en un apreton que le hizo dano—. No vacilare, Cyllan. Vine aqui para cumplir una promesa, y la cumplire, sean cuales fueren las consecuencias. Mientras exista la piedra del Caos, Yandros puede desafiar el regimen del Orden, pero solamente mientras tenga este punto de apoyo en el mundo. Con la piedra en manos de Aeoris, el Conclave no se celebrara... y se podra poner fin a esta locura.

Ella le miro con expresion desolada.

—?Estas seguro de que es el unico camino?

Habia otro, pero no se atrevio a considerar la idea ni un instante, para que no arraigase en su mente.

—Estoy seguro —dijo.

Cyllan asintio con la cabeza.

—Esta bien. Si tiene que ser, sera como tu dices. —Con la mano libre se froto con fuerza los ojos, y Tarod no supo si estaba o no llorando. Si era asi, y conociendo a Cyllan, debian ser lagrimas de colera mas que de desesperacion. Al fin pestaneo, sorbio y dijo, con resuelta conviccion—: Me ensenaron a creer que Aeoris es justo y bueno. Solo puedo rezar para que la ceguera de su Sumo Iniciado no se interponga en el camino de su justicia.

Tarod sonrio. Aflojo un poco la presion de sus dedos, se llevo la mano de ella a los labios y la beso.

— ?Recuerdas mi ejemplo de los insectos en el prado? —dijo—. Si Aeoris es como creemos que es, los argumentos de Keridil no le convenceran.

A pesar de sus valientes palabras, tanto Tarod como Cyllan sufrieron aquella noche suenos espantosos. Cyllan era perseguida por atormentadoras imagenes de un futuro inconcebible, en las que veia a Tarod sacrificado en la piedra de un altar que se volvia negra con la sangre, mientras ella, estorbada por el habito blanco de una Hermana de Aeoris, solo podia sostenerse en pie y gritar una y otra vez su nombre, sabiendo que nada de lo que pudiese hacer impediria su destruccion. Se agitaba en su sueno, alargando las manos como garras para atrapar a invisibles atacantes; despues, al fin, se tranquilizo un poco al sentir a Tarod a su lado y se sumio en una modorra, mas profunda pero igualmente terrible.

Tarod yacia inmovil y sin darse cuenta de la desesperacion de ella, pero su sueno no era natural. Ni sus suenos eran suenos en el sentido usual de la palabra, o asi lo creyo mas tarde. Era mas bien como si su mente, turbada por las ideas de cuando estaba despierto, se hubiese trasladado, mas alla de las dimensiones mortales, a un lugar de atavismos y de antiguos recuerdos. Y alli, algo le estaba esperando.

La familiaridad del orgulloso y cruel pero hermoso semblante, con su sonrisa de bienvenida, estremecia dolorosa mente las raices de su alma con un sentimiento que no podia definir. Yandros emergia de una columna de luz centelleante y, al moverse, la atmosfera que le rodeaba se transformaba sutilmente entre una miriada de dimensiones, cambiando de color y de forma en un movimiento incesante y sin orden. A su alrededor, algo palpitaba: un enorme corazon cuyos latidos eran tan profundos que parecian una lenta vibracion que sacudia la Tierra; y tampoco seguia un orden, ya que el ritmo cambiaba a cada instante. Los sentidos de Tarod trataban de acompasarse con ellos. Y sentia mas que veia otras presencias; sombras de formas que se abalanzaban hacia el saliendo de lo amorfo, entes a los que antano habia conocido y con quienes habia compartido una afinidad destructora.

Tarod. La voz argentina de Yandros era llana, un sonido recordado mas que oido, sin verdadera existencia mas alla de la memoria y de la imaginacion. Se encendio una luz en el corazon del Senor del Caos y enfoco la imagen de una estrella de siete puntas. Todavia tratas de olvidar.

No habia reproche en su voz, solamente un interes indiferente que hizo que Tarod se diese cuenta de la debilidad de Yandros. Este, comprendio subitamente, no era la verdadera manifestacion del reino del Caos. Todavia con sus lazos con el mundo mortal y, en este mundo, el era el mas fuerte de los dos.

Sonrio y vio el color verde de sus propios ojos reflejados momentaneamente en la mirada del Senor del Caos. No lo olvido, dijo serenamente. Pero he hecho mi eleccion.

Yandros reflexiono un momento y despues inclino la cabeza como reconociendo un punto de vista que, aunque fuese contrario a el, le interesaba. Elegiste un extrano camino, Tarod. Has visto injusticias, intolerancia, persecuciones, asesinatos, perpetrado todo ello en nombre del Orden, y sin embargo, a pesar de los elevados principios que profesas, todavia eres fiel a los sistemas del Orden. Sus ojos, que cambiaron ahora del azul a un inquietante carmesi, pasando por el purpura, centellearon divertidos. Me intriga tu logica.

Que yo sepa, la logica nunca ha sido tu arma favorita, Yandros.

El ente se echo a reir.

Oh, yo elijo las armas que mas me convienen en cada momento, ?lo sabes muy bien!

Imagenes, viejas lealtades, satisfacciones, triunfos... Tarod las expulso de su mente.

Entonces tal vez deberias escogerlas con mas cuidado. Lo que he visto no es el verdadero reflejo del Orden. Es simplemente la reaccion de panico de los que no saben mas. Y si yo supiese mas, sospecharia que tu mano esta detras de esto.

Me halagas. Yandros sonrio maliciosamente.

No lo creas. Pues en este mundo, tengo una ventaja sobre ti, la ventaja de ser humano. Y ostento el poder mas grande. Te desterre, Yandros; y mientras siga con vida, tu poder no podra tener un asidero aqui.

Yandros no replico, pero parecio estar considerando las palabras de Tarod. A lo lejos empezo a gritar una voz en un tono que nunca habia sido mortal; Yandros miro en su direccion y el sonido ceso de pronto.

Por fin, el Senor del Caos asintio con la cabeza. Sus ojos parecian extranamente tranquilos y reflexivos, y dijo: Si. Tu me desterraste. Y por tu fidelidad a los Senores del Orden fuiste desterrado por sus siervos. Sin embargo, todavia te aferras a aquella lealtad y crees que aunque los titeres pueden condenarte, el amo de los titeres te ensalzara. Sus ojos brillaron encendidos. Es un sentimiento muy humano. Habria esperado algo mejor de ti.

?Mejor? Tarod sonrio cinicamente. ?Mejor segun el patron de quien, Yandros?

De nuevo se echo a reir el Senor del Caos, pero esta vez habia una ironia espantosa en su risa, como si fuese victima de una broma celestial. Tarod, que le conocia de antiguo, permanecio impavido, y por ultimo se extinguio la risa, dejando solamente ecos que parecieron tomar vida propia antes de desvanecerse en la nada.

?Segun el patron de quien?, repitio Yandros. ?Ahi, Tarod cuantas cosas has olvidado! Se volvio subitamente para enfrentarse de lleno a Tarod y, a pesar del abismo que le separaba de el, Tarod sintio una fuerte sacudida psiquica cuando el Senor del Caos le apunto con un dedo acusador. Entonces, sigue tu camino, dijo Yandros. Inclinate ante la corrupcion del Orden y aprende la leccion a la que te ha condenado tu vida mortal. Yo no puedo dominarte, debo confesarlo, pues lo sabes tan bien como yo y en los viejos tiempos no habia secretos entre nosotros. Ve, pues. Habla al demonio Aeoris. Confiate a su misericordia, ?y donde habia siete habra seis! Encogio los hombros, y la columna de luz en la que se hallaba se contrajo, oscureciendose, de manera que al fin la cara marfilena de Yandros miro con frio desden desde una niebla negra y solo sus cabellos dorados y brillantes dieron algun color a la turbadora escena. Su voz sono suavemente, sibilante, insinuante, en la mente de Tarod, al empezar a fragmentarse el sueno y arrastrarle de vuelta al mundo fisico.

Lloraremos tu muerte.

Se desperto en medio de un silencio que se clavo en lo mas hondo de su ser. Ningun grito, ninguna sudorosa explosion fuera del reino de la pesadilla; ningun espasmo muscular que le sacase de las profundidades del sueno, sino simplemente la tranquila oscuridad de la habitacion en la posada de Shu-Nhadek y la luz de la luna que trazaba dibujos sin sentido en el techo. Desde abajo, llegaban murmullos apagados y ocasionales chasquidos de metal; parecia que la taberna estaba todavia abierta y que permaneceria asi toda la noche.

Cyllan dormia a su lado. Lagrimas ya secas surcaron hacia rato sus mejillas, pero cualquier terror nocturno que la hubiese asaltado parecia haberse desvanecido ahora; su respiracion era suave y regular. Tarod alargo una mano para tocarla y se dio cuenta de que su brazo estaba temblando; en su dedo indice brillo la piedra del Caos al reflejarse un rayo de luna en sus facetas.

Las ultimas palabras de Yandros ardian como fuego en su cerebro. Fuese cual fuere el nombre que eligiese dar a aquel encuentro, no habia sido un sueno; y habia sacudido de firme su confianza y su res o-lucion. Lloraremos tu muerte..., pero Yandros era maestro en el arte de mentir; nadie lo sabia

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