contemplar el suceso que le habia arrebatado a su marido. Sin embargo, no podia negar que deseaba obtener informacion sobre la catastrofe, como si verlo desde una posicion objetiva pudiese disminuir al menos temporalmente el terrible dolor que la destrozaba.
La periodista estaba cerca del lugar del impacto. Al fondo continuaba el proceso de recogida. Sidney contemplo como cargaban los restos y los clasificaban en diversas pilas. De pronto, casi se cayo de la silla. Un trabajador acababa de pasar directamente por detras de la periodista que seguia con su parloteo. La bolsa de lona con las rayas cruzadas casi no presentaba danos, solo estaba un poco chamuscada y sucia en los bordes. Incluso veia las iniciales en grandes letras de imprenta negras. La bolsa fue a parar a una pila con otras bolsas. Durante un instante terrible, Sidney Archer no se pudo mover. Tenia los miembros paralizados. Al momento siguiente se movia con la velocidad de un torbellino.
Corrio escaleras arriba, se puso un vaquero y un sueter blanco grueso, botas de piel forradas y metio lo imprescindible en una maleta. Al cabo de unos pocos minutos sacaba el Ford del garaje. Por un momento, miro el Cougar convertible aparcado en la otra plaza. Jason lo habia mimado durante casi diez anos y su vejez siempre habia resaltado por sus recuerdos de la felina elegancia del Jaguar. Incluso el Explorer parecia flamante comparado con el Cougar. El contraste siempre le habia resultado gracioso. Pero esta noche no fue asi. La cego una nueva crisis de llanto y tuvo que pisar a fondo el freno.
Comenzo a descargar punetazos contra el salpicadero hasta que un dolor agudo le paralizo los antebrazos. Por fin, apoyo la cabeza en el volante mientras intentaba recuperar el aliento. Penso que iba a vomitar cuando noto en la garganta el regusto acido del concentrado de carne, pero se trago la arcada. Unos segundos despues encaraba la calle. Por un instante, miro su casa por el espejo retrovisor. Habian vivido alli durante casi tres anos. Una casa maravillosa construida hacia cien anos, con habitaciones grandes, molduras, suelo de roble y los suficientes recovecos secretos para que no fuese dificil encontrar un lugar tranquilo donde perderse en una triste tarde de domingo. Les habia parecido un lugar fantastico para criar a sus hijos. Habian sonado con hacer tantas cosas… Tantas…
Noto que la amenazaba otro ataque de llanto. Acelero la marcha y llego a la carretera. Diez minutos mas tarde vio el cartel luminoso rojo y amarillo del McDonald's. Entro en el
En menos de una hora se dirigia el oeste por la ruta 29, que cruzaba la ondulada campina de Virginia en un angulo de casi cuarenta y cinco grados y llegaba al limite con Carolina del Norte. Sidney habia viajado multitud de veces por esta carretera cuando iba a la facultad de Derecho de la universidad de Virginia en Charlottesville. Era un trayecto encantador a traves de los silenciosos campos de batalla de la Guerra Civil y las viejas granjas familiares que todavia funcionaban. Nombres como Brightwood, Locust Dale, Madison y Montpellier aparecian fugazmente en las senales de trafico, y Sidney recordo los muchos viajes que ella y Jason habian hecho a Charlottesville para asistir a algun espectaculo. Ahora ninguna parte de la carretera o del campo le ofrecia consuelo.
Continuo viajando. Sidney miro el reloj del salpicadero y se sorprendio al ver que era casi la una de la manana. Piso el acelerador y el Ford volo por la carretera desierta. Afuera, la temperatura bajaba cada vez mas a medida que el terreno se hacia mas alto. El cielo estaba encapotado y la unica luz era la de los faros. Subio la calefaccion y puso las luces largas.
Una hora mas tarde, echo una ojeada al mapa que tenia en el asiento. Se acercaba a la salida. Mantuvo el cuerpo tenso a medida que se aproximaba al punto de destino. Comenzo a contar los kilometros que faltaban en el odometro.
Al llegar a Ruckersville se dirigio al oeste. Ahora estaba en el condado de Greene, rustico y rural, muy apartado del ritmo de vida que Sidney conocia y disfrutaba. La cabecera del condado era Standardville, que gracias al crater del impacto y la tierra quemada aparecia ahora en las pantallas de television de medio mundo.
Sidney salio de la carretera y miro a su alrededor para saber donde estaba. Estaba rodeada por la oscuridad del campo. Encendio la luz interior y se acerco el mapa a la cara. Busco las referencias y continuo por una desviacion durante un par de kilometros hasta llegar a una curva poblada de olmos, arces y robles gigantescos, mas alla de la cual se extendia un campo de cultivo.
Al final de la carretera, estaba aparcado un coche de la policia junto a un buzon torcido y oxidado. A la derecha del buzon comenzaba un camino de tierra con setos a cada lado. A lo lejos la tierra parecia brillar como una enorme cueva fosforescente.
Habia encontrado el lugar.
A la luz de los faros vio que nevaba. Cuando se acerco un poco mas, se abrio la puerta del coche patrulla y un agente vestido con un chaqueton naranja fosforescente salio del vehiculo. Camino hasta el Ford, ilumino con la linterna la placa de la matricula y despues hizo un recorrido por el resto del Explorer antes de detenerse en la ventanilla del conductor.
Sidney inspiro con fuerza, apreto el boton y bajo el cristal.
El rostro del agente aparecio a la altura de su hombro. Llevaba un bigote salpicado de gris y las comisuras de los ojos aparecian marcadas de arrugas. Incluso debajo del chubasquero naranja, el tamano de sus hombros y el pecho resultaba evidente. El agente echo una ojeada al interior del vehiculo y despues se centro en Sidney.
– ?Puedo ayudarla, senora? -La voz denuncio un cansancio que no solo era fisico.
– Ven… vengo… -Se le quebro la voz. De pronto, se habia quedado en blanco. Miro al hombre, movio los labios, pero las palabras no salieron.
El policia aflojo los hombros.
– Senora, hoy ha sido un dia muy largo. He tenido que habermelas con un monton de gente que se ha dejado caer por aqui que en realidad no tendrian que haber venido. -Hizo una pausa y miro el rostro de Sidney-. ?Se ha perdido? -Su tono indicaba con toda claridad que no creia que se hubiera desviado del rumbo previsto.
Sidney consiguio menear la cabeza. El miro su reloj.
– Las furgonetas de la television se han ido a Charlottesville hace cosa de una hora. Se fueron a dormir. Le sugiero que haga usted lo mismo. Podra ver y leer todo lo que quiera en la television y en los periodicos, creame. -Se aparto de la ventanilla, como una senal de que habia acabado la conversacion-. ?Sabra encontrar el camino de vuelta?
Sidney asintio. El policia se llevo la mano al ala del sombrero al tiempo que caminaba hacia su coche. La joven dio la vuelta y comenzo a alejarse. Solo habia recorrido unos metros cuando miro por el espejo retrovisor, y entonces piso el freno. El extrano resplandor la llamaba. Se apeo del todoterreno, fue hasta la parte de atras para coger el abrigo y se lo puso.
El policia, al ver que se acercaba, salio del coche patrulla. Tenia el chubasquero mojado por la humedad de la nieve. El pelo rubio de Sidney se cubrio con los copos a medida que arreciaba la tormenta.
Antes de que el policia abriera la boca, Sidney levanto una mano.
– Me llamo Sidney Archer. Mi marido, Jason Archer… -Sintio que le fallaba la voz; era la consecuencia de las palabras que iba a pronunciar. Se mordio el labio muy fuerte, y despues anadio-: Estaba en el avion. La compania aerea se ofrecio a traerme, pero decidi venir por mi cuenta. No se muy bien por que, pero lo hice.
El policia la miro, con una mirada mucho menos desconfiada; las puntas del bigote se doblaron como las ramas de un sauce lloron, los hombros erguidos se hundieron.
– Lo siento, senora Archer, de verdad que lo siento. Las otras familias ya han estado por aqui. No se quedaron mucho. Los tipos de la comision aerea no quieren ver a nadie por aqui en estos momentos. Volveran manana para recorrer la zona en busca… en busca de… -Se interrumpio y miro al suelo.
– Solo he venido a ver… -Tambien a ella se le quebro la voz. Miro al agente. Sidney tenia los ojos rojos, las mejillas hundidas, la frente congelada en una columna de arrugas. Aunque era alta, parecia una nina enfundada en un abrigo que le fuera grande, los hombros encorvados, las manos metidas hasta el fondo de los bolsillos, como si ella tambien estuviese a punto de desaparecer como Jason.
La incomodidad del policia resultaba evidente. Miro primero el camino, despues los zapatos y luego otra vez a ella.
– Espere un momento, senora Archer. -Se metio en el coche y a continuacion asomo la cabeza-. Suba,