de espesor que cortaba un enorme bloque de iman natural-. ?Apuesto la cabeza a que es ora nativo!

— Tiene usted razon — contesto Kashtanov-. Es oro nativo y de bastantes quilates.

— ?Que cantidad de riquezas perdidas! — exclamo el antiguo buscador de oro-. He visto muchos yacimientos auriferos en California y en Alaska, pero nunca habia encontrado una veta compacta de oro ni oido hablar de nada semejante.

— Tampoco habia tenido yo ocasion de leer nunca descripciones de vetas parecidas — confirmo Kashtanov-. Pero, al fin y al cabo, la veta atraviesa unicamente este bloque y no la roca, de manera que su riqueza se reduce a unas cuantas decenas de kilos.

— Si hay una veta en el bloque, ?.por que no puede continuar en la roca de la cual se ha desprendido?

— Efectivamente. Desde luego, vamos a hacer busquedas; pero es posible que atraviese un pico inaccesible y entonces tendremos que contemplarla como contemplaba las uvas la zorra del cuento.

— No hay picos inaccesibles a la dinamita y a las obras de mineria — exclamo arrebatado Maksheiev-. Lo que hace falta es encontrar la veta.

— Mi impresion es que el interes de este descubrimiento sera para nosotros puramente teorico; ya que no podremos llevarnos en nuestras lanchas, no ya una tonelada, sino ni siquiera un centenar de kilos de oro.

— ?Que se le va a hacer! Nos llevaremos todo lo que podamos y luego enviaremos al centro de la tierra una expedicion especial en busca de oro.

Despues de examinar los acantilados que se alzaban a la entrada de la garganta sobre los montones de bloques y de convencerse de que no se veia en ellos oro, los geologos remontaron la garganta que, mas adelante, se ensanchaba un paco. Las paredes se alzaban perpendicularmente y el suelo estaba cubierto de pedriza y escombros menudos. Las rocas laterales contenian solo iman natural, pero Kashtanov descubrio otros minerales entre la pedriza.

— Mire usted: mas oro — anuncio Maksheiev despues de haber recorrido unos cincuenta pasos por la garganta. Levanto del suelo un trozo de roca donde el oro brillaba en pequenos puntos.

El fondo de la garganta empezaba a ascender a doscientos pasos de la entrada, para convertirse luego en una serie de salientes. Los geologos treparon a los primeros hasta detenerse delante de una roca absolutamente perpendicular, de unos cuatro metros de altura, que les cerraba el camino ya que no habia posibilidad de trepar por el muro liso.

Descorazonado, Maksheiev golpeo con el martillo contra el muro escarpado y exclamo:

— No se puede seguir adelante, conque ? adios nuestras esperanzas de dar con la veta de oro!

— Si, habra que buscar otra garganta.

— Pero, ?que es esto? — lanzo Maksheiev furioso-. En lugar de darnos oro esta roca se quiere quedar con mi unico martillo.

En efecto, el martillo aparecia pegado a la pared de donde el buscador de oro trataba en vano de arrancarlo.

En ese momento, Kashtanov, que estaba examinando un saliente de la roca, volvio la espalda a la pared, presentandole la escopeta que llevaba colgado al hombro; y noto que una fuerza poderosa le atraia. La escopeta golpeo contra la roca y el geologo se vio imposibilitado para apartarse de ella.

— ?Que poder magnetico tiene esta roca! — exclamo al comprender lo que sucedia-. Ha sido el iman natural el que ha atraido su martillo y mi escopeta.

— ?Y como vamos a recuperarlos? Porque no es cosa de dejar aqui estos objetos necesarios como recuerdo perpetuo de nuestra excursion fallida.

Kashtanov deslizo el hombro fuera de la correa y la escopeta quedo pegada a la pared. Al mismo tiempo Maksheiev logro arrancar el martillo tirando de el con todas sus fuerzas. Luego empunaron juntos la escopeta y entre los dos lograron apartarla de la roca.

— No tenemos mas remedio que volvernos — constato Kashtanov-. Llevando objetos metalicos en la mano iba a ser un martirio andar por aqui.

— Espere usted, que se me ha ocurrido una manera de trepar a la roca. Dejaremos aqui las escopetas porque en esta garganta arida no puede haber un animal.

— ?Y despues?

— Ahora vera usted.

Maksheiev eligio entre la pedriza que andaba tirada por la garganta unos trozos angulosos de mineral bastante grandes y los aplico uno tras otro por una de sus facetas a la pared abrupta del saliente: los trozos adherian al instante y quedaban bien agarrados, formando una escalera que permitia ascender, cierto que con algun riesgo, a la cumbre.

— Estoy pasmado de su ingenio — dijo Kashtanov-. Es usted un verdadero buscador de oro, que siempre encuentra!la manera de salir airoso de toda situacion dificil.

— Muchas gracias por el elogio. Ha sido el martillo el que me ha sugerido la idea. Cuando estaba adherido a la pared con el mango hacia mi y no podia apartarlo presionando con la mano, se me ocurrio pensar que era como un peldano. Y lo demas ya lo comprendera usted.

Los geologos dejaron las escopetas, las cartucheras y la mochila donde iban las muestras del mineral que habian recogido, y luego treparon por los peldanos improvisados. Maksheiev subia delante prolongando la escalera con los trozos de mineral que su companero iba dandole desde abajo. A los cinco minutos ambos estaban arriba.

La garganta conservaba el mismo caracter: paredes abruptas a derecha e izquierda, una serie de salientes en el fondo y, por todas partes, iman natural mas o menos fuerte. Despues de trepar unos doscientos pasos mas, los geologos vieron en el fondo de la garganta un bloque de color amarillo brillante y del tamano de la cabeza de un buey. Era un trozo de oro nativo.

— ?A ver, buscador de oro! Llevese este trocito hasta nuestro campamento — dijo Kashtanov riendo.

— Efectivamente, es un pedrusco imponente — contesto Maksheiev, empujando con el pie el trozo de mineral, que ni siquiera se movio-. Debe pesar sus ochenta Kilos y valer alrededor de cien mil rublos. La veta de oro tiene que estar cerca.

Con la cabeza levantada, los dos hambres se pusieron a examinar atentamente las paredes escarpadas de la garganta y pronto descubrieron a la derecha, a unos cuatro metros, una veta de oro que atravesaba en linea oblicua la masa oscura del iman natural. En algunos sitios llegaba a medir medio metro de anchura y en otros se estrechaba ramificandose hacia arriba y abajo.

— ?Esto que estamos viendo son millones y millones! — suspiro Maksheiev, calculando con la mirada la longitud de la veta-. Aqui estan a la vista decenas de toneladas de oro.

— Usted se apasiona demasiado por el oro — observo Kashtanov-. Aunque este filon valga decenas de millones, no es, al fin y al cabo, nada mas que un filon. En cambio, le rodea una montana de miles de millones de toneladas de precioso mineral que tiene un valor tambien de miles de millones.

— Pero es muy probable que la veta no sea la unica. Posiblemente haya partes enteras de la montana compuestas de oro y, en ese caso, sus reservas valdrian tambien miles de millones de rublos.

— Si se lograse extraer semejantes cantidades de oro pronto decaeria su precio en el mercado. El valor del oro se debe a que no abunda en la naturaleza. Pero en la historia de la humanidad el oro desempena un papel mucho mas pequeno que el hierro, sin el cual no podria vivir la tecnica moderna. Anule usted la moneda oro y las alhajas, absolutamente inutiles, y la demanda de oro resultara bien pequena.

— Exagera usted el papel del hierro — objeto Maksheiev-. Si existiera grandes cantidades de oro, sustituiria muchos metales, sobre todo en las aleaciones de cobre, de cinc y de estano. La industria tiene gran necesidad de metales y aleaciones solidas inoxidables. Con el oro barato se fabricaria bronce, cables y otras muchas cosas para las cuales se ha de emplear a la fuerza el cobre y sus aleaciones.

— De todas formas, es indudable que las reservas de hierro son aqui enormes y en cambio son problematicas y relativamente pequenas las reservas de oro.

— Bueno, pues usted quedese con las reservas de hierro y dejeme a mi el oro cuando volvamos aqui para explotar estos yacimientos — concluyo Maksheiev riendo.

— Puedo cederle tambien el mineral de hierro y sean para usted estos millones o estos miles de millones — replico Kashtanov siguiendo la broma.

Cuando volvieron al borde del mar, los exploradores visitaron otras cuantas gargantas semejantes. Los muros eran en todas partes de mineral de hierro con algunas pequenas vetas y manchas de oro. Pero no

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