido llamar a la policia. Lo dudaba. La gente de esos barrios supone que un ruido asi es el tubo de escape de un coche o un petardo, algo explicable y seguro.
– No es lo que cree -dijo Harry Davis.
– ?Que?
Y entonces Harry Davis volvio los ojos hacia su esposa. Myron lo comprendio. Llevo a Erik a un lado.
– Ya lo has conseguido -dijo Myron-. Esta dispuesto a hablar.
– ?Y?
– Que no hablara frente a su mujer. Y si le ha hecho algo a Aimee, no te lo dira a ti.
Erik todavia tenia la misma sonrisita en la cara.
– ?Quieres encargarte tu?
– No se trata de encargarse -dijo Myron-, sino de conseguir informacion.
Erik sorprendio a Myron entonces, porque asintio.
– Tienes razon.
Myron le miro como si esperara una frase definitiva.
– Crees que se trata de mi -dijo Erik-. Pero no es asi. Se trata de mi hija. Se trata de lo que haria por salvarla. Mataria a ese hombre sin dudarlo, mataria a su mujer, que demonios, Myron, te mataria a ti tambien. Pero eso no serviria de nada. Tienes razon. Lo he conseguido. Pero si queremos que hable, su esposa y yo saldremos de la habitacion.
Erik fue hacia la senora Davis. Ella se encogio.
Harry Davis grito:
– ?Dejala en paz!
Erik no le hizo caso. Se agacho y ayudo a la senora Davis a levantarse. Luego se dirigio a el:
– Tu esposa y yo esperaremos en la otra habitacion.
Fueron a la cocina y cerro la puerta. Myron queria desatar a Davis, pero aquellas abrazaderas eran dificiles de quitar a mano. Cogio una manta y detuvo la sangre que salia del pie.
– No me duele mucho.
Su voz era un poco vaga. Curiosamente, el tambien parecia mas relajado. Myron lo habia experimentado. Sin duda la confesion es beneficiosa para el alma. El hombre estaba cargado de pesados secretos. Se sentiria mejor, al menos temporalmente, descargandose de ellos.
– Hace veintidos anos que enseno en el instituto -dijo Davis sin que se lo pidieran-. Me encanta. El sueldo no es mucho y no es un trabajo prestigioso, pero adoro a los alumnos. Me encanta ensenar, me encanta ayudarles, me gusta que vuelvan a verme.
Se callo.
– ?Por que vino Aimee aqui la otra noche? -pregunto Myron.
No parecio oirle.
– Pienselo, senor Bolitar. Veinte anos y pico con alumnos de instituto. No digo ninos porque muchos ya no lo son. Tienen dieciseis, diecisiete e incluso dieciocho anos, edad suficiente para hacer el servicio militar y votar. Y a menos que seas ciego, te das cuentas de que ellas son mujeres y no chicas. ?Ha visto alguna vez los banadores del
– Espero que no intente justificar las relaciones sexuales con las alumnas -dijo Myron.
Davis nego con la cabeza.
– Solo quiero poner en su contexto lo que voy a decir.
– No necesito contexto, Harry.
El casi se rio.
– Entiende lo que le digo mas de lo que quiere reconocer, creo. La cuestion es que soy un hombre normal, y con eso quiero decir que soy un heterosexual con necesidades y deseos afines. Estoy rodeado ano tras anos de mujeres hermosas, alucinantes, que llevan ropa ajustada y tejanos de cintura baja y escotes vertiginosos y los ombligos al aire. Todos los dias, senor Bolitar. Me sonrien. Flirtean conmigo. Y se supone que los profesores tenemos que ser fuertes y resistir dia tras otro.
– Dejeme adivinar -dijo Myron-. Usted dejo de resistir.
– No pretendo ganarme su simpatia. Lo que le digo es que la posicion en que estamos no es natural. Si ves a una chica de diecisiete anos sexy caminando por la calle, la miras. La deseas. Incluso fantaseas.
– Pero -dijo Myron- no haces nada.
– Pero ?por que no haces nada? ?Porque esta mal, o porque no puedes? Imaginese ahora que ve a centenares de chicas como esa todos los dias desde hace anos. Desde el inicio de los tiempos, el hombre ha luchado por ser poderoso y rico. ?Por que? Los antropologos dirian que lo hacemos para atraer a mas y mejores hembras. Es la naturaleza. No mirar, no desear, no sentirse atraido te convertiria en un bicho raro. ?No cree?