unas aceradas.
— ?Aqui esta el rey del periodo jurasico! — exclamo Kashtanov.
— Si sus colonias estan tan pobladas como los hormigueros de la superficie de la tierra, tendremos que vernoslas con millares de enemigos — dijo Papochkin.
— Y, ademas, enemigos rapaces, inteligentes e implacables — anadio Gromeko.
General, que seguia a cierta distancia y a veces se acostaba para descansar, llego hasta donde estaba el grupo. Al ver la hormiga muerta se lanzo frenetico sobre ella con un grunido furioso.
— Amigo, me parece que has reconocido a uno de los que te mordieron — exclamo Maksheiev reteniendo al perro.
Poco mas adelante encontraron el cadaver de una segunda hormiga y luego otro. El aguacero habia debido sorprender todavia en camino a algunos de los ladrones que, arrastrados por el torrente, se habian ahogado.
— ?Estos demonios negros habran mojado y echado a perder todos nuestros efectos! — lanzo desesperado Gromeko.
— Si, es poco probable que tengan inteligencia suficiente para montar la tienda y cobijarse en ella con las cosas — confirmo Papochkin.
— Yo creo que habran llegado a su guarida antes de la tormenta — declaro Maksheiev-. No olvidemos que se habian puesto en camino mucho antes que nosotros y que, ademas, nosotros nos hemos detenido a descansar varias horas en dos sitios.
Recorrieron un par de kilometros mas en silencio. Detras de la vaguada empezaba a clarear el bosque, apareciendo en el numerosos senderos. En las filas de dunas y, sobre todo, en los valles que las separaban se veia cierta vegetacion: matorrales, matas de hierba, pequenas colas de caballo.
Maksheiev se detuvo de pronto y senalo a sus companeros el valle inmediato, entre dos filas de dunas, por donde dos seres oscuros empujaban unas veces una bola blanca por la arena y otras tiraban de ella.
— ?Hormigas?
— ?Desde luego! Pero, ?que llevan? Nosotros no teniamos ningun objeto redondo y blanco.
— Habran encontrado alguna otra presa.
— ?Se la quitamos?
— No. Mejor sera que nos escondamos. Luego, con seguirlas, ellas mismas nos llevaran hasta el hormiguero.
— Pero agarren bien a General para que no se lance sobre ellas.
Los exploradores retrocedieron un poco y se ocultaron en el lindero del bosque. En la desembocadura del valle aparecieron pronto detras de unas matas las hormigas, que empujaban sobre la arena, delante de ellas, un gran objeto blanco de forma ovalada.
— ?Es posible que los huevos de estas hormigas sean tan voluminosos? — pregunto Maksheiev.
— No. Debe ser mas bien el huevo de algun reptil volador que han robado y ahora se llevan a su guarida — dijo Papochkin.
— ?Cree usted que seran comestibles esos huevos?
— ?Por que no? Si se comen los huevos de tortuga, no hay ninguna razon para no comer los huevos de reptil.
— Es una cosa que debemos tener en cuenta — observo Gromeko-. Con la penuria de viveres que sufrimos y la necesidad de economizar las municiones, una tortilla vendria ahora muy bien.
— Para un huevo de este tamano haria falta una sarten adecuada, y no la tenemos.
— Nos arreglaremos con una pequena. Hacemos un agujero en el huevo por un lado, removemos con un palito la yema y la clara, le echamos sal y vamos vertiendo en la sarten poco a poco lo que nos haga falta.
— ?Pero si no tenemos ya ninguna sarten! Las hormigas se han llevado todos los cacharros.
— Se me habia olvidado. ?Y no serviria de sarten la parte alta de la cascara del huevo? Recortandola con cuidado, se podria freir en ella.
— ?Y con que freimos?
— Con la grasa de iguanodon.
Mientras los exploradores intercambiaban estas reflexiones culinarias, las hormigas llevaron el huevo hasta el borde de la vaguada y se detuvieron indecisas. Las orillas eran muy empinadas. Echar a rodar el huevo desde arriba era cosa facil, y no se romperia en la arena blanda. Pero lo que si parecia tarea demasiado ardua para las hormigas era hacerlo subir hasta la orilla opuesta.
Los insectos daban vueltas en torno al huevo e iban y venian a lo largo de la orilla, agitando las antenas y rozandose con ellas el uno al otro como si se consultaran.
Luego una de las hormigas descendio a la vaguada, examino la orilla opuesta, estuvo algun tiempo delante como reflexionando y despues corrio a lo largo de ella, deteniendose con frecuencia para inspeccionarla.
A unos cincuenta pasos encontro una pendiente menos empinada, que le parecio mejor adecuada para hacer una rampa. Y se puso a hacerlo, valiendose de las mandibulas y las patas de delante para arrancar pellas de tierra y ponerlas a un lado.
La segunda hormiga, que habia estado de guardia junto al huevo, se canso al poco rato de esperar descendio tambien a la vaguada y corrio por las huellas de su companera, que le ocultaba un recodo.
— ?Y si nos apoderasemos ahora del huevo que han dejado las hormigas? — propuso Gromeko.
La idea les gusto al principio, pero luego surgieron ciertas objeciones.
— Por lo pronto, pueden vernos y descubrimos asi prematuramente nuestra presencia; ademas, al no encontrar el huevo que han dejado, se pondran a buscarlo por los alrededores y entonces, en lugar de seguirlas hasta el hormiguero, tendremos que ocultarnos entre la maleza y perder el tiempo — declaro Kashtanov, rechazando la propuesta del botanico.
Pero en ese instante, Papochkin descubrio en la desembocadura del valle otra pareja de hormigas empujando un segundo huevo.
— Me parece — dijo Papochkin— que no hay motivos ya para no apoderarse del huevo.
— Entonces, ?manos a la obra!
Maksheiev y Gromeko cruzaron rapidamente la vaguada, levantaron el huevo, que media lo menos medio metro de diametro, y volvieron para esconderlo entre las malezas donde ellos mismos se ocultaban.
Luego Maksheiev borro cuidadosamente en la vaguada las huellas de sus pasos, que hubieran podido servir a las hormigas, si eran suficientemente inteligentes para ello, de indicacion para buscar el huevo.
Pronto volvieron las dos primeras hormigas al sitio donde habian dejado el huevo. Cuando estuvieron en lo acto de la orilla, como no lo encontraron, se pusieron a correr de un lado para otro, yendo la una hacia la otra con las antenas en movimiento y, al parecer, completamente desorientadas.
En este momento surgieron en la desembocadura del valle las otras hormigas con el segundo huevo. Las primeras, al verlas, se precipitaron hacia ellas y, creyendo probablemente que estas les habian arrebatado su presa, intentaron recuperarla.

Empezaron a luchar: erguidas sobre las cuatro patas traseras, las hormigas levantaban las dos de delante y procuraban plantar sus mandibulas en el cuello del adversario. En el ardor del combate una de las parejas se acerco demasiado a la orilla y se desplomo en la vaguada. Durante la caida uno de los insectos se encontro encima del otro y aprovecho esta circunstancia para cortarle casi la cabeza a su adversario de un bocado.
Libre, corrio en auxilio de su companero, ya muy cansado por la lucha. Entre los dos acabaron pronto con su enemigo y empujaron el huevo hacia la vaguada. Los exploradores habian seguido la lucha con gran interes, pero no podian decir cual de las parejas habia vencido, ya que era absolutamente imposible distinguir aquellos insectos los unos de los otros.
Las hormigas vencedoras se detuvieron al borde de la vaguada, luego dejaron rodar el huevo al fondo y se pusieron a empujarlo vaguada arriba.
En varios sitios, alli donde la pendiente opuesta les parecia menos abrupta, se detenian e intentaban izar el huevo. Pero no tenian las garras suficientemente duras para clavarlas en la cascara, de manera que el huevo se les escapaba y volvia hacia atras.
Llegadas al sitio donde estaba hecho el camino en la orilla de la vaguada, las hormigas lo advirtieron y,