— Estamos bajando a un agujero sin fondo — bromeaba Maksheiev-. Esto no es una simple depresion, sino mas bien un embudo, o incluso, ?quien sabe? el crater de un volcan apagado.

— Pero de proporciones nunca vistas en la tierra — observo Kashtanov-. Llevamos cuatro dias bajando a este embudo y el diametro del crater alcanza, aparentemente, trescientos kilometros o mas; volcanes de este tamano se conocen solo en la luna. Desgraciadamente, en todo el descenso no hemos descubierto ni un risco, ni la menor capa de mineral que nos expliquen el origen de este depresion. Las vertientes de un crater se deben componer de lavas y tufos volcanicos.

— En la vertiente septentrional de la cordillera Russki y en su sierra hemos visto basaltos y lavas de basalto — recordo Papochkin-. Tenemos algunos indicios de la naturaleza volcanica de esta depresion.

— En Alaska se conocen crateres de volcanes extinguidos llenos hasta arriba de nieve y de hielo — anadio Maksheiev.

Por la tarde de aquel dia tambien el barometro de mercurio se nego a funcionar: el canal estaba lleno de mercurio hasta arriba. Hubo que recurrir al hipsometro y determinar la presion del aire por la temperatura de la ebullicion del agua. Correspondia a una profundidad de ochocientos cuarenta metros bajo el nivel del oceano.

Todos advirtieron que, al terminar la jornada, oscurecio un poco. Los rayos del sol de la medianoche no penetraban al parecer directamente en aquella profunda depresion. La extraneza de los viajeros aumento, ademas, porque aquel dia tambien la brujula se nego a funcionar. Su aguja giraba, se estremecia, sin poderse calmar y senalar el Norte. Hubo que orientarse por la direccion del viento y la inclinacion general de la llanura para seguir avanzando hacia el Norte. Kashtanov tambien culpo de la inquietud de la brujula al origen volcanico de la depresion, ya que, como se sabe, las grandes masas de basalto influyen sobre la aguja imantada.

Al dia siguiente, los viajeros tropezaron, a unos kilometros del sitio donde habian pasado la noche, con un obstaculo inesperado: la llanura nevada concluia en una muralla de rocas de hielo que se atravesaba en el camino, alejandose hacia ambos lados en cuanto abarcaba la vista. En unos sitios, las rocas se alzaban a pico sobre una altura de diez a quince metros, en otros, formaban un caos de bloques de hielo grandes y pequenos, hacinados los unos encima de los otros. Trepar a ellos, aun sin los trineos cargados, era cosa ardua. Hubo que hacer alto para una exploracion. Maksheiev— y Borovoi ascendieron al monton mas alto y se convencieron que delante se alzaban hasta el infinito los mismos amontonamientos y las mismas rocas.

— No parece tratarse de un cinturon detorosde huelo maritimo — declaro Maksheiev cuando volvieron.a los trineos-. Lostorosno se extienden sobre varios kilometros de anchura sin interrupcion.

— Se conoce que hemos llegado al fondo de la depresion — opino Kashtanov— y este caos se debe a la presion del enorme helero de la vertiente septentrional de la cordillera Russki por donde hemos descendido.

— O sea, que todo el fondo de la depresion es un caos de bloques de hielo — observo Borovoi-. Las demas vertientes tambien deben estar cubiertas de heleros que descienden hacia el fondo.

— Y gracias a su tamano colosal, la depresion no ha podido hasta ahora llenarse de hielo como se han llenado los crateres de los volcanes de Alaska — anadio Maksheiev.

— Pero nosotros necesitamos, atravesar de alguna manera este fondo para continuar el camino hacia el Norte y enterarnos de las dimensiones de la depresion y del caracter de la vertiente opuesta — declaro Kashtanov.

— Lo mas facil seria bordear el pie de este caos para contornearlo por el fondo de la depresion hasta la vertiente opuesta — propuso Gromeko.

— ?Y si esta depresion no es un crater de volcan, sino un valle entre dos cordilleras? — objeto Papoclikin-. En ese caso puede extenderse sobre cien a doscientos kilometros y no nos dara tiempo a terminar la travesia de la Tierra de Nansen.

— Pero, ?hacia donde bordear el pie del caos para contornearlo? ?Hacia la derecha o hacia la izquierda? — pregunto Borovoi.

— Vamos hacia la izquierda. Quiza encontremos un sitia que nos permita pasar antes al otro lado sin gran dificultad.

Una vez adoptada esta decision, los viajeros tiraron hacia la izquierda, o sea, hacia el Oeste a juzgar por el viento, ya que la brujula continuaba inquieta, sin poder senalar el Norte. A la izquierda se alzaba en suave pendiente la llanura nevada y a la derecha los montones de bloques de hielo. Las nubes bajas seguian ocultando el cielo e incluso rozando los picos de los bloques de hielo mas altos. Hacia el mediodia descubrieron un sitio donde el caos de bloques de hielo parecia accesible: los amontonamientos eran mas bajos y en algunos sitios se veian intersticios. Alli se detuvo la expedicion para organizar el cuarto deposito. Borovoi y Maksheiev, sin equipaje, se adentraron en la barrera de hielos para un reconocimiento. Al finalizar la jornada regresaron diciendo que el cinturon tenia unos diez kilometros de anchura, que se le podia atravesar aunque con ciertas dificultades y que tras el comenzaba la pendiente suave de la ladera opuesta de la depresion..

Se precisaron dos dias de duro trabajo para atravesar la barrera. Con frecuencia habia que tallar un sendero en los amontonamientos de hielos para hacer, que pasaran los trineos uno iras otro con los esfuerzos sumados de, los hombres y los perros. Durmieron sin montar siquiera layurta, acogidos al pie de un enorme bloque de hielo que se levantaba a pico y los protegia del viento. Los perros buscaron cobijo en las grietas y los agujeros de los hielos. Pero, despues de tan dura jornada, todos durmieron profundamente a pesar de las quejas y los aullidos del viento, que ululaba con tonos diferentes entre aquel caos.

Por fin llegaron al otro lado de la muralla. En el ultimo alto, Borovoi encendio el infiernillo de alcohol del hipsometro con la absoluta conviccion de que senalaria lo mismo que delante del cinturon de hielos, es decir, unos novecientos metros bajo el nivel del mar. Pero cuando coloco el termometro en el tubo, subio a 105 , luego a 110 y tampoco se detuvo alli.

— ?Eh, eh! — grito Borovoi-. ?Que se va a romper el cristal!

— ?Que ocurre? ?Que pasa? — preguntaron varias voces.

Todos habian acudido presurosos y se agrupaban en torno al aparato, colocado sobre un cajon.

— ?Es una cosa inaudita, increible! — exclamo Borovoi con voz quebrada por la emocion-. En este maldito agujero el agua hierve a 120 .

— O sea que…

— O sea, que hemos descendido a un abismo por el cinturon de hielos. Asi, sal pronto, no puedo calcular siquiera a cuantos miles de metros bajo el nivel del mar corresponde esta temperatura de ebullicion. Esperen, que vamos a verlo por las tablas.

Sentose en su saco de dormir, extrajo del bolsillo el prontuario de las alturas, rebusco en las tablas e hizo, unas operaciones. al margen. Mientras tanto, sus campaneros iban. acercandose tino a uno al aparato para con- vencerse de que, efectivamente, el termometro marcaba 120 sobre ceno. La columna de mercurio se habia detenido en ese punto, y no cabia la menor dada.

Solo el ligero borboteo del agua que hervia en el aparato rompia el silencio reinante entre los hombres, sobre-cogidos por el asombro.

Al fin se escucho un suspiro profundo de Borovoi y estas palabras pronunciadas en tono solemne:

— Calculando por encima, la temperatura de 120 de ebullicion corresponde a la altura negativa de cinco mil setecientos veinte metros.

— ?No puede ser! ?No se ha equivocado usted?

— Pueden comprobarlo. Aqui estan las tablas. En ellas, naturalmente, no figuran los datos de esta temperatura de ebullicion, que nadie ha observado nunca fuera del laboratorio. Hay que hacer los calculos aproximados.

Kashtanov verifico los calculos y dijo:

— Es exacto. En estos dos dias, trepando por los bloques de hielo, hemos descendido cuatro mil novecientos metros en una extension de diez o doce kilometros.

— ?Y no nos hemos dado cuenta del descenso!

— ?Hemos bajado desde una altura igual a la del Mont-Blanc sin advertirlo! ?Es algo increible

— Y, ademas, incomprensible. Habra que pensar que el caos de hielo es un glaciar en la pendiente abrupta que lleva del crater a la garganta de este volcan descomunal.

— Y ahora, para salir al otro lado, tendremos que subir por un glaciar identico.

— Lo que yo no comprendo — es esta tupida cortina de nubes y este viento que lleva tantos dias soplando del Sur sin interrupcion — declaro Borovoi.

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