habia llegado Tarod al Castillo, su extraordinario y rapido ascenso en las filas de los Iniciados, el fondo de rebeldia que le habia opuesto a los sistemas del Circulo... Tarod era, y siempre habia sido, diferente. Y ahora sabian cual era en realidad la diferencia.
Esta noche, Tarod habia afirmado su lealtad al Orden y al Circulo del que formaba parte. Pero Keridil habia visto la lucha interior que sostenia su amigo mientras hacia esa afirmacion, y esto le aterrorizaba. Tal vez, en un futuro proximo, Tarod se mantendria firme en su lealtad, y Keridil no dudaba en absoluto de que habia sido sincero. Pero ?no podia llegar un tiempo en que las otras fuerzas, las antiguas fuerzas, volviesen a tirar de el? Ya le habian marcado una vez, y el resultado habia sido una tragedia. Si esto volvia a ocurrir, como era posible, incluso contra la voluntad de Tarod, ?no podian ser aun peores las consecuencias?
Keridil consiguio a duras penas dominar el subito y violento impulso de arrojar su copa de vino a la chimenea, llevado de su frustracion. Le dolia la cabeza y le era imposible pensar con claridad; tal vez deberia seguir el ejemplo de Themila e irse a dormir...
Estaba a medio camino de la puerta cuando se acordo de Sashka Veyyil.
Su boda con Tarod tenia que realizarse en cuanto se hubiesen hecho los ultimos preparativos... El mismo tenia que oficiar, ligar a la joven, con un lazo indisoluble, a un hombre que...
Bruscamente, Keridil se sento de nuevo. ?Era posible que Sashka supiese la naturaleza del hombre con quien se habia prometido? No; ni siquiera el propio Tarod lo habia sabido hasta esta noche, al menos de una manera consciente. Y si ella se enteraba, ?que pensaria y que haria? Si abandonaba a Tarod, ahora, cuando el quizas la necesitaba mas que nunca, podia destrozarle. Keridil conocia la intensidad de los sentimientos de su amigo con respecto a la joven. Y sin embargo... , ?era justo permitir que contrajese matrimonio a ciegas, sin saber la verdad?
Un fastidioso gusanillo se agito dentro de Keridil, des mintiendo sus motivos. ?Trataba realmente de ser justo y altruista, o eran los antiguos celos los que se ocultaban detras de sus pensamientos? ?Le preocupaba el bienestar de Sashka, o era mas bien su propio enamoramiento de una mujer que podia, de pronto, estar a su alcance, si le era revelada la verdad sobre Tarod?
Descargo un punetazo sobre la mesa y se mordio el labio al sentir un fuerte dolor en el brazo. El era el Sumo Iniciado, como todo el mundo parecia empenado en recordarle. Tenia el deber de decir la verdad, de no ocultar nada, y este deber hacia que toda consideracion personal fuese irrelevante. Y si no podia tranquilizar su propia conciencia en lo tocante a Sashka, al menos podia — debia, se dijo — informar a Kael Amion, su Superiora. Despues, el asunto ya no dependeria de el y podria vivir tranquilo.
Abrio un cajon de la mesa y saco varias hojas de pergamino. Extendiendo una de ellas delante de el, mojo una pluma en el tintero que tenia al lado y poco a poco, cuidadosamente, empezo a escribir una carta. Trabajo sin parar durante un buen rato y, cuando al fin hubo terminado, espolvoreo con arena las tres hojas que habia escrito y las introdujo en una pequena bolsa de cuero marcada con la insignia personal del Sumo Iniciado.
?Enviaria el mensaje? De nuevo le remordio la conciencia, y acaricio la bolsa con la mano, a punto de extraer los pergaminos y arroja r-los al fuego. Pero una imagen mental de la cara de Sashka le contuvo. Acaso no estaba cumpliendo simplemente su deber al informar a Kael de lo que sucedia? Su padre no habria hecho menos...
Keridil vacilaba todavia cuando se abrio la puerta y vio el rostro sorprendido y preocupado de Gyneth.
—Senor..., crei que te habias acostado.
Las palabras del anciano tenian un ligero tono de reprimenda paternal, y Keridil sacudio la cabeza.
—Hay mucho que hacer, Gyneth. Esta noche.., bueno, no importa. Supongo que pronto te enteraras. —Miro de nuevo la bolsa—. Gyneth...
— ?Senor?
Tenia que decidirse... Keridil se levanto.
—He de enviar un mensaje a la Senora Kael Amion, en la Residencia de la Hermandad de la Tierra Alta del Oeste. Es muy urgente...
—Despertare inmediatamente a un mensajero, senor. Saldra antes de una hora y estara alli en menos de dos dias.
Gyneth avanzo y tomo la bolsa de manos de Keridil, y entonces sintio este que le quitaban un gran peso de encima.
—Si. —dijo, volviendose para contemplar el fuego—. Si. Creo que asi estara bien.
CAPITULO 13
Sentado en sus habitaciones y esforzandose en relajar los musculos, Tarod no podia dejar de pensar en las horas que le esperaban. La espera era lo peor. La reunion del Consejo habia sido convocada para la puesta del sol y, desde el mediodia, habia sentido crecer su tension interior, hasta que alcanzo un punto en que creyo que seria irresistible. Una y otra vez se habia levantado y caminado inquieto hasta la ventana, para observar el sol que permanecia obstinadamente en lo alto del cielo y deseando, inutilmente, que se hundiese en el ocaso. Y una y otra vez habia repasado mentalmente lo que habia pensado decir cuando compareciese ante el Consejo de Adeptos para ser juzgado.
Estaba seguro de que esta noche le someterian a juicio, aunque oficialmente se habia disimulado este termino. Incluso Keridil habia parecido reconocerlo cuando, temprano por la manana, habia venido a las habitaciones de Tarod para informarle de la reunion. Habia algo extrano en los modales de su viejo amigo; lo habia visto inmediatamente en el rostro de Keridil, y era lo que el habia temido. Se habia abierto un abismo entre los dos, separandoles, y en este abismo estaba el espectro de Yandros.
Ahora se habia acostumbrado ya Tarod a la mezcla de repugnancia y confusion que sentia cuando pensaba en aquel ente de cabellos de oro. Era lo bastante sincero para no negar que tenia una deuda con Yandros, aunque la hubiese contraido por las malas artes de este; pero como Adepto al Circulo, que habia jurado servir a Aeoris, todo lo que representaba Yandros era anatema para el.
Y sin embargo, por mucho que lo intentase, no podia negar el poder que residia en el, extraido del alma-Caos que estaba dentro de la piedra del anillo de plata, como tampoco podia negar la verdad de las revelaciones de Yandros acerca de su naturaleza. El conocimiento de que su propia alma era del Caos habia sido al principio como una pesadilla real. La noche pasada, habia alcanzado su nadir, una profunda crisis en la que todas las implicaciones de lo que habia sabido le habian provocado tanta afliccion y tanta desesperacion que se habia hincado de rodillas, al lado de su cama, rezando en silencio a Aeoris para que viniese la muerte a liberarle. Pero Aeoris no le habia escuchado; el no habia tenido valor para quitarse la vida, y la crisis habia pasado al llegar la aurora, dejandole un debil pero seguro destello de esperanza. Fuese cual fuese su origen, era lo bastante humano para guardar fidelidad y sentir emociones y tener conciencia, y la noche pasada se habia dado cuenta, en el Salon de Marmol, de que el control de los poderes caoticos de la piedra-alma estaban solamente en sus propias manos. Habia desafiado a Yandros, se habia librado de la influencia del Senor del Caos y, tambien, del pacto con el que Ya n-dros habia pretendido obligarle. Si queria volver la espalda a las antiguas afinidades, dedicar su existencia a Aeoris, ninguna fuerza del mundo podria impedirselo.
Pero ?veria el Circulo las cosas bajo la misma luz? Por mucho que afirmase Tarod su fidelidad, siempre habria facciones reacias a dejarse convencer. Sin embargo, el debia convencerles, y no solamente por su propio bien. En el fondo de su corazon, sabia que Yandros no aceptaria la derrota; habia sido expulsado una vez, pero volveria y Tarod temia que, en un conflicto directo, el Circulo seria incapaz de plantarle cara. Yandros tenia razon en una cosa: los seguidores de Aeoris habian perdido buena parte de sus antiguas facultades, y estas serian mas necesarias que nunca si el Caos proyectaba recobrar su sitio en el mundo. Y si los Iniciados no podian recuperarlas a tiempo, posiblemente no necesitaria Yandros la ayuda de Tarod para lograr su malevolo objetivo.
Tarod miro fijamente su anillo pensando que era al mismo tiempo su mas grande enemigo y su mas grande aliado. Sin el, se veria libre de los antiguos lazos que habian tratado de ligarle a los poderes de las tinieblas. Pero, con el, tenia un arma que en definitiva podia ser la unica fuerza lo bastante poderosa para luchar contra el Caos. Bueno, como hombre y hechicero por derecho propio, tenia fuerza; pero, con la piedra-alma, esta fuerza era infinitamente mayor. No se atrevia a prescindir de ella. Y con la ayuda de los otros Adeptos, creia que podia eludir