Al dia siguiente lo obligaria a firmar y se marcharia con el contrato en la mano. Pierce habia conseguido ponerla nerviosa. Incluso antes del numerito con las cartas del Tarot la habia puesto nerviosa. Esos ojos… penso, y le entro un escalofrio. Aquellos ojos tenian algo especial.
Aunque, en el fondo, la cuestion era muy sencilla, decidio: lo unico que pasaba era que se trataba de un hombre con mucha personalidad. Tenia un gran magnetismo y, si, no cabia duda de que era muy atractivo. Seguro que habia ensayado su atractivo, de la misma forma que, evidentemente, habia ensayado aquel aire misterioso y esa sonrisa enigmatica.
Un relampago ilumino el cielo haciendo respingar a Ryan. No habia sido cien por cien sincera con Pierce: pues, a decir verdad, las tormentas le destrozaban los nervios. Aunque era capaz de racionalizar sus temores y entender que no tenian el menor fundamento, los truenos y los relampagos siempre le encogian el estomago. Odiaba esa debilidad, una debilidad propia de las mujeres sobre todo. Pierce habia acertado: Bennett Swan habia deseado un hijo. Y ella se habia ido abriendo hueco en la vida, luchando constantemente para compensar el hecho de haber nacido mujer.
“A la cama”, se ordeno. Lo mejor que podia hacer era acostarse, cubrirse hasta la coronilla con la manta y cerrar fuerte los ojos. Asi resuelta, camino con decision para correr las cortinas. Miro a la ventana. Algo le devolvio la mirada. Grito.
Ryan cruzo la habitacion como un cohete. Las palmas de las manos se le empaparon tanto que resbalaron al agarrar el manillar. Cuando Pierce abrio la puerta, ella cayo entre sus brazos y no dudo en apretarse contra su pecho.
– Ryan, ?se puede saber que te pasa?
La habria apartado, pero ella le habia rodeado el cuello, con fuerza. Era muy bajita sin tacones. Podia sentir las formas de su cuerpo mientras se aplastaba con desesperacion contra el. De pronto, preocupado e intrigado mismo tiempo, Pierce experimento un fogonazo de deseo. Molesto por tal reaccion, la separo con firmeza y la agarro los brazos.
– ?Que pasa? -insistio.
– La ventana -acerto a decir ella, que habria vuelto a refugiarse entre los brazos de Pierce encantada si este no la hubiese mantenido a distancia-. En la ventana junto a la cama.
La echo a un lado, entro en la habitacion y se dirigio a la ventana. Ryan se tapo la boca con las dos manos, retrocedio un paso y, al tocarla, con la espalda, la puerta se cerro de golpe.
Luego oyo a Pierce soltar una blasfemia en voz baja al tiempo que abria la ventana. Instantes despues, rescato de la tormenta a una gata muy grande y muy mojada. Ryan solto un gemido de verguenza y dejo caer el peso de la espalda contra la puerta.
– Estupendo. Vaya ridiculo -murmuro.
– Es Circe. No sabia que estuviese fuera con este tiempo -Pierce dejo la gata sobre el suelo. Esta se sacudio una vez y salto sobre la cama. Despues, Pierce se giro hacia Ryan. Si se hubiera reido de ella, no se lo habria perdonado nunca. Pero en sus ojos habia una mirada de disculpa, antes que de burla-. Perdona. Debe de haberte dado un buen susto. ?Te pongo un conac?
– No -Ryan exhalo un largo suspiro-. El conac no alivia la sensacion de ridiculo absoluto.
– No hay por que avergonzarse de tener miedo.
Las piernas seguian temblandole, de modo que continuo recostada contra la puerta.
– Si tienes alguna mascota mas, no dejes de avisarme, por favor -Ryan hizo un esfuerzo y consiguio esbozar una sonrisa-. Asi, si me despierto con un lobo en la cama, puedo darme media vuelta y seguir durmiendo.
No contesto. Ryan vio como sus ojos se deslizaban de arriba abajo por todo su cuerpo. Solo entonces reparo en que no llevaba nada mas encima que un fino camison de seda. Se puso firme como un palo, pero cuando la mirada de Pierce se detuvo sobre su cara fue incapaz de moverse, incapaz de articular el mas minimo sonido. Apenas podia respirar y antes de que el diera el primer paso hacia Ryan, esta ya estaba temblando.
“?Dile que se vaya!”, le ordeno a gritos la cabeza; pero los labios se negaron a dar forma a las palabras. No podia desviar la mirada de sus ojos. Cuando Pierce se paro ante ella, Ryan echo la cabeza hacia atras lo justo para poder seguir manteniendole la mirada. Notaba el pulso martilleandole en las munecas, en la garganta, en el pecho. El cuerpo entero le vibraba de pasion.
“Lo deseo”, descubrio atonita. Ella jamas habia deseado a un hombre como estaba deseando a Pierce Atkins en aquel momento. Respiraba entrecortadamente, mientras que la respiracion de el permanecia serena y regular. Muy despacio, Pierce poso un dedo sobre el hombro izquierdo de Ryan y echo a un lado el tirante. El camison le resbalo con soltura por el brazo. Ryan no se movio. El la observo con intensidad al tiempo que deslizaba el otro tirante. La parte superior del camison descendio hasta las puntas de sus pechos, donde quedo colgando levemente. Bastaria un ligero movimiento de su mano para hacerlo caer del todo a los pies de Ryan. Ella seguia quieta, inmovil, hipnotizada.
Pierce levanto las dos manos y le retiro su rubio cabello de la cara. Dejo que sus dedos se hundieran en el pelo. Se acerco. Entonces dudo. Los labios de Ryan se separaron temblorosos. El la vio cerrar los ojos antes de posar la boca sobre la de ella.
Los labios de Pierce eran firmes y delicados. Al principio apenas hicieron presion, solo la saborearon un segundo. Luego se entretuvo unos segundos con un roce constante pero ligero. Como una promesa o una amenaza de lo que podia llegar, Ryan no estaba segura. Las piernas le temblaban tanto que no lograria mantenerse en pie mucho mas tiempo. A fin de sostenerse, se agarro a los brazos de Pierce. Brazos de musculos duros y firmes en los que no pensaria hasta mucho despues. En esos momentos estaba demasiado ocupada con su boca. Apenas estaba besandola y, sin embargo, la sensacion resultaba abrumadora.
Segundo a segundo, Pierce fue profundizando la intensidad del beso en una progresion lenta y agonica. Ryan le apreto los brazos con desesperacion. El le dio un mordisco suave en los labios, se retiro y volvio a apoderarse de su boca ejerciendo un poco mas de presion. Su lengua paseo sobre la de ella como una caricia. Se limito a tocarle el cabello, aunque su cuerpo lo tentaba casi irresistiblemente. Pierce extrajo el maximo de placer posible utilizando nada mas que la boca.
Sabia lo que era sentir necesidad… de alimentos, de amor, de una mujer; pero hacia anos que no experimentaba un impulso tan crudo y doloroso. Necesitaba saborearla, solo saborearla. Su boca era dulce y adictiva. Mientras la besaba, sabia que llegaria un momento en que llegarian mas lejos. Pero por el momento le bastaba con sus labios.
Cuando noto que habia llegado a la frontera entre retirarse y poseerla del todo, Pierce separo la cabeza. Espero a que Ryan abriese los ojos.
El verde de sus ojos se habia oscurecido. Pierce comprendio que estaba asombrada y excitada a partes iguales. Supo que podria hacerla suya alli mismo, de pie, tal como estaban. Solo tendria que besarla de nuevo, solo tendria que despojarla de la delgada tela de seda que los separaba. Pero no hizo ninguna de las dos cosas. Ryan dejo de apretarle los brazos; luego aparto las manos. Sin decir nada, Pierce la sorteo y abrio la puerta. La gata salto de la cama y se escapo por la rendija antes de que el llegara a cerrarla.
Capitulo III
A la manana siguiente, el unico rastro de la tormenta era el goteo de agua continuo desde el balcon que habia al otro lado de la ventana de la habitacion de Ryan. Se vistio con esmero. Era importante estar perfectamente preparada y tranquila cuando bajara. Le habria resultado mas sencillo si hubiese podido convencerse de que todo habia sido un sueno; de que Pierce no habia entrado en ningun momento en su habitacion, de que jamas le habia dado aquel extrano beso demoledor. Pero no habia sido un sueno en absoluto.
Ryan era demasiado realista para fingir lo contrario o inventarse pretexto alguno. Gran parte de lo que habia ocurrido habia sido por su culpa, admitio mientras doblaba la chaqueta del dia anterior. Se habia portado como una tonta, poniendose a gritar porque una gata habia querido entrar para guarecerse de la tormenta. Luego, presa de los nervios, se habia lanzado en brazos de Pierce sin llevar mas que un camison casi invisible. Y, para rematarlo todo, lo peor habia sido que no habia protestado. Ryan no tenia mas remedio que reconocer que Pierce le habia dado tiempo de sobra para mostrar alguna senal de oposicion. Pero ella no habia hecho nada, no se habia resistido ni forcejeado, no habia emitido la menor protesta de indignacion.