toda la tribu se instalaba a dormir en torno a la hoguera y reunia de buen grado lena para alimentarla. Sin embargo, nadie se atrevio a encender una hoguera por su cuenta ni los prisioneros les sugirieron la idea porque querian seguir siendo los unicos duenos del fuego y no reducir su prestigio a ojos de la tribu. Preveian que, con el tiempo, en caso de que tardasen en recobrar su libertad, la situacion se agravaria.

Los prisioneros contaban con creciente angustia los dias del otono, preguntandose si sus companeros volverian pronto del Sur y lograrian liberarlo. El invierno avanzaba desde el Norte y una proxima migracion debia alejarles mas todavia de la colina situada al borde de los hielos. Por eso, es facil imaginar la alegria que les causaron los disparos anunciandoles la proximidad de la liberacion.

Capitulo LV

OTRA VEZ EN LA YURTA

Los viajeros regresaron a la colina del borde de los hielos en la ultima semana de diciembre y decidieron descansar un poca, celebrando el ano Nuevo, el buen exito de la expedicion hacia el Sur y la liberacion de los prisioneros. Las reservas de viveres y de lena eran suficientes y, de momento, no hacia falta salir al bosque ni a la tundra. Para montar la yurta, los viajeros alisaron una pequena superficie. Luego abrieron en la nieve, que tenia mas de un metro de altura, una trinchera que llevaba al deposito, a la galeria de los perros y al puesto meteorologico. Concluidos estos trabajos, pudieron entregarse al descanso. La yurta, donde ardia una pequena hoguera, estaba tibia y acogedora. Los seis hombres invertian el tiempo que les dejaban libre las comidas, los paseos y el sueno en charlar y referirse sus aventuras y los recuerdos de los diversos episodios de su viaje al Sur o de su vida entre la tribu.

Katu, testigo mudo de estas conversaciones, se penetraba de mayor respeto por los hechiceros blancos, que disponian de tantos objetos extranos. La herida iba curandosele, y empezaba a andar un poco. Muchas veces se la encontraban acurrucada cerca de la yurta con la mirada fija en el Sur, donde negreaba la franja de los bosques en el horizonte. Se conoce que sentia nostalgia de su tribu.

Igolkin trataba de persuadir a Katu de que se quedase con ellos y luego les acompanara a traves de los hielos hacia un pais calido, donde veria todas las maravillas creadas por los hombres blancos. Pero la muchacha sacudia la cabeza con obstinacion, repitiendo:

— Yo bosque, choza madre, carne, carne sangrante, caza, alegria…

De todas formas, los viajeros esperaban que acabaria acostumbrandose a ellos y consintiendo marcharse. ?Que triunfo para la expedicion si volvia con un ejemplar de ser primitivo!

Cuando llegaron los grandes frios, Katu empezo a tiritar, pero rechazo la ropa que le ofrecieron. Al salir de la yurta tibia solo se envolvia en su manta. No participaba para nada en las labores domesticas como limpieza de la yurta, fregado de los cacharros, reparacion de la trinchera abierta en la nieve o alimento del fuego. Preguntaba a Igolkin cuantas mujeres tenia y si iban a la caza, si la tribu a la que pertenecian los hechiceros blancos era numerosa, y sacudia la cabeza, incredula, al escuchar los relatos acerca de la vida de los europeos, de las ciudades, los mares, los barcos, etc. Entre las comidas y el sueno su unica ocupacion era hacer mangos para jabalinas y tallar toscas figurillas de mamuts, rinocerontes, osos y tigres en trozos de madera de sauce. Habiase fabricado toda una coleccion de idolos de ese genero; a los que veneraba y siempre estaba pidiendole a Igolkin sangre de algun animal para untarlos. Pero como los viajeros no salian de caza y en la tundra no se veian animales ni aves, era imposible satisfacer su deseo.

En enero, los exploradores empezaron a hacer pequenas excursiones en los trineos para que los perros, que se hallaban de nuevo domesticados y habitaban la galeria abierta en la colina, menos General, destinado a guardar la yurta, recobrasen la costumbre de ir enganchados. Cuando los animales estuvieron otra vez acostumbrados al tiro, se emprendieron excursiones mas largas por la tundra, hasta el borde de los bosques, en busca de lena, cuya reserva tocaba a su fin. Cinco hombres salian a estas excursiones en los tres trineos, turnandose para que uno quedara en la yurta al cuidado de Katu.

Una vez, a fines de enero, le toco a Papochkin quedarse en la yurta. Katu seguia siempre con mirada atenta a los que se marchaban hacia los bosques y aguardaba con impaciencia su regreso, esperando que matarian algun animal y le traerian la carne cruda que tanto echaba de menos. Pero sus esperanzas eran siempre defraudadas porque no habia caza de ningun genero.

Conque aquel dia, despues de que se fueron sus companeros, Papochkin se paso un par de horas en la yurta junto a la hoguera y se quedo traspuesto de aburrimiento. Debio dormir bastante tiempo. Cuando se desperto, Katu no estaba en la yurta. Salio corriendo afuera y vio a lo lejos, hacia el Sur, un punto negro que se alejaba rapidamente en medio de la llanura nivea. La prisionera se habia apoderado de los esquis de Papochkin, que sabia ya manejar, y hubiera sido inutil perseguirla a pie por la nieve profunda. Se habia llevado tambien su manta, un pernil empezado que colgaba en la yurta, un cuchillo grande y una caja de cerillas, que ya sabia manejar.

A1 regresar los demas se enteraron de la fuga de Katu, que les contrario mucho. Papochkin hubo de escuchar bastantes noches por su negligencia. Pero no se podia ni pensar en perseguir a la fugitiva: habia tenido tiempo de alejarse considerablemente y hubiera hecho falta lanzar toda una expedicion tras ella, corriendo el riesgo, sin embargo, de no darle alcance. Katu no llevaba ninguna impedimenta y estaba acostumbrada a recorrer hasta cien kilometros en una jornada durante las cacerias. Una expedicion de trineos apenas podia recorrer la mitad. Y no tenia ningun sentido ir a reconquistar a la muchacha por la fuerza a la tribu.

Felizmente habian hecho varias fotografias de Katu antes de su fuga (de frente, de perfil y de espaldas), habian tomado sus medidas conforme a las reglas mas rigurosas de la antropologia y habian hecho un molde de yeso de su rostro, sus manos y sus pies.

Hasta fines de marzo o principios de abril no se podia emprender el camino de regreso por los hielos para encontrar arriba dias suficientemente largos y llegar a principios del verano a la orilla meridional de 1a Tierra de Nansen. Quedaban pues casi dos meses hasta el momento de la partida. Los viajeros quisieron aprovecharlos para entrenarse y entrenar a los perros a marchas mas prolongadas con los trineos. En los ultimos dias habian descubierto en el lindero del bosque huellas de renos, de toros almizcleros y de lobos. O sea que, alejandose una o dos jornadas de la yurta, podian encontrar caza. Tanto los hombres como los perros tenian gran necesidad de carne fresca: estaban cansados de comer cecina y, ademas, sus reservas habian disminuido considerablemente gracias a la voracidad de Katu. Habia que guardar parte de la cecina para el camino y, hasta el momento de la marcha, cazar para alimentarse. A estas excursiones partian por turno tres hombres con dos trineos y la tienda de campana, mientras los otros tres y una trailla quedaban en la yurta, descansando de la expedicion precedente.

Capitulo LVI

A TRAVES DE LOS HIELOS

A fines de marzo, los exploradores decidieron ponerse en camino hacia los hielos. Dejaron intacto el puesto meteorologico y, dentro, asi como en el deposito de la calina, un cajoncillo soldado con unos breves datos acerca de la expedicion que habia descubierto Plutonia y los principales resultados del viaje al Sur. Para que los hombres primitivos, cuyo regreso era de esperar en cuanto llegase el verano, no se llevaran los cajoncillos ni desvalijaran el puesto, colocaron en una repisa de esto ultimo parte de los idolos de madera tallados por Katu, dejando ademas en el suelo del puesto, como sacrificio, un monton de huesos, latas de conservas vacias y otras cosas por el estilo. La idea se debia a Igolkin, que habia llegado a conocer a los salvajes mejor que el erudito Borovoi.

Los trineos, con una considerable carga compuesta por las colecciones, los viveres y la impedimenta de la expedicion, se dirigieron a traves de la tundra nivea hacia el barde de los hielos.

La travesia de la Tierra de Nansen duro todo un mes. El paso de la barrera de hielos, la larga ascension a la cordillera Russki y el descenso por el glaciar, los vientos pertinaces que soplaban del Sur, la gran carga de los trineos y el numero insuficiente de perros frenaban la marcha y exigian la tension de todas las fuerzas. Las

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