por la ventana. Debia de saber donde escondia la llave Freddy Sykes.
Se planteo las distintas opciones. Tenia dos.
Una era simplemente marcharse de alli.
Jack Lawson estaba en el maletero. Wu tenia un vehiculo. Podia irse, robar otro coche, emprender el viaje, instalarse en otro sitio.
Un problema: las huellas de Wu estaban en la casa, junto con Freddy Sykes gravemente herido, tal vez muerto. La mujer en camison, si era ella, tambien podria identificarlo. Wu acababa de salir de la carcel y estaba en libertad condicional. La fiscalia sospechaba que habia cometido crimenes atroces, pero no pudo demostrarlo. Asi que llegaron a un acuerdo a cambio de su testimonio. Wu habia estado en un centro penitenciario de maxima seguridad de Walden, Nueva York. En comparacion con lo que habia vivido en su pais, la carcel parecia un hotel de cinco estrellas.
Pero eso no significaba que quisiera volver.
No, la primera opcion no le convenia. Asi que solo le quedaba la segunda.
Wu abrio la puerta y entro sigilosamente.
Ya en la limusina, Grace y Carl Vespa permanecieron en silencio.
A Grace la asaltaba una y otra vez el recuerdo de la ultima vez que vio la cara de Jimmy X: quince anos atras, en el hospital. Lo habian obligado a ir a verla -una sesion fotografica organizada por su representante para la prensa-, pero ni siquiera pudo mirarla, y menos hablar. Simplemente se quedo junto a su cama, con un ramo de flores en la mano y la cabeza gacha como un nino a la espera de que lo rinera la maestra. Ella no pronuncio palabra. Al final, le dio las flores y se marcho.
Jimmy X dejo la musica y desaparecio. Corrio el rumor de que se fue a vivir a una isla privada cerca de Fiji. Ahora, quince anos despues, alli estaba, en Nueva Jersey, tocando la bateria para un grupo de rock cristiano.
Cuando llegaron a su calle, Vespa dijo:
– Las cosas no han ido a mejor, ?sabes?
Grace miro por la ventana.
– Jimmy X no disparo.
– Lo se.
– Entonces, ?que quieres de el?
– Nunca ha pedido perdon.
– ?Y eso bastaria?
Vespa, tras pensar por un momento, contesto:
– Hubo un chico que sobrevivio. David Reed. ?Te acuerdas de el?
– Si.
– Estaba al lado de Ryan. Uno junto al otro. Pero cuando empezo la desbandada, alguien levanto a ese chico y lo subio al escenario.
– Lo se.
– ?Te acuerdas de lo que dijeron sus padres?
Grace se acordaba pero no dijo nada.
– Que Jesus habia cogido en brazos a su hijo. Que fue la voluntad de Dios. -La voz de Vespa no habia cambiado, pero Grace percibio la rabia oculta con la intensidad de un alto horno-. ?Te das cuenta? Los senores Reed rezaban y Dios los recompenso. Fue un milagro, dijeron. Dios velo por su hijo, repitieron una y otra vez. Como si Dios no hubiera querido ni pretendido salvar al mio.
Callaron. Grace quiso decirle que ese dia murieron muchas personas buenas, muchas personas con padres buenos que rezaban, que Dios no discriminaba. Pero Vespa eso ya lo sabia. No le proporcionaria el menor consuelo.
Cuando se detuvieron en el camino de entrada, anochecia. Grace vio las siluetas de Cora y los ninos por la ventana de la cocina.
– Quiero ayudarte a encontrar a tu marido -dijo Vespa.
– Ni siquiera se que puedes hacer.
– Te sorprenderia -contesto el-. Ya tienes mi numero de telefono. Cualquier cosa que necesites, llamame. Sea la hora que sea, da igual. Puedes contar conmigo.
Cram abrio la puerta. Vespa la acompano hasta la entrada.
– Me mantendre en contacto -dijo el.
– Gracias.
– Tambien ordenare a Cram que vigile tu casa.
Grace miro a Cram. Este esbozo una especie de sonrisa.
– No hace falta.
– Hazlo por mi -rogo el.
– No, de verdad, no quiero. Por favor.
Vespa penso en ello.
– ?Si cambias de idea…?
– Te lo dire.
Vespa se volvio para irse. Grace lo miro mientras regresaba al coche y se pregunto si hacia bien en tratar con el diablo. Cram abrio la puerta. La limusina parecio engullir a Vespa por entero. Cram saludo a Grace con la cabeza. Grace no se movio. Consideraba que tenia bastante buen criterio para juzgar a las personas, pero Carl Vespa la habia hecho cambiar de parecer. Nunca vio ni intuyo la menor maldad en el. Pero sabia que estaba alli.
La maldad -la verdadera maldad- era asi.
Cora puso agua a hervir para la pasta. Echo un tarro de salsa de tomate Prego en una cazuela y luego se inclino junto a Grace para hablarle al oido.
– Voy a bajar el correo por si ha llegado alguna respuesta -susurro Cora.
Grace asintio. Estaba ayudando a Emma con las tareas y haciendo un esfuerzo sobrehumano para mostrarse interesada. Su hija llevaba un jersey de baloncesto de los Jason Kidd Nets. Decia que se llamaba Bob. Queria ser jockey. Grace no sabia que pensar al respecto, pero suponia que era mejor que comprar revistas de adolescentes y suspirar por grupos musicales de chicos inofensivos.
La senora Lamb, la maestra joven pero cada dia mas envejecida de Emma, les estaba ensenando las tablas de multiplicar. Iban por la del seis. Grace la repasaba con Emma. Cuando llegaron a seis por siete, Emma hizo una larga pausa.
– Deberias sabertela de memoria -dijo Grace.
– ?Por que? Puedo calcularla sola.
– No se trata de eso. Tienes que aprendertela de memoria para luego poder multiplicar numeros de varias cifras.
– La senora Lamb no ha dicho que tengamos que aprenderlas de memoria.
– Pues deberias.
– Pero la senora Lamb…
– Seis por siete.
Y asi siguieron.
Max tenia que encontrar un objeto para poner en la «Caja Secreta». Habia que poner algo en la caja -en este caso, un disco de hockey- e inventar tres pistas para que los companeros del parvulario adivinaran que era. Primera pista: el objeto era negro. Segunda pista: se usaba en un deporte. Tercera pista: hielo. Suficiente.
Al volver del ordenador, Cora movio la cabeza en un gesto de negacion. Todavia nada. Cogio una botella de Lindemans, un chardonnay decente pero barato de procedencia australiana, y la descorcho. Grace llevo a los ninos a la cama.
– ?Donde esta papa? -pregunto Max.
Emma, haciendose eco del sentimiento expresado por su hermano, comento:
– Ya he escrito la estrofa del hockey para mi poema.
Grace respondio con una vaguedad, algo sobre una urgencia en el trabajo. Los ninos la miraron con
