Quiza la habia hipnotizado, penso de mal humor mientras se cepillaba el pelo. Aquella forma de mirarla, la facilidad con que le habia dejado la mente totalmente en blanco. Ryan exhalo un suspiro de frustracion y tiro el cepillo dentro del neceser. No se podia hipnotizar a nadie con una simple mirada.
Si queria hacerle frente a la situacion, lo primero que necesitaba era reconocer la verdad. Y la unica verdad era que habia sido la primera que habia deseado aquel beso. Y cuando por fin la habia besado Pierce, el sentido comun habia pasado a segundo plano y se habia dejado arrastrar por las sensaciones. Ryan cerro el maletin y lo coloco junto a la puerta. Se habria ido a la cama con el. Tal era la cruda realidad y no habia vuelta de hoja si examinaba los hechos con objetividad. Si Pierce se hubiera quedado en la habitacion; ella habria accedido a hacer el amor. Habria estado dispuesta a acostarse con un hombre al que apenas conocia de unas horas.
Ryan respiro profundamente y se dio un momento para serenarse antes de abrir la puerta. Era una verdad dificil de aceptar para una mujer que se consideraba practica y se preciaba de actuar con cabeza. Pero el objetivo de aquella visita no habia sido otro mas que conseguir que Pierce Atkins echase una firma sobre su nombre en el contrato que le habia preparado, no acostarse con el.
Para colmo, ni siquiera habia conseguido que echase aquella firma, se recordo con el ceno fruncido. Y ya habia amanecido. Ya era hora de concentrarse en los negocios y de olvidarse de lo que habia podido llegar a ocurrir la noche anterior. Ryan abrio la puerta y empezo a bajar las escaleras.
La casa estaba en silencio. Despues de asomarse a la salita de estar y encontrarla vacia, se dirigio hacia el vestibulo. Aunque estaba resuelta a dar con Pierce y a ultimar los flecos del negocio que la habia llevado alli, una puerta abierta a la derecha la hizo detenerse. No pudo evitar la tentacion de mirar dentro y le basto un simple vistazo para soltar una exclamacion entusiasmada.
Habia paredes enteras literalmente llenas de libros. Ryan jamas habia visto tantos libros en una biblioteca particular, ni siquiera en la de su padre. De alguna manera, tuvo la certeza de que aquellos libros eran algo mas que una inversion, de que se habian leido. Estaba segura de que Pierce se sabria todos y cada uno de ellos. Entro en la habitacion para inspeccionar la biblioteca con mas detenimiento. Dentro, se percibia un olor miel y velas.
Magia y fisica recreativa, de Houdini; Los ilusionistas y sus secretos, de Seldow. A Ryan no le extrano encontrar eso y decenas de libros mas sobre magia y magos. Pero tambien habia obras de T H. White, Shakespeare, Chaucer, los poemas de Byron y Shelley. Desperdigadas entre ellas, localizo cuentos y novelas de Bradbury, Mailer y Fitzgerald. No todos los volumenes estaban forrados en piel ni eran ediciones antiguas y caras. Ryan penso en su padre, que conocia de memoria lo que valia cada uno de sus libros, pero que apenas habria leido unos diez volumenes de cuantos integraban la coleccion de su biblioteca.
“Tiene un gusto muy eclectico”, penso mientras deambulaba por la habitacion. Sobre la repisa de la chimenea habia unas figuras talladas con personajes de la Tierra Media de Tolkien. Y encima de una mesa se alzaba una escultura metalica muy moderna.
?Quien era aquel hombre?, se pregunto Ryan. ?Como era en realidad? Todo apuntaba a que se trataba de un hombre con sensibilidad, romantico, fantasioso y, al mismo tiempo, muy realista. La irrito sobremanera tomar conciencia de las ganas que tenia de descubrir totalmente su personalidad.
– ?Senorita Swan?
Ryan se giro de golpe y se encontro a Link en la puerta de la biblioteca.
– Ho… hola, buenos dias -dijo. Tenia la duda de si la expresion del mayordomo era de desaprobacion o si no era mas que la expresion normal de aquel rostro de facciones desafortunadas-. Perdon, ?no deberia haber entrado? -se disculpo.
Link encogio sus enormes hombros quitandole importancia a la intrusion.
– Pierce habria echado el cerrojo si hubiese querido impedir que entrara.
– Si, cierto -murmuro Ryan, que no estaba segura de si debia sentirse insultada por la indiferencia con que la trataba Link o divertirse por lo peculiar que este era.
– Ha dejado recado de que lo espere abajo cuando termine de desayunara
– ?Ha salido?
– A correr -respondio Link con pocas palabras-. Corre siete kilometros todos los dias.
– ?Siete kilometros? -repitio ella. Pero el mayordomo ya estaba dandose la vuelta. Ryan cubrio la distancia hasta la salida de la biblioteca a paso ligero para dar alcance a Link.
– Le preparare el desayuno -dijo este.
– Solo cafe… te -se corrigio al recordar que Pierce prescindia de la cafeina. No sabia como llamar al mayordomo, aunque comprendio que no tardaria en quedarse sin aliento por tratar de seguir su ritmo, de modo que no podria llamarlo de forma alguna. Por fin se decidio a darle un toque en el hombro y el se detuvo-. Link… anoche vi sus partituras en el piano. Espero que no le importe… Es una melodia preciosa. De verdad, una preciosidad.
El mayordomo, que al principio se habia limitado a observarla con rostro inexpresivo y a encogerse de hombros, se ruborizo al oir el elogio a su melodia. Ryan se quedo de piedra. Jamas habria imaginado que un hombre tan grandullon pudiera ruborizarse.
– No esta terminada -balbuceo mientras su feo y ancho rostro se ponia mas y mas rojo.
– Lo que esta terminado es precioso -insistio sonriente Ryan, conmovida-. Tiene un talento maravilloso.
El mayordomo echo a andar de nuevo, murmuro algo sobre prepararle el desayuno y desaparecio rumbo a la cocina. Ryan sonrio, observo la espalda de Link alejarse y entro en el salon donde habian cenado la noche anterior.
Link le llevo una tostada, explicando con una especie de grunido que tenia que comer algo. Ryan se la termino obedientemente y penso en lo que Pierce habia comentado sobre apreciar tesoros ocultos. Aunque fuera lo unico que sacase de aquella extrana visita, algo si habia aprendido: Ryan estaba convencida de que nunca mas volveria a formarse ideas precipitadas de los demas basandose en su aspecto fisico.
A pesar de que desayuno con especial lentitud, Pierce seguia sin regresar cuando Ryan termino la tostada. Como no le apetecia volver al cuarto de abajo, se resigno a continuar esperando mientras daba sorbos a un te que ya se habia quedado frio. Finalmente, suspiro, se puso de pie, recogio del suelo el maletin y se encamino hacia el despacho de la planta baja.
Ryan se alegro al ver que alguien habia encendido la luz. La pieza no tenia suficiente iluminacion; era demasiado grande para que la luz llegara a todas las esquinas. Pero al menos no sintio la aprension que habia experimentado el dia anterior. Esa vez ya sabia que esperar.
Diviso a Merlin en la jaula y camino hasta el papagayo. La puerta de la jaula estaba abierta, de modo que Ryan permanecio a un lado, estudiandolo con precaucion. No queria darle confianza y que volviese a posarse sobre su hombro. Y menos cuando no estaba Pierce delante para ahuyentarlo luego.
– Buenos dias -lo saludo. Sentia curiosidad por averiguar si el papagayo le hablaria estando ella sola.
– ?Quieres una copa, muneca? -respondio Merlin mirandola a los ojos.
Ryan rio y decidio que el maestro del papagayo tenia un extrano sentido del humor.
– Asi no ligaras nunca conmigo -dijo y se agacho hasta tener a Merlin frente con frente. Ryan se pregunto que mas cosas sabria decir. Estaba convencida de que le habrian ensenado mas frases. Pierce tendria paciencia suficiente para hacerlo. Ryan sonrio, opto por hacer participe de sus pensamientos al papagayo y continuo la conversacion-. ?Eres un pajaro listo, Merlin? -le pregunto.
– Ser o no ser -contesto el papagayo.
– ?Anda!, ?si recita Hamlet! -Ryan sacudio la cabeza en senal de incredulidad.
Luego se dio la vuelta hacia el escenario. Habia dos baules grandes, una cesta de mimbre y una mesa alargada que le llegaba a la cintura. Intrigada Ryan dejo el maletin en el suelo y subio los escalones del escenario. Sobre la mesa habia una baraja de cartas, un par de cilindros vacios, copas y botellas de vino y un par de esposas.
Ryan agarro la baraja y se pregunto fugazmente como las marcaria Pierce. No consiguio ver ninguna senal, ni siquiera tras llevarlas a la luz. Las devolvio a la mesa y tomo las esposas. Parecian oficiales, como las que pudiera usar cualquier agente de policia. Eran frias, de acero, poco amistosas. Busco alguna llave por la mesa, pero no la encontro.
Ryan se habia documentado sobre Pierce a conciencia. Sabia que, en teoria, no habia cerradura que se le resistiera. Lo habian esposado de pies y manos y lo habian encerrado en un baul con tres cerrojos mas. En menos de tres minutos, habia conseguido liberarse sin ayuda de colaborador alguno. Impresionante, reconocio Ryan, sin