hubiese ido?

Keridil guardo silencio, luchando interiormente con el desesperado razonamiento de Tarod. ?Que era un hombre sin su alma? No lo sabia, ni queria averiguarlo. Tal vez una cascara..., una concha humana y viva, sin meollo ni razon de ser. No, penso; nada podia inducirle a dar un paso del que dependeria su propio futuro. Y, sin embargo, en ese momento estaba mas asustado de lo que habia estado jamas en su vida. El alma de Tarod no era la de un espiritu mortal corriente; habia nacido del Caos, y el poder del anillo era demasiado grande y letal, demasiado maligno, para que el Circulo se arriesgase a permitir que renaciese. Tarod arguia que podia invertirlo, emplearlo contra sus creadores, pero ?seria digna de confianza la promesa? Esa noche, la fuerza se habia apoderado de el, y el resultado habia sido la muerte de un hombre tonto y acalorado, pero en el fondo inocente. Si Tarod queria... o era empujado a emplearla de nuevo, ?que posibilidad de salvacion tendria el Circulo?

Tratando de ganar tiempo, pregunto:

—?Que quieres que haga?

Sus palabras fueron como un salvavidas para Tarod.

—Necesito la ayuda del Circulo, controlar la influencia del Caos y emplearla contra Yandros — dijo, en tono suplicante—. Sabes que soy fiel a nuestros dioses y, digan lo que digan los demas, ?soy humano! —Se golpeo furiosamente un brazo con el canto de la mano—. ?Siento el dolor como cualquiera! Amo y espero y sueno como todos los demas... Si empunases un cuchillo y me lo clavases en el corazon, ?sangraria y moriria! ?No soy un demonio!

Keridil tenia que tomar una decision. No era facil rechazar los habitos de una vieja amistad, y algo dentro de el compadecia a Tarod. Pero, como Sumo Iniciado, se debia ante todo y sobre todo al Circulo... y despues de lo que habia visto, el abismo entre el y Tarod se habia ensanchado irremediablemente.

Y ademas, el viejo resentimiento alzaba de nuevo la cabeza...

Tratando de eliminar toda censura o emocion de su voz, dijo:

—Tarod, ?sabe Sashka algo de esto?

—?Sashka? —La cara de Tarod se contrajo en una subita expresion de dolor—. No. ?Como podria saberlo? Ni yo mismo supe la verdad antes de que ella estuviese a salvo en la casa de su padre.

—Desde luego..., pero ?se lo diras?

Tarod se cubrio la cara con las manos. Keridil le habia hecho la unica pregunta que habia estado evitando subconscientemente; habia sido facil no pensar en Sashka en medio del caos de los recientes sucesos, pero ahora sentia como si aquella pregunta le hubiese desnudado hasta los huesos.

—Por los dioses —dijo— que no se que hacer... No puedo ocultarselo... y sin embargo...

—?No confias en ella?

Keridil no habia pretendido que sus palabras fuesen hirientes, pero lo fueron.

— ?Si, confio en ella! Pero cuando sepa la verdad, ?confiara ella en mi? ?Como podre convencerla de que nada tiene que temer, Keri-dil?

—?No tiene nada que temer? —pregunto este.

La cara de Tarod palidecio de enojo.

—De mi, ?nada en absoluto!

Ambos se miraron fijamente. Lenta e inexorablemente, la mente de Keridil empujaba a este a una eleccion... , que era, se dijo, la unica posible. Sencillamente, no tenia otro ca mino...

Hizo un brusco ademan, tal vez para ocultar un atisbo de contricion.

—Lo siento. Tal vez sera mejor que olvidemos este tema. — Vacilo—. Te ayudare, Tarod..., si puedo.

Tarod le miro fijamente y, por un instante, el Sumo Iniciado se pregunto, alarmado, si estaria leyendo sus pensamientos ocultos. Pero sus dudas se desvanecieron cuando el hombre de negros cabellos asintio con la cabeza.

—No puedo expresarte mi gratitud... , cuando arriesgas tanto al ponerte de mi parte.

La gratitud de Tarod era lo que menos deseaba Keridil en aquel momento, y la rechazo con un torpe movimiento de la mano.

—Olvidalo. Ahora debemos pensar en lo que hemos de hacer en adelante. — Miro brevemente la cortina tendida sobre el cadaver—. Necesitare tiempo para hablar con el Consejo y persuadirles de que no deben seguir pensando como ahora... En cuanto a Rhiman...

—Lo que ha pasado no puede ocultarse —dijo tristemente Tarod—. Yo no podria negar la verdad..., no podria mentir...

—Lo se y comparto tu sentimiento. Pero, con un poco de tiempo, creo que podria alegar circunstancias atenuantes y hacer que el Consejo viese la razon. —Se levanto—. Ahora debes irte, Tarod. Vuelve a tus habitaciones, procura dormir un rato y, sobre todo, que no te vean rondar por el Castillo hasta que podamos continuar la sesion del Consejo y dar una explicacion. —La duda paso por los ojos de Tarod y Keridil anadio—: Confia en mi.

—Desde luego. Pero... —dijo Tarod, mirando la cortina.

— Pedire ayuda a Gyneth para sacar de aqui a Rhiman. Se que Gyneth obedecera mis ordenes sin hacer preguntas ni difundir rumores. Ahora, vete, por favor.

Por un instante, penso que Tarod iba a replicar; pero este inclino la cabeza en senal de aquiescencia, se levanto y abrazo brevemente a Keridil, incapaz de expresar con palabras lo que sentia. Keridil consiguio dominar un estremecimiento involuntario y el impulso de apartarse al sentir aquel contacto, y cerro la puerta detras de Tarod cuando este salio del estudio. Despues respiro hondo para recobrar su aplomo, tomo una campanilla de encima de la mesa y llamo a Gyneth. Cuando aparecio el viejo criado, Keridil estaba en pie delante de la chimenea, con las manos apoyadas en la repisa y contemplando fijamente las brasas.

—?Senor? —Gyneth inicio una reverencia al volver el Sumo Iniciado la cabeza, y entonces vio aquel bulto inidentificable y cubierto con la cortina en el suelo, y fruncio el entrecejo—. ?Que...?

Keridil atajo la pregunta antes de que Gyneth pudiese formularla.

— Gyneth, este es un caso urgente. Quiero que vayas a ver discretamente a cada uno de los miembros antiguos del Consejo de Adeptos y les pidas que vengan a verme inmediatamente. Eso... —y senalo con mano subitamente temblorosa la cortina— oculta los restos de un miembro del Consejo que ha sido asesinado en mi presencia hace unos minutos.

Gyneth abrio mucho los ojos, pero antes de que pudiese hablar, Keridil prosiguio:

—Ahora comprendes por que te he dicho que el caso es urgente. Recuerdalo: todos los Ancianos del Consejo, y nadie mas.

El viejo asintio con la cabeza, controlando valerosamente su incredulidad. Midiendo sus palabras, dijo:

— Esta bien, Senor. ?Debo... explicar la razon de la urgencia del caso a los venerables Ancianos?

Keridil se mordio el labio. Esta era la cuestion crucial: su decision marcaria definitivamente el camino a seguir, y una vez la hubiese tomado, no podria volverse atras. Una imagen de Tarod, tal como habia entrado en el estudio, confundio su vision interior, y el miedo volvio a hacer presa en el, como una mano fria y vigorosa. El miedo y la repugnancia y... casi... una especie de odio...

— No, Gyneth — dijo—. No seria prudente, pues los rumores circulan demasiado facilmente y con demasiada rapidez en el Castillo. Diles solamente... —Se estrujo las manos—. Diles que necesito la aprobacion del Consejo para ordenar una ejecucion.

Confia en mi habia dicho Keridil. Desde luego, habia respondido el. Pero ahora, sentado detras de las cortinas corridas de su ventana, Tarod estaba obsesionado por una duda que se negaba a dar paso al razonamiento. Ni siquiera el doble tormento de su dolor por Themila y del recuerdo de su terrible venganza podian disiparla; un instinto que no le daba momento de reposo hurgaba en su conciencia, persistente, inconmovible.

Keridil le habia prometido la ayuda del Circulo, y durante todos los anos de su amistad, incluso desde la infancia, Tarod no habia visto nunca que faltase a su palabra. Pero ayer, en la camara del Consejo, se habia abierto un abismo entre los dos, y solo ahora se daba cuenta de que aquel abismo habia existido ya y se habia ido agrandando desde el dia de la investidura de Keridil como Sumo Iniciado. Los acontecimientos de los ultimos dias habian hecho que se ensanchase de modo inconmensurable, hasta el punto de que la noche pasada le habia parecido que era juzgado por un extrano... y por un extrano que no le queria bien.

Dificilmente podia culpar a Keridil de que su antigua amistad hubiese perecido, a la luz de todo lo que habia pasado. Apoyar a un hombre que, a los ojos de cualquier ser sensato, debia parecer un demonio, pues la acusacion

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