Lo que decia aquel ente era como un eco horrible de las ideas que ultimamente habian infestado los suenos mas negros de Keridil, y este se aterrorizo al descubrir que el insidioso argumento le habia casi convencido. Y entonces recordo quien, con aparente inocencia, habia despertado las primeras dudas y temores en su mente...

Luchando contra la incertidumbre, replico:

—?No hay una razon legitima, demonio? ?Y que me dices de las dificultades que afligen ahora a nuestra tierra? Los Warps, los bandidos, los...

— ?Oh, si! Los Warps. Desde que usurpasteis la fortaleza a nuestros antiguos servidores, jamas habeis comprendido su naturaleza, ?verdad? Los Warps, amigo mio, son una manifestacion de los procedimientos nuestros que os jactais de conocer tan bien, como lo es el

Castillo donde vivis y, en particular, este Salon en que ahora nos hallamos. —Los labios finos y perfectos se torcieron ligeramente—. Nos enorgullecemos de no haber sido totalmente olvidados en este mundo.

Subitamente, este concepto causo una terrible impresion a Keri-dil, al recordar los esfuerzos de generaciones en el Circulo de Adeptos para desentranar los misterios que los Ancianos habian dejado tras ellos al ser finalmente enviados al infierno que Yandros y los suyos habian creado para sus seguidores. Ya no dudaba de que aquel ente de cabellos rubios fuese lo que afirmaba ser, pero la idea de que un Senor del Caos pudiese manifestarse en un mundo regido enteramente por el Orden le horrorizaba. Iba contra todas las doctrinas y creencias que le habian inculcado desde su infancia, segun las cuales el Caos habia sido expulsado y nunca volveria. Pero las anomalias de los Warps y el propio Castillo habian derrotado a las mentes mas grandes del Circulo a lo largo de toda su historia... Si, Yandros tenia razon.

— En consecuencia, Keridil Toin — siguio diciendo amablemente Yandros —, ?no estas de acuerdo en que el Caos tiene que ocupar un sitio en vuestro mundo, y en que, sin el Caos, no puede haber un verdadero Orden?

El argumento de aquel ser era peligrosamente seductor, y Keridil sintio que su voluntad se estaba debilitando. Seguramente, una voceci-lla interior le estaba diciendo que, para las fuerzas del Orden, seria mejor tener un verdadero adversario contra el que luchar que limitarse simplemente a los torneos ceremoniales...

Bruscamente, rompio el hilo de sus pensamientos y sintio un escalofrio al darse cuenta de lo cerca que habia estado de caer bajo el hechizo mortal de Yandros. Pensar que podia discutir contra un Senor del Caos... Keridil sofoco el estremecimiento que le habia producido esta idea y comprendio que solo podia hacer una cosa. Yandros era demasiado peligroso; tenia que ser sujetado y expulsado, antes de que su influencia lo dominase todo irreversiblemente.

Se obligo a apartar la mirada de aquel ser de rubios cabellos, aunque ello le exigio un tremendo esfuerzo de voluntad. Despues saco la espada ritual de su adornada vaina y la levanto delante de su cara. Estaba sudando copiosamente y una fuerza oculta, subterranea, parecia tratar de contenerle; pero hablo a pesar de todo.

Aeoris, Senor de la Luz, Guardian de las Almas y Dueno del Destino...

Oyo que alguien (penso que debia ser Tarod) suspiraba profundamente, pero hizo acopio de todas sus fuerzas y prosiguio:

Tu que tomaste forma mortal en la Isla Blanca, escucha a tu siervo en esta hora de afliccion... Escucha a tu siervo y portavoz, Aeoris, tu que atas y sujetas las fuerzas de la negra corrupcion...

—Keridil, por tu vida, ?no lo hagas!

Keridil se interrumpio antes de terminar la frase, saliendo del medio estado de trance en que habia caido. Sintiendose, de pronto, terriblemente mareado, miro a Tarod, que habia roto la invocacion ceremonial.

—?Que...?

Pero Keridil no pudo formular su pregunta.

Tarod estaba temblando. Habia reconocido instantaneamente las primeras frases del rito mas poderoso del Circulo, que solamente podia ser empleado por el Sumo Iniciado en persona en caso de extrema necesidad. La Septima Exhortacion de Destierro era un texto sagrado que solo podia emplearse para combatir a una entidad astral que no respondiese a metodos mas suaves.., y mas seguros. Era una de las medidas mas extremas conocidas por los altos Adeptos; pero Tarod sabia el efecto que podia producir en Yandros.

—Keridil —repitio, en tono apremiante—, no lo utilices, ?no te atrevas a desafiarle!

Keridil miro a Tarod, con una mezcla de desconfianza y de incertidumbre en su expresion, mientras Yandros les observaba a los dos, al parecer divertido.

—?Maldito seas, Tarod! ?Que te propones? —silbo Keridil—. ?Esta es la unica manera!

— ?Esto no es nada! ?No te das cuenta, Keridil, de que los ritos del Circulo no significan nada para Yandros? El no es un demonio astral... , ?es el Caos! Y si quiere, ?puede destruirte asi!

Chasco los dedos delante de la cara del Sumo Iniciado.

Keridil no podia dejar de reconocer que esto era verdad; pero no tenia otra alternativa, y se irrito contra Tarod.

—Entonces, ?que quieres que haga? —pregunto—. ?Que le de la bienvenida? ?Que me aparte a un lado y le deje actuar libremente? ?O crees que tu tienes poder para poner fin a esta pesadilla?

Tarod miro reflexivamente a Yandros y sintio que el anillo de plata latia sobre su dedo. Se paso la lengua por los labios, que se habian secado de pronto.

—Si, tengo poder para ello...

La expresion de Yandros se ensombrecio.

—No te atreveras... , ?estas ligado por nuestro pacto! Y si intentas...

— No, Yandros, no me destruiras... No puedes destruirme, ahora.

El momentaneo destello de incertidumbre en los ojos de aquel ser

habia confirmado lo que sospechaba Tarod. Con el reconocimiento de su verdadera naturaleza, y de la naturaleza del anillo que llevaba, el antiguo poder que habia estado adormecido dentro de el habia resurgido en toda su plenitud, con una fuerza mucho mayor de lo que el mismo habria podido imaginar. El poder que habia tenido hacia anos y que le habia hecho matar primero a Coran y despues al jefe de los bandidos era un juego de ninos comparado con el que sentia en este momento en su interior. Ni el poder de Yandros, ni siquiera el del propio Caos, podian destruirle ahora. Y aunque podia odiar la naturaleza de esta fuerza, la emplearia en caso necesario...

Tambien Keridil habia visto las implicaciones de la respuesta de Tarod a su pregunta, y sabia que esto les habia llevado a los dos al borde de la prueba definitiva y mas crucial. Era tanto lo que estaba en juego que tenia que descubrir de parte de quien estaba la verdadera lealtad de Tarod.

—Tarod —le apremio, temblandole la voz—, si tienes este poder, debes emplearlo ahora. No puedes servir a dos senores. ?Eres fiel al Orden, o al Caos?

Tarod tenia una mirada atormentada.

—?Yo sirvo al Orden! —respondio, con aspera vehemencia.

—Entonces te ordeno, como Sumo Iniciado, ?que expulses a Yandros de este mundo!

Los antiguos lazos tiraban de el: obedecer a Keridil seria traicionar a una parte de si mismo..., pero en todos los anos pasados en el Castillo, habia aprendido a odiar y despreciar al Caos y todo lo que este representaba. Permitir que aquellas afinidades le dominasen ahora seria una traicion mucho mas grande; una traicion a la tierra y al pueblo que consideraba suyos.

Yandros adivino las intenciones de Tarod antes de que este se volviese a mirar al ser de cabellos de oro, y torcio el gesto.

— ?No seas imbecil! Estas atado por...

Tarod sintio aumentar aquella atraccion; imagenes freneticas y bellas pasaron por su mente. Hizo acopio de fuerzas para luchar contra ellas y declaro:

—?No estoy atado por nada! Te rechazo, Yandros... ?Ahora pertenezco al Circulo!

—Entonces te traicionas a ti mismo en aras de una ilusion. Tarod, hermano...

Antes de que pudiese seguir hablando, Tarod levanto la mano izquierda. La piedra de su anillo centelleo, cobrando vida, y el sintio surgir la fuerza en su interior, anegandole, mientras la joya reflejaba el aura del Senor del Caos, volviendola contra si misma.

?Vete! —ordeno Tarod, con voz tonante—. Vuelve al lugar del que has venido, Yandros del Caos. ?Te rechazo y te destierro! ?Aroint!

Yandros trato de hablar, pero ningun sonido broto de sus labios. Su forma se torcio, se alabeo; por un instante, la cara de Tarod se superpuso a la suya, y entonces, con un ruido como de cristales rotos, la refulgente figura parecio fundirse en una columna de fuego blanco, y se desvanecio.

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