– ?Soy Donald Martin! -anuncio en voz alta-. Piloto de la base de MacMurdo. ?Tienen ustedes algo para beber? Cuanto mas fuerte sea, mejor. -Se paso la palma de la mano por la garganta-. Lo necesito…

– Anojin, dale de beber alcohol -pidio Zernov.

Llene el vaso con alcohol y se lo entregue al joven. Pese a su rostro barbudo, el no era probablemente mayor en edad que yo. Bebio de un trago el contenido del vaso y perdio el aliento, su garganta se contrajo y sus ojos se llenaron de sangre.

– Gracias, sir -dijo finalmente, y dejo de temblar-. He hecho un aterrizaje forzoso, sir.

– Deje el 'sir' a un lado -le rogo Zernov-. Yo no soy su jefe. Mi nombre es Zernov. Zernov -repitio silabeando-. ?Donde ha aterrizado?

– No lejos de aqui. Muy cerca.

– ?Sin averias?

– Si, sin averias, pero no tengo bencina y la radio falla.

– Entonces, quedese aqui. Usted nos ayudara en el traslado hasta el cruzanieves. -Zernov se detuvo tratando de encontrar la palabra apropiada en el idioma ingles, y, notando que el norteamericano seguia sin entenderle, aclaro-: Vaya, esto se parece a un autobus con orugas. En el hay lugar para usted y tenemos radio.

El norteamericano se retrasaba en responder como si no se decidiera a decir lo que tenia en la mente, luego se puso rigido y militarmente dijo:

– Le ruego que me arreste, sir. He cometido un crimen.

Zernov y yo cambiamos las miradas: en nuestro cerebro aparecio lo que le sucedio a Vano.

– ?Que clase de crimen? -inquirio Zernov poniendose en guardia.

– Creo que he matado a un hombre.

Capitulo 6 – La segunda flor

Zernov dio unos pasos en direccion a Vano, que se encontraba forrado de los pies a la cabeza, aparto la piel que protegia su rostro y dirigiendose al norteamericano pregunto severo:

– ?Es este el hombre?

Martin, cauteloso y por lo visto bastante asustado, se aproximo a Vano y repuso indeciso:

– Nnnoo…

– Observele mejor -dijo Zernov con mayor severidad.

El piloto movio la cabeza con irresolucion.

– No se parece a el, sir. El mio esta junto al avion. Ademas… -agrego inseguro-, ignoro si el es un ser humano.

En este momento Vano abrio sus ojos, observo al norteamericano que estaba a su lado, levanto la cabeza sobre la almohada y la dejo caer de nuevo.

– Este… no soy yo -susurro y cerro sus ojos.

– Sigue delirando -afirmo Anatoli.

– Nuestro companero esta herido. Ha sido atacado por alguien, pero ignoramos quien lo hizo -explico Zernov al norteamericano-. Por esa causa, cuando usted dijo que… -Se callo por delicadeza.

Martin se sento en el trineo de Anatoli cubriendose el rostro con las manos y tambaleandose como si sufriera de un terrible dolor.

– No se si ustedes me creeran, pero lo que les relatare es algo unico e increible -empezo diciendo Martin-. Yo volaba en un avion monoplaza Lockheed, que era antes un avion de caza. ?Lo conocen? Esta armado con un par de ametralladoras para fuego circular. Aqui no son necesarias, naturalmente, pero por las reglas se deben tener siempre listas para el combate: por si acaso. Y ocurrio ese caso… pero no me sirvieron de nada. ?Han oido hablar de las 'nubes' rosadas? -inquirio de pronto, y sin esperar la respuesta, continuo con un rictus amargo-: Tuve un encuentro con ellas hora y media despues de mi despegue…

– ?Con ellas? -pregunte absorto-. ?Eran muchas?

– Una escuadrilla completa. Volaban muy cerca de la tierra, unas dos millas por debajo de mi. Eran como medusas grandes y rosadas; quizas no eran rosadas, sino moradas. Yo conte siete de formas diferentes y tonos variados, desde el rosado palido de un morado debil hasta el granada encendido. Al mismo tiempo, sus colores cambiaban constantemente, se ensombrecian y se aclaraban como si se lavaran con agua. Disminui la velocidad de mi avion y empece a descender con la intencion de tomar una muestra en el container especial que llevaba debajo del fuselaje. Pero no pude lograrlo: las medusas huyeron. A poco las alcance, empero ellas se escaparon nuevamente sin dificultad, como si jugaran conmigo. Cuando aumente la velocidad, estas se elevaron y pasaron por encima del avion. Eran ligeras, semejantes a los globos infantiles, solo que planas y grandes. Podian cubrir no solo mi pequeno canario, sino hasta un Boeing cuatrimotor. Se movian como seres animados. Solo un ser vivo habria podido actuar de ese modo ante el peligro. En aquel momento pense que si tenian vida, podian ser peligrosas. Por mi mente paso la idea de huir. Pero ellas adivinaron mi maniobra y tres medusas moradas, a velocidad increible, volaron en mi direccion y se lanzaron sobre el avion. No tuve tiempo de gritar, porque el avion de subito fue envuelto por una niebla de origen desconocido. No era una niebla, sino mas bien una mucosidad espesa y resbaladiza. En ese momento perdi la velocidad, el control y la visibilidad. Era incapaz de mover mis piernas y mis manos. Crei que habia llegado mi hora final. Mas el avion no caia de golpe, sino que resbalaba hacia abajo como un planeador. Y aterrice, sin saber como ni cuando lo hice. Yo tenia la sensacion de que me hundia, de que me ahogaba dentro de la mucosidad morada; pero que continuaba viviendo. Mire a mi alrededor: la nieve lo cubria todo, y cerca de mi se encontraba otro avion Lockheed similar al mio. Sali de la cabina y eche a correr en su direccion. Desde su cabina salio un piloto tan alto como yo. Ignoraba si lo habia visto antes. Entonces, le pregunte: '?Quien eres tu?'. 'Yo soy Donald Martin', me respondio. '?Y tu?'. Me parecia estar ante un espejo. 'No mientas. Donald Martin soy yo' le dije. El trato de pegarme. Incline la cabeza haciendo que su derechazo se perdiera en el aire y le envie un izquierdazo a la mandibula. Cayo y se golpeo la sien contra la puertecita del avion produciendo un sonido seco. Quedo inmovil. Le di una patada, pero no se movio. Lo agite, mas solo la cabeza se movio sin control. Lo arrastre hasta mi avion, con la intencion de conducirlo a la base para ayudarle, pero al comprobar el combustible, me di cuenta de que no tenia ni una gota. Probe comunicarme con la base por la radio, empero, esta no trabajaba. Entonces me turbe, di un salto y eche a correr sin direccion, lo mas lejos posible de este circo satanico. Olvide todas las oraciones y no tuve tiempo de persignarme, solo susurre: ?Jesucristo! Y de pronto vi vuestra tienda de campana y aqui estoy.

Al escucharle, recordaba mi propia experiencia y tribulacion y entonces empece a comprender lo que le habia ocurrido a Vano. Era dificil adivinar el pensamiento de Anatoli con sus ojos desorbitados; el probablemente comenzaba a dudar y comprobar cada palabra de Martin. Empezaria ahora a hacer preguntas en su ingles escolar; pero Zernov se le anticipo:

– Usted se quedara con Vano, Anatoli; Anojin y yo nos iremos con el norteamericano. Vamonos, Martin -le dijo en ingles.

El instinto o el presentimiento -ignoro como lo llamaria un psicologo- me obligo a tomar conmigo la camara de filmar, lo que agradeci luego. Hasta Anatoli, segun me parecio, me miro sorprendido: ?que intentaba yo filmar? ?La posicion del cadaver o la conducta del asesino ante el cuerpo del asesinado?

Pero me vi en la necesidad de filmar algo distinto, cuando todavia caminabamos hacia el sitio del accidente de Martin. Alli no habia dos aviones, sino uno, el canario plateado de Martin, su veterano polar de alas en forma de delta. Pero a su lado se encontraba la colina color frambuesa que yo ya conocia y que lanzaba espumas. Esta humeaba, cambiaba sus tonos y pulsaba, como si respirara. Llamaradas blancas corrian por su superficie como las chispas de los trabajos de soldadura.

– ?No se acerquen! -les adverti a Zernov y Martin cuando ellos trataron de aventajarme.

El caliz invertido ya habia extendido su barrera de proteccion invisible. Martin, quien se habia lanzado hacia adelante, se encontro con ella y empezo a aminorar el paso; Zernov, simplemente, hizo una genuflexion de rodillas. Pese a ello, ambos esforzabanse por moverse hacia adelante y vencer la fuerza que los aplastaba contra el suelo.

– ?Demonios! ?La sobrecarga es por lo menos de diez 'g'! -exclamo Martin, dandose la vuelta hacia mi y sentandose en el suelo.

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