Zernov retrocedio, secandose el sudor de la frente.
Sin detener el rodaje de la pelicula, contornee la colina y tropece con el cuerpo muerto, o quizas herido, del doble de Martin. El llevada puesta, igual que Martin, la misma cazadora de nylon de piel sintetica y estaba cubierto por una fina capa de nieve, a unos tres o cuatro metros del avion adonde lo habia llevado Martin asustado.
– ?Vengan aca! ?esta aqui! -les grite. Martin y Zernov se acercaban corriendo en mi direccion, o mas bien resbalaban por el patinadero, balanceando los brazos como el que por primera vez camina sobre el hielo sin patines. Aqui tambien, la nieve granulosa y blanda cubria someramente la capa lisa de hielo.
En ese instante ocurrio algo completamente nuevo para mi visor y para mi. Un petalo morado se separo de la flor vibrante, se elevo, se ensombrecio, transformandose en un cartucho purpureo, se extendio, y una serpiente viva de cuatro metros de longitud con la boca abierta tapo el cuerpo rigido que yacia ante nosotros. Por un minuto o dos el tentaculo, a guisa de serpiente, chisporroteo y burbujeo, luego se separo de la tierra sin que se pudiera ver nada dentro de su bocaza de casi dos metros de longitud: solamente un vacio color violeta. Parecia una campana sumamente alargada que cambiaba de forma ante nuestros ojos: ahora era un cartucho, a poco un petalo que vibraba por los embates del viento, y que se pego finalmente al caliz. Lo unico que quedo sobre la nieve fue la huella, la silueta deforme del hombre que yacia alli.
Yo continuaba filmandolo todo, esforzandome por captar la transformacion final. Ya esta empezaba. La flor se separo de la tierra y comenzo a elevarse, invirtiendose hacia arriba. Esta campana, inflandose en el aire, estaba vacia.
Pudimos notar claramente que dentro de ella no habia nada. Vimos sus entranas color rosa y sus delgados bordes que se expandian con delicadeza. Ahora se transformara en una nube rosada y desaparecera tras las nubes verdaderas, y en la tierra quedara tan solo un avion y un piloto. Eso fue exactamente lo que sucedio.
Zernov y Martin estaban de pie rigidos, taciturnos y conmovidos, justamente como yo cuando aquella manana lo vivi por primera vez. A mi parecer, Zernov se estaba acercando ya a la resolucion del enigma. Yo, por el contrario, tenia ante mis ojos solo una pequena lucecita de posibilidad para comprender. Esta lucecita no alumbraba, sino que me insinuaba los contornos fantasticos, pero logicos, de un cuadro admisible. Martin estaba simplemente oprimido por el terror, terror infundido, no tanto por lo que habia visto, como por el pensamiento de que lo visto habia sido fruto de su imaginacion desordenada. Posiblemente anhelaba preguntar algo: su mirada espantada se detenia en mi y en Zernov; finalmente Zernov sonrio como invitandole a preguntar. Y Martin pregunto:
– ?A quien mate?
– Admitiremos que no mato a nadie -respondio Zernov sonriendo.
– Pero, este era un hombre, un hombre vivo -repitio Martin.
– ?Esta usted seguro? -inquirio Zernov. Martin estaba confuso:
– No lo se.
– Vaya, vaya. Yo diria que el es un ser de vida temporal. La misma fuerza que lo creo, lo destruyo.
– Pero, ?por que? -pregunte cauteloso.
El respondio con una exasperacion que no le era habitual:
– ?Cree que yo se mas de lo que sabe usted? Revele usted la pelicula y veremos lo que esta nos dice.
– ?Y cree usted que de ese modo podremos comprenderlo? -quise saber, sin ocultar la ironia.
– Es posible -respondio pensativo. Y echo a andar sin invitarnos a seguirle.
Nos miramos mutuamente y echamos a andar tras el.
– ?Como te llamas? -pregunto Martin con familiaridad, tomandome por el brazo. Debio de haber notado que eramos de la misma edad.
– Yuri.
– Yuri, Yuri -repitio el-. Se recuerda facilmente. Mi nombre es Don. Yuri, ?piensas que aquello era un ser vivo?
– Si.
– ?Es un ser de esta region?
– No lo creo. Ninguna expedicion ha visto cosa igual.
– Entonces, un forastero. ?De donde vino?
– Preguntale a alguien mas inteligente que yo.
Ya me cansaba su palabreria. Sin embargo, el no se ofendio.
– ?Que crees que era aquello, un gas o una jalea?
– Deberias saberlo mejor que yo, porque ?quien fue el primero en tratar de coger la muestra?
Se rio.
– No le aconsejaria a nadie hacer tal cosa. A veces pienso por que aquella nube no me trago. Ella solo me retuvo en su boca y luego me escupio.
– Creo que la nube no te encontro muy sabroso.
– Sin embargo se trago al otro.
– No lo se -repuse.
– Tu lo viste, pues.
– Yo solo vi que lo cubrio, pero no vi que se lo tragara. Diria mas bien que lo disolvio… o lo volatilizo.
– ?Que grado de temperatura se necesita para eso?
– ?La mediste tu?
Como fulminado por una idea que cruzo por su mente, Martin se detuvo.
– ?Para derretir un avion como ese? ?En tres minutos? A proposito, este fue construido de duraluminio superresistente.
– ?Estas completamente seguro de que aquel aparato fue construido de duraluminio y no del vacio?
Martin no me comprendio. Le deje en la incertidumbre. Marchamos en silencio hasta la tienda de campana. Al llegar a ella notamos que alli tambien habia sucedido algo extrano. Quede sorprendido por la postura extrana de Anatoli: encogido sobre el cajon de briquetas y castaneteando ruidosamente los dientes de terror o de frio. El horno se habia apagado ya; sin embargo, dentro de la tienda todavia se sentia el calor que despidio.
– ?Que le sucede, Diachuk? -pregunto Zernov-. Encienda el horno si es que tiene frio.
Anatoli no respondio; se sento en cuclillas ante el horno como hipnotizado.
– Estamos jugando a los locos -dijo Vano desde su refugio de piel, quien parecia bastante vivaz y alegre.
– Nosotros tambien hemos tenido visita -agrego e hizo un gesto en direccion a Anatoli.
– ?No he tenido a nadie! ?Mejor seria que hablaras de ti mismo! -chillo Anatoli, y se volvio hacia nosotros. Su rostro estaba crispado, distorsionado, como si quisiera llorar.
Vano se puso un dedo en la sien y le dio un giro, insinuando que Anatoli habia enloquecido.
– Los sentidos de este individuo estan estropeados -afirmo, y dirigiendose a Anatoli agrego-: No arrugues el rostro; me callo. Cuenta tu mismo la historia si quieres -y se dio la vuelta hacia nosotros-: Yuri, a mi se me desordenaron tambien los sentidos cuando te vi duplicado. Fue demasiado terrible para mi y corri de regreso. ?Pero que terrible! A poco bebi alcohol, me acoste y abrigue con la cazadora. Queria dormir, pero no podia. Dormitaba y no dormitaba; sin embargo, veia un sueno, un sueno largo, comico y terrible. Tenia la impresion de que bebia jalea, una jalea obscurisima, no roja, sino violeta. Tanta era la cantidad de jalea, que me llenaba hasta la cabeza y casi me ahogaba. No acierto a precisar el tiempo que duro todo eso. Pero tan pronto como abri mis ojos, note que todo estaba en orden, solitario, frio y sin ustedes. Entonces, de repente, entro el. Mi propia fisonomia, como si me viera ante un espejo, aunque sin cazadora y sin botas.
Martin escuchaba atentamente, a pesar de que no entendia nada del idioma ruso. Su rostro mostraba gran interes, como si adivinara que el relato de Vano se referia a algo muy importante para el. Yo, apiadandome de el, empece a traducirle. Se mantenia a mi lado mientras Vano relataba su historia, y me tocaba continuamente la mano exigiendo que continuase. Pero no pude traducirselo todo y solo posteriormente le relate en pocas palabras el relato de Vano. A diferencia de nosotros, Vano aprecio en seguida la diferencia entre el y el visitante. Su estado de embriaguez habia pasado, su miedo tambien, solo su cabeza le daba vueltas por la poca costumbre de beber alcohol. El hombre que entro en la tienda le miro con ojos sombrios y turbios: '?Deja esas locuras!' le grito a Vano en georgiano. '?Yo no temo a las Reinas de las Nieves! ?Con ellas preparo pasteles de carne!'. Lo comico de eso era que Vano habia pensado en lo mismo y en identicos terminos cuando Zernov y Anatoli lo dejaron solo. Si alguien hubiese estado a su lado, Vano se habria abalanzado sobre el sin vacilar. El visitante se dispuso a saltar sobre Vano, mas este, ahora en sus cabales, tomo la cazadora y salio corriendo de la tienda de campana,