encima. Tuvo que haber avanzado hasta ese momento con las luces apagadas.
Entonces vio a la figura siniestra junto al coche y observo horrorizada como el canon de una ametralladora empezaba a elevarse hacia su cabeza. Con un solo movimiento, apreto el dispositivo de cierre automatico de las puertas, puso marcha atras y apreto el acelerador. Al tiempo que se arrojaba de lado sobre el asiento, una rafaga de ametralladora barrio la parte delantera del Cadillac, haciendo anicos la ventanilla del pasajero y la mitad del parabrisas. El extremo delantero del pesado vehiculo se deslizo de lado bajo el repentino impulso, choco contra carne humana y envio por los aires al que habia disparado, en medio de un remolino de nieve. Finalmente, las ruedas del Cadillac se abrieron paso por entre las capas de nieve, se agarraron sobre el asfalto y el vehiculo salto hacia atras. Cubierta por fragmentos de cristal, Sidney se enderezo en el asiento, tratando de controlar el coche que giraba, al tiempo que observaba la furgoneta que seguia avanzando sobre ella. Retrocedio a lo largo de la calle hasta que paso ante el cruce que se alejaba de la playa. Luego, cambio la marcha, apreto el acelerador y coleteo a traves del cruce. El coche se lanzo hacia delante, dejando tras de si una estela de nieve, sal y gravilla. Al poco tiempo se encontro avanzando por la carretera, con la nieve y el viento aullando a traves de las multiples aberturas del Cadillac. Miro por el espejo retrovisor. Nada. ?Por que no la seguian? Casi se contesto inmediatamente a su propia pregunta, al tiempo que su mente empezaba a funcionar aceleradamente. Porque ahora tenian a su padre.
Capitulo 57
– Alla vamos, muchachos. Agarraos.
Kaplan redujo la velocidad del aire, manipulo los controles del avion, y el aparato, bamboleandose de un lado a otro, aparecio de repente por entre la capa de nubes bajas. A unos pocos kilometros por delante, unas linternas encendidas, fijadas al endurecido suelo, senalaban los confines de la pista. Kaplan observo el iluminado camino que conducia a la seguridad y una sonrisa de orgullo se extendio sobre su rostro.
– Maldita sea, que bueno soy.
El Saab aterrizo apenas un minuto mas tarde, entre un remolino de nieve. Sawyer ya habia abierto la puerta antes de que el avion dejara de rodar sobre la pista. Absorbio enormes cantidades del aire helado y las nauseas se le pasaron con rapidez. Los miembros del equipo de rescate de rehenes se tambalearon al bajar, y varios de ellos tuvieron que sentarse sobre la pista cubierta de hielo, respirando profundamente. Jackson fue el ultimo en descender. Un ya recuperado Sawyer lo miro.
– Maldita sea, Ray, estas casi blanco.
Jackson empezo a decir algo, senalo con un dedo tembloroso a su companero, se cubrio la boca con la otra mano y, sin decir nada, se dirigio con los otros miembros del equipo hacia el vehiculo que les esperaba cerca. Al lado habia un policia del estado de Maine, haciendo oscilar una linterna para guiarlos.
Sawyer inclino la cabeza para introducirla por la portezuela del avion.
– Gracias por el paseo, George. ?Vas a quedarte por aqui? No se cuanto tiempo puede durar esto.
Kaplan no pudo ocultar la mueca.
– ?Bromeas? ?Y perderme la oportunidad de llevaros a todos de regreso a casa? Estare aqui mismo, esperando.
Con un grunido por toda respuesta, Sawyer cerro la portezuela y echo a correr hacia el vehiculo. Los otros ya estaban alli, esperandole. Al ver cual era su vehiculo de transporte, se detuvo en seco. Todos miraban la furgoneta de transporte de presos. El policia estatal los miro.
– Lo siento, chicos, pero es todo lo que hemos podido conseguir en tan poco tiempo para acomodaros a los ocho.
Los agentes del FBI subieron a la parte trasera de la furgoneta.
El vehiculo tenia una pequena ventanilla de alambre y cristal que comunicaba con la cabina delantera. Jackson la abrio para que el policia pudiera oirle.
– ?No puede poner algo de calefaccion aqui atras?
– Lo siento -contesto el hombre-. Un detenido que transportabamos se volvio loco y estropeo los ventiladores. Todavia no hemos tenido tiempo de arreglarlos.
Acurrucado en el banco, Sawyer vio nubes de aliento tan espeso que parecia como si se hubiera declarado un incendio. Dejo el rifle sobre el suelo y se froto los ateridos dedos para calentarselos. Una fria corriente procedente de alguna grieta invisible de la caja de la furgoneta le daba directamente entre los omoplatos. Sawyer se estremecio. «Santo Dios -penso-, es como si alguien hubiera puesto la refrigeracion a toda potencia.» No habia sentido tanto frio desde que investigara las muertes de Brophy y Goldman, en el garaje. En ese momento, recordo aquel otro reciente encuentro con los gelidos efectos del aire acondicionado…, el deposito de combustible del avion. La expresion de su rostro fue de la mayor incredulidad al establecer mentalmente la conexion.
– Oh, Dios mio.
Sidney se imagino que los hombres que habian secuestrado a su padre solo tenian una forma de ponerse en contacto con ella. Se detuvo ante una tienda abierta, bajo del coche y se dirigio hacia el telefono. Marco el numero de su casa, en Virginia. Al ponerse en marcha el contestador automatico, hizo todo lo posible por reconocer la voz, pero no pudo. Se le dio un numero al que tenia que llamar. Supuso que se trataba de un telefono celular, antes que de un telefono fijo. Respiro profundamente y marco el numero. Alguien contesto inmediatamente. Era una voz diferente a la del contestador automatico, pero tampoco pudo identificarla. Tenia que conducir durante veinte minutos al norte de Bell Harbor, por la carretera 1, y tomar la salida hacia Port Haven. Luego, se le dieron instrucciones detalladas que la llevarian hasta un terreno aislado, entre Port Haven y la ciudad, mas grande, de Bath.
– Quiero hablar con mi padre. -La peticion le fue negada-. En ese caso no voy -aseguro-. Puedo imaginar que ya esta muerto.
Se encontro ante un extrano silencio. El corazon le latia alocadamente en la caja toracica. El aire parecio desaparecer de sus pulmones al escuchar la voz.
– Sidney, carino.
– Papa, ?estas bien?
– Sid, largate de…
– ?Papa? ?Papa? -grito Sidney al telefono.
Un hombre que salia de la tienda en ese momento, con una taza de cafe en la mano, se la quedo mirando, miro despues hacia el Cadillac gravemente danado y la escudrino de nuevo. Sidney le devolvio la mirada y su mano se deslizo instintivamente hacia el arma de nueve milimetros que llevaba en el bolsillo. El hombre regreso apresuradamente a su furgoneta y se alejo.
Escucho de nuevo la voz. Sidney disponia de treinta minutos para llegar a su destino.
– ?Como se que lo dejaran cuando se lo entregue?
– No lo sabra.
El tono de la voz no admitia oposicion.
La abogada que habia en Sidney, sin embargo, salio a relucir.
– Eso no es suficiente. Usted quiere el disquete, de modo que vamos a tener que llegar a un acuerdo.
– Tiene que estar bromeando. ?Quiere que le devolvamos a su querido papaito en una bolsa de plastico?
– ?Asi que nos encontramos en medio de ninguna parte, yo le entrego el disquete y usted nos deja marcharnos porque tiene un corazon bondadoso? Si acepto su propuesta, usted tendra el disquete, mientras que mi padre y yo nos encontraremos en alguna parte del Atlantico, sirviendo de pasto para los tiburones. Tendra que proponer algo mucho mejor si quiere lo que yo tengo.
Aunque el hombre cubrio el receptor con la mano, Sidney escucho voces al otro lado de la linea; un par de ellas parecian enojadas.
– Se hace a nuestro modo o no hay trato.
– Muy bien, entonces me dirijo a la comisaria de la policia del estado. Procure enterarse de las noticias de la noche. Estoy segura de que no querra perderse nada. Adios.
– ?Espere!
Sidney no dijo nada durante un rato. Cuando lo hizo, hablo con mucha mas seguridad en si misma de la que