otra faceta del desgraciado asunto. Cuando el grupo del Castillo habia viajado desde la Peninsula de la Estrella hacia el sur, le habian horrorizado algunas de las escenas de que fue testigo en ciudades y pueblos a lo largo del camino; no se habia imaginado que su decreto pudiese inflamar las mentes del populacho hasta el punto de que ahora era imposible dominar el terror. Tanto odio y tantas sospechas, ardiendo a fuego lento bajo la superficie de cada comunidad y esperando que una chispa lo inflamase... ?Como no pudieron los largos siglos bajo el regimen del Orden erradicar tanta barbarie?

Desde luego, como Sumo Iniciado, podia anular la sentencia de los ancianos asustados o llenos de prejuicios y dar algun aspecto de cordura a aquella caza de brujas, y mientras viajaban hacia el sur, hizo todo lo posible donde habia podido. Pero no era suficiente. Por cada falsa acusacion, por cada juicio bufo en el que intervino, otros diez o veinte tenian lugar donde no alcanzaba su jurisdiccion. Lo que vio habia aumentado la resolucion de Keridil de terminar la tarea que habia emprendido, y de terminarla rapidamente... , pero tambien habia sembrado la semilla de una duda que habia asaltado su mente y no le dejaba en paz.

Habia desencadenado, sin querer, una ola de miedo que estallo furiosamente, y estaba a punto de dar otro paso que podia (podia, se recordo) disparar el terror que atenazaba al pais mas alla de lo concebible por la imaginacion humana. Llamar a los propios dioses para que volviesen al mundo... ?Habria ido demasiado lejos, demasiado aprisa? El ayuno, la plegaria y la contemplacion le habian convencido de que estaba en lo cierto, pero todavia no podia sentirse lo bastante seguro para enfrentarse a los proximos dias con la conciencia tranquila.

Seria mucho mas facil si no hubiese cometido el error fatal de menospreciar a Tarod. Una leccion deberia ser bastante: fue testigo ocular del poder que podia ejercer su adversario, y cuando este y la joven que era su complice habian sido capturados, habria debido negarse a someterse a las exigencias de la tradicion y del ritual aceptado, y ejecutarles a los dos antes de que nadie pudiese protestar. Ahora, despues de la confusion que se habia extendido por todo el mundo como una plaga, el Caos debia estar satisfecho de la victoria que habia alcanzado sobre su antiguo enemigo.

Esta idea hizo resurgir, de pronto e inesperadamente, la colera que habia sostenido a Keridil durante sus horas mas negras de duda y vacilacion. Y fue para el como una fria y limpia rafaga de aire: colera contra Tarod y todo lo que este defendia; contra la ceguera de la muchacha que, enamorada hasta la locura, solo sabian los dioses en que grado juro fidelidad a los poderes de las tinieblas; colera, incluso, contra la nube que la relacion de Sashka con Tarod arrojo sobre su amor por ella. Si aquel demonio hubiese sido aprehendido, no habria habido necesidad de todo aquello...

Se levanto de su improvisado asiento y empezo a pasear, taciturno, a lo largo del muelle. Desde un sombrio callejon llego el debil ruido de un jolgorio; sin duda algunos juerguistas empedernidos que, en una de las muchas tabernas de la zona del puerto, querian compensar la inquietud que todos sentian despues de la llegada del triunvirato. Keridil estuvo tentado de reunirse con ellos; en su actual estado de animo, los efectos de la bebida serian una bendicion despues de la mesa del abstemio Margrave, y solamente le contuvo el miedo a ser reconocido. En vez de entrar, se detuvo en la sombra cerca de la puerta, escuchando el ruido. La taberna rio era un lugar distinguido; una luz vacilante que se filtraba a traves de la puerta y de las mugrientas ventanas mostraba un tosco rotulo gastado por los anos y nunca repintado, y los olores que salian al callejon no eran del todo agradables; pero, a pesar de todo, el evidente buen humor de los parroquianos hacia que Keridil se sintiese debilmente melancolico. Una fuerte rafaga de viento, cargado de sal, soplo a lo largo del callejon, y el se arrebujo en su abrigo, girando sobre sus talones y volviendo malhumorado hacia el puerto. Lejos de apaciguar su mente, este paseo solitario solo habia servido para acuciar los pensamientos inquietantes que habia estado tratando de olvidar. Sin embargo, la paz de la noche era un alivio despues de la atmosfera de la casa del Margrave... Tendria que pasear un poco mas antes de volver a ella.

Al acercarse al final del callejon, mas alla del cual brillaba debilmente el mar bajo la luz cada vez mas intensa de la luna, se sobresalto al ver salir subitamente una sombra de la oscuridad mas densa que tenia delante. La sombra vacilo, recortandose contra el mar que subia lentamente, y entonces se dio cuenta de que no era mas que una mujer que cruzaba el muelle, sin duda una de las prostitutas que rondaban por el puerto ejerciendo su oficio.

Y sin embargo..., un instinto hizo que Keridil se inmovilizase en la oscuridad y contemplase con mas atencion la vaga figura. Algo en la manera en que la mujer volvio la cabeza desperto un recuerdo y, con el, un reconocimiento, y creyo que veia unos cabellos palidos cuando dio en ellos la luz de la luna.

Diciendose que todo era fruto de su imaginacion, pues la coincidencia hubiese sido demasiado grande, echo a andar hacia el muelle, manteniendose oculto en la sombra del callejon. La mujer se movio bruscamente, cruzando el rectangulo de luz y desapareciendo, pero no le vio; siguio simplemente andando. Keridil apreto el paso, apagadas sus ligeras pisadas por el ruido de la taberna, y al llegar al final del callejon, se asomo cautelosamente a mirar.

La mujer estaba solamente a unas quince o veinte yardas, y la luz de la luna, reflejada desde el mar como plata sobre plomo, mostro su pequena y ligera figura en claro relieve. Ahora estaba bajando cuidadosamente un resbaladizo tramo de escalones que conducia desde el muelle hasta el lugar donde varias pequenas embarcaciones (botes y uno o dos esquifes) oscilaban lentamente, amarrados a la pared, y aunque habia cambiado el vestido con que la habia visto el la ultima vez por una tosca camisa y unos pantalones, y sus cabellos casi blancos tenian unos extranos mechones castanos, el Sumo Iniciado la reconocio al instante.

«Cyllan Anassan.. . » Sus labios formaron el nombre en silencio y con venenoso asombro. Parecia un golpe de suerte imposible que se encontrase aqui, en Shu-Nhadek, pero no podia negar la prueba que le daban sus propios ojos. Y desde la sangrienta refriega en la Ciudad de Perspectiva, era seguro que, dondequiera que estuviese Cyllan, Tarod no andaria lejos.

Keridil se mordio el labio inferior, sin dejar de observarla. Parecia andar de una barca a otra, probando los nudos de sus amarras, y era evidente que pretendia robar una embarcacion para su propio uso. Muy bien..., tardaria algun tiempo en encontrar lo que buscaba y desatarlo, y el dispondria de ese tiempo para pedir la ayuda que necesitaba para capturarla. Intentar aprehenderla sin ayuda seria una tonteria; habia demasiados escondrijos en el puerto y sus alrededores, y si se le escapaba una vez, la perderia sin remedio.

Pero si iba a buscar a alguien que le ayudase, no tendria tiempo para largas explicaciones y preguntas... , y al contemplar el puerto vio la solucion de su problema. Una barca de pesca, anclada poco mas alla de las embarcaciones mas pequenas, y de la que a duras penas pudo distinguir el nombre pintado en la proa: Bailarina Azul...

Keridil volvio al callejon y corrio hacia la iluminada y ruidosa taberna. Empujo la puerta con el hombro y miro hacia el atestado mostrador entre una nube de humo y de vapores. Por su aspecto, la mayoria eran marineros, que era precisamente lo que el queria.

Levanto la voz sobre aquella algarabia, gritando:

—?Alguien decirme donde encontrar al dueno de la Bailarina Azul?

El vocerio ceso inmediatamente y los bebedores se volvieron a mirar al desconocido de acento extranjero que habia interrumpido su jolgorio. Al cabo de unos segundos, un hombre de edad mediana, moreno y aquejado de estrabismo, se levanto de una mesa de un rincon.

—Yo soy el dueno de la Bailarina, amigo. ?Que se te ofrece?

Keridil se abrio paso entre los parroquianos, confiando en su estatura y su vigoroso aspecto para evitar represalias de los indignados bebedores, a los que apartaba de su camino.

—Entonces haras bien en ir al puerto —dijo—. ?Hay alguien alli que esta tratando de robartela!

—?Que! —El hombre moreno dejo su jarra sobre la mesa con un fuerte ruido, y Keridil vio, con alivio, que no estaba tan borracho como parecia. Extendio un brazo, senalando sucesivamente a tres de sus companeros— ?Tu, tu y tu! ?Venid conmigo; no os quedeis ahi embobados!

Los tres abandonaron sus sitios y se dirigieron a la puerta detras de el, y Keridil les siguio. La sencilla estratagema habia dado resultado; ahora lo unico que debia procurar era que los cuatro marineros no rompiesen el cuello a su presa antes de que el pudiese apoderarse de ella.

Cyllan tenia los dedos en carne viva debido a sus intentos de deshacer el complicado nudo de la cuerda empapada en agua de mar que sujetaba el bote a la anilla de amarre. Era el quinto intento que hacia, y aquella era la unica barca cuyo dueno fue lo bastante tonto para dejar un par de remos guardados debajo de los bancos, pero resultaba mas dificil de lo que ella habia previsto.

Lamento no haber traido un cuchillo, pero de nada servian ahora las lamentaciones. Tenia que soltar el bote, robarlo y alejarse con el antes de que alguien la descubriese o de que Tarod se despertase y viera que se habia

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