hecha polvo. McKenna se compadecio. Ya sabes, eso de viajar toda la noche para llegar hasta alli y todo lo demas. Le pidio que se identificara, comprobo los datos y despues la llevo hasta cerca del crater para que echara una ojeada. -Jackson hizo una pausa.
– ?Y de que cono nos sirve todo eso? -exclamo Sawyer.
– Tio, si que estas quisquilloso. Ya llego. Cuando iban hacia el crater, Archer le pregunto por una bolsa con las iniciales del marido. La habia visto en la television. Supongo que salio despedida en el momento del impacto, que la encontraron y la pusieron con los demas restos. Y ahora lo importante: ella queria recuperar la bolsa.
Sawyer se sento, miro a traves de la ventana y despues volvio a prestar atencion al telefono.
– ?Que le dijo McKenna?
– Que se trataba de una prueba y que ni siquiera la tenian alli. Que se la devolverian cuando acabaran con la investigacion, algo que podia lardar mucho tiempo.
Sawyer se levanto y, con un gesto mecanico, se sirvio otra taza de cafe mientras pensaba en la informacion recibida. Su vejiga tendria que aguantarse.
– Ray, ?que dijo exactamente McKenna del aspecto de Archer?
– Se lo que estas pensando. ?Creia que su marido estaba en el avion? Segun McKenna, si ella mentia, entonces es mejor actriz que Katherine Hepburn con diferencia.
– Vale, a otra cosa. ?Que hay de la bolsa? ?La tienes?
– Esta aqui mismo, encima de mi mesa.
– ?Y? -El agente tenso los musculos de los hombros y los volvio a aflojar con la misma rapidez cuando escucho la respuesta de su companero.
– Nada. Al menos nada que nosotros podamos descubrir. La gente del laboratorio la repaso tres veces. Algunas prendas, un par de libros, una libreta con las paginas en blanco. Ninguna sorpresa, Lee.
– ?Quieres decir que viajo toda la noche solo por eso?
– Quiza creia que habia algo mas, pero no estaba.
– Eso cuadraria si el marido la estaba traicionando.
– No lo entiendo.
– Si Archer habia decidido escapar, las posibilidades serian que pensara llevarse a su familia mas tarde o abandonarla definitivamente. ?Si?
– Vale, te sigo.
– Asi que si su esposa creia que el estaba en el avion, quizas al menos en la primera etapa de la fuga, eso encajaria con su desesperacion en el escenario de la catastrofe. Ella creia de verdad que estaba muerto.
– Pero ?y el dinero?
– Correcto. Si Sidney Archer sabia lo que habia hecho su marido, quizas incluso le ayudo a cometer el robo, seguramente querria hacerse con el dinero. Le ayudaria a sobrellevar la pena. Entonces, vio la bolsa en la television.
– ?Que podia haber en la bolsa? La pasta, no.
– No, pero quiza habia algo que la llevara hacia el dinero. Archer era un genio de la informatica. Quizas un disquete con toda la informacion referente al lugar donde esta guardado el dinero. El numero de una cuenta en Suiza. La tarjeta para abrir una taquilla del aeropuerto. Podria ser cualquier cosa, Ray.
– No encontramos nada parecido a eso.
– No tenia por que estar necesariamente en la bolsa. La vio en la television y decidio que podia hacerse con ella.
– Entonces, ?crees de verdad que estuvo en este asunto desde el principio?
Sawyer se sento, cansado.
– No lo se, Ray. Tampoco lo tengo muy claro. -Esto no era del todo cierto, pero Sawyer no queria ponerse a discutir con su companero.
– ?Y que me dices del sabotaje al avion? ?Como encaja?
– ?Quien sabe si encaja? -contesto Sawyer con un tono brusco-. Quiza no estan relacionados. Tal vez el pago para que sabotearan el avion y tapar el rastro. Eso es lo que Frank Hardy cree que sucedio. -Sawyer se habia acercado a la ventana mientras hablaba. Lo que vio en la calle lo llevo a finalizar la conversacion casi en el acto.
– ?Alguna cosa mas, Ray?
– No, es todo.
– Bien, porque tengo que correr.
Sawyer colgo el telefono, cogio la camara
Capitulo 36
El ruido y la alegria asociados con Jackson Square marcaban un fuerte contraste con la actividad mucho mas modesta que reinaba en las calles del barrio frances a esa hora de la manana. Musicos, malabaristas, equilibristas en velocipedos, interpretes del Tarot y artistas de un talento que iba de lo soberbio a lo mediocre competian por la atencion y los dolares de los pocos turistas que paseaban a pesar del mal tiempo.
Sidney paso por delante de la catedral de San Luis con sus tres torres en busca de una cafeteria. Tambien seguia las instrucciones de su marido. Si el no se habia puesto en contacto con ella en el hotel a las 10, Sidney debia ir a Jackson Square. La estatua ecuestre de Andrew Jackson, que habia dignificado la plaza durante los ultimos ciento cuarenta anos, parecio cernirse sobre Sidney cuando paso frente a ella camino del Frech Market Place en Decatur Street. Sidney habia visitado la ciudad en varias ocasiones, durante sus anos de estudiante, a una edad en que habia sido capaz de sobrevivir al Mardi Gras e incluso disfrutar y participar en el beber sin ton ni son.
Se sento en la terraza del cafe con vistas al rio y, mientras bebia un cafe bien caliente y mordisqueaba sin mucho entusiasmo un cruasan con demasiada mantequilla, se entretuvo contemplando el paso de las barcazas y los remolcadores que navegaban lentamente por el poderoso Misisipi en direccion al enorme puente que se veia a lo lejos. A menos de cien metros de ella y apostados a cada lado, estaban los equipos del FBI. Los aparatos de escuchas que apuntaban discretamente hacia ella podian captar cualquier palabra que dijera o le dijeran.
Sidney Archer permanecio sola durante unos minutos. Acabo el cafe y siguio sumida en sus pensamientos con la mirada puesta en las crestas blancas de las olas.
– Tres dolares con cincuenta a que puedo decirle donde guarda los zapatos.
Sidney salio de su ensimismamiento y miro asombrada el rostro de su interlocutor. Detras de ella, los agentes avanzaron un paso, alertas. Se hubieran lanzado a la carrera cuando el hombre se acercaba pero no lo hicieron porque el tipo era negro, bajo y rondaba los setenta anos. Aquel no era Jason Archer. Pero podia ser algo.
– ?Que? -Sidney sacudio la cabeza para despejarse.
– Sus zapatos. Yo se donde guarda sus zapatos. Le apuesto tres dolares y medio a que tengo razon. Se los limpiare gratis si pierdo. -Los bigotes blancos caian sobre la boca casi desdentada. Sus ropas eran poco menos que andrajos. Sidney se fijo en el cajon del limpiabotas que estaba a su lado sobre el banco.
– Lo siento. No quiero que me los limpie.
– Venga, senora. Le dire una cosa, se los limpiare gratis si acierto, pero tendra que darme el dinero. ?Que puede perder? Conseguira una limpieza de primera por un precio muy razonable.
Sidney estaba a punto de negarse una vez mas cuando vio las costillas que sobresalian por la raida camisa casi transparente. Miro los zapatos agujereados de los que sobresalian los dedos retorcidos y llenos de callos. Sonrio y abrio el bolso para sacar el dinero.
– No, no, eso no vale, senora. Lo siento. Tiene que jugar o no hacemos negocios. -Habia bastante orgullo en su voz. Recogio el cajon.
– Espere. De acuerdo -dijo Sidney.
– Vale, ?asi que no se cree que se donde guarda los zapatos, ?verdad?
Sidney Archer meneo la cabeza. Guardaba sus zapatos en un mueble que habia comprado en un anticuario en