cabeza, formar un circulo con los carromatos y atacar unidos al enemigo. Venian de las grandes ciudades, donde renian por obtener casos y clientes, y tambien de ciudades pequenas, donde perfeccionaban sus aptitudes ante jurados no demasiado complicados y muy poco dispuestos a gastarse el dinero de los demas. Algunos poseian aviones privados e iban arriba y abajo por todo el pais dando forma a la ultima demanda conjunta del ultimo litigio de danos colectivos. A otros les repelia el juego de los procesos colectivos de responsabilidad civil y se aferraban orgullosos a la tradicion de resolver una causa cada vez. La nueva hornada era una generacion de emprendedores que aceptaba casos a granel y los resolvian de la misma forma, sin necesidad de tener que enfrentarse a un jurado. Otros, en cambio, no sabian vivir sin la emocion de una sala del tribunal. Unos pocos trabajaban en bufetes donde aportaban su dinero y su talento, pero las firmas de abogados defensores tenian serias dificultades para mantenerse unidas. La mayoria eran pistoleros solitarios demasiado excentricos para mantener un despacho. Algunos ganaban millones al ano, otros sacaban lo justo para vivir, pero la mayoria rondaba los doscientos cincuenta mil dolares. Unos pocos estaban arruinados en esos momentos. Muchos estaban en la cima un ano y se despenaban al siguiente, pero jamas bajaban de la montana rusa y siempre estaban dispuestos a volver a lanzar los dados.

Si compartian algo, era una rabiosa independencia y la emocion de representar a David contra Goliat.

En la derecha politica se encontraba la clase dirigente, el dinero, las grandes empresas y los miles de grupos que estas financiaban. En la izquierda se encontraban las minorias, los sindicatos de trabajadores, los maestros y los abogados litigantes. Los abogados eran los unicos que tenian dinero, aunque una miseria en comparacion con las grandes empresas.

Aunque habia ocasiones en las que Wes hubiera querido estrangularlos a todos, entre ellos se sentia como en casa. Eran sus colegas, sus companeros de batalla, y los admiraba. Podian ser arrogantes, optimistas, dogmaticos y a menudo sus peores enemigos, pero nadie se entregaba como ellos por los mas desfavorecidos.

Mientras daban cuenta del pollo frio y del brecol congelado, el presidente del comite de cuestiones legislativas fue poniendolos al dia con un discurso sombrio sobre varios proyectos de ley que todavia seguian vivos en el Capitolio. Los reformistas del sistema de agravios habian vuelto y estaban presionando fuerte para promulgar medidas que restringieran la responsabilidad civil y cerraran las puertas de las salas de tribunal. Le siguio el presidente de cuestiones politicas, un hombre un poco mas optimista. Las elecciones judiciales se celebrarian en noviembre y, aunque todavia era demasiado pronto para asegurarlo, parecia ser que los jueces «buenos», tanto los de primera instancia como los de apelacion, no tendrian que enfrentarse a una oposicion de la que tuvieran que preocuparse.

Despues de la tarta helada y el cafe, llego el momento de presentar a Wes Payton, que recibio una calurosa bienvenida. Empezo disculpandose por la ausencia de su companera, el verdadero cerebro detras del proceso de Bowmore. Mary Grace lamentaba perderse el acto, pero en esos momentos se sentia mas util en casa con los ninos. Wes emprendio a continuacion una larga recapitulacion del caso Baker, el fallo y el estado actual de otras demandas contra Krane Chemical. Entre un publico como aquel, un veredicto de cuarenta y un millones de dolares era un trofeo reverenciado y podrian haberse pasado horas escuchando al hombre que lo habia obtenido. Solo unos pocos habian experimentado la emocion de una victoria como aquella, pero todos habian probado la amarga medicina de un mal veredicto.

Cuando termino recibio un clamoroso aplauso, seguido de una tanda de ruegos y preguntas improvisada. ?Que expertos habian resultado utiles? ?A cuanto ascendian los costes del proceso? (Wes se nego educadamente a decir la cantidad. Aunque se encontrara en una sala llena de profesionales acostumbrados a grandes cifras, la suma era demasiado dolorosa para convertirla en un tema de debate.) ?En que estado estaban las conversaciones para llegar a un acuerdo, si es que estas se estaban llevando a cabo? ? Como afectaria la demanda conjunta al demandado? ?Y la apelacion? Wes podria haber seguido hablando durante horas sin peder la atencion del publico.

Esa misma tarde, durante un coctel temprano, volvio a recibir en audiencia, contesto nuevas preguntas y disolvio rumores. Un grupo, que estaba cercando un vertido toxico en el norte del estado, cayo sobre el con zalamerias en busca de consejo. ?Le importaria echarle un vistazo a su caso? ?Podria recomendarles a algun experto? ?Y si fuera a visitar el lugar? Al final consiguio escapar en direccion al bar, donde tropezo con Barbara Mellinger, la inteligente y veterana directora ejecutiva de la ALM Y uno de los miembros mas importantes del grupo de presion.

– ?Tienes un minuto? -le pregunto Mellinger, mientras se apartaban a un rincon donde nadie pudiera oirles-o He oido un rumor escalofriante -dijo, dando un sorbo a su ginebra y mirando a los presentes. Mellinger se habia pasado veinte anos en las salas del Capitolio y conocia como nadie el terreno que pisaba. Ademas, no era dada a los chismorreos. Le llegaban mas que a nadie, pero cuando ella decidia contar uno, por lo general era porque se trataba de algo mas que un simple rumor-. Van a por McCarthy -dijo.

– ?Ellos? -pregunto Wes a su lado, mirando a los presentes.

– Los sospechosos habituales: la Junta de Comercio y ese hatajo de matones.

– No pueden con McCarthy.

– Bueno, pero pueden intentarlo.

– ?Ella lo sabe?

Wes acababa de perder el interes en su refresco sin calorias.

– No creo. No lo sabe nadie.

– ?Tienen un candidato?

– Si lo tienen, no se quien es, pero tienen una gran habilidad en dar con la persona adecuada.

?Que se suponia que debia decir o hacer Wes? Contar con unos buenos fondos de campana era la unica defensa posible y el no podia contribuir ni con un solo centavo.

– ?Y ellos lo saben? -pregunto Wes, haciendo un gesto con la cabeza en direccion a los corrillos que se habian formado.

– Todavia no. En estos momentos estamos intentando no hacer ruido, a la espera. McCarthy, como suele ocurrir, no tiene ni un centavo en el banco. Los jueces del supremo se creen invencibles, piensan que estan por encima de la politica y todo eso, y cuando de repente aparece un rival, les han hecho la cama.

– ?Tienes un plan?

– No. Por ahora me limito a observar y esperar. Y a rezar, para que solo sea un rumor. Hace dos anos, en las elecciones de McElwayne, esperaron hasta el ultimo minuto para anunciar la candidatura y para entonces ya tenian un millon en el banco.

– Sin embargo, ganamos esas elecciones.

– Asi es, pero dime que no se te pusieron por corbata.

– Y que lo digas.

Un hippie entrado en anos y con coleta avanzo hacia ellos con paso inestable y una deslumbrante sonrisa.

– Les habeis dado una buena patada en el culo por ahi abajo, ?eh?

La frase de presentacion parecia anunciar que iba a ocupar como minimo la siguiente media hora de la vida de Wes, asi que Barbara decidio despedirse.

– Continuara -le susurro.

De camino a casa, Wes disfruto recordando la celebracion durante unos kilometros antes de dejarse vencer por el panico al acordarse del rumor sobre McCarthy. Se lo conto todo a Mary Grace, con pelos y senales, y despues de cenar, salieron del piso y fueron a dar un largo paseo. Ramona y los ninos se quedaron viendo una pelicula antigua.

Como buenos abogados, siempre seguian de cerca las resoluciones del tribunal supremo. Leian y comentaban todas las opiniones que se redactaban, una costumbre que se habia iniciado en el momento de asociarse y que habian seguido cultivando con conviccion. En los viejos tiempos, los integrantes del tribunal apenas cambiaban. Las vacantes se debian a la muerte del que habia ocupado el cargo y los nombramientos temporales solian acabar haciendose vitalicios. Con los anos, los gobernadores habian escogido a los sustitutos con criterio y el tribunal seguia siendo respetado. Una campana ruidosa era algo insolito. El tribunal se enorgullecia de mantener la politica alejada de sus asuntos y decisiones. Sin embargo, esos dias habian pasado a la historia.

– Pero con McElwayne les ganamos -repitio Mary Grace una vez mas.

– Por tres mil votos.

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