Cuando volvieron los ultimos grupos de insectos y la calma se establecio en el hormiguero, los exploradores se prepararon a cumplir su plan. En la jornada habian triturado todo el azufre entre dos piedras planas. Llenaron con el sus macutos y, llevando los platos de cascara de huevo; se dirigieron todos hacia el hormiguero, donde cada uno de ellos debia colocar una porcion de azufre delante de una de las entradas principales de manera que el gas penetrase en el interior. Despues de prender fuego al azufre, habia que cegar las salidas con troncos quitados de los muros y luego, por las cornisas exteriores, llegar hasta los orificios mas proximos y colocar en ellos platos de azufre para intoxicar toda la parte inferior del hormiguero e impedir que los insectos se salvasen por arriba. A fin de que el azufre no se consumiera con excesiva rapidez en los tazones ni incendiara los troncos secos del edificio, habia sido ligeramente humedecido.

El plan fue realizado punto por punto y solo en las entradas principales orientadas hacia el Sur y hacia el Oeste tropezaron inopinadamente Maksheiev y Gromeko con centinelas. Por suerte, las hormigas estaban adormiladas y las degollaron antes de que pudieran dar la alarma.

Los viajeros prendieron fuego al azufre y se apartaron con las escopetas preparadas para disparar contra las hormigas que quisieran escaparse. Al cabo de un cuarto de hora, en algunos orificios de los pisos mas altos, donde no habian colocado azufre, aparecieron hormigas tirando de unos grandes paquetes blancos que debian ser las larvas.

Corrian con ellos por la superficie del hormiguero descendiendo; pero, antes de llegar al suelo, caian asfixiadas por las emanaciones del azufre que ardia junto a las entradas de abajo.

Solo algunas lograron llegar hasta el suelo y se pusieron a apartar los troncos que cegaban tina de las entradas principales, calculando sin duda que asi salvarian a sus companeras que se ahogaban en el fondo. Pero estos salvadores inoportunos fueron abatidos de unos cuantos disparos. No aparecio ningun otro insecto. Habia perecido toda la poblacion del hormiguero, sorprendida (?tirante el sueno.

Cuando se hubo consumido el azufre y de todos los orificios salio un humo ligero y azulenco, prueba de que el hormiguero estaba lleno de gas, Papochkin hizo una pregunta, muy natural. pero que hasta entonces no se le habia ocurrido a nadie.

— ?Y como entrarnos nosotros ahora ahi dentro? Porque los gases han hecho inaccesible el hormiguero tambien para nosotros por mucho tiempo.

— Vamos a desatascar los orificios inferiores para intensificar la entrada del aire y luego tendremos que esperar quiza unos dias a que los gases vayan evaporandose — contesto Kashtanov.

— Es un aburrimiento aguardar tanto tiempo sin hacer nada — observo Maksheiev-. ?No seria posible acelerar la ventilacion de alguna manera?

— ?Con que? Encender hogueras no es posible por miedo a un incendio y no tenemos a nuestro alcance ningun dispositivo.

— Si lograsemos matar a un iguanodon o un pterodactilo grande — declaro el ingeniero —, yo fabricaria un fuelle con la piel.

— ?Es una idea! Pero, ?con que vamos a hacer los tubos para llevar el aire al interior del hormiguero?

— ?No servirian las colas de caballo? — sugirio Gromeko-. Los troncos son huecos y no habria mas que perforar las paredes que separan las diferentes partes para hacer con ellos unos buenos tubos largos. Luego se los podria unir los unos a los otros.

— La necesidad agudiza el ingenio — aprobo Papochkin-. Cada dia me convenzo mas de que, igual que Robinson, sabremos salir de todas las dificultades que nos depare el destino.

Incluso mejor que Robinson — observo Kashtanov —, porque el estaba solo, mientras nosotros somos cuatro y, ademas, cada cual especializado en una rama distinta. Seria una verguenza que, juntos, no lograsemos salir de cualquier situacion dificil.

— ?Bueno, pues manos a la obra! — exclamo Maksheiev-. Dos de nosotros iran de caza con General mientras los otros dos preparan los tubos. La materia prima esta bien cerca, puesto que casi todo el hormiguero se compone de troncos secos de colas de caballo.

Papochkin y Gromeko volvieron hacia el campamento, desataron a General y despues de haber trasladado mas cerca del hormiguero la impedimenta que quedaba, se encaminaron hacia el Este siguiendo el lindero del bosque.

En cuanto a Maksheiev y Kashtanov, se dirigieron hacia el hormiguero, pero a unos veinte pasos de el, el acre olor del gas sulfuroso les produjo un acceso de tos y comprendieron que era imposible acercarse mas.

— Habra que aguardar todavia.

— Mientras tanto, vamos a buscar masilla para los tubos — propuso el ingeniero-. Despues que ha pasado el impetuoso torrente provocado por la erupcion del volcan, en el lecho del arroyo ha quedado mucho lodo blanquecino y pegajoso. Hay que traer cierta cantidad antes de que se seque.

Agarraron los macutos vacios, descendieron al valle y, en unos cuantos viajes, trajeron un monton de barro que iba a servir perfectamente para lo que querian. Recubrieron el monton con los macutos y la ropa superflua a fin de protegerlo de los ardientes rayos de Pluton.

Luego se pusieron a rajar los troncos de colas de caballo utilizando sus cuchillos, unas cunas y una piedra grande que les servia de martillo, para destruir las paredes que separaban las distintas secciones, despues de lo cual volvian a pegar con barro las dos mitades del tronco y ataban en varios sitios por medio de juncos flexibles el tubo asi obtenido.

De esta suerte fabricaron en unas horas una docena de tubos de unos seis metros de largo cada uno. Como los troncos eran bastante mas delgados por arriba, no costaba trabajo unirlos introduciendo el extremo fino de un tubo, profusamente untado de barro, en el extremo ancho del siguiente.

Concluian este trabajo cuando volvieren los cazadores con una piel de iguanodon.

Maksheiev fabrico con los troncos mas finos el armazon del fuelle que, una vez terminado, se coloco delante de una de las entradas principales del hormiguero. Por esa entrada fueron introduciendo los tubos preparados, uno tras otro, por el extremo fino y empalmandolos por el lado mas ancho. Poco a poco, los doce tubos desaparecieron en el interior de la galeria, de donde el gas escapaba aun en abundancia, obligando a los viajeros a interrumpir el trabajo para ir a respirar aire puro. El extremo ancho del ultimo tubo fue adaptado y fijado solidamente al fuelle: el ventilador improvisado estaba listo.

Despues de la cena empezaron inmediatamente a airear el hormiguero, trabajando por turno para que tres durmiesen mientras el cuarto hacia funcionar el fuelle.

Pronto comenzo a surtir efecto la ventilacion: se acelero la salida del gas por todos los orificios. Una tormenta que estallo de improviso, casi sin lluvia pero con mucho viento, les presto una ayuda inesperada. Las rafagas penetraban por los orificios del hormiguero, expulsando el gas de los pisos superiores.

A la manana siguiente, los viajeros fueron a visitar el hormiguero provistos de antorchas que Gromeko fabrico con el tronco seco de una conifera muy resinosa. La galeria por donde habian penetrado los tubos del ventilador descendia suavemente. Tenia mas de dos metros de anchura, pero solo metro y medio de alto, de manera que los hombres debian andar inclinados. Cerca de la entrada tropezaron ya con cadaveres de hormigas, asfixiadas por el gas en su huida. Cuanto mas se avanzaba mayor era su numero; pasada la extremidad de los tubos, tuvieron ya que abrirse paso apartando los cadaveres.

La galeria terminaba en una vasta camara central, donde convergian, igual que radios, las galerias de las tres entradas principales restantes. Esta camara, excavada en el suelo a una profundidad de cuatro metros, tenia una cupula conica de troncos de colas de caballo, dispuestos muy ingeniosamente en radios como las vigas del techo de un circo. Entre las desembocaduras de las cuatro galerias principales se abrian en los muros de la camara otras cuatro galerias, tambien radiales, pero inclinadas del centro hacia la periferia y cavadas enteramente en el suelo, que era de arena marina muy compacta alternada con capas de piedrecillas. En la camara habia verdaderos montones de cadaveres de hormigas, asi como de larvas y ninfas que habian intentado salvar. Los exploradores tuvieron que trepar por encima de ellos.

Entraron al azar en una de las galerias subterraneas, tan baja como las de arriba, cuyo suelo estaba cubierto de cadaveres. Para no avanzar casi a rastras, los viajeros tuvieron que apilar los cadaveres a lo largo de las paredes, dejando un camino en el centro. A setenta pasos de la sala central esta galeria terminaba en un pasillo circular de dos metros de alto, donde se podia andar de pie. El pasillo daba la vuelta al hormiguero y era su parte principal, ya que, a derecha e izquierda, habia celdas de tamano y destino diferentes: unas contenian las larvas blancas, acostadas en filas, semejantes a cadaveres de ninos envueltos en sudarios; otras estaban llenas de ninfas muertas, aisladas o en montones: unos gruesos gusanos blancos que parecian trozos de rollizos; en

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