playa, el viento hincho la vela y se avanzo con mayor rapidez.

Desde lejos, los viajeros podian juzgar mejor del caracter general de la orilla septentrional del mar: a Este y Oeste de la desembocadura del rio Maksheiev estaba bordeada de la misma alta muralla verde que desgarraban en algunos otros sitios estuarios semejantes. La piramide y la bandera se dibujaban netamente sobre el fondo verde. Detras.de la franja de vegetacion no se veian montes ni colinas. Era, pues, probable que el terreno proximo a aquella parte del litoral fuera una vasta llanura pantanosa y boscosa.

Despues de dos horas de navegacion, los viajeros dejaron que la barca fuera empujada solo por la vela para descansar ellos un poco.

El mar estaba casi quieto. Una brisca ligera ondulaba apenas la superficie, absolutamente desierta lejos de las orillas. La profundidad debia ser muy grande porque un cordel de cien metros, con un peso en el extremo, no llegaba al fondo. Los exploradores no tenian otra sonda. Despues de descansar remaron una hora mas.

Ahora debian encontrarse aproximadamente en el centro del mar porque ambas orillas parecian igual de lejanas. Pronto refresco el viento. Se acelero la marcha de la embarcacion. Distinguianse ya perfectamente alto acantilados negros, violaceos y rojizos que se adentraban en terrazas hacia el interior del pais. Bordeaban la costa y, a la derecha, cedian el sitio a los macizos verdes del bosque, sustituido luego por unas altas colinas rojizas que unas veces llegaban hasta el aborde del agua y otras se replegaban detras de una estrecha franja de vegetacion.

El mar se animaba a medida que se acercaba la costa: aparecieron enormes medusas de un metro de diametro, balanceando su cuerpo gelatinoso y translucido al capricho de las olas. Cuando dejaban de remar, los viajeros veian en el agua bancos de peces grandes y pequenos. A veces asomaban argonautas con las velas y los tentaculos rojos desplegados sobre la concha nivea.

A dos kilometros de la costa aumento el numero de habitantes del mar. En algunos sitios, las algas formaban islas flotantes y los remos se hundian dificilmente en su blanda masa verde. Al mismo tiempo que las algas se podia sacar del agua pequenos moluscos, pececillos e insectos.

Los viajeros lanzaron su sonda improvisada: marco veinticinco metros de profundidad. Desde aquel sitio se distinguia la orla blanca de la resaca al pie de las ropas.

El viaje habia transcurrido hasta entonces sin incidentes y se asemejaba a una travesia de recreo. Pero los exploradores estaban condenados a pasar tambien momentos de apuro. Se encontrarian a un kilometro de la orilla cuando un plesiosaurio asomo de pronto la cabeza a unos treinta metros de la embarcacion y avanzo a su encuentro ondulando graciosamente el largo cuello. El reptil nadaba sin prisa, examinando a los hombres y la embarcacion que debian parecerle un gran animal desconocido. Las escopetas estaban cargadas con balas explosivas y cuando el plesiosaurio se acerco restallaron dos disparos. Ambas balas dieron en el blanco. El cuello esbelto se estremecio, de la boca entreabierta salio un chorro de sangre y la cabeza pendio, desmayada, sobre el cuello herido. El animal se retorcio convulsivamente en el agua, levantando tal oleaje que los viajeros, por miedo a que les hundiera la embarcacion, se alejaron lo antes posible manejando los remos con energia.

Se dirigian afanosamente hacia la costa cuando una masa oscura paso junto a ellos como un submarino, dejando una doble estela en el agua, de la que sobresalia un lomo de color verde pardusco y una cabeza enorme y alargada semejante a la de un cocodrilo. Entreabriendo la boca plantada de dientes agudos, el monstruo iba lanzado hacia el plesiosaurio agonizante que le ofrecia una presa facil.

— ?Debe ser un ictiosaurio! — exclamo Kashtanov, que seguia con la mirada al temible animal.

— Pues este bicho es todavia peor que el otro — observo Maksheiev-. Puede agarrar a una persona y cortarla en dos sin ningun esfuerzo.

— Ademas, es dificil descubrirlo y matarlo en el agua — dijo Gromeko.

La costa estaba ya proxima. Antes de llegar a ella los exploradores tuvieron ocasion de ver a un joven ictiosaurio persiguiendo peces que, para esquivarle, saltaban fuera del agua lo mismo que saltan los gobios cuando les da caza un lucio voraz. La boca del ictiosaurio, por otra parte, tenia mucho parecido con la de un lucio.

Evitando la marejada al pie de las rocas desnudas, los viajeros remaron hacia la orilla baja, bordeada de vegetacion, donde se veia una pequena playa de arena lisa, muy apropiada para acampar. Junto a la orilla el mar tenia tan poca profundidad que fue necesario saltar al agua y empujar las barcas y la balsa. La travesia habia durado seis horas; no era mas que mediodia y, despues del almuerzo y de descansar un rato, aun les quedaria tiempo para visitar los contornos. Las barcas y la balsa fueron sacadas a la orilla, y luego se monto la tienda. Al ir a preparar el almuerzo se vio que tocaba a su fin la reserva de agua dulce.

— ?Que falta de precaucion la nuestra! — dijo Papochkin-. ?Quien sabe si habra agua dulce en esta orilla? Debiamos habernos traido una provision para varios dias.

— Si no encontramos agua, tendremos que volvernos sin haber visto casi nada en esta orilla — observo Gromeko.

— Sus aprensiones me parecen vanas les tranquilizo Kashtanov-. Si esta orilla estuviera completamente privada de vegetacion, seria otra cosa. Entonces habriamos traido, naturalmente, agua dulce porque nos hubiera sugerido esa idea su aspecto desertico.

— Estoy convencido de que aqui cerca encontraremos algun arroyo o alguna fuente — dijo Maksheiev —, porque esta vegetacion exuberante no podria alimentarse de agua salada.

Despues de haber almorzado y descansado un poco, el zoologo y el botanico se dirigieron al bosque a buscar agua mientras Kashtanov y Maksheiev exploraban tos acantilados de la orilla al Este del campamento.

Todos se llevaron las escopetas cargadas con balas explosivas por si encontraban reptiles terrestres o fieras. Ataron a General cerca de la tienda y encendieron a un lado una gran hoguera que debia alejar a los visitantes indeseables.

Capitulo XXVIII

LOS MILLONES DE MAKSHEIEV

Los acantilados mas proximos, de color casi negro, con manchas rojas y amarillas y rayas en la superficie, eran de mineral de hierro, de iman puro. Cada martillazo desnudaba el mineral y solo en algunos sitios aparecian manchas y vetas de otra roca oscura.

— ?Cuantas riquezas perdidas aqui inutilmente! — exclamo Maksheiev despues que hubieron examinado una hilera del acantilado, encontrando en. todas partes mineral unicamente con la superficie un poco horadada y oxidada.

— En efecto, se podria construir aqui una explotacion que proporcionara mineral a todos los habitantes de la superficie terrestre — observo Kashtanov-. Naturalmente, habria que empezar por tender un ferrocarril a traves de Plutonia y de la Tierra de Nansen y emplear rompehielos gigantescos en el mar de Beaufort.

— Esa es cuestion de un porvenir no muy lejano. Cuando arriba se reduzcan las reservas de mineral de hierro, las empresas de este genero seran utiles e incluso necesarias para la humanidad.

A un kilometro sobre poco mas o menos del sitio donde comenzaban los acantilados, la exploracion de la orilla fue cortada por el mar, cuyas olas se rompian al pie mismo de las rocas abruptas sin dejar el menor sendero para el paso.

— Tendremos que continuar nuestras investigaciones

en abarca cuando el mar este en calma — dijo Maksheiev. — ?Y si probasemos, de momento, a subir por una de las gargantas que acabamos de dejar atras? — pregunto Kashtanov.

Despues de volver un poco sobre sus pasos, los dos investigadores se adentraron en la primera garganta que cortaba las rocas sideroliticas. La entrada estaba cegada por enormes bloques de mineral que tuvieron que escalar con gran esfuerzo.

Durante este ejercicio gimnastico, Maksheiev se detuvo de pronto sorprendido.

— ?Fijese usted en esto! — exclarno, senalando una veta intensamente amarilla de cinco a diez centimetros

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