encontraron ya ningun filon del grosor del que habian hallado en la primera garganta. Maksheiev viose obligado a reconocer que las riquezas representadas por el mineral de hierro eran incomparablemente mayores que las del oro. Abrumados bajo la carga de las muestras de mineral inapreciable, los geologos volvieron por fin al campamento, donde sorprendieron con su relato a los companeros que habian regresado poco antes.
EL BOSQUE DE COLAS DE CABALLO
La playa de arena y pedriza estaba limitada por una tupida vegetacion. Enormes colas de caballo de ocho o diez metros de altura crecian muy cerca las unas de las otras. Sus ramas verdes comenzaban tan cerca del suelo que unicamente a rastras o muy inclinado se podia pasar por debajo de ellas. Entre los troncos crecian helechos arborescentes de diferentes especies. El conjunto formaba una espesura casi impenetrable para el hombre.
Papochkin y Gromeko, que habian salido en busca de un sendero o un paso natural en la espesura, acabaron encontrando una pequena vaguada que separaba los acantilados y el bosque. No lejos del mar se bifurcaba la vaguada: el brazo izquierdo continuaba entre las rocas y al bosque, mientras el derecho se adentraba en la espesura. La vegetacion se habia modificado aqui un poco: ademas de las colas de caballo y de los helechos aparecian a veces palmeras de azucar que descollaban varios metros por encima de las collas de caballo. El suelo del bosque estaba cubierto de una hierba menuda, aspera como un cepillo. Tambien crecian otras plantas a lo largo de la vaguada bordeando la espesura. Mas interesado a cada momento, Gromeko pronunciaba diferentes nombres.
— ?Sabe usted en que periodo geologico nos encontramos ahora? — acabo exclamando.
— ?No sera el carbonifero por casualidad? — rezongo el zoologo, que hasta entonces no habia encontrado ningun

botin en el bosque y en cambio tenia todas las manos aranadas por la hierba aspera.
— ?Eso ya es demasiado! ?Acaso existian los ictiosaurios y 1os plesiosaurios en el periodo carbonifero? Gracias a nuestro trato con geologos, ya sabemos a que atenernos a este respecto. No senor, ahora estamos en el jurasico. Mire usted: aqui esta el helecho tipico de aquel periodo, aqui esta este arbolillo esbelto, el ginkgo y tambien esta hierba aspera, descubierta por primera vez en los sedimentos jurasicos de la provincia de Irkutsk, al borde del Angara, por el geologo Chekanovski, al que debe su nombre.
— ?Pues valiente honor le hicieron al geologo con eso! Es peor que nuestras ortigas y unicamente podria alimentarse con ella algun reptil de gaznate de hierro.
— Hablando del rey de Roma… — pronuncio Gromeko interrumpiendo a su irritado companero-. Mire usted que huella tan linda. Me parece que esto es ya de su incumbencia.
Se detuvo en medio de la vaguada senalando con el dedo hacia el suelo. En la arena menuda se veian las hueIlas profundas de unas enormes patas tridactiles terminadas por unas romas. Cada una de las huellas media mas de treinta centimetros de largo.
— ?Menudo monstruo ha debido pasar por aqui! — exclamo el zoologo con un ligero temblor en la voz-. Desde luego, es un reptil. Ahora bien, convendria saber si herbivoro o carnicero. En el segundo caso no resultaria muy agradable encontrarse con el.
Papochkin observo atentamente las huellas impresas en la arena, que se perdian alli donde empezaba la pedriza.
— Lo extrano es que todas las huellas tengan la misma dimension — dijo Gromeko-. En lo que yo entiendo, las patas delanteras suelen ser siempre mas pequenas que las traseras. Ademas, ?que surco es ese entre las huellas de las patas traseras derecha e izquierda? Cualquiera diria que el animal ha ido arrastrando un tronco enorme.
Papochkin se echo a reir.
— Esa es la huella que ha dejado el rabo del reptil. Y, teniendo en cuenta su dimension y el tamano identico de la huellas de las patas, supongo que el animal marcha solamente sobre las patas traseras, apoyandose en la cola.
— ?Acaso han existido semejantes reptiles bipedos?
— Pues claro que si, y precisamente en el periodo jurasico. Por ejemplo, el iguanodon, que se asemejaba a un gigantesco canguro y tenia las patas traseras enormes y las de delante pequenas.
— ?Y de que se alimentaba?
— De plantas, a juzgar por la forma de sus dientes.
Si estas huellas pertenecen en efecto a un iguanodon, no tenemos nada que temer aunque este monstruo media, en el jurasico, de cinco a diez metros de longitud.
— ?Menos mal! — suspiro el botanico mas tranquilo-.
No he podido olvidar todavia aquel horrible reptil que se disponia a agarrarnos a Maksheiev o a mi en el rio para la cera.
Al llegar a la bifurcacion de la vaguada, los viajeros decidieron seguir el brazo derecho, que iba hacia el pie del acantilado, donde era mas probable encontrar una fuente de agua, objetivo principal de la excursion. En efecto, subiendo por aquel ramal, la humedad del suelo iba en aumento y la baja vegetacion que lo bordeaba se hacia mas exuberante y variada.
Pronto se vio brillar el agua en el fondo de la vaguada entre los tallos de las plantas.
— ?Estamos salvados! — exclamo Papochkin-. La fuente esta cerca de nuestro campamento.
— ?Y si fuera saluda? — sugirio Gromeko para hacerle rabiar.
— Pruebe usted. Al parecer es dulce.
— ?Como distingue usted el agua dulce del agua salada por el aspecto? Es un arte que yo ignoro.
— Usted, que es botanico, ?ignora que clases de: plantas crecen cerca de las aguas saladas?
— Por lo pronto, estamos en el periodo jurasico y no sabemos las plantas que crecian en torno a las aguas saladas jurasicas. En segundo lugar, usted ha dicho que distingue el agua por su aspecto y no por el aspecto de las plantas que la rodean.
— Me he expresado mal. Debia haber dicho: por el aspecto del cauce. Si el agua de la fuente fuera salada, el lecho estaria lleno de sedimentos de sales diversas.
Hablando de esta suerte, Papochkin y Gromeko remontaban rapidamente la vaguada que pronto se encajonaba en una estrecha garganta entre altas rocas, canalizando un arroyuelo de agua dulce que poco a poco desaparecia en la arena donde abundaban las huellas grandes y pequenas de reptiles que venian a abrevarse.
— ?Pero si aqui viene una infinidad! — exclamo Gromeko-. Todo sera que nos demos de manos a boca con uno de esos monstruos bipedos.
Despues de saciar la sed, los cazadores remontaron el arroyuelo por la garganta llevando las escopetas preparadas por si acaso. La garganta se ensanchaba rapidamente, convirtiendose en una depresion enmarcada de rocas casi abruptas cuyo color granate hacia un bello contraste con los arbustos y los arboles que crecian a su base En el fondo de la depresion, en medio de una verde pradera, brillaba un pequeno lago alimentado evidentemente por fuentes subterraneas. Atravesando el prado, conducia al lago un sendero ancho bien desbrozado. A traves del agua transparente se divisaba el fondo del lago.
Los cazadores llenaron de agua las vasijas de hojalata que habian traido y se disimularon entre los arbustos, en la esperanza de que viniese a beber algun animal. Pero los minutos se sucedian sin que apareciera ninguno. Solo algunas libelulas, mayores todavia que las del rio Maksheiev, surcaban el aire. Papochkin, que seguia su vuelo con la mirada, echo de pronto mano a la escopeta.
— ?Que le ocurre? ?Quiere usted disparar con bala explosiva contra las libelulas? — pregunto Gromeko riendo.