otras se encontraban los huevos de las hormigas, que hacian pensar en panes amarillentos. Las celdas destinadas a las futuras generaciones de hormigas estaban abiertas en la pared interior del pasillo circular, mientras en la pared exterior se encontraban los depositos de viveres: montones de juncos azucareros, hierbas y tallos tiernos, insectos diversos como libelulas, escarabajos, gusanos y orugas, enteros o despedazados, cuyo olor pestilente no podia ser dominado siquiera por el del gas sulfuroso, mucho mas sensible en aquella parte del hormiguero.

Despues de haber visitado una serie de celdas a ambos lados del corredor, los exploradores descubrieron al fin, para gran alegria suya, los efectos que les habian sido robados. Todo estaba colocado en bastante buen orden en una de las celdas exteriores: la tienda de campana, los cajones de instrumentos y de viveres, los sacos con la ropa de abrigo y la ropa interior, el hacha, la escopeta, la vajilla e incluso las muestras de mineral de hierro y de oro recogidas durante la primera excursion a las grietas de la orilla, que no habian sido guardadas aun en los sacos de las colecciones.

Sacaron la impedimenta en dos etapas: primero hasta la camara central y luego fuera del hormiguero, al aire libre, que les parecio particularmente agradable despues de haber pasado una hora bajo tierra, en una atmosfera que hacian apestosa los insectos en descomposicion y los restos de gas sulfuroso.

Despues de descansar un poco y de pasar revista a los efectos, entre los cuales la provision de tabaco causo particular alegria a los fumadores, privados de el durante toda una semana, los viajeros quisieron visitar tambien los pisos superiores del hormiguero para tener una idea exacta de su construccion.

La parte que se alzaba sobre la tierra tenia como objetivo principal defender las partes subterraneas de la intemperie y los enemigos. Las galerias de esta parte, igualmente radiales, eran estrechas y bajas y, en cada piso, convergian hacia una pequena camara central. Los pisos comunicaban por pasillos cortos y muy inclinados.

Capitulo XL

NAVEGANDO HACIA EL OESTE

Despues de la peregrinacion por el desierto negro y los aridos contornos del hormiguero, donde aquellos ultimos tiempos obtenian a duras penas un agua sucia de un agujero abierto en el lecho del arroyo desecado despues de la erupcion, los viajeros saludaron con alegria la costa. Se banaron en las aguas limpidas del mar de los Reptiles, luego desenterraron las lanchas y reanudaron el viaje.

Kashtanov, que habia reconocido aquella parte durante la excursion al volcan, no alimentaba casi ninguna esperanza en cuanto a la posibilidad de seguir el viaje hacia el Sur. Le parecia lo mas probable que al Sur del mar de los Reptiles se extendia, sobre miles y miles de kilometros, un desierto arido y sin agua en el que no podian aventurarse ni remotamente con los medios de que disponia la expedicion.

Sin embargo, era interesante y util investigar todo lo posible el extremo o la prolongacion occidentales del mar.

Navegaron a lo largo de la orilla, bordeada de enormes dunas esteriles, que los viajeros conocian suficientemente despues de la excursion al volcan. Por eso no hicieron ningun alto mientras duraron los arenales, que ocupaban en la orilla una extension de veinticinco kilometros. En aquella parte el mar era poco profundo y en algunos sitios se distinguian, a traves del agua, unos grandes bajios rojizos que tenian que contornear alejandose de la orilla. Cerca de la orilla no habia ni plesiosaurios ni ictiosaurios, que preferian las aguas mas profundas. En cambio, entre los bajios abundaban los peces pequenos, al amparo alli de los carniceros, que en otros sitios del mar los exterminaban sin piedad. En algunos lugares, el fondo del mar estaba cubierto de frondosas y variadas algas que proporcionaban al botanico y al zoologo un abundante botin. El zoologo se interesaba sobre todo por los erizos y las estrellas de mar y los moluscos, braquiopodos, gastropodos y lamelibranquios que pululaban en las matas submarinas.

Por fin terminaron los arenales de la orilla, dando paso a una estrecha franja de colas de caballo, helechos y palmeras. Nuestros investigadores hicieron alli alto para la comida y luego reanudaron la travesia. Los bajios se multiplicaban y surgieron incluso islas anegadizas, cubiertas de pequenas colas de caballo y de juncos. Las dunas continuaban retrocediendo y sus crestas rojizas desaparecian ya casi detras del bosque de la orilla. Las islas eran cada vez mas numerosas y el mar recordaba ahora un ancho y apacible rio dividido en varios brazos. Incluso el agua no era ya apenas salada.

— Se conoce que desde el Oeste desemboca en el mar un gran rio y hemos entrado ya en su estuario — observo Kashtanov.

— En efecto, no hay resaca ya por aqui; de modo que tampoco hay playa, tan comoda para montar la tienda — dijo Maksheiev.

— Tendremos que dormir en la espesura, entre nubes de insectos — lamentose Papochkin.

Efectivamente, los insectos habian aparecido en abundancia. Sobre el agua y la vegetacion de las islas revoloteaban las libelulas multicolores, perseguidas a veces por pequenos pterodactilos. Entre las colas de caballo y los juncos zumbaban unos mosquitos gigantescos, emitiendo un ruido que se escuchaba a varios metros. Por los tallos trepaban enormes escarabajos, negros, rojos y bronceados, que a veces caian sal agua, donde se debatian tratando de aferrarse a las hojas pendientes.

Los viajeros navegaron todavia unas horas entre la costa baja meridional, erizada de un bosque inextricable y un laberinto de pequenas islas que tampoco ofrecian un sitio adecuado para acampar.

No quedaba mas remedio que descansar un poco en las propias lanchas amarradas a la orilla y tomar un bocado en frio, ya que carecian enteramente de combustible.

A todos abatia la perspectiva de la lucha interminable a sostener con los mosquitos.

Un pequeno incidente reanimo a los viajeros. Navegaban muy cerca de la vegetacion de un islote, que inspeccionaban atentamente con la esperanza de encontrar algun tronco seco entre el verdor interminable de las colas de caballo y los pequenos helechos.

— ?Que bien! — exclamo de pronto Gromeko cuando, despues de doblar un cabo, descubrieron un nuevo trozo de la orilla-. Miren que hermoso tronco, asoma sobre el rio, como si lo hubieran preparado para nosotros.

Era cierto. Un grueso tronco de color verde pardusco sobresalia mas de los metros por encima de la espesura: sin duda, el tronco de una gran cola de caballo derribada durante la tormenta. Los hombres remaron con energia y dirigieron las embarcaciones hacia el borde de la vegetacion.

Maksheiev estaba de pie en la proa con un bichero y Gromeko con una cuerda para lanzarla al tronco y tirar de el hacia la barca. En efecto, arrojo habilmente la cuerda, a la que habia fijado un peso, y que fue a enrollarse varias veces en torno al tronco. Pero el tronco describio entonces una elegante curva y desaparecio en la espesura con la cuerda que, de la sorpresa, habia soltado el botanico. Las colas de caballo y los helechos crujian y se agitaban lo mismo que si un cuerpo voluminoso pasara por entre ellos.

— ?Valiente tronco! — exclamo riendo Maksheiev, que habia tenido tiempo de distinguir la pequena cabeza que remataba un largo cuello. Gromeko queria agarrar un reptil con lazo. ?Por que ha soltada la cuerda? Habia

que tirar de la presa hasta la barca.

— ?Era un cuello de reptil lo que le ha parecido a usted un tronco? ?Ja, ja, ja! — gritaron riendo Papochkin y Kashtanov.

— Como estaba completamente quieto y el cuerpo oculto en la espesura… — trataba de justificarse el botanico confuso.

Los demas seguian riendo a carcajadas.

— No debian ustedes reirse de mi — acabo enfadandose Gromeko-. Puedo recordarles que tambien ustedes han sufrido confusiones semejantes. Ha habido quien ha confundido a los mamuts con colinas basalticas y quien ha cabalgado a un gliptodonte, al que habia tomado por una roca y al que se disponia incluso a taladrar con un escoplo.

Estos recuerdos aumentaron la alegria general y, finalmente, tambien Gromeko se echo a reir.

Habian olvidado el cansancio, los mosquitos y la falta de combustible y evocaban todos a la vez las curiosas aventuras vividas durante su viaje.

Cuando se aplacaron las risas, Maksheiev presto oido tu dijo:

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