La Hermana Jennat, que caminaba a un lado del pequeno grupo, miro de pronto por encima de su hombro hacia la jaula, y Cyllan sintio un vivo escalofrio de inquietud, como si aquella mujer espiase sus pensamientos. Habia olvidado las dotes de Jennat con la impresion de ver a Tarod, y ahora volvio rapidamente la cara, tratando de nublar su mente y contrarrestar el intento de la vidente de sondear en ella. Al cabo de unos momentos, Jennat miro a otra parte y Cyllan respiro de nuevo. Si la suerte la acompanaba, y ahora la necesitaba desesperadamente, la Hermana de oscuros cabellos no tendria ocasion de encontrar nada sospechoso en lo que veia. Llenando de aire sus pulmones y esforzandose en calmar las palpitaciones de su corazon, Cyllan se sento a esperar. Era lo unico que podia hacer.

—La identidad de la muchacha es indiscutible —dijo Tarod a sus acompanantes—. Como le he explicado al Margrave, la vi durante su cautiverio en el Castillo y, a pesar de su disfraz, no me cabe la menor duda de que es ella. Sin embargo, existe todavia la cuestion de la joya. Me gustaria verla.

Inmediatamente se dio cuenta del vivo escrutinio de la Hermana Jennat, y unas campanas de advertencia sonaron en lo mas hondo de su mente. Algo, no podia decir que, aunque esto importaba poco, habia puesto sobre aviso a la vidente, y podia percibir un furtivo y sutil intento de sondear sus pensamientos. Los bloqueo rapidamente, vio que ella vacilaba un momento, y se dio cuenta de que, aunque no pudiese saber lo que el estaba pensando, su accion defensiva habia aumentado sus sospechas. Una desagradable impresion de urgencia empezo a inquietarle. Si la Hermana Liss podia sentirse intimidada por la autoridad de un Adepto de alto rango, Jennat era harina de otro costal. Tenia que llevarse a Cyllan de alli antes de que arraigasen y creciesen las dudas de la Hermana.

Liss inclino la cabeza, asintiendo.

—Desde luego, Adepto, si deseas ver la gema, la tengo aqui, en mi bolsa. Aunque, disculpame por decirlo, me pregunto si no seria una imprudencia exhibirla. Hemos tomado ciertas precauciones...

La impaciencia de Tarod fue en aumento, pero trato de disimularla.

—Comprendo tu preocupacion, Hermana Liss, pero necesito estar seguro de su autenticidad.

—Hermana...

Jennat silbo involuntariamente esta palabra y, despues, palidecio cuando Tarod le dirigio una rapida y colerica mirada. Liss estaba hurgando en su bolsa, con movimientos desesperadamente lentos, y Tarod tuvo que hacer un esfuerzo para no sacudirla para que se diese prisa. No se atrevia a mirar hacia la jaula de Cyllan y rezaba en silencio para que Jennat no volviese su atencion a ella y viese lo que estaria pensando. Sentia una turbadora mezcla de impaciencia y temor al observar los torpes esfuerzos de Liss; necesitaba la piedra, queria tocar su familiar contorno y saber que volvia a controlar su poder; y sin embargo, el miedo de que pudiese sucumbir a la antigua influencia de la joya, de que el siervo pudiese convertirse en amo, era demasiado fuerte.

—Aqui esta.

Liss saco finalmente un trozo de pano blanco cuidadosamente doblado y Tarod vio el signo del relampago de los Dioses Blancos bordado en el.

Procuro que no se advirtiese en su voz el alivio que sentia y dijo:

—Gracias, Hermana. Si me permites ver la piedra...

Jennat se estaba mordiendo el labio, mirando nerviosamente de Tarod a Liss y de nuevo a Tarod. La mujer mayor empezo a desplegar el pano; algo brillo friamente entre sus pliegues, y Tarod sintio una oleada de cruda emocion, de poder; una sensacion que casi habia olvidado y que le asalto tan inesperadamente que no penso en controlarla...

— ? Hermana, no!

El frenetico grito de Jennat corto el aire inmovil como la hoja de una espada y, en el mismo momento, se abrieron los ultimos pliegues del pano, descubriendo la piedra del Caos en la mano de Liss. Tarod giro en redondo y su mirada se cruzo con la de la joven morena: su cara era una mascara de horror, y el vio en sus ojos el pasmado asombro con que ella le habia reconocido por lo que era en realidad.

La Hermana Liss se estaba volviendo, alarmada por el aviso de Jennat, pero sin entender todavia lo que la vidente habia comprendido. Sin detenerse a pensarlo, Tarod agarro la piedra de la palma de Liss... y una tremenda sacudida fisica agito todo su cuerpo, como si hubiese sido herido por un rayo. Su mano izquierda se cerro sobre la gema y un sentimiento atavico y titanico de poder inundo su mente, borrando toda razon y prendiendo fuego a una furia instintiva. No podia pensar logicamente como un mortal; la cara de Jennat era como una mancha borrosa y el grito quejumbroso del Margrave fue como un lejano e insignificante gorjeo de un pajaro; Tarod extendio el brazo izquierdo en direccion a Jennat y el poder resurgio dentro de el.

El arbol florido del rincon se convirtio en una columna de llamas blancas y una luz cegadora inundo el patio. Lenguas de fuego cayeron sobre la jaula y los barrotes de madera se encendieron como antorchas. Tarod vio que Cyllan se echaba atras y grito su nombre, llamandola a su lado. Ella se tambaleo, recobro el equilibrio, y entonces vio el que se lanzaba a traves del rugiente arco de fuego que consumia la jaula, iluminada grotescamente su figura y contraida su cara en una expresion salvaje de triunfo. Alargo un brazo y la mano derecha de el se cerro sobre la suya apretandole ferozmente los dedos, y entonces entre el estruendo, oyo chillar a la Hermana Jennat:

— ?No! Hermana, ?ayudame! ?Detenedles!

Salian hombres de la puerta del palacio de justicia, el Margrave trataba de cerrarles el paso, y vio que Jennat, una mancha confusa de ropa blanca y cabellos endrinos, se lanzaba contra el. No penso; no podia pensar; su furia instintiva era demasiado fuerte. Un ademan, y Jennat chillo como una bestia torturada, retorciendo el cuerpo en un baile espantoso antes de estrellarse contra el suelo, aplastados sus huesos y borrado todo atisbo de vida de sus ojos.

A traves de una niebla roja, vio Tarod que la Hermana Liss retrocedia a cuatro patas y la oyo gemir en un tono agudo e insensato. Atrajo a Cyllan a su lado, giro en redondo y se hallo cara a cara con el Margrave. El anciano tenia las facciones torcidas por el terror, pero estaba tratando de cerrarle el paso, con la milicia a su espalda Tarod alzo de nuevo la mano y el anciano se tambaleo de lado, empujado por una fuerza que le lanzo a traves del patio. Los milicianos se echaron atras, en horrorizada confusion, y Tarod se abrio camino entre ellos, percibiendo solo vagamente la presencia de Cyllan a su lado. La puerta se rompio, destrozada por la fuerza loca que brotaba de el, y pronto corrieron los dos por los pasillos que serpenteaban y se dividian delante de ellos. Aparecian y desaparecian caras, gritando aterrorizadas, y se hallaron ante la puerta de doble hoja de la entrada principal.

La muchedumbre que estaba en la avenida se abrio, como las hojas azotadas por un vendaval, cuando salio corriendo del palacio de justicia el oscuro y demoniaco personaje. Para la retorcida conciencia de Tarod, la escena era una pesadilla de formas enloquecidas y ruidos espantosos; la fuerza del Caos se habia apoderado de el, y los cuerpos arremolinados y las voces estridentes no significaban nada. Una luz negra centelleaba a su alrededor, iluminando el rigido semblante y los ojos de poseso. Algo se movio en el borde de la multitud, y el le envio mentalmente una orden implacable; el gran caballo bayo se encabrito y bailo, pero el le domino con su voluntad y, casi automaticamente, levanto a Cyllan sobre el lomo del animal y salto sobre la silla detras de ella.

La sensacion de aquellos musculos hinchados y poderosos debajo de el le devolvieron un poco de su cordura; grito con fuerza una orden, y el caballo dio media vuelta y se lanzo al galope en direccion a las murallas de la ciudad y a la libertad.

CAPITULO 7

Sudoroso, el caballo bayo se detuvo al abrigo de un enorme pino que marcaba el extremo del bosque del sur de la provincia de Perspectiva. Los ultimos reflejos rojos de sangre del Sol poniente eran todavia visibles en el oeste, pero el crepusculo habia borrado todo el color de los arboles, confundiendo la sombra con la noche que se avecinaba y tendiendo una mortaja negra como el carbon sobre el paisaje.

Tarod se deslizo de la silla, sintiendo un terrible dolor en la espina dorsal cuando sus pies chocaron con el suelo desigual, y por un momento apreto la cara contra el flanco de la bestia, sintiendose agotado. Despues alzo los brazos y asio a Cyllan de la cintura para bajarla del caballo. Cuando ella le miro, su cara era un ovalo palido e indistinto, en el que solamente los ojos parecian como tiznados de negro en la creciente penumbra. El sintio que los dedos de Cyllan se cerraban sobre sus brazos para conservar el equilibrio y, entonces, ella acabo de apearse y se agarro subitamente a el.

— Tarod...

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