despacho.

A Sidney le parecio que esto no tenia mucho sentido.

– Kay, ?sabes alguna cosa de las negociaciones con CyberCom? ?Todavia esta pendiente la entrega de los archivos?

– ?Que archivos?

– Gamble no queria entregar los archivos financieros a CyberCom.

– No se nada de eso, pero si se que los archivos financieros ya los entregaron.

– ?Como? -grito Sidney-. ?Los vio alguien de Tylery Stone?

– No estoy enterada.

– ?Cuando los enviaron?

– Aunque parezca una ironia, el mismo dia en que Nathan Gamble envio la carta a Jason.

Sidney tuvo la sensacion de que le daba vueltas la cabeza.

– ?El dia en que se estrello el avion? ?Estas absolutamente segura?

– Tengo un amigo en la seccion de correspondencia. Lo llamaron para que llevara los registros al departamento de fotocopias y despues ayudo a transportarlos a CyberCom. ?Por que? ?Es importante?

– No lo tengo muy claro.

– ?Necesitas saber algo mas?

– No, gracias, Kay, ya me has dado mucho en que pensar -Sidney colgo el telefono y se dirigio otra vez hacia la parada de taxis.

Kenneth Scales miro el mensaje que tenia en la mano, con los ojos entrecerrados. La informacion del disquete estaba cifrada. Necesitaban la contrasena. Miro a la persona que era la unica poseedora de aquel precioso mensaje enviado por correo electronico. Jason no le hubiera enviado el disquete a su esposa sin incluir la contrasena. Tenia que estar en el mensaje remitido por Jason desde el almacen. La contrasena. Sidney estaba en la cola esperando un taxi. Tendria que haberla matado en la limusina. No era su costumbre dejar a nadie vivo. Pero las ordenes habia que cumplirlas. Al menos, la habian mantenido vigilada hasta saber donde habia ido a parar el mensaje. Ahora, en cambio, habia recibido la orden de acabar con ella. Avanzo.

En el momento en que Sidney se disponia a subir al taxi, vio el reflejo en la ventanilla del vehiculo. El hombre se fijo en ella solo por un instante, pero alerta como estaba, fue suficiente. Se volvio y sus miradas se cruzaron en un segundo terrible. Los mismos ojos diabolicos de la limusina. Scales solto una maldicion y echo a correr. Sidney se metio en el taxi, que arranco en el acto. Scales aparto a las personas que le precedian en la cola, derribo al portero que le cerraba el paso y subio al siguiente taxi.

Sidney miro por la ventanilla trasera. La oscuridad y la cellisca le impidieron ver mucho. Sin embargo, habia poco trafico y alcanzo a ver los faros que se acercaban deprisa. Miro al taxista.

– Se que le parecera ridiculo, pero nos siguen.

Le dio al chofer otra direccion. El taxista doblo bruscamente a la izquierda, despues a la derecha y siguio por una calle lateral que lo devolvio a la Quinta Avenida.

El taxi se detuvo delante de un rascacielos. Sidney se apeo de un salto y corrio hacia la entrada, mientras sacaba algo de su bolso. Introdujo la tarjeta de acceso en la ranura y se abrio la puerta. Entro en el edificio y cerro la puerta.

El guardia de seguridad sentado en la recepcion la miro con ojos somnolientos. Sidney busco otra vez en el bolso y saco su tarjeta de identificacion de Tylery Stone. El guardia asintio y volvio a sentarse. Sidney espio por encima del hombro mientras apretaba el boton del ascensor. A estas horas solo funcionaba uno. El segundo taxi se detuvo frente al edificio. El pasajero salio a toda prisa, corrio hasta las puertas de cristal y comenzo a aporrearlas. Sidney miro al guardia, que se levanto de la silla.

– Creo que ese hombre me seguia -le aviso Sidney-. Quiza se trate de un loco. Vaya con cuidado.

El guardia la observo por un momento antes de asentir. Miro hacia la entrada y camino hacia las puertas con una mano sobre la cartuchera. Sidney le miro por ultima vez antes de entrar en el ascensor. El hombre miraba a un lado y a otro de la calle. Sidney exhalo un suspiro de alivio y apreto el boton del piso veintitres. Medio minuto mas tarde se encontraba en el vestibulo de Tylery Stone. Corrio hacia su despacho. Encendio la luz, saco la agenda, busco un numero de telefono y marco.

Llamaba a Ruth Chils, vecina y amiga de sus padres. La anciana atendio en el acto, y por el tono era obvio que hacia rato que estaba levantada aunque eran las seis de la manana. Ruth le dio el pesame y luego, en respuesta a las preguntas de la joven, le informo que los Patterson y Amy se habia marchado la manana anterior a eso de las diez. Sabia que iban a Bell Harbor pero nada mas.

– Vi que tu padre metia la escopeta en el maletero, Sidney -senalo Ruth con un tono de curiosidad.

– Me pregunto por que -replico Sidney. Estaba a punto de despedirse cuando Ruth anadio algo que la sobresalto.

– Estuve preocupada la noche anterior a que se marcharan. Habia un coche que no dejaba de dar vueltas. Yo no duermo mucho, y tengo el sueno ligero. Este es un barrio tranquilo. Por aqui no pasan muchos coches a menos que venga alguien de visita. El coche aparecio otra vez ayer por la manana.

– ?Vio a alguno de los ocupantes? -pregunto Sidney, temblorosa.

– No, mis ojos ya no son lo que eran, ni siquiera con bifocales.

– ?El coche todavia esta por alli?

– Oh, no. Se marcho en cuanto se fueron tus padres. Por las dudas, tengo el bate de beisbol detras de la puerta. El que intente entrar en mi casa deseara no haberlo hecho.

Antes de colgar, Sidney le recomendo a Ruth que tuviera cuidado y avisara a la policia si el coche volvia a aparecer, aunque estaba segura de que el vehiculo ya estaba muy lejos de Hanover, Virginia, y que ahora se dirigia hacia Bell Harbor, Maine. Ella tambien tomaria ese rumbo.

Colgo el telefono dispuesta a marcharse. En aquel instante oyo la campanita del ascensor que se detenia en el piso. No se detuvo a pensar quien podia venir tan temprano a la oficina. En el acto, penso en lo peor. Desenfundo el revolver y salio corriendo del despacho en la direccion contraria. Al menos tenia la ventaja de conocer el terreno.

El ruido de alguien que corria confirmo sus peores temores. Corrio con todas sus fuerzas; el bolso le golpeaba la cadera. Oyo la respiracion de su perseguidor cuando el hombre entro en el pasillo oscuro. Estaba cada vez mas cerca. Sidney no habia corrido tan rapido desde los tiempos en que jugaba al baloncesto en la universidad, pero era obvio que no era suficiente. Tendria que cambiar de tactica. Doblo en una esquina, se detuvo, dio media vuelta y puso una rodilla en tierra adoptando la postura de tiro, con el revolver preparado. El hombre aparecio en la esquina a toda carrera pero se detuvo en seco a un metro de distancia. Sidney miro el cuchillo manchado de sangre que sujetaba en una mano. El cuerpo del asesino se tenso dispuesto al ataque. La muchacha efectuo un disparo que paso rozando la sien izquierda del hombre.

– La proxima le volara la cabeza. -Sidney se levanto sin desviar la mirada y le indico que soltara el cuchillo, cosa que el hizo en el acto-.

Muevase -le ordeno. El asesino dio media vuelta y Sidney lo escolto hasta que llegaron a una puerta metalica-. Abrala.

La mirada del hombre se clavo en ella. Incluso con el arma apuntandole a la cabeza, Sidney se sintio como una nina que se enfrenta a un perro rabioso con un bastoncillo. El abrio la puerta y miro al interior. Las luces se encendieron automaticamente. Era el cuarto de las fotocopiadoras. Sidney le senalo con el revolver la puerta que habia al otro extremo de la habitacion.

– Entre alli. -El hombre entro y Sidney mantuvo la puerta abierta mientras su atacante cruzaba la habitacion. Se volvio por un momento antes de abrir la otra puerta. Era la habitacion de los suministros de oficina.

– Entre y si abre la puerta, lo mato. -Sin dejar de apuntarle, hizo ademan de coger el telefono que estaba en un mostrador. En cuanto el desconocido cerro la puerta, Sidney dejo el telefono, cerro la puerta y echo a correr por el pasillo hasta el ascensor. Apreto el boton y la puerta se abrio en el acto. Gracias a Dios, el ascensor seguia en el piso veintitres. Entro en la cabina y apreto el boton de la planta baja, atenta a la aparicion del hombre. Mantuvo el revolver preparado hasta que el ascensor comenzo a bajar. En cuanto llego a la planta baja, apreto todos los botones hasta el ultimo piso y salio de la cabina con un suspiro de alivio. Incluso se permitio una ligera sonrisa, que se transformo en una mueca de horror cuando al dar la vuelta en la siguiente esquina estuvo a punto de tropezar con el cadaver del guardia. Sin perder ni un segundo, salio del edificio y echo a correr por la calle.

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