mejor que Tarod. Su mayor habilidad era jugar con el miedo de los incautos, haciendo que el corazon dudase y que vacilase la mente.
Un estremecimiento involuntario le dejo una sensacion de frio; retiro la mano de los cabellos de Cyllan y vio que la lucecita del interior de la piedra-alma centelleaba cuando movia su dedo en la sombra; y de pronto sonrio. Tenia un arma que Yandros nunca podria contrarrestar: su propia voluntad. Y por mucho que su subconsciente tratase de argumentar en contra, mientras conservase la conciencia, todos los halagos del Caos serian impotentes. Tenia la piedra, y la piedra le daba poder. Un poder que se habia levantado contra Yandros una vez y que podia hacerlo de nuevo. Y aunque en la hora muerta de la noche podia parecer un frio consuelo, era suficiente.
Su mano estaba mas firme cuando la alargo de nuevo para tocar a Cyllan. Esta se agito en su sueno y murmuro algo ininteligible, pero su voz era tranquila. Tarod se inclino sobre ella y dejo que sus labios rozasen suavemente su cara. No queria despertarla; su presencia bastaba para mantenerle en el mundo real.
Se echo atras, conservando un brazo protector sobre el delicado cuerpo de ella, y cerro los ojos, sabiendo que vendria el sueno y no habria mas pesadillas.
CAPITULO 9
El Hermana del Verano fue avistado delante de la costa poco despues de mediodia del dia siguiente. En pocos minutos, una heterogenea flotilla, desde barcas de pesca hasta pequenos botes y esquifes, se hizo a la mar para formar una improvisada escolta de bienvenida a Shu-Nhadek al Alto Margrave, y cuando el alto y gracioso barco, con sus velas entretejidas de oro, entro balanceandose en el puerto, una gran multitud se habia reunido en el muelle.
En el barco, una voz grito ordenes que fueron repetidas y transmitidas desde la proa hasta la popa, y los hombres entraron en accion sobre la cubierta. La muchedumbre que esperaba se rebullo y abrio paso, mientras los presurosos milicianos se esforzaban por imponer una apariencia de orden en aquella confusion, y al fin fue bajada desde la borda una ancha pasarela que cayo con un ruido de trueno sobre el muelle, donde dos hombres corpulentos la sujetaron con cuerdas.
La multitud guardo silencio. El capitan del Hermana del Verano habia ordenado a sus marineros que formasen una guardia de honor sobre la cubierta y, de pronto, todos se pusieron firmes, cuando Fenar Alacar salio de su camarote y avanzo hacia la pasarela.
Isyn tuvo cuidado de hacer entender a su joven senor la importancia de las primeras impresiones. Esta era la primera vez en su vida que ponia pie en el continente y la primera oportunidad que tenia la gente, a excepcion de unos pocos privilegiados, de ver en persona a su Alto Margrave. Y Fenar se habia vestido para la ocasion, con chaqueta y pantalon de fina seda bordada, una capa de brocado y una estrecha diadema de oro con piedras incrustadas, sobre los finos cabellos castanos. Un murmullo de admiracion surgio del gentio cuando hizo acto de presencia y, como le habia ensenado Isyn, se detuvo en lo alto de la pasarela. Despues los murmullos se convirtieron en fuertes aclamaciones, mientras innumerables manos trazaban jubilosas la senal de Aeoris en el aire.
El Alto Margrave levanto un brazo agradeciendo la bienvenida y dio un paso cauteloso en la inclinada pasarela. Detras de el caminaba Isyn, e inmediatamente detras de este venia la Guardia del Alto Mar-grave, un cuerpo escogido de espadachines cuya tarea seria, cuando estuviesen en tierra firme, proteger a Fenar de la menor senal de peligro.
Fenar sintio un profundo alivio cuando acabo de bajar de la vibrante pasarela y piso el suelo; se detuvo un momento, para que la muchedumbre pudiese verle de cerca y despues avanzo a lo largo del pasillo, rapidamente despejado, hasta donde esperaba un carruaje descubierto para llevarle a la residencia del Margrave de la provincia. Ya en el carruaje, otra pausa, otro saludo con la mano, y el polvo se elevo de debajo de las ruedas cuando los caballos enjaezados emprendieron el camino hacia el centro de la ciudad.
Desde la ventana abierta de su habitacion en la posada, Cyllan podia ver solamente el palo mayor del Hermana del Verano pero el ruido del puerto era transmitido claramente por la ligera brisa primaveral, y la gente que se apretujaba en la plaza del mercado, a una calle de distancia, era claramente visible por encima de los bajos tejados. Observo una subita conmocion en una de las calles mas anchas al otro lado de la plaza, y entonces, al aparecer el carruaje del Alto Margrave, se volvio de la ventana hacia Tarod, que estaba reclinado en la cama.
— ?Has visto alguna vez al Alto Margrave?
El se levanto y se reunio con ella, agachandose detras de la baja ventana para mirar hacia fuera. El carruaje cruzaba despacio la plaza, obstruido por la presion de la gente ansiosa de ver o, si era posible, incluso de tocar a su soberano, y Tarod entrecerro ligeramente los ojos para mirar al joven lujosamente ataviado que iba en el carruaje.
—Por los dioses, no es mas que un chiquillo... —Recordo la descripcion que habia dado Keridil de Penar Alacar despues de la visita del Sumo Iniciado a la Isla de Verano para la ceremonia, formal y tradicional, de la investidura. Una cabeza sensata sobre sus hombros, habia dicho Keridil; pero esta primera vision del joven no sirvio en absoluto para disipar las dudas de Tarod. Cualquier esperanza que hubiese podido tener de que Penar seria lo bastante energico para enfrentarse con las opiniones combinadas del Sumo Iniciado y la Matriarca se desvanecio; este muchacho se sentiria demasiado intimidado por las dos personas mayores del triunvirato para hacer otra cosa que no fuera seguirles la corriente.
El carruaje estaba ahora cargado con los regalos y las ofrendas (flores de primavera, dulces, collares- amuletos y toda clase de artefactos) que la multitud habia arrojado a su soberano. Y cuando al fin pudo salir de la plaza y alejarse en direccion a las afueras de la ciudad, Tarod suspiro y se alejo de la ventana.
—Dos de los tres —dijo—. Ahora solo esperan la llegada de Keridil, y sospecho que estara aqui antes de que se ponga el sol.
Cyllan se levanto y estiro una pierna, que tenia entumecida.
—Pareces estar muy seguro.
—Bastante. —Sonrio—. En los viejos tiempos, cuando nos considerabamos como los mejores amigos, Keridil y yo teniamos una comunicacion que era a veces casi telepatica, y ningun grado de enemistad puede destruir eso del todo. Esta cerca y, cuando llegue a la ciudad, lo sabre.
—?Tambien sabra el que estas aqui? —pregunto Cyllan, inquieta.
—Si bajo la guardia, si.
—Entonces, tal vez deberiamos buscar otro lugar...
—No —le interrumpio el, sacudiendo ligeramente la cabeza— Debo estar alerta, eso es todo. Keridil no sera ninguna amenaza contra nosotros si tenemos cuidado. Pero su llegada significa que el tiempo apremia: debemos llegar a la Isla Blanca antes de que llegue el barco que ha de llevarse al Conclave.
Con el disfraz que habian adoptado, pasaron la manana entre los pescadores locales y otros duenos de barcas, buscando una embarcacion que pudiesen alquilar. Los anos que Cyllan habia pasado en las Grandes Llanuras del Este le habian dado un buen conocimiento de la navegacion, y las corrientes del sur eran mucho menos traidoras que las del Cabo Kennet, de manera que podia manejar una nave de dimensiones razonables sin necesidad de tripulantes. Pero no encontraban ninguna. Todas las embarcaciones, por poco capaces que fuesen de hacerse a la mar, habian sido alquiladas o encargadas por personas ansiosas de seguir a la fabulosa Barca Blanca cuando zarpase, y ni el dinero ni la condicion eran bastantes para adquirir un pasaje.
Tarod se habia abstenido de emplear sus poderes para conseguir una barca, al menos hasta entonces; estaba cansado de provocar discusiones o levantar sospechas, y preferia resolver su problema en terminos mas mundanos. Pero empezaba a parecer que no tendria mas remedio que hacerlo, y el tiempo, como habia dicho, no estaba de su parte.
—Buscaremos de nuevo manana temprano —dijo—, cuando la ciudad este mas tranquila. El sequito de Keridil se habra instalado en el Margraviato, y nada sabran de nosotros hasta que hayamos partido.
—?Y si no podemos encontrar una embarcacion? —pregunto Cy
llan.
El rio por lo bajo en la tranquila estancia.
—La encontraremos —dijo.