el sur de Maine hacia cosa de dos anos. La tienda habia cerrado hacia tiempo. El limpiabotas llevaba las de perder.

– Lo siento, pero no creo que acierte -contesto.

– Pues voy a decirle donde guarda sus zapatos. -El hombre hizo una pausa teatral y despues comenzo a reirse mientras senalaba-. Los guarda en los pies.

Sidney se unio a sus carcajadas.

Detras de ellos, los dos agentes que manejaban los equipos de escucha tambien sonrieron.

Despues de saludar con una burlona reverencia a su publico, el viejo se arrodillo y puso manos a la obra. No dejaba de charlar mientras sus habiles manos devolvian a los zapatos opacos de Sidney un brillo de nuevo.

– Buen cuero, senora. Le duraran muchisimo si los cuida. Los tobillos tampoco estan mal, todo sea dicho.

Sidney le agradecio el cumplido con una sonrisa mientras el hombre comenzaba a guardar sus cosas en el cajon. Abrio el bolso, saco tres dolares y comenzo a buscar las monedas.

– No se preocupe, senora, tengo cambio -se apresuro a decir el hombre.

Ella le dio un billete de cinco y le dijo que se quedara con el cambio.

– De ninguna manera. -Meneo la cabeza-. El trato eran tres cincuenta y soy nombre de palabra.

A pesar de las protestas de Sidney, el le devolvio un billete arrugado de un dolar y una moneda de cincuenta centavos. Al coger la pieza de plata, noto el trocito de papel enganchado. Lo miro asombrado. El hombre le dedico una sonrisa al tiempo que acercaba la mano a la visera de la gorra.

– Ha sido agradable hacer negocios con usted, senora. No lo olvide, cuide bien sus zapatos.

El limpiabotas se marcho. Sidney guardo el dinero en el bolso, espero unos minutos mas y despues se levanto para ir al interior del French Market Place. Se dirigio al lavabo de senoras. Se metio en uno de los reservados y con manos temblorosas desplego el papel. El mensaje era breve y estaba escrito en letras de molde. Lo leyo varias veces antes de arrojarlo al inodoro.

Mientras caminaba por Dumaine Street hacia Bourbon, se detuvo un momento para abrir el bolso. Miro su reloj de una forma muy notoria. Echo una ojeada en derredor y se fijo en la cabina de telefonos a la entrada de un edificio de ladrillos donde funcionaba uno de los bares mas grandes del barrio antiguo. Cruzo la calle, descolgo el telefono y, con la tarjeta en una mano, marco el numero. El telefono al que llamaba era el suyo directo en Tylery Stone. Estaba asombrada, pero esas eran las instrucciones escritas en el mensaje, y no podia hacer otra cosa que seguirlas. La voz que respondio no era de ninguna del bufete, ni tampoco su propio mensaje grabado en el contestador automatico. Sidney no podia saber que su llamada acababa de ser desviada a otro telefono muy lejos de Washington capital. Intento mantener la calma mientras escuchaba la voz de Jason.

La policia la vigilaba, dijo su marido. No debia decir nada o mencionar su nombre. Tendrian que intentarlo otra vez. Debia volver a casa. El se pondria en contacto. La voz de Jason transparentaba una tension tremenda. Acabo diciendo que la queria a ella y Amy. Y que todo saldria bien.

Sidney tenia mil y una preguntas pendientes, pero no estaba en situacion de hacerlas, asi que colgo el telefono y emprendio el camino de regreso al Lafitte Guest House; estaba tan deprimida que le costaba mover las piernas. Con un enorme esfuerzo de voluntad mantuvo la cabeza bien alta e intento caminar con normalidad. Era muy importante no reflejar en su apariencia fisica el inmenso terror que sentia por dentro. Era obvio que su marido tenia panico a las autoridades, y esto minaba su fe en la inocencia de Jason. A pesar de su intensa alegria al saber que estaba vivo, se pregunto cual seria el precio de esa alegria. Pero de momento, no podia hacer otra cosa que seguir caminando.

El hombre apago el magnetofono y saco el auricular del receptaculo especial instalado en el aparato. Luego, Kenneth Scales rebobino la cinta digital. Apreto el boton de arranque y escucho mientras la voz de Jason Archer sonaba en la habitacion. Sonrio con malevolencia, apago la maquina, saco la cinta y salio de la habitacion.

– Entro por una ventana que da al balcon -le informo a Sawyer el agente apostado en una azotea que daba a la habitacion de Sidney-. Todavia esta dentro -susurro el agente por la radio-. ?Quieres que lo detenga?

– No -respondio Sawyer, que espiaba la calle a traves de las persianas.

Los aparatos de escucha instalados en la habitacion vecina a la de Sidney les habian informado de las intenciones de Paul Brophy. Estaba registrando la habitacion. Sawyer se habia equivocado mucho al creer que habia algo entre los dos abogados.

– Ahora se va -le aviso el agente-. Por la parte de atras.

– Justo a tiempo -replico Sawyer, que acababa de ver a Sidney Archer en la calle.

En cuanto Sidney entro en el hotel, Sawyer le ordeno a un equipo que siguiera a Paul Brophy que, desilusionado, se alejaba por Bourbon Street en direccion opuesta.

Diez minutos mas tarde, informaron a Sawyer que Sidney Archer habia llamado a su bufete desde un telefono publico mientras hacia su paseo matinal. Durante las cinco horas siguientes no paso nada. Pero de pronto las cosas se animaron. Sawyer vio a Sidney salir del hotel, subir a un taxi y marcharse.

Sawyer corrio escaleras abajo y al cabo de un minuto iniciaba la persecucion en el mismo coche negro de la vez anterior. No se sorprendio al ver que el taxi entraba en la autopista 10, ni tampoco cuando, despues de media hora de viaje, tomaba la salida del aeropuerto.

– Regresa a casa -murmuro Sawyer casi para si mismo-. No encontro lo que buscaba, eso esta claro. A menos que Archer se haya convertido en el hombre invisible. -El veterano agente se arrellano en el asiento mientras una nueva y preocupante revelacion pasaba por su cabeza-. Sabe que la seguimos.

– Imposible, Lee -dijo el conductor.

– Claro que lo sabe -insistio Sawyer-. Volo hasta aqui, espero un dia entero, despues hizo una llamada y ahora regresa a su casa.

– Se que no vio a nuestros equipos.

– No digo que los haya visto. Pero su marido o cualquier otro involucrado en este asunto los vio. Le dieron el aviso y ella regresa a su casa.

– Pero lo comprobamos. Llamo a su despacho.

– Las llamadas se pueden desviar -replico Sawyer, impaciente.

– ?Como supo a quien llamar? ?Algo arreglado de antemano?

– ?Quien sabe? ?Estas seguro de que solo hablo con el limpiabotas?

– Si. El tipo la engancho con un cuento para turistas y despues le limpio los zapatos. Era un tipo de la calle, saltaba a la vista. Le devolvio el cambio y eso fue todo.

– ?El cambio? -Sawyer miro al conductor.

– Si, eran tres dolares y medio. Ella le dio un billete de cinco y el le devolvio un dolar y medio. No quiso aceptar propina.

El agente se sujeto al tablero con tanta fuerza que dejo las marcas de los dedos en la superficie.

– Maldita sea, eso fue.

– El solo le devolvio el cambio -protesto el otro, asombrado-. Los veia muy bien con los prismaticos. Escuchamos todo lo que dijeron.

– Dejame adivinar. El tipo le dio una moneda de cincuenta centavos en lugar de dos de veinticinco, ?no?

– ?Como lo sabes?

– ?Cuantos tipos de la calle conoces que rechacen una propina de un dolar y medio, y que tengan una moneda de cincuenta para dar la vuelta? ?Y no te parece extrano que sean tres y medio en lugar de los tres o cuatro dolares habituales? ?Por que tres con cincuenta?

– Para obligarte a cambiar. -La voz del conductor sono deprimida. Empezaba a entender lo ocurrido.

– Habia un mensaje pegado a la moneda. -Sawyer dirigio una mirada lugubre al taxi en el que viajaba Sidney-. Que busquen a nuestro generoso limpiabotas. Quiza pueda darnos una descripcion del que lo contrato.

Los coches continuaron su trayecto hacia el aeropuerto. Sawyer no dijo nada mas y se entretuvo en contemplar los aviones de colores brillantes que sobrevolaban la carretera a poca altura. Una hora mas tarde, Sawyer y otros agentes subieron al reactor privado del FBI para el viaje de regreso a Washington. El vuelo directo de Sidney habia despegado. Ningun agente del FBI iba en ese avion. Sawyer y los suyos habian revisado la lista de embarque y habian observado con discrecion a los pasajeros mientras esperaban para embarcar. No habian visto a Jason Archer por ninguna parte. Estaban seguros de que no ocurriria nada durante el vuelo. No querian correr el riesgo de alertar todavia mas a Sidney. Ya le seguirian el rastro en el aeropuerto.

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