– ?Cuanto le dimos al juez McElwayne? -pregunto Bobby Neal al cabo de un largo silencio dirigiendose a Barbara Mellinger.
– Un millon doscientos, de unos trescientos abogados litigantes.
– ? Cuanto recaudo en total?
– Un millon cuatrocientos.
– ?Cuanto crees que necesitaria McCarthy para ganar? Barbara y Skip Sanchez llevaban tres dias discutiendo aquella cuestion.
– Dos millones -contesto, sin vacilar.
Bobby Neal fruncio el ceno, recordando los esfuerzos para recaudar que habian hecho dos anos atras en nombre de Jimmy McElwayne. Habria sido menos doloroso que le sacaran un diente sin anestesia.
– Entonces tenemos que reunir dos millones de dolares -dijo, decidido.
Todos asintieron con la cabeza, muy serios, como si estuvieran de acuerdo con la cifra. Se concentraron en el nuevo reto que tenian sobre la mesa y se inicio un acalorado debate acerca de cuanto debia aportar cada uno. Los que ganaban mucho, tambien gastaban mucho. Los que tenian problemas para llegar a final de mes, temian comprometerse a donar mas de lo que tenian. Uno de ellos admitio que habia perdido los ultimos tres juicios y que en esos momentos estaba en la ruina. Otro, un brillante abogado especializado en causas de responsabilidad civil, con avion propio, prometio ciento cincuenta mil dolares.
Levantaron la sesion sin haber llegado a un acuerdo sobre una cantidad concreta, lo cual no extrano a ninguno de ellos.
21
La fecha limite para la presentacion de candidaturas paso sin mayor novedad. Nadie se presento contra los jueces Calligan, del distrito central, o Bateman, del distrito norte, por lo que estarian a salvo durante otros ocho anos. El historial de ambos demostraba que eran muy poco compasivos con victimas de accidentes, consumidores y acusados de crimenes y, por tanto, el empresariado los tenia en gran estima. En el ambito comarcal, solo dos jueces de distrito tuvieron oponentes.
Uno de ellos era el juez Thomas Alsobrook Harrison IV. Una hora antes de que terminara el plazo de presentacion, una abogada inmobiliaria llamada Joy Hoover presento la documentacion necesaria y empezo a caldear el ambiente en un comunicado de prensa. Era una activista politica del lugar, con buena reputacion y conocida en el condado. Su marido era un pediatra famoso que operaba en sus ratos libres en una clinica gratuita para madres sin medios.
Tony Zachary y Vision Judicial habian reclutado a Hoover. Fue un regalo de Barry Rinehart a Carl Trudeau, que, en varias ocasiones durante sus charlas con Rinehart, habia expresado su intensa animadversion hacia el juez que habia presidido el caso Baker. Ese juez ahora estaria muy ocupado y no podria inmiscuirse, como habia hecho, encantado, en otras elecciones. Por cien mil miserables dolares, el juez Harrison tenia asuntos mas serios sobre la mesa a los que prestar su atencion.
Rinehart conspiraba en varios frentes, y escogio un tranquilo dia de finales de julio para lanzar el siguiente misil.
Dos homosexuales, Al Meyerchec y Billy Spano, habian llegado a Jackson tres meses antes. Habian alquilado un pequeno apartamento cerca de Millsaps College, se habian inscrito en el censo y les habian expedido carnets de conducir de Mississippi. Los antiguos eran de Illinois. Dijeron ser ilustradores autonomos, que trabajaban en casa. No hablaban ni salian con nadie.
El 24 de junio, entraron en la oficina de la secretaria judicial del juzgado de distrito del condado de Hinds y pidieron la documentacion necesaria para solicitar una licencia de matrimonio. La secretaria se la denego e intento explicarles que las leyes del estado no permitian el matrimonio entre personas del mismo sexo. La situacion se volvio tensa, Meyerchec y Spano dijeron palabras acaloradas y finalmente se fueron. A continuacion, llamaron a un periodista de
Al dia siguiente, regresaron a la oficina de la secretaria judicial con el periodista y el fotografo y volvieron a solicitar la documentacion. Cuando se la denegaron, empezaron a gritar y a amenazarla con demandarla. Al dia siguiente, la historia aparecia en la primera plana acompanada de una fotografia de los dos hombres vociferando ante la pobre secretaria. Contrataron a un abogado radical, le pagaron diez mil dolares y consiguieron que el caso llegara a los tribunales. El nuevo juicio volvio a aparecer en los titulares.
Fue una noticia impactante. Las historias de homosexuales que intentaban contraer matrimonio legalmente eran habituales en lugares como Nueva York, Massachusetts y California, pero insolitas en Mississippi. ?Adonde iriamos a parar?
Un articulo de investigacion revelo que los hombres acababan de llegar a la ciudad, que eran unos autenticos desconocidos en la comunidad gay y que no estaban vinculados con ningun negocio, familia, ni con nada en aquel estado. Aquellos de quienes podia esperarse no tardaron en proferir su mas viva repulsa. Un senador local aseguro que las leyes estatales regulaban aquellas cuestiones y que dichas leyes no iban a cambiar, al menos mientras el siguiera en la asamblea legislativa. No pudieron localizar a Meyerchec y a Spano para saber su opinion. Su abogado dijo que habian salido de viaje de negocios. Lo cierto era que habian vuelto a Chicago, donde uno trabajaba de interiorista y el otro llevaba un bar. Conservarian la residencia legal en Mississippi y solo volverian cuando el juicio lo precisara.
Jackson volvio a verse golpeada por un nuevo crimen brutal. Tres hombres, armados con rifles de asalto, irrumpieron en un duplex alquilado y ocupado por unos veinte inmigrantes ilegales de Mexico. Los mexicanos trabajaban dieciocho horas diarias, ahorraban hasta el ultimo centavo y lo enviaban todo a casa una vez al mes. Ese tipo de asaltos no eran raros en Jackson y en otras ciudades del sur. En pleno caos, con los mexicanos corriendo por todas partes, sacando el dinero de debajo de las baldosas y detras de las paredes, y chillando desesperados en espanol mientras los pistoleros les gritaban en un rudimentario ingles, uno de los mexicanos saco una pistola y disparo varias veces, sin alcanzar a nadie. Los hombres armados respondieron y el caos se convirtio en un infierno. Cuando acabo el tiroteo, habia cuatro mexicanos muertos, otros tres estaban heridos y los hombres armados habian desaparecido en la oscuridad de la noche. Se estimaba que se habian llevado unos ochocientos dolares, pero la policia nunca lo sabria seguro.
Barry Rinehart no podia apuntarse el suceso como una de sus creaciones, pero le complacio oir hablar de el.
Una semana despues, en un mitin patrocinado por una asociacion comprometida con hacer cumplir la ley, Clete Coley aprovecho el crimen y volvio a la carga, con sana, a sus diatribas habituales acerca de la violencia descontrolada y alimentada por un tribunal liberal que restringia las ejecuciones en Mississippi. Senalo a Sheila McCarthy, sentada en el escenario
Ron Fisk no quiso ser menos. Cargo contra las bandas, las drogas y el desorden, y critico al tribunal supremo, aunque con un lenguaje mas suave. A continuacion, desvelo un plan de cinco puntos para racionalizar las apelaciones de penas capitales, mientras su personal repartia las proposiciones especificas entre los asistentes. Fue un espectaculo impresionante, y Tony, sentado al fondo, quedo encantado con la actuacion.
Cuando la jueza McCarthy se acerco al estrado, la gente estaba dispuesta a echarle piedras. Les explico con toda calma las complejidades de las apelaciones de las penas de muerte y les aseguro que el tribunal dedicaba casi todo su tiempo a dirimir esos casos tan dificiles. Hizo hincapie en la necesidad de ser prudentes y concienzudos para asegurar que se respetaban los derechos de los acusados. La ley no conoce mayor carga que la de proteger los derechos de aquellos que la sociedad ha decidido ejecutar. Les recordo que habia como minimo ciento veinte hombres y mujeres condenados a la pena de muerte que luego habian sido completamente exonerados, dos en Mississippi. Algunos habian pasado mas de veinte anos en el corredor de la muerte. En los nueve anos que llevaba en la judicatura, habia participado en cuarenta y ocho casos de pena de muerte. De esos, habia votado con la mayoria en veintisiete ocasiones para confirmar las condenas, pero solo despues de asegurarse de que los acusados habian tenido un juicio justo. En los demas casos, habia votado a favor de