o solamente el fruto de su imaginacion; pero, unos segundos mas tarde, percibieron el inconfundible ruido de un cerrojo al abrirse. El mas viejo hizo una rapida senal con la cabeza y los dos hombres desenvainaron sus espadas, manteniendolas ocultas debajo de los pliegues de sus capas cortas.
Chirrio la cerradura y se entreabrio la puerta... y los Iniciados se encontraron frente a una habitacion a oscuras y aparentemente vacia.
Se quedaron inmoviles en el umbral, sorprendidos y sintiendo flaquear su confianza. El mayor empujo con indecision la puerta, que se abrio del todo contra la pared, evidenciando que no habia nadie escondido detras. Por lo visto se habia abierto sin que nadie tocase la cerradura ni la hoja, y el joven sintio que el miedo le atenazaba la gar ganta.
—El lo sabe... —murmuro.
— Puede haber otra explicacion... ?No te pongas nervioso!
Su companero respiro profundamente; despues entro en la habitacion, cautelosamente, sin ruido. Ahora que sus ojos empezaban a acostumbrarse a la oscuridad, pudo distinguir las abultadas sombras de los muebles y vio que las cortinas de la ventana de la camara interior estaban corridas... Sin embargo, la falta de luz parecia irreal. Diciendose que Tarod no podia saber nada de las intenciones del Consejo, dio otro paso adelante, y su companero le siguio. Algo surgio amenazadoramente a su derecha; se sobresalto violentamente y despues se burlo de si mismo al darse cuenta que no era mas que un alto armario que, por un juego del resplandor desigual de las antorchas del pasillo, habia parecido cobrar vida momentaneamente. Se volvio a medias hacia la camara interior, haciendo ademan al otro de que no se separase...
Y entonces la puerta se cerro a su espalda, con un ruido que puso los pelos de punta a los dos.
Ambos giraron en redondo al apagarse la luz que llegaba del interior, y el mas joven lanzo una maldicion en voz alta e hizo la senal de Aeoris ante su cara.
Tarod estaba entre ellos y la puerta. A pesar de la oscuridad, podian verle claramente; una luz peculiar e incolora, que brotaba del anillo de su mano izquierda, acentuaba las duras facciones, la mata de cabellos negros, los inhumanos ojos verdes. Sonrio, sin humor ni rencor.
— ?Me buscabais, caballeros?
El Iniciado mas joven trato de articular las palabras que habia aprendido cuidadosamente de memoria para enganarle, haciendole creer que iban a convocarle para una reunion urgente del Consejo. Habian proyectado ganarse su confianza, o al menos disipar sus dudas, y entonces clavarle rapidamente la espada por la espalda, matandole antes de que pudiese defenderse. Ahora parecia una maniobra futil y ri dicula.
—El Sumo Iniciado... —empezo a decir, pero la lengua se le seco en la boca y, con ella, las palabras.
Tarod les miro y su sonrisa se hizo mas amplia, subitamente amenazadora.
—?El Sumo Iniciado...? —repitio, con una suavidad que no engano a sus oyentes.
Al ver que ninguno de los dos respondia, avanzo un paso, y ellos retrocedieron al unisono.
—El Sumo Iniciado —prosiguio Tarod, ahora en tono suave y malicioso— me envia sus saludos y sus disculpas. El Sumo Iniciado ha decidido que ya no puedo seguir viviendo como Adepto del Circulo; mejor dicho, que no puedo seguir vivo. El Sumo Iniciado me tiene miedo, y por eso os envia a vosotros para hacer su trabajo, furtivamente, como esos bandidos que deguellan a sus victimas amparandose en la noche. ?O he juzgado mal al Sumo Iniciado?
Supo la respuesta sin necesidad de mirar los pasmados semblantes. Poco a poco cerro la mano derecha sobre la izquierda, tocando ligeramente, casi instintivamente, su anillo.
—Con que Keridil ha tomado por fin una decision. —Miro de nuevo a los Iniciados y estos palidecieron—. Cree que soy un embustero, y cree que soy el mal. Tal vez ahora descubrira lo que es el verdadero mal...
El mas joven de los presuntos asesinos se dejo llevar por el panico. Incitado por las palabras de Tarod, un terror ciego anulo su razon y, subitamente, salto sobre el hechicero de cabellos negros, levantando la espada, dispuesto a matar. Por un instante, Tarod se sorprendio; despues, con tal rapidez que ninguno de sus dos atacantes se dio cuenta de ello hasta que fue demasiado tarde, desenvaino su cuchillo y lo levanto para parar el golpe. Chocaron ruidosamente los metales, saltaron chispas al encontrarse las dos hojas, y el cuchillo de Tarod se hundio hasta el mango en el pecho de su adversario.
El Iniciado se tambaleo, solto la espada y se apoyo de espaldas en la pared. Su cara habia palidecido de espanto y de dolor, y la sangre broto a raudales de la larga y curva herida del torso. Despues cayo de rodillas y Tarod volvio su atencion a su companero.
El Iniciado mayor habia adoptado una posicion entre agresiva y defensiva, sosteniendo la espada con ambas manos. Tarod le miro un breve instante; despues, hizo un ligero movimiento con la mano izquierda. El anillo resplandecio, como si cobrase vida de repente, y el hombre retrocedio tambaleandose lanzando un alarido al ser alcanzado de lleno por una fuerza colosal y sentir que le ardian los ojos. Ciego, cayo al suelo y Tarod se inclino sobre el. Hablo, casi sin poder controlar la voz:
— Dile a tu traidor Sumo Iniciado que, si quiere tenerselas conmigo, sera mejor que lo haga en persona, ?en vez de enviar a unos ninos en su lugar!
El Iniciado cegado estaba demasiado aterrorizado y dolorido para responderle. Abrio la boca, pero ninguna palabra salio de ella, y su mano, que se movia a tientas, no encontro nada. Sintio que se agitaba el aire a su alrededor, como si alguien o algo se moviese, y lo ultimo que oyo, antes de sumirse en el olvido, fue el furioso golpe de la puerta exterior al cerrarse.
Si los Siete Dioses y todas sus legiones le hubiesen cerrado el camino en aquel momento, Tarod les habria derribado sin pensarlo. Se dirigio a la escalera principal, bajo de tres en tres los escalones, salio al gran vestibulo y lo cruzo, sin reparar en el cuchillo ensangrentado que colgaba de nuevo de su cinto, manchando su ropa y su mano izquierda. Todos sus sentidos estaban embotados; lo unico que sentia era una enorme y sofocante amargura por la magnitud de la traicion de Keridil. Fingir amistad, jugar con el lazo que les habia atado desde la infancia, con el unico fin de intentar un frio y cinico asesinato... , todavia no podia creerlo. Pero los dos hombres con sus espadas desenvainadas no habian sido fruto de su imaginacion.
Al parecer desde muy lejos, alguien grito su nombre; el hizo caso omiso de la llamada, aparto a un criado de su camino y oyo una exclamacion de sorpresa. Hasta aquel momento, pocos moradores del Castillo, aparte de Keridil y de los miembros mas ancianos del Consejo, conocian los detalles de las muertes de Rhiman y Themila; Keridil queria que los hechos no se divulgasen hasta despues de que muriese Tarod, y por esto nadie intento detenerle cuando abrio la doble puerta del vestibulo y salio al patio.
La brillante luz del sol le deslumbro, y se detuvo, confuso. Sentia una necesidad salvaje y animal de encontrar a Keridil y matarle, pero la razon se estaba ya abriendo paso entre el miasma de su cerebro. Podia vengarse, pero tendria que enfrentarse con todo el Circulo, y ni siquiera el podria resistir su fuerza combinada. No queria morir... , su venganza contra Keridil tendria que esperar.
Se volvio bruscamente y camino en direccion a las caballerizas. Ni siquiera se habia preguntado a que lugar del mundo podia ir; lo unico que le importaba era alejarse del Castillo y de su ambiente de ruindad y de traicion.
Su llegada a las caballerizas hizo que los caballos pataleasen y piafasen en sus compartimientos. Fin Tivan Bruali, que habia estado disfrutando de lo que consideraba una merecida siesta sobre un mo n-ton de balas de paja, se desperto sobresaltado y empezo a maldecir al intruso que venia a molestarles, a el y a los animales que tenia a su cuidado. Una mirada a la cara de Tarod corto en seco sus maldiciones.
—La yegua alazana —dijo friamente Tarod—. ?Esta aqui?
— ?Aquella bestia resabiada? Esta aqui, Senor, pero...
— Ensillala. —Tarod se volvio al encargado de las caballerizas, cuando este empezo a protestar de nuevo—. No discutas conmigo, hombre, si aprecias en algo tu cabeza. ?Ensillala!
Fin palidecio y se dispuso a obedecer. La yegua reconocio a su antiguo jinete y capto algo de su estado mental. Lucho contra Fin, que intentaba ensillarla , tratando de morderle y desorbitando los ojos con agitacion. Cuando el hombre la saco al patio, la bestia sudaba copiosamente y estaba al borde del panico.
— Senor, nadie podria montarla en estas condiciones —dijo Fin, desalentado—. ?Seria un suicidio!
Tarod avanzo y asio la rienda de la yegua.
— ?Dejame en paz con tus nervios!
Forzo la cabeza de la yegua, obligandola a volverla, y cuando el animal dio un paso de lado para protestar, salto sobre la silla. La yegua se encabrito y Tarod le golpeo el flanco con el extremo de la rienda. En ese momento, sintio que despreciaba a todos los seres vivientes del mundo; no iba a dejarse dominar por un animal. Fin Tivan