Pero Keridil y Themila eran sus mas intimos y queridos amigos. Si no podia confiar en ellos, no podia confiar en nadie. Y tal vez, a fin de cuentas, podrian tranquilizar su mente...

Ellos estaban esperando que hablase. Tarod dijo, pausadamente:

—Tienes razon, Keridil. Hay algo..., pero este no es lugar para contarlo. Venid conmigo a mis habitaciones y os explicare todo lo que pueda.

A Tarod le sorprendio el alivio que sintio cuando, al fin, hubo acabado de contar su historia. Sus dos companeros habian escuchado, sin interrumpirle, su relato de como los suenos le atormentaban cada noche y su descripcion del desastroso intento de observar el fenomeno desde el plano astral. Cuando termino de hablar, Themila asintio lenta mente con la cabeza.

—Ahora veo por que estabas tan ansioso de conseguir la ayuda de Kael Amion —dijo gravemente.

— ?La Senora Kael? —Keridil miro sorprendido a Themila—. ?Estuvo metida en esto?

—No. Ella... —Themila miro a Tarod como pidiendole permiso y el se lo dio con un ligero ademan—. Ella.., no quiso aconsejarle.

— ?Por los dioses! ?Esto es inaudito!

—Si, Keridil, lo es. —La expresion de Themila le dio a entender que se habia mostrado impertinente—. Sin embargo, toda vidente tiene derecho a mantener la reserva, si lo considera oportuno... y es lo que hizo Kael. Lo que debe preocuparnos es la opinion que tiene del asunto el propio Tarod.

Este encogio los hombros, en ademan de impotencia.

—Yo no tengo opinion..., o al menos no lo bastante formada para que valga la pena expresarla. Pero apreciaria mucho la vuestra..., la de los dos.

Si Keridil no capto el matiz de desesperacion en su voz, este no paso inadvertido a Themila, cuyos ojos adoptaron una expresion compasiva.

—Yo no puedo darte una respuesta clara, Tarod. Esto escapa a mi competencia; soy historiadora, no vidente. Pero me gustaria hacerte una pregunta...

—Hazla —dijo Tarod, perplejo por su vacilacion.

— Muy bien. Es simplemente esta: en todos los anos que han pasado desde que llegaste al Castillo y empezaste tu adiestramiento con nosotros, ?te ha defraudado el Circulo?

Vio reflejarse la respuesta en los ojos verdes de Tarod, sin que este pudiera hacer nada por ocultarla, y no le dio tiempo a inventar una negativa:

—Durante los primeros tiempos de tu estancia aqui — prosiguio—, llegue a conocerte mas de lo que te imaginas. Vi un nino que anhelaba ser parte de algo que creia grande, esplendido y arcano.

Y he visto como te convertias en un hombre que sigue teniendo el mis mo afan, pero que se ha encontrado con que sus heroes no son mas que hombres, tan inseguros y vacilantes como el. ?Soy injusta contigo, hijo mio?

Keridil contuvo el aliento para no protestar contra una franqueza tan brutal, pero los ojos de Tarod se animaron.

—No, Themila. Eres muy perspicaz.

— Entonces contesta sinceramente mi pregunta.

Keridil no pudo contenerse mas.

—Themila, ?esto no tiene nada que ver con la cuestion! — argu-yo—. Los suenos, el incidente de hoy... Themila le interrumpio severamente.

—Si, Keridil, los suenos. Yo creo, y pienso que Tarod estara de acuerdo conmigo, que los suenos estan tratando de decirnos algo que hubiesemos debido comprender hace mucho tiempo. Dime una cosa: ?Cuantos Iniciados alcanzan el septimo grado? ?Cuantos lo consiguen a los diez anos de empezar su instruccion en el Circulo? ?Cuantos tendrian capacidad suficiente para alcanzar un grado todavia mayor, si este existiese?

Keridil la miro fijamente; despues miro a Tarod como si le viese claramente por primera vez. Despacio, se paso la lengua por los labios, repentinamente secos.

—Si..., si, empiezo a comprenderte.

—Yo no pretendo saber lo que hay detras del.., digamos, desacostumbrado talento de Tarod —siguio diciendo Themila sin amb ages, ahora que habia sido aceptada su premisa mayor—. Pero una cosa es cierta: el no tendra paz en la mente hasta que la haya explorado lo suficiente para saber a donde quiere llevarle. Y en esto debemos ayudarle todo lo que podamos.

—Si... —Keridil fruncio el ceno, todavia no del todo seguro de si mismo —. Y sin embargo...

—Sin embargo, ?que?

La pregunta de Themila era un desafio.

— No lo se... Tal vez es algo instintivo, pero... tengo la impresion de que hay algo mas que esto. Mucho mas.

—Miro a Tarod, a la luz menguante de la habitacion, y supo, por la expresion de su amigo, que habia dado en el blanco—. Desde luego, hare todo lo que pueda para ayudarte, pero... no se si servira de algo.

Tarod se movio inquieto en la penumbra.

—Sirva o no sirva, os lo agradezco... a los dos.

—Bueno..., tres mentes piensan mas que una. —Sin embargo, Keridil no podria desechar la inquietud que acechaba en el fondo de la suya—. Pensare en ello, Tarod. Tiene que haber una respuesta: una solucion al misterio, o una manera de evitar que este siga atormentandote.

Se hizo un silencio que se prolongo unos momentos; un silencio opresivo. Por fin, lo rompio Tarod.

—Si —dijo—. Tiene que haber una respuesta, en alguna parte...

Cuando Keridil y Themila se hubieron marchado, Tarod se sento en su habitacion mientras se extinguian las ultimas luces de la tarde. Abajo, en el patio, habia llegado una caravana de suministros procedente de la provincia de Chaun, pero el ruido de la descarga y las voces de los conductores que se dirigian al comedor no le distraian de sus pensamientos.

Themila habia dado en el blanco con su pregunta sobre si el Circulo le habia defraudado, aunque Tarod no habia hablado nunca de esto directamente a nadie. Pero, al mismo tiempo, ella estaba equivocada, o al menos asi lo creia el, al presumir que su frustracion era la de los suenos. En todo caso, Keridil habia acertado mas cuando habia dicho que habia muchas mas cosas de las que cualquiera de ellos podia siquiera imaginarse. Pero Tarod estaba convencido de que los mayores esfuerzos de sus amigos (estaba seguro de que harian todo lo posible) no servirian ni para empezar a descubrir el enigma. Y mientras ellos reflexionaban, el espectro de la pesadilla seguia cerniendose sobre el como una espada suspendida y a punto de caer, contra la que no podia hacer nada. Y despues de lo que habia ocurrido hoy en el Salon de Marmol, sabia que las fuerzas desconocidas redoblarian su ataque...

La botella de vino que ahora tenia siempre sobre la mesita de noche estaba intacta. Alargo instintivamente una mano para tomar un trago, pero la retiro en seguida. Hasta ahora, el vino no le habia dado ningun alivio, y no habia motivo para que esto cambiase. Estaba cansado; el alimento que Grevard y Themila se habian empenado en hacerle consumir le habia fortalecido, pero las noches siempre intranquilas seguian produciendo en el terribles efectos. Si pudiese dormir sin sonar... Pero esto era imposible. Lo unico que podia hacer, lo unico que podia esperar hacer, era enfrentarse con la noche haciendo acopio de valor.

El patio habia quedado en silencio despues de que los ultimos suministros fueran llevados al almacen del Castillo. Tarod se tumbo en la cama y, al cerrar sus ojos verdes, trato de no pensar en las negras horas que le esperaban.

CAPITULO 6

Fin Tivan Bruall, encargado de las caballerizas del Castillo, reprimio un bostezo mientras recorria las largas hileras de compartimientos a la enfermiza y palida luz que precede a la aurora. Su inesperado visitante le seguia a un paso de distancia, observando cada animal y sacudiendo la cabeza cada vez que se volvia Fin para indicarle el que creia que podia convenirle.

Aunque estaba molesto porque le habian sacado de la cama a una hora tan intempestiva, Fin era tan incapaz de demostrarlo como de tratar de huir de las caballerizas del Castillo. Como la mayoria de los no Iniciados que

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