—Keridil no hubiera tenido nada en contra de Erminet de no haber sido por mi, y no tratare de cerrar los ojos a esta verdad.

—No, Tarod. —Cyllan cerro con fuerza los parpados para contener las lagrimas—. La Hermana Erminet te lo habria discutido. Casi puedo oir lo que te habria dicho.

Yo tomo mis decisiones por mis propias razones, y si crees que tus opiniones pueden hacerme vacilar, sera mejor que lo pienses de nuevo, ?seas o no un demonio del Caos! Era una buena parafrasis de lo que Erminet hubiese replicado agriamente a cualquier intento de influir en ella. Habia tomado sus propias decisiones, tanto en la manera de morir como en todo lo demas. Tal vez, a pesar de su acusacion contra si mismo, Cyllan tenia razon.

—Que Aeoris guarde su alma —murmuro Cyllan.

Los dedos de Tarod acariciaron suavemente sus cabellos. Ella estaba casi dormida y probablemente no entendio lo que dijo el.

—O Yandros... —replico Tarod a media voz.

La lluvia habia avanzado durante la noche para barrer el sector occidental de Chaun Meridional. La vista de la cortina gris que empapaba los campos mas alla de las elegantes ventanas de la Residencia irritaba a Ilyaya Kimi, que esperaba impaciente la llegada de sus doncellas. Todo estaba a punto, el viaje habia sido preparado hasta el ultimo detalle... y ahora, esto. Era evidente que se empaparia incluso al dar los pocos pasos que separaban la litera de la puerta principal, y era demasiado vieja para correr a refugiarse, aunque esa simple idea no hubiese sido un insulto a su dignidad. Por lo tanto, permaneceria sentada, aterida y temblando, en aquel maldito palanquin, mientras la humedad la calaba hasta los huesos, y sin nada mejor que hacer que escuchar el repiqueteo de la lluvia sobre el dosel. Y ante ella se extendia todo el tedio de los toscos caminos y del estuario de Perspectiva que tendria que cruzar antes de llegar a una carretera decente...

Irritada, apoyo una mano en el brazo del sillon y se levanto con dificultad. Las doncellas se retrasaban; les habia dicho que viniesen a atenderla una hora despues de que sonase la campana para la oracion de la manana, y el reloj de arena que estaba sobre la mesa le decia que habia pasado sobradamente aquella hora. Frunciendo, malhumorada, los labios, asio la campanilla colocada al lado del reloj de arena y la sacudio energicamente. Al cabo de unos momentos tuvo la satisfaccion de oir unas pisadas presurosas en el pasillo; despues se abrio la puerta y entraron sus dos doncellas.

—Perdonanos, Matriarca; pero estabamos tan atareadas preparando la litera...

—Llamad —dijo la anciana, interrumpiendo sus disculpas —. ?Cuantas veces tengo que deciros que llameis antes de entrar en mi habitacion? Salid y hacedlo.

Las doncellas intercambiaron una ironica mirada antes de cumplir la orden y, cuando entraron por segunda vez, Ilyaya, satisfecha, asintio brevemente con la cabeza.

—Asi esta mejor. Os habeis retrasado, pero lo olvidare por esta vez. ?Como estan los preparativos?

—Muy bien, senora. El palanquin esta listo; los caballos de carga tambien, y la Hermana Antasone nos ha dicho que acaban de ver la escolta acercandose a la Residencia. Sin duda llegara dentro de diez minutos y podremos salir cuando tu lo desees.

—Bien. —De nada serviria demorar la partida, por cuesta arriba que se le hiciese el viaje. Era mejor iniciarlo y terminar cuanto antes — ?Y lo de Shu-Nhadek? —pregunto.

—El mensajero partio hace dos dias, Matriarca, para avisar al Margrave. Este comprendera el honor que le haces y te dara alojamiento con las mayores comodidades posibles.

—Asi lo hara, si ha vuelto del Norte —observo agriamente Ilyaya—. Si no, solo Aeoris sabe la confusion que encontraremos. — Volvio rigidamente a su sillon, suspirando de alivio al sentarse de nuevo—. Esta bien. Podeis traerme mi capa de viaje y mi maleta personal. Y quiero ver a la Maestra de Novicias antes de marcharme.

—Si, senora.

Las mujeres salieron para cumplir sus tareas y dejaron a Ilyaya tamborileando con sus dedos nudosos e impacientes sobre el brazo del sillon.

La Hermana Fayalana Impridor estaba sola en el Salon de Oraciones cuando la encontraron las doncellas de la Matriarca. La Maestra de Novicias levanto la mirada del monton de libros de la Ley de Aeoris que estaba arreglando despues de las plegarias de la manana, y sonrio lentamente.

—Buenos dias, Missak. ?Esta preparada la Matriarca para emprender el viaje?

—Lo esta, Hermana, y pide que vayas a verla antes de la partida.

—Desde luego, ire enseguida. —Fayalana dejo los libros, se sacudio el habito y siguio a Missak hacia la puerta. Cuando salieron al pasillo, arqueo las cejas y pregunto—: ?Como esta hoy la Matriarca?

La pregunta tenia claramente un doble significado, aunque solo las Hermanas mas antiguas se atrevian a hablar de el. Missak sonrio debilmente.

—Dicho entre nosotras, Hermana, estaba un poco malhumorada y pensamos que iba a darle una de sus rabietas, pero parece que le paso.

—Demos gracias a la Providencia —dijo fervientemente Fayalana—. Ya tenemos bastantes preocupaciones, tal como estan las cosas... y no es, desde luego, que la Matriarca pueda evitar sus pequenas manias. Es una dolencia que sufriremos todas a medida que nos hagamos viejas.

Missak asintio con la cabeza.

—A veces, Hermana, me despierto por la noche y me pregunto si deberia ella emprender este viaje. A fin de cuentas, tiene mas de ochenta anos y no es una mujer vigorosa.

La mirada de Fayalana se ablando.

—Se lo que sientes, porque esto nos preocupa a todas. Pero es algo que no puede delegar, Missak. La ley de Aeoris prohibe que nadie salvo el verdadero triunvirato se siente en el Conclave: no puede haber apoderamiento ni sustituciones, ?sabes?

—Si, lo se. Pero ella deberia retirarse, Hermana. A su edad no deberia cargar con estas responsabilidades.

Los ojos negros de Fayalana parecieron mirar hacia dentro durante unos momentos, como si viese algun significado oculto en las palabras de la otra mujer. Entonces su cara se animo y dijo secamente:

—Estoy de acuerdo, Missak. ?Pero no quisiera ser yo la encargada de sugerirselo!

Aproximadamente al mismo tiempo que la Matriarca y su sequito iniciaban el fatigoso viaje en direccion sudeste, hacia el Estuario de Perspectiva, una embarcacion se balanceaba en el ligero oleaje del muelle de la Isla de Verano. Tanto en cubierta como en el extremo de tierra de la plancha reinaba mucha actividad; los hombres bajaban y subian con provisiones, pertrechos, baules; un torrente al parecer inagotable de articulos hacian la peligrosa travesia desde el muelle hasta el barco. En la cubierta de popa, bajo la sombra del palo mayor, un hombre joven con la faja azul distintiva de los capitanes de barco observaba las operaciones con mirada tranquila y practica, mientras la tripulacion estaba sentada en el suelo o en la borda, hablando distraidamente o jugando a cuartos o a golpear el anda. De vez en cuando, sonaba una carcajada sobre la algarabia general si alguien ganaba una buena puesta.

En el muelle, muy apartados de aquella confusion, dos caballos engualdrapados se agitaron inquietos entre las varas de un carruaje descubierto, hasta que una viva palabra del conductor hizo que se tranquilizaran. Detras de ellos, uno de los dos ocupantes del carruaje observaba la distante actividad con gran interes. Era un joven delgado, de cabellos castanos y de unos diecisiete anos, de bellas facciones a no ser por la prominente nariz que dominaba su cara. Intentaba dejarse crecer el bigote, tanto para contrarrestar el efecto de la nariz como para parecer un poco mayor; pero hasta ahora le habia crecido poco. Su lujoso atuendo (chaqueta bordada y de anchas mangas sobre unos pantalones de seda; cinturon repujado, del que pendia una espada corta y envainada, puramente decorativa) estaba lleno de arrugas por haber permanecido tanto tiempo sentado. Los muelles del carruaje chirriaron cuando el joven estiro una pierna en la que le habia dado un calambre y lanzo un suspiro; su acompanante, un hombre mucho mayor que el, le miro de reojo.

—?Estas fatigado, Alto Margrave?

Fenar Alacar se froto los ojos.

—En realidad no, Isyn. Solo cansado de esperar.

—Fue tuya la idea de venir a ver los preparativos. —El viejo vacilo y despues sonrio con cierta timidez—. Con el debido respeto, Senor.

—No me des ese tratamiento, Isyn; sabes que hace que me sienta incomodo. Yo te llame «Senor» durante muchos anos en vida de mi padre y no puedo acostumbrarme a la idea de que todo se haya vuelto ahora del reves.

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