Las colinas, poco frecuentes, eran menos elevadas pero mas anchas. Sus flancos estaban cubiertos de una hierba tupida que llegaria hasta la cintura y de arboles o sotos aislados que recordaban los bosques de Africa Ecuatorial.

Un macizo impenetrable se extendia a lo largo de las orillas del rio, ocupando los terrenos mas bajos.

A la hora de la comida, los viajeros hicieron alto cerca de una de aquellas colinas para emprender luego una excursion mas prolongada a fin de estudiar la flora. Maksheiev acepto quedarse cuidando de las embarcaciones y, despues de comer, sus tres companeros se dirigieron hacia la colina.

Capitulo XXII

EL MONTICULO MOVEDIZO

Los primeros metros de camino hubieron de ser abiertos a hachazos entre un caos de lianas y de maleza. Luego, la espesura fue cediendo en la semioscuridad que reinaba bajo la verde boveda de los eucaliptos gigantescos, los mirtos, los laureles y otros arboles. Entre los grupos de helechos y los troncos el suelo estaba tapizado de musgos diversos y de esplendidas orquideas. Arriba, a gran altura, bordoneaban los insectos, pero abajo reinaba el silencio. De vez en cuando asomaba una serpiente o un lagarto deslizandose sin ruido.

Mas cerca de la colina, el bosque empezo a esclarecerse y los rayos rojizos de Pluton penetraron hasta el suelo. La vida era alli mas intensa y las hierbas, las flores y los matorrales, mas numerosos. Los cazadores dieron con una senda que serpeaba entre los arboles y la siguieron en la esperanza de que les conduciria fuera del bosque. Delante iba Kashtanov seguido de Papochkin., los dos con las escopetas preparadas y lanzando miradas escrutadoras alrededor. Gromeko cerraba la parcha, quedandose a veces rezagado para recoger alguna planta.

De pronto, Kashtanov se inmovilizo y levanto la mano, solicitando la atencion de sus companeros: hasta ellos llegaba ruido de ramas rotas y un ligero grunido. Luego aparecio en el sendero un extrano animal gigantesco, semejante a un oso, aunque con la cabeza estrecha y afilada y un largo rabo peludo.

— Es un oso hormiguero — murmuro el zoologo-. Existen varias especies en America del Sur. Son muy pacificos a pesar de su aspecto terrible y sus garras poderosas. Sin embargo, son mucho mas pequenos que este ejemplar, que tiene mas de dos metros de altura.

Mientras tanto, el oso hormiguero habia advertido a los hombres que le cerraban el paso y se habia parado, indeciso.

— Vamos a abandonar el sendero — susurro el zoologo-. Que pase por delante de nosotros y asi le examinaremos mejor.

Los cazadores se apartaron, ocultandose detras de unos matorrales espesos. El animal permanecio unos instantes inmovil, observando el bosque con desconfianza y luego avanzo lentamente, deteniendose cada cinco o seis pasos para mirar a su alrededor. En uno de aquellos altos consiguio Papochkin fotografiarlo de perfil; pero el chasquido del disparador asusto al oso hormiguero, que huyo contoneandose sobre sus gruesas patas, con la cola extendida horizontalmente. Desde el hocico hasta el extremo de la cola tendria por lo menos cuatro metros.

Al salir del bosque, los viajeros,se encontraron al pie de la colina cuya falda ascendia suavemente. Kashtanov contemplaba decepcionado aquella vertiente uniforme que no le prometia ningun botin, mientras el botanico hallabase encantado de la abundancia de flores desconocidas que esmaltaban la hierba y se dedico a recogerlas.. De pronto, el geologo diviso al pie mismo de la colina un monticulo redondo, bastante grande, cuyos flancos desnudos lanzaban destellos metalicos.

— ?Por fin he encontrado tambien yo algo exclamo empunando su martillo y dirigiendose casi a la carrera hacia el monticulo, en tanto Papochkin se dedicaba a cazar un lagarto de tipo nuevo que se habia refugiado sobre un arbolillo.

Cavando llego al monticulo, Kashtanov se detuvo sobrecogido: estaba completamente desnudo sin una brizna de hierba y toda su superficie se componia de placas hexagonales de color pardo ribeteadas de negro.

Asombrado, el geologo intento desprender un trozo de roca con el martillo, pero la herramienta resbalo sobre la superficie del monticulo.

Con la esperanza de encontrar alguna grieta mayor en la cima del monticulo, Kashtanov se puso a trepar a el, aunque no lo consiguio sal pronto porque si bien el monticulo tenia unicamente tres metros de altura, sus flancos eran absolutamente lisos. Arriba se encontro con una roca igual de inatacable. Entonces, el geologo saco de su cinturon un gran — escoplo que introdujo en una grieta entre dos placas y se puso a clavarlo poco a poco a martillazos.

De repente una fuerte sacudida hizo caer al geologo, que estaba arrodillado y solo tuvo tiempo de agarrarse al escoplo para no rodar abajo del tumulo. Las sacudidas

— Pues yo creo que no era una tortuga, sino un gliptodonte, animal del orden de los armadillos, que vivieron sobre la tierra en la epoca pliocena del periodo terciario al mismo tiempo que los osos hormigueros enormes, bradipos gigantes, mastodontes y rinocerontes formidables. Los restos de estos animales abundan en America del Sur.

— Si precisamente hemos encontrado a un oso hormiguero gigante en el bosque — recordo Papochkin.

— Ese encuentro es el que me ha sugerido la idea. Si en una zona mas septentrional, cerca de la frontera de los hielos, hemos encontrado vivos a fosiles, como — el mamut, el rinoceronte de pelo larga, el toro primitivo el oso de las cavernas y el ciervo gigantesco, que habitaban la tierra al principio del periodo post-terciario, nada tiene de particular que mas al Sur, aqui donde reina el calor, se hayan conservado formas de una epoca aun mas antigua, del plioceno.

— Entonces, desarrollando su idea, conforme vayamos hacia el Sur debemos encontrar tambien una fauna mas antigua, n sea, perteneciente a los periodos mioceno, eoceno, cretaceo y jurasico, ?no es cierto? — pregunto el zoologo con cierta desconfianza.

— No me chocaria nada — replico Gromeko-. Desde que hemos descubierto este extrano mundo intraterrestre he dejado de sorprenderme de nada. Yo estoy dispuesto a saludar a iguanodones, a plesiosaurios, a pterodactilos, a trilobites y otras maravillas paleontologicas.

— En ese caso, es una lastima que no hayamos matado al hormiguero y al gliptodonte. ?Como vamos a demostrar su existencia? Ni siquiera he podido fotografiar al gliptodonte.

— Quiza volvamos a encontrarlos.

— A proposito, es hora ya de completar la provision de carne — intervino Gromeko-. De lo contrario, no tendremos para manana nada mas que tocino.

Mientras hablaban, los cazadores ascendian lentamente la colina. Llegaron a la cresta, bordeada de una estrecha franja de arbustos bastante tupidos que, para gran alegria de Kashtanov, ocultaban pequenos filones de rocas. El geologo puso inmediatamente en juega el martillo, pero Papochkin, que se habia deslizado por entre los arbustos, le detuvo exclamando:

— ?No hagan ruido! En la otra vertiente hay toda una colonia de herbivoros.

Kashtanov dejo de martillear, se guardo en el bolsillo el trozo de roca arrancado y metiose por entre los matorrales, seguido de Gromeko.

En la vertiente meridional de la colina, todavia mas suave, diferentes animales pacian tranquilamente. A proximidad de los exploradores habia una familia de rinocerontes, muy distintos de los que viven en la India y en Africa, asi como del rinoceronte de pelo largo. Eran unas bestias achaparradas, de patas bajas, mas bien semejantes a hipopotamos pequenos. Pero Ira forma de la cabeza y el cuerno corto y grueso del macho traicionaba su raza. En lugar de cuernos, la hembra tenia una callosidad abultada. La cria, que jugueteaba junto a la madre, parecia una enorme salchicha. Para llegar hasta la ubre, se tendia en el suelo y se deslizaba de lado

Вы читаете Plutonia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×