alguna parte, menos este tipo. Me apuesto lo que quieras a que nunca ha estado en el juzgado municipal de Brookhaven o en el juzgado de menores del condado de Lincoln. Un buen dia se despierta y de repente decide que le apasiona la judicatura y, que demonios, que empezara desde arriba. Es un insulto para aquellos de nosotros que trabajamos sin descanso en el sistema y lo hacemos avanzar.
– Dudo que lo de presentarse a juez saliera de el.
– No, lo reclutaron. Eso lo hace aun mas vergonzoso.
Echan un vistazo, escogen a un pardillo con una bonita sonrisa y con un expediente inmaculado y lo envuelven para regalo con su habil marketing. Eso es politica, pero no deberia corromper el poder judicial.
– Les ganamos hace dos anos con McElwayne.
– De modo que eres optimista.
– No, juez, estoy aterrado. No he dormido desde que Fisk anuncio su candidatura y no dormire hasta que salga derrotado. Estamos en la ruina y agobiados por las deudas, asi que no podemos firmar un cheque, pero todos los miembros de mi bufete han accedido a dedicar una hora al dia para ir de puerta en puerta, repartir panfletos, pegar carteles y llamar por telefono. Hemos escrito a nuestros clientes. Confiamos en nuestros amigos. Hemos organizado a Bowmore. Estamos haciendo todo lo posible, porque si perdemos el caso Baker, no habra un manana.
– ?En que estado se encuentra la apelacion?
– Ya se han presentado los escritos. Todo esta listo y preparado y estamos esperando que el tribunal nos informe de la fecha de la exposicion oral, si es que la hay. Seguramente a principios del ano que viene.
– ?No hay posibilidades de obtener una decision antes de las elecciones?
– Imposible. Es el caso mas importante de los que tienen pendientes, aunque todos los abogados deben de pensar lo mismo. Ya lo sabes, el tribunal trabaja segun su propio programa, no se les puede presionar.
Tomaron cafe helado mientras echaban un vistazo al pequeno huerto del juez. Casi estaban a cuarenta grados y Wes tenia ganas de marcharse. Finalmente, se despidieron en el porche delantero, estrechandose la mano. Mientras Wes se alejaba, empezo a preocuparse por el. El juez Harrison estaba mucho mas pendiente de la carrera electoral de McCarthy que de la suya propia.
La vista trataba una peticion de desestimacion, presentada por el condado de Hinds. La sala estaba presidida por el magistrado Phil Shingleton. Era una sala del tribunal pequena, eficaz y con mucho trajin, decorada con paredes de roble y los obligatorios retratos desvaidos de jueces ya olvidados. No habia tribuna para el jurado puesto que en los tribunales de equidad no se llevan a cabo este tipo de juicios. Rara vez contaban con asistencia, pero en esa ocasion todos los asientos estaban ocupados.
Meyerchec y Spano, de vuelta de Chicago, estaban sentados con su abogado radical en una de las mesas. En la otra habia dos mujeres jovenes que representaban al condado. El juez Shingleton llamo al orden, dio la bienvenida a los asistentes, hizo un comentario sobre el interes que la vista habia suscitado en los medios de comunicacion y echo un vistazo al dossier. Dos dibujantes intentaban plasmar los rostros de Meyerchec y Spano. Todo el mundo esperaba ansioso mientras Shingleton repasaba el expediente como si nunca lo hubiera visto. De hecho, lo habia leido muchas veces y ya habia escrito su dictamen.
– Por curiosidad -dijo, sin levantar la vista-. ?Por que presentaron su demanda en este tribunal?
– Porque es una cuestion de equidad, senoria -contesto el abogado radical, poniendose en pie-, y estabamos seguros de que aqui tendriamos un juicio justo.
Si lo dijo para arrancar alguna sonrisa, no lo logro.
La verdadera razon de la presentacion en un tribunal de equidad era la necesidad de que lo desestimaran lo antes posible. Una vista en un juzgado de distrito llevaria mucho mas tiempo y un juicio en un tribunal federal se desviaba demasiado de sus planes.
– Proceda -dijo Shingleton.
El abogado radical empezo a despotricar contra el condado, el estado y la sociedad en general. Hablaba rapido y con brusquedad, en un tono demasiado alto para la pequena sala y demasiado estridente para prestarle atencion mas de diez minutos seguidos. El alegato no parecia tener fin. Las leyes del estado estaban atrasadas, eran injustas y discriminaban a sus clientes porque no podian contraer matrimonio. ?Por que razon dos adultos homosexuales que se quieren y que, de mutuo acuerdo, estan dispuestos a aceptar todas las responsabilidades, obligaciones, compromisos y deberes que conlleva el matrimonio, no pueden disfrutar de los mismos privilegios y derechos que dos heterosexuales? Consiguio formular la misma pregunta al menos de ocho maneras distintas.
La razon, expuesta por una de las mujeres que representaban al condado, es que las leyes del estado no lo permiten. Asi de claro y sencillo. La Constitucion concede al estado la potestad de redactar leyes relacionadas con el matrimonio y el divorcio, y nadie mas dispone de tal autoridad. Cuando la asamblea legislativa apruebe, si es que lo hace, el matrimonio entre personas del mismo sexo, el senor Meyerchec y el senor Spano podran hacer realidad sus deseos.
– ?Espera que la asamblea legislativa lo haga pronto? -pregunto Shingleton, de manera inexpresiva.
– No -fue la rapida respuesta, que arranco algunas risitas.
El abogado radical contraataco con el energico argumento de que la asamblea legislativa, sobre todo la «nuestra», aprobaba leyes cada ano que son revocadas por los tribunales. ?Ese es el papel del poder judicial! Despues de dejar bien claro su punto de vista, concibio diversas formas de presentarlo con minimas variaciones.
Al cabo de una hora, Shingleton estaba harto. Sin un descanso, y echando un vistazo a sus anotaciones, emitio un veredicto bastante sucinto. Su trabajo consistia en acatar las leyes del estado y si las leyes prohibian el matrimonio entre dos hombres o dos mujeres, o dos hombres y una mujer, o cualquier otra combinacion diferente a la de un hombre y una mujer, entonces a el, como juez, no le quedaba otra opcion que la de desestimar el caso.
Fuera de la sala del tribunal, con Meyerchec a un lado y Spano al otro, el abogado radical continuo con su estridente diatriba para la prensa. Se sentia agraviado. Sus clientes se sentian agraviados, aunque varios coincidieron en que parecian aburridos.
Iban a apelar de inmediato al tribunal supremo de Mississippi. Alli era donde iban y era alli donde querian estar. Ademas, siendo la imprecisa firma de Troy-Hogan la que pagaba las facturas desde Boca Raton, era exactamente alli donde acabarian.
23
Durante los primeros cuatro meses, el duelo electoral entre Sheila McCarthy y Ron Fisk habia sido marcadamente civico. Clete Coley habia despotricado de todo el mundo, pero su aspecto en general y su personalidad indisciplinada impedian que los votantes lo vieran como un posible juez del tribunal supremo. Aunque seguia recibiendo el apoyo del 10 por ciento en las encuestas de Rinehart, cada vez hacia menos campana. La encuesta de Nat Lester le concedia el 5 por ciento, pero no era tan exhaustiva como la de Rinehart.
Despues del Dia de los Trabajadores, en septiembre, con las elecciones a dos meses vista y la recta final ante ellos, la campana de Fisk dio su primer paso hacia el juego sucio manifiesto, y una vez que se tomaba ese camino, no habia vuelta atras.
Barry Rinehart habia perfeccionado esa tactica en otras campanas electorales. Enviaron un mailing masivo a todos los votantes censados, a traves de una organizacion llamada Victimas Judiciales por la Verdad. En la propaganda se preguntaba lo siguiente: «?Por que financian los abogados litigantes a Sheila McCarthy?». La diatriba de cuatro paginas que iba a continuacion ni siquiera intentaba responder la pregunta, sino que se limitaba a vilipendiar a dichos abogados.
Primero echaba mano del medico de familia y aseguraba que los abogados litigantes y las demandas frivolas que presentaban son los responsables de muchos de los problemas del sistema de atencion sanitaria. Los medicos, que trabajan con el miedo de recibir una demanda por negligencia, se ven obligados a pedir pruebas y diagnosticos caros que elevan el coste de la asistencia sanitaria. Estos profesionales deben pagar primas extraordinarias por mala praxis para protegerse de juicios fraudulentos. En algunos estados, incluso se ha llegado