Capitulo XII

Ryan descubrio que el trabajo de producir la mantenia igual de hundida en montanas de papeles que el que habia realizado hasta entonces ocupandose de los contratos. Se pasaba los dias detras de la mesa, al telefono o en el despacho de algun colega. Era un trabajo duro y exigente, con poquisimo encanto. Con todo, tenia la sensacion de que valia para producir. Despues de todo, era la hija de Bennett Swan.

Swan no le habia dado carta blanca para que actuara con absoluta libertad, pero la discusion de la manana de su regreso a Los Angeles habia tenido consecuencias beneficiosas. Su padre la escuchaba. Y, en general, se mostraba sorprendentemente conforme con sus propuestas. No se oponia de forma arbitraria a nada, como habia temido que sucederia, sino que introducia algunas variaciones de vez en cuando. Swan conocia el negocio desde todos los angulos. Ryan tomaba nota y aprendia.

Las jornadas eran inacabables. Pero mas eternas se le hacian las noches. Ryan ya habia supuesto que Pierce no la llamaria por telefono. No era su estilo. Lo mas probable fuera que estuviese en su sala de trabajo, abajo, planeando, practicando, perfeccionando sus numeros. Quiza ni siquiera se diera cuenta del paso del tiempo.

Por otra parte, siempre podia ser ella la que lo llamara, penso Ryan mientras daba vueltas por su vacio apartamento. Podia inventarse unas cuantas excusas creibles para hacerlo. Habia habido un cambio en las fechas de grabacion. Con eso bastaba, aunque sabia que su agente ya lo tenia al corriente. Y habia como poco una decena de detalles que podian repasar antes de la reunion de la semana siguiente.

Ryan miro hacia el telefono pensativamente, pero termino sacudiendo la cabeza. No era por nada relacionado con los negocios por lo que queria hablar con el y no queria utilizarlos como excusa. Ryan fue a la cocina y empezo a prepararse una cena ligera.

Pierce reviso el numero del agua por tercera vez. Le salia casi a la perfeccion. Pero casi no era suficiente. No era la primera vez que se recordaba que el ojo de la camara era mucho mas fino que el de cualquier persona. Cada vez que se habia visto por television, habia encontrado defectos. Le daba igual que solo el supiese donde mirar para verlos. Lo importante era que habia fallos. Repaso el numero de nuevo.

La sala de trabajo estaba en silencio. Aunque sabia que Link estaba arriba tocando el piano, no le llegaba el sonido. Aunque tampoco lo habria oido si hubiesen estado en la misma habitacion. Con ojo critico, se miro en la superficie de un gran espejo mientras el agua parecia relucir dentro de un vaso sin fondo. El espejo lo reflejaba sujetandolo, por arriba y abajo, mientras el agua fluia de una palma a otra. Agua. Solo era uno de los cuajo elementos que queria depurar para el especial de Ryan.

De Ryan. Pensaba en el especial como si fuera de ella mas que suyo. Pensaba en ella cuando debia estar concentrado en el trabajo. Con un gesto agil de las manos, Pierce devolvio el agua a un jarro de cristal.

Habia estado a punto de llamarla una decena de veces. En una ocasion, a las tres de la manana, habia llegado a marcar los primeros digitos de su numero. Solo oirla, le habria bastado con oir su voz. Pero habia colgado sin terminar de marcar, recordandose su voto personal de no presionar nunca a nadie. Llamarla significaba que esperaba que Ryan estuviese en su casa para contestar. Pero ella era libre de hacer lo que quisiera. No tenia derecho a pedirle nada. Ni a ella ni a nadie. Hasta la jaula del papagayo estaba abierta todo el tiempo.

Jamas habia habido nadie en su vida con quien se hubiese sentido ligado. Los trabajadores sociales le habian impuesto disciplina y se habian mostrado compasivos, pero, en el fondo, para ellos no habia sido mas que un nombre en un expediente. La ley se habia encargado de proporcionarle alojamiento y cuidados adecuados. Y la ley lo habia mantenido atado a dos personas que no lo serian, pero que tampoco permitian que otras personas lo adoptaran.

Ni siquiera en sus relaciones con aquellos a quienes queria, como Link y Bess, imponia ataduras a los demas. Quiza esa fuera la razon por la que seguia planeando fugas cada vez mas complicadas. Escaparse era una demostracion de que nadie podia permanecer preso para siempre.

Y, sin embargo, pensaba en Ryan cuando debia estar trabajando.

Pierce agarro las esposas y las examino. Habian encajado perfectamente en la muneca de Ryan. Durante unos instantes, la habia retenido. Pierce se esposo la muneca derecha y jugo con la otra, imaginando que esposaba una mano de Ryan junto a la suya.

?Era eso lo que queria?, se pregunto. ?Atarla a el? Pierce recordo lo calida que era, los sofocos que a el mismo le entraban tras una simple caricia. ?Quien estaria encadenado a quien? Pierce se libero con la misma facilidad con que se habia puesto las esposas.

– Mas dificil todavia -dijo el papagayo desde la jaula.

– Tienes toda la razon -murmuro Pierce, mirando a Merlin, mientras se pasaba las esposas de una mano a otra-. Es arriesgado, pero no me digas que no es una mujer irresistible.

– Abracadabra.

– Exacto -dijo Pierce con tono ausente-. Abracadabra. La cuestion es: ?quien ha hechizado a quien?

Estaba a punto de meterse en la banera cuando oyo que llamaban a la puerta.

– ?Vaya, hombre!

Irritada por la interrupcion, Ryan volvio a ponerse el albornoz y fue a contestar. Incluso mientras abria la puerta, ya estaba pensando en como ingeniarselas para librarse de la visita antes de que el agua de la banera se enfriase.

– ?Pierce!

Este vio que los ojos de Ryan se agrandaban asombrados. Luego, con una mezcla de alivio y placer, noto que se alegraba de verlo. Ryan se lanzo a sus brazos.

– ?Estas aqui? -pregunto como si no se creyese que Pierce fuera de carne y hueso. Pero no le dio tiempo a responder, sino que se precipito sobre su boca para beberlo con una pasion solo igualable a la de el-. Cinco dias. ?Sabes cuantas horas hay en cinco dias? -murmuro apretandose contra su torso.

– Ciento veinte -Pierce la separo lo justo para poder tirarla y sonreirle-. Sera mejor que entremos. Tus vecinos tienen que estar divirtiendose mucho con esta escena.

Ryan tiro de Pierce y cerro la puerta empujandola entra ella.

– Besame -le exigio-. Fuerte. Un beso que me dure ciento veinte horas.

Pierce bajo la cabeza hasta capturar la boca de Ryan. Esta noto sus dientes mordisqueandole los labios mientras el emitia grunidos, la apretaba y luchaba por recordar su propia fuerza y la fragilidad de Ryan. Ella lo provoco con la lengua, exploro su cuerpo con las manos. Reia con esa risa rugosa y sexy que lo volvia loco.

– Has venido -dijo suspirando antes de apoyar la cabeza sobre un hombro de Pierce-. Eres real.

?Lo seria ella tambien?, se pregunto Pierce, algo aturdido por el beso.

Despues de un ultimo abrazo, Ryan dio un pasito atras.

– ?Que haces por aqui? No te esperaba hasta el lunes o el martes.

– Queria verte -dijo el sin mas mientras levantaba la vano para acariciarle una mejilla-. Tocarte.

Ryan le agarro la mano y se la llevo a los labios. Pierce sintio que una chispa prendia fuego en la boca de su estomago.

– Te he echado de menos -murmuro mirandolo a los ojos-. No imaginas cuanto. Si hubiese sabido que desear verte iba a traerte antes, te habria deseado con mas intensidad todavia.

– No estaba seguro de si seguirias libre.

– Pierce -Ryan reposo las manos sobre el pecho de el-, ?de verdad crees que puedo querer estar con otro hombre?

La miro sin decir palabra, pero ella noto que el corazon le latia a mas velocidad.

– Interfieres en mi trabajo -dijo finalmente.

– ?Si? -pregunto confundida Ryan-. ?Como? -No te me vas de la cabeza.

– Lo siento -dijo ella, pero sonrio, mostrando claramente que no lo lamentaba en absoluto-. Asi que te he impedido concentrarte.

– Si.

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