— Delante de nosotros debe haber un mar libre, por que escucho la resaca.

Los remeros se inmovilizaron para escuchar tambien: en efecto, del Oeste llegaba un rumor confuso.

— Pues vamos a darnos prisa. Donde hay resaca encontraremos tambien un sitio adecuado para acampar y combustible para el fuego.

— Pero antes debemos llenar de agua los bidones, puesto que aqui es potable. De lo contrario, tendremos que buscar otra vez algun arroyo — observo Gromeko.

Siguiendo este sabio consejo, los viajeros llenaron de agua todos los recipientes vacios, luego empunaron animosamente los remos y, a la media hora, desembocaban del laberinto de islas a una vasta superficie de agua. Las orillas se separaban y, al Oeste, el mar iba a perderse en el horizonte. En la orilla meridional volvio a aparecer la ancha playa desnuda en la que montaron la tienda.

Este segundo mar, unido al primero por un angosto y largo estrecho con islas y bajios, era identico al anterior.

En la orilla septentrional no se veia mas que la franja verde del bosque, mientras en la meridional, detras de la vegetacion, se extendian los oscuros precipicios de la meseta. Las libelulas revoloteaban sobre las aguas y los pterodactilos giraban con silbidos y gritos estridentes; de vez en cuando asomaban el cuello y la cabeza de algun plesiosaurio.

— ?No nos habremos extraviado en el laberinto de islas y estaremos otra vez en el mar de los Reptiles? — pregunto Papochkin cuando empezaron a hablar de la asombrosa semejanza de ambos mares.

— El parecido, desde luego, es muy grande. Pero no olvide usted las dunas de la orilla meridional. Si por equivocacion hubiesemos vuelto hacia el Este, porque orientarse por este Pluton, siempre en el cenit, es imposible, habriamos tenido que navegar bastante tiempo a lo largo de las dunas — dijo Kashtanov.

— Pero al Sur no se ve ningun rio que pudiesemos remontar para adentrarnos mas en esa direccion — se lamento Gromeko.

— ?Paciencia! No sea usted pusilanime. No hemos hecho mas que entrar en este mar, y ya se esta usted quejando.

Efectivamente, la paciencia de los exploradores fue puesta a prueba. A la manana, siguiente, navegaron varias horas sin que cambiase el caracter de la costa meridional: el mismo bosque ininterrumpido y, detras, los mismos precipicios de la meseta. El viaje se hacia aburrido. Los plesiosaurios, los pterodactilos y las libelulas eran ya fenomenos tan corrientes que no les hacian mas caso que a los cisnes, los cuervos o los escarabajos encontrados sobre un rio de la superficie terrestre. Unicamente los ictiosaurios rompian a veces la uniformidad y obligaban a los remeros a empunar las escopetas cuando el ancho lomo verdoso o la horrible cabeza de este espantoso carnicero surgian de pronto demasiado cerca de las embarcaciones.

Capitulo XLI

SUPERMONSTRUOS

Asi transcurrio la mitad del dia, y los viajeros empezaban ya a buscar con la mirada sobre la orilla un lugar provisto de combustible para hacer el alto de la comida. Por la manana habian pescado muchos peces y querian freirlos los ahora.

— Miren: alli delante hay unos montones de troncos en la orilla — exclamo por fin Maksheiev.

Orientaron las embarcaciones para acercarse graduralmente a la orilla y remaron con energia en prevision de un sabroso almuerzo.

Pero cuando los troncos no estuvieron mas que a un centenar de metros, Kashtanov exclamo al fijarse mejor:

— ?No son troncos, sino unos animales enormes, muertos o dormidos!

— ?Cuidado! Vamos a alejarnos de la orilla — grito Maksheiev al ver que rebullia aquel monton.

Las lanchas se detuvieron a unos doscientos pasos y los remeros contemplaron con asombro y horror la orilla, donde cuatro monstruos estaban acostados el uno junto al otro sobre la arena. Los cuerpos sobresalian en la playa a cuatro metros de altura, semejantes a largos tumulos. Por el lomo corria una cresta estrecha y aplastada, pero sin placas ni pinchos como en el estegosaurio, sino absolutamente lisa y probablemente desnuda. Sus flancos, de color de arena y con largas y estrechas franjas paralelas, les hacian parecerse de lejos a un monton de troncos apilados.

Incluso desde tan cerca era dificil creer que no se tratase de cuatro montones de troncos, sino de unos animales gigantescos de lo menos quince a diecisiete metros de largo. Pero aquellos montones se hinchaban al respirar, a veces se estremecian y agitaban las colas en el agua, levantando un ligero oleaje en su superficie unida.

— ?Que hariamos para obligarles a levantarse? — dijo Papochkin-. Habria que examinarlos detalladamente y hacer alguna fotografia.

— Mandarles unas cuantas balas explosivas no costaria nada — replico Maksheiev-, pero la cosa podia terminar mal para nosotros. Si estos monstruos se enfurecen y nos atacan, pueden engullirnos en un instante.

— Pero, ?son carniceros o herbivoros? — pregunto Gromeko-. De lo que se trata, indudablemente, es de reptiles colosales.

— No creo que sean carniceros — dijo Kashtanov-. Los carniceros no han alcanzado nunca semejantes dimensiones. Necesitarian una cantidad demasiado grande de alimento animal, y la naturaleza, en este aspecto, observa cierta economia. Recuerden ustedes que los animales mas voluminosos de los tiempos modernos — los elefantes, los rinocerontes, los hipopotamos y las ballenas no son carniceros.

— ?Entonces, se les puede dar caza! Fijense ustedes cuanta carne: se podria alimentar a un batallon entero — declaro el botanico empunando la escopeta.

— Aguarde un poco — intervino Kashtanov-. Aun suponiendo que no se trate de carniceros, no seria razonable enfurecerlos: pueden lanzarse sobre nosotros y hundir las embarcaciones como si fueran cascarones de nueces.

— ?Y si disparamos al aire o les lanzamos una perdigonada para que se muevan? — insistia Gromeko-. A estos gigantes los perdigones no iban a hacerles mas efecto que las cosquillas.

— Bueno, pero vamos a colocar primero las barcas frente a ellos, a cien metros por lo menos de la orilla. Si se trata de animales terrestres, no se adentraran tanto en el agua.

Cuando las embarcaciones estuvieron frente a los monstruos, que continuaban tranquilamente acostados, Gromeko les solto una doble perdigonada. El ruido del disparo, multiplicado por el eco del bosque o los perdigones, hicieron levantarse a los animales.

Los monstruos agitaron de una manera extrana sus largos cuellos, terminados por unas cabezas de dimensiones ridiculamente pequenas en comparacion con el cuerpo inmenso, aunque alcanzaban los setenta y cinco centimetros de largo, y luego echaron a correr pesadamente siguiendo la orilla con torpota oscilacion. Comparadas al cuerpo macizo, tenian las patas cortas y debiles.

— Creo que son brontosaurios, los reptiles herbivoros mas grandes del periodo jurasico superior, desaparecidos muy pronto de la superficie de la tierra a causa de su estructura mal equilibrada y la ausencia de organos defensivos — dijo Kashtanov.

— ?Quien podria atacar a estos colosos que miden lo menos quince o dieciocho metros de largo por cuatro de alto? — pregunto Maksheiev.

— Pues se conoce que, a pesar de esas dimensiones, los carniceros, los ceratosaurios, por ejemplo; pueden degollar facilmente a uno de estos monstruos, sin hablar ya de la destruccion de los huevos y de los pequenos.

— Al parecer, tampoco en Plutonia son numerosos — observo Papochkin.

— Hemos visto ya muchos iguanodones, pterodactilos, ictiosaurios y plesiosaurios, pero es la primera vez que encontramos animales de estos. Y como son asustadizas, Propongo acercarnos mas a la orilla para que la fotografia sea mayor.

Los reptiles huian hacia el Oeste, o sea en la misma direccion seguida por nuestros viajeros y, al cabo de

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