aqui sin movernos? Los viveres que tenemos solo bastan para tres o cuatro dias.

— ?Que cosas se le ocurren! — replico Kashtanov-. Siempre llega usted a las conclusiones mas tristes. Vamos a esperar un par de dias y luego veremos si nos conviene seguir el viaje o volvernos.

— Y mientras tanto nos dedicaremos ?a reparar las barcas, a construir una balsa y a otras labores domesticas

— propuso Maksheiev-. Las embarcaciones dejan ya entrar el agua.

Todos aprobaren la prepuesta y, a la luz de la hoguera, pusieron manos a la obra. Repararon las barcas y cortaran algunos grandes bambus que crecian cerca del campamento. Este trabaje; exigio bastante tiempo porque las viajeros disponian solo de una pequena sierra de mano. Luego arrancaron las ramas de los troncos que serraron en trozos del mismo largo que las lanchas, haciendo con ellos una balsa de metro y medio da ancho que debia navegar entre las dos embarcaciones. Se destinaba la balsa a transportar los objetos mas voluminosos, recubiertos con pieles. Las embarcaciones y la balsa formaban un conjunto solido, ligero y bastante facil de manejar.

Estos trabajos ocuparan la jornada entera. Las obserbaciones hechas entre tanto demostraron que el numero y las dimensiones de las manchas oscuras del disco de Pluton no habian disminuido, pero tampoco habian aumentado. Los exploradores se acostaron temprano. Una pequena hoguera quedo encendida junto.a la tienda. General estaba tendido a la entrada de la tienda y los cuatro hombres tenian el proposito de dormir apaciblemente, levantandose solo de vez en cuando pana alimentar el fuego.

Sin embarga, estas esperanzas quedaron frustradas. En cuanto se establecio el silencia dentro de la tienda se empezaron a escuchar roces en la espesura que les rodeaba. Alerta, General grunia. Los roces cesaban y el perro se tranquilizaba. Otra vez,se escucharon los roces como si algun animal rondase por los matorrales alrededor del campamento, acechando una presa pero sin atreverse a salir. Para no estar todos alerta, decidieron montar la guardia por turna, y fue Papochkin quien primero se sento junta ala hoguera, con una escopeta. Los roces se acercaban unas veces y se alejaban otras, y el zoologo se habituo tanto a ellos que se quedo profundamente dormido.

El fuego iba extinguiedose y la hoguera quedo convertida en un monton de brasas.

Subitamente, el perro se puso a ladrar frenetico. Papochkin se desperto y vio, al borde del calvero, un,animal grande semejante a un leon aunque con la melena mas corta. De sus fauces entreabiertas asomaban colmillos perecidos a los del tigre macairodo El,animal, inmovil, parecia indeciso y, General ladrando freneticamente, se replegaba con el rabo entre las piernas detras de la hoguera, hacia la tienda.

El zoologo se rehizo en seguida, levanto lea escopeta y disparo contra el animal que se encontraba a unos. veinte pasos. La bala le pego en el pecho, pero la fiera tuvo todavia fuerzas para saltar. Cayo entre las brasas, se quemo el vientre y rodo hacia la tienda. Pego con una.de las patas traseras contra la loma, que desgarro de arriba abajo, y engancho las botas de Maksheiev, colocadas a su cabecera. Una pata de delante, contraida convulsivamente, estuvo a punta de pegarle a Kashtanov en la cara, rompio el reloj de bolsillo colocado en el gorro sobre el suelo y redujo el gorro a pedazos. General, encogido ala entrada de la tienda, fue lanzado al interior de otro zarpazo que le costo unas cuantos aranazos y cayo pesadamente sobre Gromeko, que dormia con sueno apacible en el fondo de la tienda.

Fue una barahunda indescriptible. Junto.a la tienda, en lea penumbra, un cuerpo enorme se estremecia y rugia y bajo sus golpes quedaba hecha jirones la tela de la tienda. Al fondo.de la tienda Gromeko luchaba can General, que intentaba ocultarse detras de el y al que el botanico habia confundido con alguna fiera. Kashtanov buscaba inutilmente las cerillas, que habia dejado en el gorro con el reloj, y no encontraba el gorro. Desde fuera, Papochkin gritaba:

— Salgan pronto por la parte trasera. Es un leon, y no pueda rematarlo por miedo a herirles a ustedes.

El animal se inmovilizo al fin con un ultima estremecimiento de las patas; Maksheiev encontro una caja de cerillas y encendio una vela; Gromeko solto a General y los tres, medio desnudos y asustados, salieron ?a rastras levantando la parte trasera de la tienda y miraron a su alrededor. Empezaron las explicaciones junto.al fuego apagada. Papochkin hube de confesar que se habia quedado dormido, dejando morir la hoguera, lo que habia permitido,acercarse a la fiera.

El animal muerto era un leon macairodo, aunque por su constitucion se pareciese tambien a un oso. Unicamente la forma.de la cabeza y de las garras traicionaban su pertenencia a los felidos. La corta melena era casi negra, el pelo, amarillo pardusco y la cola, sin borla. Las gorras de las patas poderosas correspondian a los terribles colmillos de la mandibula superior. La tienda exigia serias reparaciones, lo mismo que las botas de Maksheiev. Solo sal cabo de largas busquedas se encontro en un rincon de la tienda el reloj de Kiashtanov hecho una oblea y, con el, el gorro en jirones y el cerillera aplastado.

Gromeko hizo salir a General, todavia tembloroso, y le examino y se lavo las heridas. Luego apartaron el cadaver del leon hacia un lado y decidieron continuar el suena interrumpida. Maksheiev se quedo de guardia, y el resto de la noche transcurrio sin novedad. A le manana siguiente, las tinieblas parecian memos profundas y las manchas del disco de Platon habian disminuido en numero y en tamano. Los viajeros optaron por esperar todavia un poco, y se pusieron a reparar la tienda, a medir al leon muerta y a desollarlo. El tiempo habia esclarecido ?a la hora de lea comida y, algo mas tarde, como si hubiera recobrada fuerzas, devoro la mayoria de las manchas que cubrian su disco y lanzo una luz que parecio muy brillante despues de cuarenta horas de tinieblas.

Los exploradores recogieron rapidamente sus afectas, que cargaron en las lanchas y la balsa, y reanudaron El viaje, aunque mas despacio, porque la embarcacion no era bastante agil y exigia remar con energia. El relieve empezo a cambiar hacia el final de aquella jornada: las colinas de las orillas fueron perdiendo altura, hasta desaparecer enteramente El bosque y la espesura impenetrable habian dejado sitio a una vasta estepa salpicada de sotos donde dominaba el baobab gigante. Solo las orillas estaban bordeadas de una estrecha franja de exuberante vegetacion compuesta de palmeras, bambus y lianas donde se veian aves y grandes monos de diferentes especies. Rebanos de antilopes variados, de mastodontes, de rinocerontes, de jirafas-camellos, de jirafas sin cuernos y de caballos primitivas pacian en la estepa. Cerca del rio, en la espesura, habia tigres, hipopotamos y ciervos.

Capitulo XXIV

REPTILES MONSTRUOSOS Y PAJAROS DENTADOS

Los viajeros desembarcaron para descansar en una vasta isla, casi toda ella de caracter estepario; solo las margenes estaban bordeadas en algunos sitios de arbustos y juncos. Montaron la tienda en el extremo septentrional de la isla, desde donde se veia el rio, dividido en dos brazos de lo menos cien metros de ancho cada uno.

Despues de la cena rompieron la calma unos ruidos que llegaban desde la margen opuesta del rio: largos gritos que recordaban el rumor de una multitud humana y a veces eran cubiertos por ladridos entrecortados y aullidos.

De la espesura desemboco, rompiendo los juncos y apianando los arbustos, un pequeno rebano de cuadrupedos con pelaje rojizo salpicado de blanco, que se lanzaron al agua y nadaron hacia la isla. Tras ellos salio una jauria de animales abigarrados. Entre aullidos y ladridos, tambien se metieron en el agua, tratando de dar alcance a uno de los primeros que, sin duda extenuado, se que daba atras.

A los pocos minutos, los animales perseguidos llegaron a la isla y desfilaron al galope cerca de la tienda. Parecian caballos, aunque no tenian apenas crines.

El ultimo tambien logro llegar a la orilla antes que los carniceros, pero trepo dificilmente la cuesta y, arriba, fue rodeada por sus perseguidores, que aullaban y ladraban. Reuniendo sus ultimas fuerzas, coceaba y mordia; sin embargo, aquella lucha desigual con una docena de enemigos no podia durar mucho. Los carniceros evitaban las golpes, pero, no rompian al cerco, esperando a que estuviera completamente agotado.

Intervinieron los hombres: tres disparos hechos contra la jauria abatieran a dos animales y pusieron en fuga a los demas. Pero la victima, extenuada, no, podia ya gozar de su inesperada salvacion. Agonizaba cuando

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