La noche anterior habia sido larga para Wu. No habia previsto intromisiones, y si bien el hombre corpulento - segun el billetero se llamaba Rocky Conwell- no habia representado ninguna amenaza, Wu ahora tenia que deshacerse del cadaver y de otro coche. Eso significaba volver a Central Valley, en Nueva York.

Lo primero era lo primero. Metio a Rocky Conwell en el maletero de su Toyota Celica. A Jack Lawson, a quien habia dejado antes en el maletero del Honda Accord, lo paso al del Ford Windstar. Tras esconder los cuerpos, Wu cambio las placas de las matriculas, se deshizo de los tacs y volvio a Ho-Ho-Kus al volante del Ford Windstar. Aparco el monovolumen en el garaje de Freddy Sykes. Tuvo tiempo de sobra de coger un autobus de regreso a Central Valley. Alli registro el coche de Conwell. Tras eliminar toda posible sena de identidad, lo llevo al aparcamiento suburbano de la Carretera 17. Encontro una plaza apartada cerca de la valla. Un coche aparcado alli varios dias seguidos, incluso semanas, no era nada fuera de lo normal. Al final, el olor llamaria la atencion, pero eso no ocurriria de manera inmediata.

El aparcamiento estaba a solo cinco kilometros de la casa de Sykes en Ho-Ho-Kus. Wu volvio a pie. A primera hora de la manana siguiente, se levanto y cogio el autobus de vuelta a Central Valley. Recogio el Honda Accord de Sykes. En el camino de vuelta, dio un pequeno rodeo para pasar por delante de la casa de los Lawson.

Habia un coche de la policia estacionado en el camino de entrada.

Wu se quedo pensando. No le preocupaba demasiado, pero tal vez debia atajar de buen principio toda intervencion policial. Sabia exactamente como hacerlo.

Volvio a casa de Freddy y encendio el televisor. A Wu le gustaba la television de horario diurno. Le encantaban los programas de entrevistas como Springer y Ricki Lake. Mucha gente los despreciaba, pero Wu no. Solo una sociedad realmente genial, una sociedad libre, podia permitir que se emitiesen semejantes tonterias. Pero sobre todo era porque la estupidez hacia feliz a Wu. Las personas eran como ovejas. Cuanto mas debiles, mas fuerte se sentia el. ?Que podia haber mas reconfortante y entretenido?

Durante la publicidad -el tema del programa, segun un rotulo en el borde inferior de la pantalla, era: «?Mama no me deja ponerme un arete en el pecho!»-, Wu se levanto. Habia llegado el momento de ocuparse del problema potencial con la policia.

Wu no tuvo que tocar siquiera a Jack Lawson. Le basto con pronunciar una sola frase: «Se que tienes dos hijos».

Lawson coopero. Llamo al movil de su mujer y le dijo que necesitaba espacio.

A las once menos cuarto -mientras veia pelearse a una madre y una hija en un escenario ante una multitud que coreaba «?Jerry! ?Jerry!»- recibio una llamada de un conocido de la carcel.

– ?Todo bien?

Wu dijo que si.

Luego saco el Honda Accord del garaje. Mientras lo hacia, vio a la vecina de pie junto a la ventana. Llevaba un camison corto. Wu no le habria dado mayor importancia a ese hecho -una mujer en prendas intimas a las diez de la manana- si no hubiese sido por que ella de repente se agacho…

Podria haber sido una reaccion natural: una persona se pasea en ropa interior, olvidandose de correr la cortina, y de pronto ve a un desconocido. Mucha gente, quiza la mayoria, se apartaria o taparia. Asi que tal vez no era nada.

Pero la mujer se habia movido muy deprisa, como asustada. Mas aun, no se habia movido cuando salio el coche, sino solo cuando vio a Wu. Si hubiese temido que la viesen, ?no habria corrido la cortina o se habria agachado en cuanto oyo o vio el coche?

Wu cavilo. De hecho, llevaba todo el dia cavilando.

Cogio el movil y pulso el boton para marcar el numero de la ultima llamada recibida.

– ?Algun problema? -pregunto una voz.

– No lo creo. -Wu dio media vuelta y se encamino otra vez hacia la casa de Sykes-. Pero es posible que me retrase.

12

Grace no queria hacer la llamada.

Seguia en Nueva York. Estaba prohibido hablar por un movil mientras se conducia a menos que fuese un manos libres, pero no era ese el motivo de sus dudas. Sujetando el volante con una mano, busco a tientas con la otra por el suelo del coche. Encontro el auricular, consiguio desenredar el cable y se lo introdujo en el oido.

?Se suponia que eso era mas seguro que el movil?

Encendio el telefono. Aunque hacia anos que Grace no llamaba a ese numero, todavia lo tenia en su agenda. Para emergencias, suponia. Como esa.

Descolgaron tras sonar una sola vez.

– Diga.

Ningun nombre. Ningun saludo. Ninguna identificacion de empresa.

– Soy Grace Lawson.

– Un momento.

No tuvo que esperar mucho. Primero Grace oyo interferencias y luego:

– ?Grace?

– Hola, senor Vespa.

– Por favor, llamame Carl.

– Si, Carl.

– ?Has oido mi mensaje? -pregunto el.

– Si. -No le dijo a Carl Vespa que no era esa la razon de su llamada. Se oia un eco en la linea. Pregunto-: ?Donde estas?

– En mi avion privado. Estamos a una hora de Stewart, mas o menos.

Stewart era una base aerea militar y un aeropuerto civil situado aproximadamente a una hora y media de la casa de Grace.

Silencio.

– ?Ocurre algo, Grace?

– Me dijiste que te llamara si alguna vez necesitaba algo.

– Y ahora, despues de quince anos, ?necesitas algo?

– Creo que si.

– Bien. No habrias podido ser mas oportuna. Quiero ensenarte algo.

– ?Que es?

– Oye, ?estas en casa?

– A punto de llegar.

– Te recogere dentro de dos horas o dos horas y media. Hablaremos entonces, ?de acuerdo? ?Tienes a alguien que te cuide los ninos?

– Encontrare a alguien.

– Si no, puedo dejar a mi ayudante en tu casa. Hasta luego.

Carl Vespa colgo. Grace siguio conduciendo. Se pregunto que querria Carl Vespa ahora. Se pregunto si, para empezar, habia hecho bien en llamar. Volvio a pulsar el primer numero de las llamadas automaticas -el movil de Jack-, pero siguio sin contestar.

A Grace se le ocurrio otra idea. Llamo a su amiga «antitrios», Cora.

– ?Verdad que saliste con un tio que se dedicaba al envio de spam por correo electronico? -pregunto Grace.

– Pues si -contesto Cora-. Un obseso que se llamaba… no te lo pierdas… Gus. No sabes lo que me costo quitarmelo de encima. Tuve que usar mi propia version de arma antibunker.

– ?Y que hiciste?

– Le dije a Gus que tenia el pito pequeno.

– Uf.

– Como te decia, el arma antibunker. Es infalible, pero suele haber… esto… danos colaterales.

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