verdaderamente, no tiene ninguna gracia pasar la noche en este lodazal. ?Mejor seria volver al hielo!

Todos miraron a su alrededor, esperando encontrar algun sitio mas seco.

— ?Me parece que alli no estariamos mal! — exclamo

Gromeko senalando una colina aplastada que descollaba sobre la llanura pardusca, aproximadamente a un kilometro de las lenguas de hielo.

— ?Y como llegamos hasta alli?

— ?Hombre, ya lo conseguiremos ayudando a los perros!

— Vamos a ponernos los esquis y quiza no nos hundamos tanto.

En efecto, la marcha era mas facil con los esquis. Los perros tiraban lentamente de los trineos aligerados que los hombres empujaban por detras con sus palos. En media hora llegaron a duras penas a la altura que dominaba unos ocho metro: el llano y ofrecia un lugar seco y comodo pana pasar la noche. Entre la hierba amarilla del ano anterior asomaban ya unas briznas verdes y los arbustos enanos empezaban a echar brotes.

Montaron la yerta en lo salto del monticulo y dejaron los trineos y los perros un poco mas abajo, en la vertiente. Detras, al Norte, el borde de los hielos blanqueaba como una alta muralla que cerrase el horizonte. Delante, el llano oscuro tomaba ya un matiz verdoso.

A unos cincuenta metros de la colina corria silencioso un ancho arroyo entre orillas pantanosas. La niebla se arremolinaba sobre la llanura.

El sol rojizo, que asomaba por momentos, continuaba en el cenit aunque los relojes marcaban ya las ocho y media de la barde. En aquella jornada los viajeros habian recorrido cincuenta kilometros.

Mientras Borovoi instalaba el hipsometro, los demas hacian hipotesis sobre la temperatura que marcaria el instrumento despues de un descenso tan prolongado e indudable.

Unos opinaban que 125 y otros que 115. Maksheiev hizo incluso una apuesta con Papochkin.

— Pues nadie ha ganado — declaro el meteorologo cuando termino sus observaciones-. El termometro indica solo 110 .

— De todas formas, yo estaba mas cerca de la verdad — afirmo Makshelev —, puesto que habia anunciado 115.

— ?Y no creen ustedes que mejor seria romper todos estos instrumentos inutiles? — pregunto agriamente Borovoi.

— Toma usted demasiado a pecho las jugarretas incomprensibles que nos hace la presion atmosferica — intervino Kashtanov, para tranquilizarle-. ?Ni que se creyese usted culpable de ellas!

— No es eso. Lo que ocurre es que si un aparato es inutil, ?para que cargar con el?

— Ahora puede ser inutil por una razon que ignoramos; pero es probable que luego, en el curso del viaje, vuelva a servirnos.

Despues de la cena, los viajeros se consultaron sobre la manera de continuar el camino. Si la tundra sin nieve, por extrano que pareciese, se extendia mas hacia el Norte, la mayor parte de la impedimenta — los esquis, los trineos, los perros y la comida para ellos, la ropa de abrigo, gran parte del alcohol e incluso layurta— se hacia no ya solo inutil, sino incluso molesta, puesto que frenaba la velocidad. En vista de la temperatura tibia podrian contentarse con una tienda ligera que llevaban de reserva y recoger combustible en la tundra.

Por esta razon quedo decidido hacer un alto de una jornada sobre la colina y enviar en direcciones diferentes dos grupos sin impedimenta para explorar el caracter de la region y las condiciones a que habria de amoldarse la expedicion en su avance. Despues podrian dejar un deposito con todo lo superfluo sobre la colina para recogerlo al regresar hacia los hielos.

Capitulo XII

LAS COLINAS ERRANTES

Al dia siguiente, Igolkin y Borovoi se quedaron en layurta: el primero para vigilar a los perros y el otro para efectuar sus observaciones meteorologicas. Los cuatro companeros se dividieron en dos grupos que salieron de reconocimiento: Kashtanov y Papochkin hacia el Sudeste consultando la brujula y Maksheiev y Gromeko hacia el Sudoeste. Todos partieron en esquis, con el proposito de dejarlos si el terreno llegaba a ser bastante seco.

Cada uno de los exploradores iba armado de una escopeta. Era imposible pensar que no encontrasen en la tundra ninguna caza como les habia ocurrido en la llanura nevada. La inquietud manifestada por los perros durante la noche hacia suponer que tropezarian con algun animal. La carne fresca era una cosa muy necesaria tanto para los hombres como para los perros.

Kashtanov y Papochkin llegaron pronto a un ancho arroyo detras del cual continuaba la tundra.

El suelo estuvo pronto tan seco que hubieron de abandonar los esquis. Los colocaron en forma de cono, atandolos por arriba con un bramante para que fuese mas facil descubrirlos en el camino de vuelta.

En la tundra seca verdeaba ya la hierba nueva y los arbustos enanos estaban recubiertos de hojillas y de flores. Sobre la llanura flotaba la bruma, que se convertia a veces en llovizna. En los intervalos brillaba y calentaba bastante el sol rojizo, cuyo disco, de todas formas, no se veia con nitidez.

A unos diez kilometros del campamento descubrieron los exploradores delante de ellos unas cuantas colinas oscuras cuyos flancos abruptos difuminaba la niebla.

— Ese seria un fuga: estupendo para examinar los contornos cuando se disipe la niebla — exclamo Papochkin-. En esta llanura lisa se debe abarcar un gran panorama desde la altura de esas colinas.

— Y mas interes todavia tienen los minerales que podemos encontrar en ellas — replico Kashtanov-. Hasta ahora, el botin geologico de nuestra expedicion ha sido bien pobre.

— ?Pues el zoologico todavia mas!

— Ahora nos recompensara la tundra. Tanto la forma como el color de esas colinas hace suponer que se trata de cupulas de basalto u otro mineral de origen volcanico.

Los dos investigadores se lanzaron casi corriendo hacia la meta ansiada, que unas veces se divisaba entre la niebla y otras veces desaparecia completamente en ella.

Kashtanov y Papochkin llevaban corriendo mas de un cuarto de hora y las colinas oscuras parecian casi tan lejanas como al principio.

— Esta maldita niebla molesta horriblemente para calcular bien las distancias — dijo el zoologo deteniendose a recobrar el aliento-. Estaba convencido de que nos encontrabamos cerca de las colinas y, con todo el tiempo que llevamos corriendo, apenas nos hemos aproximado. Casi no puedo respirar.

— Bueno, pues vamos a descansar — propuso Yashtanov-. Las colinas no se van la escapar.

Estaban de pie, apoyados sobre las escopetas. Subitamente, Papochikin, que miraba hacia las colinas, exclamo:

— ?Esto es extraordinario si no se trata de una ilusion optica! Me ha parecido que se movian nuestras colinas.

— Es un efecto de la niebla, que se desplaza — contesto tranquilamente Kashtanov encendiendo su pipa.

— Pues no. ?Ahora veo con toda claridad que se mueven las colinas! ?Mire usted, mire usted pronto!

Delante, a escasa distancia, se veian ahora con nitidez cuatro manchas oscuras que se desplazaban lentamente por la tundra.

— Habitualmente, los montes de basalto o de cualquier otro mineral volcanico suelen estarse quietos en su sitio — observo sarcastico Papechkin-. Aunque, ?quien sabe? Es posible que en este pais de los fenomenos inexplicables tambien anden de un lado para otro las colinas de ese genero. ?Lastima que no haya venido con nosotros Borovoi!

Mientras tanto Kashtanov habia cogido sus prismaticos y observaba con ellos las colinas movedizas.

— ?Sube usted una cosa, Semion Semionovich? — dijo con voz tremula de emocion-. Pues que esas colinas no son de mi competencia, sino de la de usted, porque se trata de grandes animales parecidos a elefantes: veo

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