estos animales.

Capitulo IX

UN DESCENSO INTERMINABLE

La vertiente septentrional de la cordillera tenia un caracter completamente distinto: era una llanura nevada infinita que descendia suavemente hacia el Norte, y los perros arrastraban con facilidad los trineos cuesta abajo. Pero el tiempo empeoro. Un tenaz viento del Sur empujaba las nubes espesas que se arremolinaban pegadas casi a la superficie de la nieve y ocultaban por entero el horizonte. Muchas veces se desencadenaban ventiscas y, si los viajeros pudieron continuar avanzando sin especiales dificultades, fue unicamente porque el viento les ayudaba y el frio no pasaba de diez!a quince grados bajo cero. Las grietas eran bastante frecuentes, pero todas ellas estrechas, de manera que se superaban sin dificultad. Pero, a causa de la nevasca, habia que avanzar con mucha precaucion porque la nieve reciente ocultaba muchas veces en absoluto estas trampas. Al finalizar la jornada, la ventisca habia alcanzado tal fuerza que necesitaron grandes esfuerzos para montar layurta.

A la manana siguiente se encontraron con que layurtahabia sido recubierta de nieve hasta el techo y Borovoi, al levantarse antes que los demas para sus observaciones meteorologicas, pego con la cabeza en un monton de nieve al trasponer la puerta. Los viajeros tuvieron que abrirse paso con ayuda de las palas, y cuando salieron de la yerta, vieron que habian desaparecido los trineos y los perros: en torno a la yurta se levantaban unicamente grandes montones de nieve. Sin embargo, facil era adivinar que los trineos y los animales habian sido simplemente, recubiertos por la nieve, ya que era insensato pensar en el hurto de los primeros y la huida de los segundos en aquel desierto nevado. Todos tuvieron que ponerse a quitar la nieve.

Al escuchar las voces de los hombres, los perros comenzaron ellos mismos a salir de debajo de los montones de nieve para recibir cuanto antes su racion de por la manana. Era curioso ver como empezaba a levantarse aqui y alla la superficie de la nieve formando un monticulo que rompia, al fin, una cabeza peluda, negra, blanca o con manchas lanzando ladridos de alegria.

En la llanura infinita, la nieve recien caida formaba una capa de medio metro todo lo mas y se habia amontonado unicamente en, torno a los obstaculos: la tienda, los trineos y los perros. Como soplaba un fuerte viento mientras caia, la nieve no estaba muy apelmazada. Los trineos y los perros se atascaban, pero los esquiadores no se hundian demasiado en ella. Habia que cambiar muchas veces la formacion porque el trineo de cabeza, que desbrozaba el camino para los demas, habia de cumplir el trabajo mas dificil y se cansaban rapidamente los perros que tiraban de el. Estos cambios, impuestos por la blandura de la nieve, no permitian avanzar rapidamente, de manera que, aunque el viento era mas debil y habia cesado la nevasca, aunque el camino descendia por una vertiente lisa y las grietas estaban enteramente cegadas por la nieve, solo pudieron recorrer veintidos kilometros durante la jornada y se detuvieron a cincuenta y cinco kilometros del puerto. Alli montaron el tercer deposito.

Por la noche, la nevasca recobro su fuerza y por la manana los viajeros tuvieron que volverse a desenterrar, aunque de montones de nieve menos profundos. En la llanura, la capa de nieve reciente alcanzaba ahora ya casi el metro, dificultando aun mas el avance. Por eso, despues de haber recorrido solo quince kilometros en la jornada, todos estaban tan cansados que hicieron alto para pasar la noche antes quede costumbre. Tanto el panorama como el tiempo conservaban su abrumadora monotonia.

Por la tarde ceso la nevasca y, a traves de las nubes que seguian extendiendose casi a ras de la infinita llanura nevada, aparecio por momentos el sol, que pendia muy bajo sobre el horizonte. El cuadro que se ofrecia a los ojos de los observadores era absolutamente fantastico: la llanura impoluta, los remolinos y los jirones de las nubes grises que se arrastraban raudas por su superficie y cambiaban de contornos sin cesar, las columnas de menudos copos de nieve que giraban en el aire y, aqui y alla, en este opaco cendal blanco grisaceo y movedizo,

los reflejos de color intensamente rosa lanzados por el sol, que unas veces aparecia como un globo rojo y otras ira borrado por la cortina gris. Despues de la cena nuestros viajeros estuvieron largo rato admirando este cuadro hasta que el cansancio les hizo meterse en los sacos de dormir dentro de la tienda.

Al tercer dia de bajada, los barometros senalaron ya que el terreno se encontraba al nivel del mar, pero continuaba la pendiente de la llanura hacia el Norte.

Cuando Bocavoi, despues de tomar nota de las indicaciones del barometro, se las comunico a sus companeros, Maksheiev exclamo:

— ?Buen! ?Hemos descendido de la cordillera Russki sin haber encontrado un solo glaciar ni una sola grieta!

— Lo mas asombroso — observo Kashtanov— es que aqui debe estar la orilla del mar y, por consiguiente, el extremo del enorme campo de hielo que baja por la ladera septentrional de esta cordillera y, conforme hemos medido, tiene setenta kilometros de longitud. Aqui, lo mismo que ocurre, como sabemos, en el extremo del continente antartico, debe haber un alto precipicio, un muro de hielo de uno o dos centenares de metros de altura y, a su pie, el mar libre o, por lo menos, campos detoros, superficies de agua libre y, en medio de ellas, algunos icebergs. Es logico, puesto que el helero se mueve y oprime el hielo del mar.

Al dia siguiente no se produjo ningun cambio. La llanura nevada continuaba con el mismo caracter y la misma inclinacion hacia el Norte. El viento soplaba; tenazmente por la espalda de los viajeros como si les empujara hacia adelante Las nubes bajas se arremolinaban, deshaciendose a veces en nieve. Todos esperaban que la bajada terminase de un momento a otro, apresuraban el paso, escudrinaban la lejania y hablaban con esperanza del proximo final. Pero todo en vano: las horas se sucedian, los kilometros iban quedando atras y, al fin, el cansancio general les obligo a hacer alto para pasar la noche.

Una vez montada la yerta, todos se reunieron en torno a Borovoi, que instalaba el barometro de mercurio: querian ver lo que senalaba, porque en los aneroides de bolsillo las manillas habian llegado al tope del cuadrante y no marcaban bien la presion del Zaire.

— ?Calculando a bulto, hemos descendido ya a cuatrocientos metros bajo el nivel del mar! — grito el meteorologo-. A no ser que la Tierra de Nansen se encuentre actualmente en un anticiclon de tamano descomunal. El barometro senala ochocientos milimetros.

— A mi entender — observo Kashtanov —, en la tierra no hay anticiclones de esa presion. Ademas, desde que nos encontramos en la Tierna de Nansen, el tiempo no ha cambiado ni se parece en absoluto al tiempo que hace durante un anticiclon.

— Entonces, ?que es esto? — exclamo Papochkin.

— Pues probablemente sera que la tierra no ha terminado y su parte septentrional constituye una depresion muy profunda, una hondonada que — desciende hasta centenares de metros bajo el nivel del mar.

— ?Es eso posible? — pregunto Gromeko.

— ?Por que no? En la tierra se conocen depresiones asi: por ejemplo, el valle del Jordan, la depresion del mar Muerto en Palestina y la del mar Caspio, la hondonada de Lukchum en Asia Central, descubierta por los viajeros rusos y, en fin, el fondo del lago Baikal, en Siberia, que se encuentra a mas de mil metros bajo el nivel del mar.

— Lea depresion del mar Muerto tampoco es pequena: su fondo se encuentra a cuatrocientos sesenta metros bajo el nivel del oceano — anadio Maksheiev.

— De todas formas, el descubrimiento de una depresion tan profunda en el continente polar sera un resultado de interes y significado extraordinarios de nuestra expedicion — concluyo Borovoi.

Para asombro de todos, el descenso continuo tambien al dia siguiente, por la misma llanura y con el mismo tiempo.

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