– Puede que necesite su ayuda.

– ?Como?

Grace no sabia como explicarlo. Decidio centrarse en la rubia de la cara tachada, la que estaba segura de haber visto antes.

– Encontre una foto… -empezo.

– Ya.

– Y sale una mujer, de unos veinte anos.

– Aja.

– Es una foto vieja. Tendra unos quince o veinte anos. La cuestion es que necesito averiguar quien es esa chica. He pensado que a lo mejor podria enviarla a traves de un spam, preguntando si alguien puede identificar a la chica para un proyecto de investigacion o algo asi. Se que la mayoria de la gente borra esos mensajes, pero si unos pocos lo ven… no se, a lo mejor alguien contesta.

– Es una posibilidad entre mil.

– Si, lo se.

– Y ademas, hablando de obsesos que salen como setas, ya te puedes imaginar las respuestas.

– ?Se te ocurre alguna idea mejor?

– No, la verdad es que no. Podria dar resultado, supongo. Por cierto, ?te has fijado en que no te he preguntado por que necesitas averiguar la identidad de una mujer de una foto de hara quince o veinte anos?

– Si.

– Solo queria que te constase.

– Me consta. Es una historia muy larga.

– ?Necesitas contarsela a alguien?

– Es posible. Tambien es posible que necesite que alguien se quede con los ninos un par de horas.

– Estoy disponible y sola. -Pausa-. Diablos, tengo que dejar de decir eso.

– ?Donde esta Vickie? -Vickie era la hija de Cora.

– Esta noche duerme en la McMansion con mi ex y la cara de caballo de su mujer. O como yo prefiero decir, duerme en el bunker de Adolf y Eva.

Grace consiguio esbozar una sonrisa.

– Tengo el coche en el taller -dijo Cora-. ?Puedes venir a buscarme de camino?

– Pasare despues de recoger a Max.

Grace fue a buscar a su hijo a la salida del taller de enriquecimiento Montessori. Max estaba al borde de las lagrimas porque habia perdido varios cromos de Yu-Gi-Oh! en un juego tonto con un companero de clase. Grace intento animarlo, pero el no estaba de humor. Desistio. Lo ayudo a ponerse la chaqueta. Le faltaba el gorro. Tambien un guante. Otra madre sonreia y silbaba mientras envolvia a su nino en una bufanda, un gorro y, como no, unos guantes de lana a juego de varios colores (todo tejido a mano, seguro). Miro a Grace y fingio una sonrisa comprensiva. Grace no conocia a esa mujer, pero le desperto una profunda antipatia.

Ser madre, penso Grace, se parecia mucho a ser artista: una se sentia siempre insegura, falsa, sabia que las demas son mejores. Esas madres que prodigaban obsesivas atenciones a sus hijos, esas que realizaban sus monotonas tareas con una sonrisa de mujer perfecta en los labios y una paciencia sobrenatural, en fin, esas madres que siempre, siempre, tenian a mano el material adecuado para la actividad extraescolar ideal… eran, sospechaba Grace, mujeres profundamente trastornadas.

Cora esperaba en el camino de entrada de su casa, pintada de un rosa chicle. Todos los vecinos de la calle detestaban el color. Una en particular, una cursi llamada muy apropiadamente Missy, se dedico durante una epoca a recoger firmas para exigirle a Cora que cambiase de color. Grace encontro a Missy la Cursi pasando la hoja en un partido de futbol del primer curso, le pidio que se lo ensenara y lo rompio, tras lo cual se dio media vuelta y se fue.

El color tampoco entusiasmaba a Grace, pero las Missys de este mundo debian tomar buena nota: mas les valia enmendarse.

Cora se acerco tambaleandose con sus tacones de aguja. Iba vestida con un poco mas de recato -una sudadera encima de unos leotardos- pero en realidad daba igual. Algunas mujeres rezumaban sexo aunque se vistieran con un saco de arpillera. Cora era una de ellas. Cuando se movia, se formaban curvas nuevas incluso mientras desaparecian las anteriores. Cada frase pronunciada con su voz ronca, por inofensiva que fuera, parecia tener doble sentido. Cada movimiento de la cabeza parecia una invitacion.

Cora entro en el coche y se volvio hacia Max.

– Hola, guapeton.

Max gruno, sin alzar la vista.

– Igual que mi ex. -Cora se dio la vuelta-. ?Tienes la foto?

– Si.

– He llamado a Gus. Lo hara.

– ?Le has prometido algo a cambio?

– ?Te acuerdas de lo que te dije sobre el sindrome de la quinta cita? Bien pues… ?estas libre el sabado por la noche?

Grace la miro fijamente.

– Es broma.

– Ya lo sabia.

– En fin, la cuestion es que Gus me ha dicho que escanees la foto y se la envies por e-mail. Puede abrirte una cuenta con una direccion de correo electronico anonima para que recibas las respuestas. Nadie sabra quien eres. Lo acompanaremos de un texto muy escueto; solo diremos que un periodista esta escribiendo un articulo y necesita conocer el origen de la foto. ?Te parece bien?

– Si, gracias.

Llegaron a la casa. Max subio al primer piso y luego grito:

– ?Puedo ver la tele?

Grace accedio. Como todos los padres, Grace imponia estrictas reglas respecto a la television, prohibiendo a sus hijos verla durante el dia. Como todos los padres, sabia que las reglas estaban hechas para incumplirlas. Cora fue derecha al armario de la cocina y preparo cafe. Grace se pregunto que fotografia podia enviar y decidio usar la ampliada de la derecha, la de la rubia con el aspa en la cara y la pelirroja a su izquierda. No incluyo la imagen de Jack (en el supuesto de que fuera realmente Jack). No queria involucrarlo todavia. Decidio que si habia dos personas en la foto tenia mas posibilidades de que las identificaran y su solicitud no pareceria obra de un acosador demente.

Cora miro la foto original.

– ?Me permites que haga una observacion?

– Si.

– Esto es muy raro.

– Ese hombre -Grace lo senalo-, el de la barba, ?a quien se parece?

Cora entorno los ojos.

– Supongo que podria ser Jack.

– ?Podria ser o es?

– Dimelo tu.

– Jack ha desaparecido.

– ?Como dices?

Grace conto a Cora lo sucedido. Cora escucho, tamborileando en el mantel con una una demasiado larga pintada con laca Rouge Noir de Chanel, un color muy semejante al de la sangre. Cuando Grace acabo, Cora dijo:

– Ya sabes, claro, que tengo una mala opinion de los hombres.

– Lo se.

– Creo que la gran mayoria esta dos pisos por debajo de las cagadas de perro.

– Eso tambien lo se.

– Asi que la respuesta evidente es que si, es una foto de Jack. Que si, esa rubita, la que lo mira como si fuera el Mesias, es un viejo amor. Que si, Jack y Maria Magdalena tienen una aventura. Que alguien, tal vez su marido

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