actual, queria que te enteraras y por eso te envio la foto. Y que se lio todo cuando Jack se dio cuenta de que lo habias descubierto.
– ?Y por eso se marcho?
– Exacto.
– Eso no tiene sentido, Cora.
– ?Tienes una teoria mejor?
– Estoy en ello.
– Menos mal -dijo Cora-, porque a mi tampoco me convence. Solo hablo por hablar. La regla es la siguiente: los hombres son todos unos cerdos. Sin embargo, siempre he creido que Jack era la excepcion que confirmaba la regla.
– Te quiero, lo sabes.
Cora asintio.
– Todo el mundo me quiere.
Grace oyo un ruido y miro por la ventana. Una limusina negra y reluciente se detuvo en el camino de entrada con la suavidad de una corista de la Motown. El chofer, un hombre con cara de rata y la complexion de un galgo, se apresuro a abrir la puerta trasera.
Habia llegado Carl Vespa.
Pese a su supuesta vocacion, Carl Vespa no se vestia de terciopelo al estilo de la familia Soprano, ni con trajes tan relucientes como si llevasen encima una capa de sellador. Preferia los pantalones caquis, los abrigos deportivos de Joseph Abboud y mocasines sin calcetines. Contaba unos sesenta y cinco anos pero parecia diez anos mas joven. El pelo le rozaba los hombros, y era de un tono rubio canoso. Tenia el rostro tostado por el sol, de una suavidad cerea en la que parecia adivinarse el uso de algun cosmetico inyectable, como el Botox. Tan notable era la intervencion del dentista en su boca que daba la impresion de que sus incisivos hubiesen tomado hormonas del crecimiento.
Con un gesto, dio una orden al conductor con aspecto de galgo y se acerco a la casa solo. Grace abrio la puerta para recibirlo. Carl Vespa le dedico una radiante sonrisa. Grace se la devolvio, alegrandose de verlo. El la saludo con un beso en la mejilla. No cruzaron una sola palabra. No hacia falta. El le cogio las dos manos y la miro. Ella vio que se le humedecian los ojos.
Max aparecio a la derecha de su madre. Vespa le solto las manos y retrocedio un paso.
– Max -dijo Grace-, este es el senor Vespa.
– Hola, Max.
– ?Ese coche es tuyo?
– Si.
Max miro el coche y luego a Vespa.
– ?Tiene una tele?
– Si.
– ?Que guay!
Cora se aclaro la garganta.
– Ah, y esta es mi amiga Cora.
– Encantado -saludo Vespa.
Cora miro el coche y luego a Vespa.
– ?Eres soltero?
– Si.
– ?Que guay!
Grace repitio las instrucciones a Cora por sexta vez. Cora fingio escuchar. Grace le dio veinte dolares para que pidieran unas pizzas y ese pan con queso que a Max le gustaba tanto ultimamente.
A Emma la llevaria a casa la madre de una companera de clase al cabo de una hora.
Grace y Vespa se dirigieron a la limusina. El chofer con cara de rata ya tenia la puerta abierta y estaba esperando.
– Te presento a Cram -dijo Vespa, y senalo al conductor. Cuando Cram le estrecho la mano, Grace tuvo que contener un grito.
– Encantado -dijo Cram. Su sonrisa sugeria imagenes de un documental de Discovery Channel sobre depredadores marinos. Grace entro en el coche y Carl Vespa la siguio.
Habia vasos de Waterford y una licorera a juego medio llena de un liquido de color caramelo y aspecto caro. Tenia, efectivamente, un aparato de television. Encima del asiento de Grace estaban el DVD, un compact disc de carga multiple, los mandos del climatizador y botones suficientes para confundir a un piloto de aviacion. Todo ello -los vasos, la licorera, la electronica- resultaba excesivo, pero tal vez eso era lo que se esperaba en una limusina.
– ?Adonde vamos? -pregunto Grace.
– Es un poco dificil de explicar. -Estaban sentados uno al lado del otro con la vista al frente-. Preferiria ensenartelo, si no te importa.
Carl Vespa habia sido el primer padre afligido que aparecio junto a su cama del hospital. Cuando Grace salio del coma, la primera cara que vio fue la suya. No tenia ni idea de quien era, de donde estaba, ni de que dia era. Mas de una semana se habia borrado de su banco de memoria. Carl Vespa se paso dias y dias sentado en la habitacion del hospital, durmiendo en la silla a su lado. Se aseguro de que tuviera una buena vista, musica relajante, suficiente medicacion para el dolor, enfermeras privadas. Se aseguro de que, en cuanto Grace pudo comer, el personal del hospital no le diera la tipica bazofia.
El nunca le pidio que le contara los detalles de esa noche porque, la verdad, ella tampoco podia darlos. En los siguientes meses hablaron durante horas y horas. El le contaba historias, la mayoria sobre sus fracasos como padre. Habia recurrido a sus contactos para entrar en su habitacion del hospital la primera noche. Habia pagado a la empresa de seguridad -curiosamente, la empresa del hospital estaba controlada por el crimen organizado- y luego simplemente se habia sentado a su lado.
Despues otros padres lo imitaron. Era extrano. Querian estar cerca de ella. Solo eso. Asi se consolaban. Su hijo habia muerto en presencia de Grace y era como si una pequena parte de sus almas, su hijo o hija perdidos para siempre, de algun modo siguiera viviendo dentro de ella. No tenia sentido y, sin embargo, Grace creia entenderlo.
Esos padres desolados iban para hablar de sus hijos muertos, y Grace los escuchaba. Suponia que les debia al menos eso. Sabia que quizas esas relaciones no fueran sanas, pero le era imposible rechazarlas. La verdad era que Grace tampoco tenia familia. Habia disfrutado, al menos durante un tiempo, de su atencion. Ellos necesitaban una hija; ella necesitaba unos padres. No era tan sencillo -este sindrome de la proyeccion mutua-, pero Grace no sabia si podia explicarlo mejor.
La limusina avanzaba hacia el sur por la autopista de Garden State. Cram encendio la radio. Por los altavoces se oyo musica clasica, al parecer un concierto de violin.
– Ya sabes, claro, que se acerca el aniversario.
– Si -contesto ella, aunque habia hecho todo lo posible para pasarlo por alto. Habian transcurrido quince anos desde aquella terrible noche en el Boston Garden. Los periodicos habian publicado los tipicos articulos de conmemoracion titulados «?Donde estan ahora?». Los padres y los supervivientes lo vivian de manera distinta. La mayoria participaba porque lo veia como una forma de mantener vivo el recuerdo de lo sucedido. Se publicaron articulos desgarradores sobre los Garrison, los Reed y los Weider. El guardia de seguridad, Gordon MacKenzie, a quien se atribuia el merito de haber salvado muchas vidas porque abrio las salidas de emergencia cerradas con llave, en la actualidad era capitan de policia en Brookline, un barrio residencial de Boston. Hasta Carl Vespa habia permitido que lo fotografiaran con su mujer, Sharon, los dos sentados en su jardin, todavia con el mismo aspecto que si los hubiesen vaciado por dentro.
Grace habia seguido el camino contrario. Con su carrera artistica en pleno auge, no queria dejar siquiera entrever que se aprovechaba de la tragedia. Habia resultado herida, y nada mas, y pretender otra cosa le habria recordado a esos actores acabados que de pronto salian de no se sabia donde para derramar lagrimas de cocodrilo cuando moria una estrella a la que detestaban. No queria saber nada. La atencion debia centrarse en los muertos y en quienes estos dejaron atras.
– Ha solicitado otra vez la libertad condicional -dijo Vespa-. Me refiero a Wade Larue.
