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La primera discusion fue sobre quien iba a estar presente en la habitacion. Por parte de la defensa, Jared Kurtin tenia el mando absoluto de su batallon y no habia problemas. La bronca estaba en el otro bando.
Sterling Bintz llego temprano, llamativamente acompanado de un sequito de hombres jovenes de los cuales la mitad parecian abogados y la otra mitad matones. Alego que representaba a mas de la mitad de las victimas de Bowmore y que, por tanto, tenia derecho a llevar la voz cantante en las negociaciones. Hablaba con su apocopada voz nasal y con un acento tan extrano por aquellos lugares que se gano de inmediato el recelo de todo el mundo. Wes consiguio bajarle los humos, aunque por poco tiempo. F. Clyde Hardin, que masticaba un bollito y observaba desde un rincon, disfrutaba con la trifulca y rezaba para que se alcanzara pronto un acuerdo. El fisco habia empezado a enviar cartas certificadas.
Un experto nacional en casos de responsabilidad civil por vertidos contaminantes de Melbourne Beach, Florida, aparecio con su propio equipo y se unio al debate. El tambien aseguraba que representaba a cientos de personas afectadas y, teniendo en cuenta su experiencia en acuerdos de reclamacion de danos, suponia que debia ser el quien negociara con la parte demandada. Los dos abogados de demandas conjuntas no tardaron en enzarzarse en una pelea sobre quien robaba clientes a quien.
Habia diecisiete bufetes mas disputandose un puesto en la mesa. Unos cuantos eran firmas de prestigio expertas en danos personales, pero la mayoria estaba formada por abogados de pequenas ciudades mas acostumbrados a llevar casos de accidentes de trafico, que habian conseguido hacerse con un par de clientes mientras husmeaban por Bowmore.
La tension era alta antes del inicio de la reunion y, una vez que empezaron los gritos, se hizo evidente la posibilidad de llegar a los punos. Cuando la discusion estaba en pleno apogeo, Jared Kurtin les llamo la atencion, muy tranquilo, y anuncio que Wes y Mary Grace decidirian quien se sentaba donde. Si alguien tenia algun problema con ello, su cliente, la compania de seguros y el saldrian por la puerta con el dinero. Esto calmo los animos.
A continuacion le llego el turno a la prensa. Como minimo, habia tres periodistas pululando por alli para cubrir la reunion «secreta» y cuando se les pidio que salieran, se mostraron bastante reacios a obedecer. Por suerte, Kurtin habia contratado guardias de seguridad armados, que finalmente acompanaron fuera del hotel a los periodistas.
Kurtin tambien habia propuesto la presencia de un arbitro, incluso se habia ofrecido a pagarlo el, una persona ecuanime y con experiencia en litigios y acuerdos. Wes habia accedido y Kurtin habia encontrado a un juez federal retirado en Fort Worth, que trabajaba de mediador a tiempo parcial. El juez Rosenthal asumio el control con toda calma despues de que los abogados litigantes se hubieron sosegado. N ecesito una hora para negociar la disposicion de los representantes. El ocuparia la cabecera al final de la larga mesa. A la derecha, hacia la mitad, estaria el senor Kurtin, flanqueado por sus socios, asociados, Frank Sully, de Hattiesburg, dos ejecutivos de Krane y otro de la compania aseguradora. Un total de once personas para la defensa, y otros veinte apinados detras.
A su izquierda, los Payton se sentarian en el centro, delante de J ared Kurtin, y estarian flanqueados por Jim McMay, el abogado litigante de Hattiesburg con cuatro casos de fallecimiento de Bowmore. McMay habia ganado una fortuna con el litigio de los comprimidos de fentormina para adelgazar y habia participado en varias reuniones para llegar a acuerdos en casos colectivos. Le acompanaba un abogado de Gulport, con una experiencia similar. Las demas sillas estarian ocupadas por abogados de Mississippi con casos legitimos de Bowmore. Los tipos de la demanda conjunta habian quedado relegados al fondo. Sterling Bintz manifesto su descuerdo con el lugar que le habia sido asignado y Wes, enfadado, le dijo que se callara. Al ver la reaccion de los matones, J ared Kurtin anuncio que las demandas conjuntas eran la ultima prioridad para Krane y que si el, Bintz, tenia esperanza de ver algun centimo, mas le valia seguir calladito y no interrumpir.
– Esto no es Filadelfia -dijo el juez Rosenthal-. ?Esas personas son guardaespaldas o abogados?
– Ambas cosas -contesto Bintz, con sequedad.
– Pues controlelos.
Bintz tomo asiento, refunfunando y lanzando improperios.
Eran las diez de la manana y Wes parecia agotado. En cambio, su mujer estaba lista para empezar.
Estuvieron repasando la documentacion durante tres horas sin descanso. El juez Rosenthal dirigia el trafico mientras se aportaban los expedientes de los clientes, se llevaban a una sala contigua para fotocopiarlos, se revisaban y luego se clasificaban segun el sistema arbitrario del juez: fallecimiento, Clase Uno; cancer diagnosticado, Clase Dos; y todos los demas, Clase Tres.
Las negociaciones llegaron a un punto muerto cuando Mary Gracesolicito que se concediera prioridad al caso de Jeannette Baker y, por tanto, mas dinero, teniendo en cuenta que ella habia ido a juicio. ?Por que su caso tenia mas valor que los demas casos de fallecimiento?, pregunto un abogado.
– Porque ella fue a juicio -contesto Mary Grace, sin vacilar, fulminandolo con la mirada.
En otras palabras, los abogados de Baker habian tenido las agallas de enfrentarse a Krane mientras los demas habian optado por sentarse y mirar. En los meses anteriores al juicio, los Payton habian acudido a cinco de los abogados litigantes presentes, como minimo, incluido Jim McMay, y practicamente les habian suplicado ayuda. Todos se la habian denegado.
– Reconocemos que el caso Baker merece mayor compensacion -dijo Jared Kurtin-. Sinceramente, no puedo pasar por alto un veredicto de cuarenta y un millones de dolares.
Mary Grace le sonrio por primera vez en anos. Incluso lo habria abrazado.
A la una, hicieron una pausa de dos horas para comer. Los Payton y Jim McMay se retiraron al restaurante del hotel e intentaron analizar el desarrollo de la reunion hasta el momento. Para empezar, les preocupaban las verdaderas intenciones de Krane. ? De verdad queria llegar a un acuerdo? ? O no era mas que una maniobra que convenia a los planes de la empresa? El hecho de que los diarios financieros nacionales estuvieran tan informados de las charlas secretas sobre el acuerdo hizo sospechar a los abogados. Sin embargo, hasta ese momento, el senor Kurtin habia dado muestras de ser un hombre con una mision. Ni los ejecutivos de Krane ni los de la aseguradora habian sonreido y tal vez eso fuera una senal de que estaban a punto de despedirse de su dinero.
A las tres de la tarde, en Nueva York, Carl Trudeau filtro la noticia de que las negociaciones iban bien en Mississippi. Krane era optimista sobre llegar a un acuerdo.
Las acciones cerraron la semana a dieciseis con cincuenta: habian subido cuatro dolares.
A las tres de la tarde, en Hattiesburg, los negociadores ocuparon de nuevo sus asientos y el juez Rosenthal volvio a poner en marcha la fabrica de papel. Tres horas despues, las estimaciones iniciales habian finalizado. Sobre la mesa habia las reclamaciones de setecientas cuatro personas. Sesenta y ocho personas habian muerto de cancer y sus familias culpaban a Krane. Ciento cuarenta y tres tenian cancer. Las demas sufrian un amplio abanico de enfermedades y afecciones menos graves, supuestamente causadas por el agua de boca contaminada de la estacion de bombeo de Bowmore.
El juez Rosenthal felicito a ambas partes despues de un dia tan duro y productivo y levanto la sesion hasta la manana del sabado a las nueve en punto.
Wes y Mary Grace volvieron directamente al despacho e informaron a los demas. Sherman habia estado en la sala de negociacion todo el dia y compartieron sus observaciones. Coincidieron en que Jared Kurtin habia vuelto a Hattiesburg con el objetivo de llegar a un acuerdo y que su cliente parecia decidido a ello. Wes les advirtio que todavia era demasiado pronto para celebrarlo. Solo habian conseguido identificar las partes y el primer dolar no estaba en absoluto encima de la mesa.
Mack y Liza les suplicaron que los llevaran al cine. A la mitad de la sesion de las ocho, Wes empezo a cabecear. Mary Grace miraba la pantalla sin verla, comia palomitas y desmenuzaba mentalmente cifras relacionadas con gastos medicos, dolor y sufrimiento, perdida de compania humana, perdida de ingresos, perdida de todo. Ni se atrevio a considerar la posibilidad de ponerse a calcular honorarios de abogados.
El sabado por la manana hubo menos trajes y corbatas sentados a la mesa. Incluso el juez Rosenthal vestia de manera mas informal con un polo negro bajo una chaqueta sport.
